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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Breviario»

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Esta parte del Breviario contiene el [[Oficio Divino|Oficio]] de las diferentes temporadas [[liturgia|litúgicas]].  Como es bien sabido, estos períodos están ahora organizados de la siguiente forma:  [[Adviento]], [[Navidad]], [[septuagésima]], [[Cuaresma]], [[Semana Santa]], [[Pascua]] y el [[tiempo]] después de [[Pentecostés]].  Pero sólo fue gradualmente que esta división del [[calendario cristiano|año litúrgico]] logró su forma, la que debe ser rastreada a través de sus diversas etapas.  En efecto, puede decirse que en un principio no había tal cosa como un año litúrgico.    El [[domingo]], el día principal de la celebración eucarística, es a la vez la conmemoración de la [[Pasión de Cristo en los Cuatro Evangelios | Pasión]], Muerte y [[Resurrección de Jesucristo]]; los hombres hablaban de la "Pascua de la Crucifixión", de la "Pascua de Resurrección" ---''pascha staurosimon''; ''pascha anastasimon''; cada domingo era una renovación de la [[fiestas eclesiásticas | fiesta]] pascual.  Era natural que el aniversario real de la fiesta debía celebrarse con [[solemnidad]] peculiar, pues era la fiesta [[cristianismo | cristiana]] más importante, y el centro del año litúrgico.  La Pascua se llevó  en su tren a Pentecostés, que se fijó para el quincuagésimo día después de la Resurrección; es la fiesta que conmemora el descenso del [[Espíritu Santo]] sobre [[los Apóstoles]].  Estos cincuenta días constituyen una fiesta ininterrumpida, un jubileo, un tiempo de [[felicidad | alegría]] en la que no hay [[ayuno]] y se suspenden los ejercicios [[penitencia]]les.  Estas dos fiestas así unidas son mencionadas por los escritores [[la Iglesia | eclesiásticos]] desde el siglo II en adelante.
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Así como la Pascua era seguida por cincuenta días de regocijo, también tenía su período de preparación con la [[oración]] y el ayuno, de la que surgió la temporada de [[Cuaresma]], que, después de varios cambios, comenzó finalmente cuarenta días antes de Pascua, de ahí su nombre de [[cuadrágesima]].  El otro punto de reunión del año litúrgico es la fiesta de [[Navidad]], cuya primera observancia es de muy remota antigüedad (por lo menos del siglo III).  Al igual que la Pascua, la Navidad tiene su [[tiempo]] de preparación, llamado [[Adviento]], que hoy día dura cuatro semanas.  El resto del año debía ajustarse entre estas dos fiestas.  Desde Navidad a Cuaresma se pueden observar dos corrientes: en una caen las fiestas de la [[Epifanía]] y de la [[Fiesta de la Purificación de María | Purificación]], y seis domingos después de la Epifanía, que constituyen las pascuas de Navidad.  Las restantes semanas después de estos domingos caen bajo la influencia de la Cuaresma y, bajo el nombre de septuagésima, crean una especie de introducción a la misma, ya que estas tres semanas, [[septuagésima]], [[sexagésima]] y [[quincuagésima]], en realidad pertenecen a la Cuaresma debido a su carácter de preparación y [[penitencia]].
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Todavía falta tratar el largo período entre Pentecostés y Adviento, de mayo a diciembre.  Un cierto número de domingos se agrupan alrededor de grandes fiestas especiales, como las de [[San Juan Bautista]] (24 de junio), los Santos Apóstoles [[San Pedro]] y [[San Pablo]] (29 de junio), [[San Lorenzo]] (10 de agosto), y [[San Miguel Arcángel | San Miguel]] (29 de septiembre).  En una [[fechas y datación | fecha]] posterior estos días, que no encajaban muy convenientemente en el esquema general, tendieron a desaparecer, y fueron absorbidas en el tiempo común después de Pentecostés, compuesto por veinticuatro domingos, uniendo así a Pentecostés con el Adviento, y completando así el ciclo del año litúrgico.
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Por lo tanto, el propio de la temporada contiene el oficio de todos los domingos y fiestas que le pertenecen, con lecturas especiales, extractos de los [[Evangelios]], y con frecuencia también [[antífona]]s, [[responsorio]]s y [[Salmos | salmos]] adaptados al carácter de estos diversos períodos.  Es en la composición de esta liturgia que la [[Santa Sede | Iglesia Romana]] ha mostrado sus [[don sobrenatural | dones]] de juicio crítico, gusto litúrgico y perspicacia [[teología dogmática | teológica]].  La diferencia en el carácter de estos períodos puede ser estudiada en obras tales como “Liturgical Year” de [[Prosper Louis Pascal Guéranger|Dom Guéranger]].
  
 
===El propio de los santos===
 
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Definición

La palabra breviario ([[latín eclesiástico|latín] Breviarium) significa en su acepción primaria un resumen o compendio. Los autores cristianos a menudo lo utilizan en ese sentido, por ejemplo, Breviarium fidei, Breviarium in psalmos, Breviarium canonum, Breviarium regularum. En el lenguaje litúrgico breviario tiene un significado especial el cual indica un libro que provee las regulaciones para la celebración de la Misa o el Oficio canónico, y se puede hallar bajo los títulos Breviarium Ecclesiastici Ordinis, o Breviarium Ecclesiæ Rominsæ (Romanæ). En el siglo IX Alcuino usa la palabra para designar un oficio resumido o simplificado para el uso de los laicos. Prudencio de Troyes, por la misma época, compuso un Breviarium Psalterii (v. inf. V. Historia). En un inventario antiguo aparece Breviarium Antiphonarii, que significa “Extractos del antifonario”. En la “Vita Aldrici” aparece sicut in plenariis et breviariis Ecclesiæ ejusdem continentur. Además, en los inventarios en los catálogos, se pueden hallar notas como ésta: "Sunt et duo cursinarii et tres benedictionales Libri; ex his unus habet obsequium mortuorum et unus Breviarius", o, "Præter Breviarium quoddam quod usque ad festivitatem S. Joannis Baptistæ retinebunt", etc. Monte Casino alrededor de 1100 d.C. obtuvo un libro titulado "Incipit Breviarium sive Ordo Officiorum per totam anni decursionem"

A partir de tales referencias, y otras de naturaleza similar, Quesnel deduce que con la palabra Breviarium al principio se designaba un libro que proveía las rúbricas, una especie de Ordo. El título “breviario”, según lo empleamos ---es decir, un libro que contiene el oficio canónico completo--- parece datar del siglo XI.

El Papa San Gregorio VII, de hecho, cuando hubo resumido el orden de las oraciones y cuando hubo simplificado la liturgia según se realizaba en la corte romana, le dio a este resumen el nombre de Breviario, el cual era adecuado, puesto que, según la etimología de la palabra, era un compendio. El nombre se ha extendido a libros que contienen en un volumen, al menos en una obra, los libros litúrgicos de diferentes clases, tal como el salterio, el antifonario, el responsoriario, el leccionario etc. En relación con esto se puede señalar que en este sentido la palabra, como se usa hoy día, es ilógica; debería llamarse un Plenarium en lugar de un Breviarium, puesto que, litúrgicamente hablando, la palabra Plenarium designa exactamente tales libros que contienen muchas y diferentes compilaciones unidas en un solo volumen. Esto se señala, sin embargo, simplemente para aclarar más el significado y origen de la palabra; y la sección {V proveerá una explicación más detallada de la formación del breviario.

Contenido

El Breviario Romano, que con raras excepciones (ciertas órdenes religiosas, los ritos ambrosiano y mozárabe, etc.) se usa hoy día en toda la Iglesia Latina, se divide en cuatro partes de acuerdo a la temporada del año: invierno, primavera, verano y otoño. Está compuesto de los siguientes elementos: (a) el salterio, (b) el propio de la temporada, (c) el propio de los santos, (d) el común, (e) ciertos oficios especiales.

El salterio

El salterio es la más antigua y más venerable parte del Breviario. Consiste de 150 salmos divididos en una forma particular que se discutirá luego. Estos salmos formaron el cimiento de la liturgia de los judíos durante doce siglos antes de Cristo, y Él ciertamente hizo uso de estos formularios para sus oraciones, y los citó en varias ocasiones. Los Apóstoles siguieron su ejemplo, y le transmitieron a las Iglesias cristianas la herencia del salterio como la forma principal de oración cristiana. La Iglesia los ha conservado cuidadosamente durante el lapso de siglos y nunca ha tratado de sustituirlos con ningún otro formulario. De tiempo en tiempo se han hecho intentos de componer salmos cristianos, tales como el Gloria in Excelsis Deo, el Te Deum, el Lumen Hilare, el Te Decet Laus, y otros pocos; pero los que la Iglesia ha retenido y adoptado son singularmente pocos en número. Los himnos rítmicos datan de un período posterior a los siglos IV y V, y a lo mejor ocupan un lugar puramente secundario en el esquema del Oficio. Así el Libro de los Salmos forma el fundamento de la oración católica; las lecciones que llenan un lugar tan importante en esta oración no son, después de todo, oración propiamente dicha; y las antífonas, responsorios, versículos, etc., son sólo salmos utilizados de una manera particular.

Sin embargo, en el breviario el salterio se divide según un plan especial. En la época primitiva el libro de los Salmos en el Oficio era sin duda exactamente similar al que prevalecía entre los judíos. El presidente del coro escogía un salmo particular a su propia discreción. Algunos salmos, tal como el 22(21), parecen especialmente apropiados para la Pasión. Otro fue adaptado a la Resurrección, un tercero a la Ascensión, mientras otros se referían especialmente al Oficio de Difuntos. Algunos salmos proveen oraciones para la mañana, otros, para la noche; pero la elección se dejaba en manos del obispo o presidente del coro. Más tarde, probablemente desde el siglo IV, se comenzó a agrupar juntos ciertos salmos para responder a diversos requisitos de la liturgia.

Otra causa dio lugar a estas agrupaciones y disposiciones del salterio. Algunos monjes tenían el hábito de recitar diariamente la totalidad de los 150 salmos. Pero esta forma de devoción, aparte de las lecturas y otros formularios, tomaba tanto tiempo que se comenzó a difundir la recitación del salterio a través de toda la semana. Mediante este método cada día se dividió en horas, y cada hora tenía su propia porción del Salterio. De este arreglo surgió la idea de dividir el Salterio de acuerdo a normas especialmente diseñadas. San Benito fue uno de los primeros en dedicarse a esta tarea, en el siglo VI. En su Regla da instrucciones de cómo, en ese período, se distribuirían los salmos a disposición del abad, y él mismo redactó ese arreglo. Algunos salmos se reservaron para los oficios nocturnos, otros para laudes, otros para prima, tercia, sexta y nona, otros para vísperas y completas.

Es un tema de debate entre los liturgistas si esta división benedictina de los salmos es anterior o posterior al salterio romano. Aunque puede que no sea posible probar el punto definitivamente, todavía parecería que el arreglo romano es el más antiguo de los dos, porque el redactado por San Benito muestra más habilidad, y así parecería ser de la naturaleza de una reforma de la división romana. En cualquier caso, la disposición romana del Salterio se remonta a una antigüedad remota, por lo menos al siglo VII u VIII, y desde entonces no ha sufrido ninguna modificación. La siguiente es su disposición. Los salmos 1 - 108 se recitan en maitines, doce cada día; pero los maitines del domingo tienen seis salmos más divididos entre los tres nocturnos. De este modo:

  • domingo: Salmos 1, 2, 3, 6-14; 15, 16, 17, 18, 19, 20;
  • lunes: Salmos 26 – 37;
  • martes: Salmos 38-41, 43-49, 51;
  • miércoles: Salmos 52, 54-61, 63, 65, 67.
  • jueves: Salmos 68-79;
  • viernes: Salmos: 80 – 88, 93, 95, 96;
  • sábado: Salmos 97-108.

Debido a su aptitud especial, los salmos omitidos en esta serie, a saber, 4, 5, 21-25, 42, 50, 53, 62, 64, 66, 89-92 y 94 son, se reservan para laudes, prima y completas. La serie desde el salmo 109 al 147 se reservan para otras horas. Los últimos tres, 148, 149 y 150, que se les llama especialmente salmos de alabanza (laudes), debido a la palabra laudate que forma su tema, siempre se usan en el oficio matutino, que de ahí toma su nombre de laudes.

Un vistazo a las tablas de arriba muestra que, en términos generales, la Iglesia Romana no trató de hacer ninguna selección experta de los salmos para la recitación diaria. Los tomó en el orden que llegaron, con excepción de unos pocos, separados para laudes, prima y completas, seleccionó el salmo 118 para las horas del día. Otras liturgias, como la ambrosiana, la mozárabe y la bendictina o monástica, tienen salterios redactados sobre líneas completamente diferentes; pero los respectivos méritos de estos sistemas no necesita ser discutido aquí. El orden del salterio ferial no se sigue para los festivales del año o para las fiestas de los santos; sino que los salmos se escogen de acuerdo a su idoneidad para las varias ocasiones.

La historia del texto de este salterio es interesante. El salterio más antiguo utilizado en Roma y en Italia fue el Psalterium Vetus, de la versión Itala, que parece haber sido introducido en la liturgia por el Papa San Dámaso I (m. 384). Fue él quien primero le ordenó a San Jerónimo la revisión de la Itala en el año 383. Debido a esto se le ha llamado el Psalterium Romanum, y fue utilizado en Italia y en otros lugares hasta el siglo IX y posteriores. Todavía está en uso en la Basílica de San Pedro en Roma, y muchos de los textos de nuestro Breviario y del misal aún muestran algunas variantes (invitatorio y salmo 94, las antífonas del salterio y los responsorios del propio de la temporada, introitos, graduales, ofertorios y Comuniones). El salterio romano también influye en la liturgia mozárabe, y fue utilizado en Inglaterra en el siglo VIII.

Pero en la Galia y en otros países al norte de los Alpes, otra recensión entró en competencia con el Psalterium Romanum, bajo el título un tanto engañoso de Psalterium Gallicanum; pues este texto no contiene nada distintivamente galicano, al ser simplemente una corrección posterior del salterio hecho por San Jerónimo en Palestina, en el año 392 d.C. Esta recensión difería de la Itala más completamente que la anterior; y en su preparación San Jerónimo había puesto la Hexapla de Orígenes en contribución. Parecería que San Gregorio de Tours, en el siglo VI, introdujo esta traducción a la Galia, o en cualquier caso, contribuyó especialmente a la difusión de su uso, ya que fue este Salterio el que se empleó en la salmodia divina celebrada en la muy honrada y frecuentada tumba de San Martín de Tours. A partir de ese momento este texto comenzó su "marcha triunfal en toda Europa". Walafrido Estrabón afirma que las iglesias de Alemania lo usaban en el siglo VII: "Galli et Germanorum aliqui secundum emendationem quam Hieronymus pater de LXX composuit Psalterium cantant".

Cerca de esa misma época Inglaterra cambió el salterio romano por el galicano. El antedicho salterio anglosajón fue corregido y alterado en los siglos IX y X para hacerlo acorde con el galicano. Irlanda parece haber seguido la versión galicana desde el siglo VII, como se puede deducir a partir del famoso Antifonario de Bangor. Incluso penetró en Italia después del siglo IX gracias a la influencia de los francos, y allí disfrutó de considerable aceptación. Luego del Concilio de Trento, el Papa San Pío V extendió el uso del salterio galicano a toda la Iglesia y sólo la Basílica de San Pedro en Roma mantuvo el salterio romano. La Iglesia Ambrosiana de Milán tiene también su propia recensión del salterio, una versión basada, a mediados del siglo IV, en la griega.

El propio de la temporada

Esta parte del Breviario contiene el Oficio de las diferentes temporadas litúgicas. Como es bien sabido, estos períodos están ahora organizados de la siguiente forma: Adviento, Navidad, septuagésima, Cuaresma, Semana Santa, Pascua y el tiempo después de Pentecostés. Pero sólo fue gradualmente que esta división del año litúrgico logró su forma, la que debe ser rastreada a través de sus diversas etapas. En efecto, puede decirse que en un principio no había tal cosa como un año litúrgico. El domingo, el día principal de la celebración eucarística, es a la vez la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo; los hombres hablaban de la "Pascua de la Crucifixión", de la "Pascua de Resurrección" ---pascha staurosimon; pascha anastasimon; cada domingo era una renovación de la fiesta pascual. Era natural que el aniversario real de la fiesta debía celebrarse con solemnidad peculiar, pues era la fiesta cristiana más importante, y el centro del año litúrgico. La Pascua se llevó en su tren a Pentecostés, que se fijó para el quincuagésimo día después de la Resurrección; es la fiesta que conmemora el descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. Estos cincuenta días constituyen una fiesta ininterrumpida, un jubileo, un tiempo de alegría en la que no hay ayuno y se suspenden los ejercicios penitenciales. Estas dos fiestas así unidas son mencionadas por los escritores eclesiásticos desde el siglo II en adelante.

Así como la Pascua era seguida por cincuenta días de regocijo, también tenía su período de preparación con la oración y el ayuno, de la que surgió la temporada de Cuaresma, que, después de varios cambios, comenzó finalmente cuarenta días antes de Pascua, de ahí su nombre de cuadrágesima. El otro punto de reunión del año litúrgico es la fiesta de Navidad, cuya primera observancia es de muy remota antigüedad (por lo menos del siglo III). Al igual que la Pascua, la Navidad tiene su tiempo de preparación, llamado Adviento, que hoy día dura cuatro semanas. El resto del año debía ajustarse entre estas dos fiestas. Desde Navidad a Cuaresma se pueden observar dos corrientes: en una caen las fiestas de la Epifanía y de la Purificación, y seis domingos después de la Epifanía, que constituyen las pascuas de Navidad. Las restantes semanas después de estos domingos caen bajo la influencia de la Cuaresma y, bajo el nombre de septuagésima, crean una especie de introducción a la misma, ya que estas tres semanas, septuagésima, sexagésima y quincuagésima, en realidad pertenecen a la Cuaresma debido a su carácter de preparación y penitencia.

Todavía falta tratar el largo período entre Pentecostés y Adviento, de mayo a diciembre. Un cierto número de domingos se agrupan alrededor de grandes fiestas especiales, como las de San Juan Bautista (24 de junio), los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo (29 de junio), San Lorenzo (10 de agosto), y San Miguel (29 de septiembre). En una fecha posterior estos días, que no encajaban muy convenientemente en el esquema general, tendieron a desaparecer, y fueron absorbidas en el tiempo común después de Pentecostés, compuesto por veinticuatro domingos, uniendo así a Pentecostés con el Adviento, y completando así el ciclo del año litúrgico.

Por lo tanto, el propio de la temporada contiene el oficio de todos los domingos y fiestas que le pertenecen, con lecturas especiales, extractos de los Evangelios, y con frecuencia también antífonas, responsorios y salmos adaptados al carácter de estos diversos períodos. Es en la composición de esta liturgia que la Iglesia Romana ha mostrado sus dones de juicio crítico, gusto litúrgico y perspicacia teológica. La diferencia en el carácter de estos períodos puede ser estudiada en obras tales como “Liturgical Year” de Dom Guéranger.

El propio de los santos

El común

Oficios especiales

Las horas

Partes componentes del Oficio

Historia del Breviario

Reformas del Breviario

Bibliografía: Sobre los diferentes breviarios: Breviario de Cluny; Breviario Brigidino; Breviario de San Bernardo; Breviario de Durham; Breviario de Hereford; Breviario Mozárabe; Breviario de Ruán; Breviario de Sarum; etc., CABROL, Introduction aux études liturgiques, s.v. Bréviaire, Breviarium, Breviary. Sobre el Breviario de Milán, Breviario Mozárabe y breviarios orientales, PROBST, en Kirchenlex, (1883), II. s.v. Brevier; B-UMER, Geschichte des Breviers (Friburgo, 1895), la más importante y más completa obra sobre el tema, traducción al francés, con adiciones y correcciones por BIRON, como Histoire du bréviaire (París, 1905). ID., Breviarii Romani editio nova Tornacensis, 1882, collata Vaticanæ Urbano Papâ VIII evulgatæ, 1632 (1882); BATIFFOL, L'Histoire du bréviaire Romain (París, 1893; tr. Londres); BAUDOT, Le breviaire romain (París, 1727; Lat. tr., Venecia, 1734); ROSKOVÁNT, De Célibatu et Breviario (1861, 1877, 1881, 1888); PROBST, Brevier und Breviergebet (Tubinga, 1868); PIMONT, Les hymnes du bréviaire romain (París, 1874-84); PLEITHNER, Ælteste Geschichte des Breviergebetes (Kempten, 1887); NILLES, Kalendarium Manuale utriusque Ecclesiâ Orientalis et Occidentalis (Innsbruck, 1896); Article Brevier, Realencyklopédie, IV; GUÉRARD, Polyptique de l'abbaye de St. Rémy de Reims (París, 1853); BECKER, Catalogi Bibliothecarum antiqui (Roma, 1885); DUCANGE, Glossarium: Micrologus de ecclesiasticis observationibus in Bibl. Vet. Patr. (Lyon), XVIII; GUÉRANGER, Instit. Liturg. (2nd ed.), I; GERBERT, Vet. Liturg., II; Katholik. (1890), II, 511; KAULEN, Einleitung in die Heilige Schrift; Geschichte der Vulgata (Maguncia, 1868); THOMASI, Opera, ed., VEZZOSI (Roma, 1747), II; BERGER, Histoire de la Vulgate pendant les premiers siécles du Moyen Age (París, 1893); Anglo-Saxon Psalter (1843); WALAFRID STRABO, De rebus ecclesiasticis in P.L., CXIV, 957; MURATORI, Anecdota Ambrosiana, IV. P.L., LXXII, 580 sqq. ; WARREN, The Antiphonary of Bangor (Londres, 1893); CABROL, Le Livre de la Prióre Antique (París, 1900); CABROL, Dict. D'archéologie et de liturgie; TAUNTON, The Little Office of Our Lady (Londres, 1903); Peregrinatio Etheriâ, tr., Holy Week in Jerusalem in the Fourth Century, reimpreso a partir de DUCHESNE, Christian Worship (Londres, 1905); Rev. d'histoire et de littérature religieuses (Paris, 1898); PROBST, Lehre und Gebet in den drei ersten Jahrh.; PITRA, Hymnographie de l'Église Grecque (París, 1867); MONE, Lateinische Hymnen des Mittelaters (Friburgo im Br., 1853-55); DANIEL, Thesaurus Hymnologicus (Halle, 1841); CHEVALIER, Topo-bibliographie, s.v. Hymnes; LECLERCQ, Actes des Martyrs in Dict. d'archæol., I. 379; BRAMBACH, Psalterium. Bibliographischer versuch nber die liturgischen Bncher des christl. Abendlandes (Berlín, 1887); BELETH, Rationale Divinorum Officiorum; MOLINIER, Catalogue des mss. De la biblioth. Mazarine; RADULPHUS TONGRENSIS, De Canonum observantiæ in Max. Biblioth. Vet. Patrum., XXVI; Rassegna Gregor., sept. a oct. 1903, 397 sqq.; WICKHAM LEGG. Algunas reformas locales (Londres, 1901); SCHMID, Studien nber die Reform des Römischen Breviers en Theol. Quartalsch. (Tubinga, 1884); BERGEL, Die Emendation des Römischen Breviers in Zeitsch. f. kathol. Theol. (Innsbruck, 1884); KIRCH, Die Liturgie der Erzdiöcese Köln (Colonia, 1868); ROSKOVÁNY, Breviarium, V; CHAILLOT, Analecta Juris Pont. (1885). XXIV; MARTIN, Omn. Conc. Vatic. Documentorum Collecto (2da. ed., Paderborn, 1873); Acta et Decreta in Collectio Lacensis (Friburgo im Br., 1890). VII; LECLERCQ; Les Martyrs (París, 1905), IV.

Fuente: Cabrol, Fernand. "Breviary." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/02768b.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina.