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Martes, 19 de marzo de 2024

Laudes

De Enciclopedia Católica

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Vea también Breviario, horas canónicas, vigilia, maitines.

En la liturgia romana actual, laudes designa un oficio compuesto de Salmos y cánticos los que son recitados usualmente después de maitines.

El término laudes y la hora del Oficio

La palabra laudes (es decir, alabanzas) explica el carácter particular de este Oficio cuyo fin es alabar a Dios. Obviamente, todas las horas canónicas tienen el mismo objetivo, sin embargo, se puede afirmar que laudes tiene esta característica par excellence. Con seguridad que el nombre se deriva de los tres últimos Salmos del oficio (148, 149, 150), en todos los cuales la palabra laudate se repite frecuentemente y hasta tal punto que originalmente la palabra laudes no indicaba el oficio total, como lo hace actualmente, sino sólo el final, es decir, estos tres Salmos con la conclusión. El Título Ainoi (alabanzas) ha sido retenido en griego. San Benito también usa este término para designar los últimos tres Salmos; post haec [es decir, el cántico] sequantur Laudes (Regula, cap. XIII). En los siglos V y VI el oficio de laudes era llamado Matutinum, el que ahora se ha convertido en el nombre especial de otro oficio, el oficio nocturno o vigilias, un término que ya no se usa (vea maitines). Poco a poco el título laudes se aplicó a todo el oficio y reemplazó al nombre maitines. Sin embargo, los autores antiguos de los siglos IV al VI o VII, usaban los nombres Matutinum, Laudes matutinae, o Matutini hymni para designar al oficio del alba o amanecer, y el oficio de maitines retiene el nombre de vigilias. Quizás la razón de esta confusión de nombres se deba a que originalmente maitines y laudes formaban un único oficio, y el oficio nocturno terminaba al amanecer.

En la liturgia, la palabra laudes tiene otros dos significados: algunas veces significa el aleluya de la Misa; así, el Concilio de Toledo (IV Concilio, c. XII) pronunció formalmente: “Las laudes se cantan después de la epístola y antes del Evangelio” (para esta interpretación compare Mabillon, “De Liturgia gall”, I, IV). San Isidoro dice: “Laudes, hoc est, Alleluia, canere” (De div. Office., XIII). La palabra laudes designa también las aclamaciones públicas que se cantaban o gritaban durante la accesión al trono de los príncipes, una costumbre que fue observada durante mucho tiempo en la Iglesia cristiana en ciertas ocasiones.

El Oficio en diversas liturgias

En la liturgia romana actual, laudes se compone de cuatro Salmos con antífonas (en realidad, usualmente son siete, pero, siguiendo las reglas ordinarias, los Salmos sin el Gloria y la antífona no se cuentan separadamente) un cántico, la capítula[1], el himno, el versículo, el Benedictus con la antífona, “oratio” o colecta, y, en ciertos días, las preces, u oraciones y los versículos. A diferencia de los maitines y las vísperas, los Salmos no se toman en el orden del Salterio, sino que se eligen de acuerdo a reglas especiales sin referencia a su posición el Salterio. Así, el Salmo “Miserere mei Deus” [Sal. 51(50)] se recita todos los días en que no se celebre alguna fiesta. Los Salmos “Deus, Deus meus” [Sal. 63(62)]) y “Deus misereatur nostri et benedicat nobis” [Sal. 67(66)]], y finalmente los últimos tres Salmos “Laudate Dominum de coelis”, “Cantate Domino canticum novum” y “Laudate Dominum in sanctis ejus” (Salmos 148-150) se recitan todos los días sin excepción. Tal como hemos subrayado, es de estos últimos Salmos que el oficio deriva su nombre.

Se notará, en general, que los otros salmos usados en laudes han sido escogidos también por razones especiales porque uno u otro de sus versos contiene una alusión ya sea al amanecer, o a la Resurrección de Jesucristo, o a la oración de la mañana, la cual, como señalamos ahora, son la raison d’etre de este oficio. Tales son los versos; “Deus Deus meus ad te de luce vigilo”; “Deus misereatur nostri…illuminet vultum suum super nos”; “mane astabo tibi et videbo”; “Emitte lucem tuum et veritatem tuam”; “Exitus matutinum et vespere delectabis”; “Mane sicut herba transeat, mane floreat et transeat”; “Ad annuntiandum mane misericordiam tuam”, etc. Otra característica de este oficio son los cánticos que ocurren entre los Salmos 62 - 66 y los últimos tres Salmos. Esta colección de siete cánticos del Antiguo Testamento (cántico “Benedicite”, cántico de Isaías, cántico de Ezequías, cántico de Ana, los dos cánticos de Moisés, el cántico de Habacuc) es proclamada y está casi de acuerdo con el de la Iglesia Oriental. San Benito lo tomó prestado de la Iglesia Romana y, como había diseñado el plan para el oficio de laudes de acuerdo al de la Iglesia de ]]Roma]], prescribió un cántico especial para cada día: “Canticum unumquodque die suo ex prophetis, sicut psallit Ecclesia Romana, dicatur” (Reg., XIII).

La Iglesia Romana le añade a estos cántico el de Zacarías como final del Oficio, “Benedictus Domine Deus Israel”, el cual se recita todos los días y el cual es también un cántico a la luz, es decir, Cristo: “Illuminare his qui in tenebris et in umbra mortis sedent”. Los himnos de laudes, que en la Iglesia Romana fueron agregados posteriormente, forman también una colección interesante; ellos celebran generalmente el alba, la Resurrección de Cristo y la luz espiritual que Él ha hecho que brille en la tierra. Son composiciones muy antiguas, y probablemente son anteriores a San Benito. En el oficio ambrosiano, así como también en el mozárabe, las laudes retienen algunos de los elementos principales de las laudes romanos ---el Benedictus, cánticos del Antiguo Testamento y los Salmos 148, 149 y 150, dispuesto, sin embargo, en un orden diferente (cf. Dom G. Morin, op. cit. en la bibliografía). En la liturgia benedictina el oficio de laudes se parece mucho a las laudes romanas, no solo por su uso de los cánticos que San Benito admite, como ya hemos señalado, sino también por su construcción general. El oficio griego que corresponde al de las laudes es el orthos, lo que también significa “mañana”; su composición es diferente aunque, no obstante, retiene algunos elementos de las laudes occidentales ---notablemente los cánticos y los tres Salmos 148-150, los cuales en la Liturgia Griega llevan el nombre de Ainoi o alabanzas, que corresponden a la palabra latina laudes (cf. “Dict. d’archeol. chret. et de lit.”, s.v. Ainoi; “Horologion”, Roma, 1876, p. 55).

Las laudes en la época cristiana primitiva y su origen

Laudes, o para hablar con mayor precisión, el oficio matutino u oficio de la aurora que corresponde a laudes, es indiscutiblemente uno de los oficios más antiguos y pueden ser rastreados hasta los tiempos apostólicos. En el siglo VI, San Benito nos entregó una descripción muy detallada de éstos en su Regla (caps. XII y XIII): los Salmos (casi idénticos a los de la liturgia romana), el cántico, los últimos tres Salmos, la capítula, el himno, el versículo, el cántico Benedictus, y la parte final. San Columbano y los documentos irlandeses sólo nos dan una información muy vaga del oficio de laudes (cf. “Regula S. Columbani”, c. VII, “De cursu psalmorum” en P. L. , LXXX, 212). Se ha hecho un esfuerzo para reconstruirlo de acuerdo al Antifonario de Bangor, pero este documento, en nuestra opinión, nos da sólo un extracto, y no el oficio completo (cf. Cabrol en “Dict. d’archéol. et de lit.”, s. v. Bangor, Antiphonaire de). San Gregorio de Tours también hace algunas alusiones a este oficio, al que llama Matutini hymni; él nos provee, como sus partes constitutivas, el salmo 51(50), el Benedicite, los tres salmos (148-150), y los versículos (“Hist. Francorum” , II, VII, en P. L. , LXXI, 201, 256, 1034 etc. Cf. Baumer-Biron, “Hist. du brev. Rom.”, I, 229-30). En un periodo anterior a los siglos V y IV, encontramos varias descripciones del oficio matutino en Casiano, en Santa Melania la Joven, en el “Peregrinatio Ætheriae”, San Juan Crisóstomo, San Hilario, Eusebio (Baumer-Biron, op. cit., I, 81, 114, 134, 140, 150-68, 208, 210).

Naturalmente, a medida que avanzamos se encuentran mayores variedades de la forma del oficio en las diferentes provincias cristianas. Sin embargo, los rasgos generales permanecen iguales; es el oficio del alba (Aurora), el oficio de la salida del sol, el oficio de la mañana, las alabanzas de la mañana, el oficio del canto del gallo (Gallicinium, ad galli cantus), el oficio de la Resurrección de Jesucristo. En ninguna parte mejor que en Jerusalén, en el “Peregrinatio AEtheriae”, este oficio que se celebra en la misma tumba de Cristo preserva su color local. El autor los llama hymni matutinales; es considerado el oficio principal del día. Allí la liturgia despliega toda su pompa; el obispo acostumbraba estar presente con todo su [clero secular|clero]] y el oficio se celebraba alrededor de la misma Gruta del Santo Sepulcro; después de entonarse los Salmos y cánticos, se cantaban las letanías y entonces el obispo bendecía al pueblo (Cf. Dom Cabrol, "Etude sur la Peregrinatio Silviae, les Eglises de Jerusalem, la discipline et la liturgie au IVX siecle", París, 1895, pp. 39, 40. Para Oriente cf. "De Virginitate", XX, en P G., XXVIII, 275.) Por último encontramos nuevamente los primeros rastros de laudes en el siglo II, e inclusive en el siglo II en los Cánones de San Hipólito, en San Cipriano, e inclusive en los Padres Apostólicos, hasta tal punto que Bäumer no duda en asegurar que los laudes, junto con las vísperas, son el oficio más antiguo, y deben su origen a los Apóstoles (Baumer-Biron, op. cit., I, 58; cf. 56, 57, 64, 72 etc.).

Simbolismo y razón de este oficio

A partir de lo anterior, es fácil concluir cuáles fueron los motivos que dieron origen a este oficio y cuál es su significado. Para el cristiano, el primer pensamiento que debería presentarse a su mente en la mañana es el pensamiento de Dios; el primer acto de su día debe ser una oración. El primer destello de la aurora le recuerda a nuestras mentes que Cristo es la verdadera luz, que Él viene a disipar la oscuridad espiritual y a reinar sobre el mundo. Fue al amanecer que Cristo se levantó de su tumba, vencedor de la muerte y de la noche. E s este pensamiento en su Resurrección lo que da a este oficio su significado completo. Por último, es esta hora tranquila, antes de que el día comience y el hombre se precipite nuevamente en el torrente de sus preocupaciones, la más favorable para la contemplación y la plegaria. Litúrgicamente, los elementos de laudes han sido combinados armoniosamente y han preservado su significado mejor que otras horas.

NOTA:

[1) Capítula: (Del lat. capitŭla, capítulos). f. Rel. Pasaje de la Sagrada Escritura que se reza en todas las horas del Oficio Divino después de los Salmos y las antífonas, excepto en maitines.


Bibliografía: BONA, De Divinia Psalmodia, v. en Opp. Omnia (Amberes, 1677), p. 705 ss,; Commentarius historicus in Romanum Breviarium (Venecia, 1724), 102; PROBST, Brevier u. Breviergebet (Tubinga, 1868), p. 146, 173, 184, 188; IDEM, Lehre u. Gebet in den drei ersten Jahrh. (Tubinga, 1871); BAUMER, Hist. du breviaire, Trad. Francesa; BIRON, I (París, 1905), 58, 164, etc.; BATIFROL, Hist. du brev. Romain (París, 1893), 22 sqq.; DUCHESNE, Christian Worship (Londres, 1904), 448-9; HOTHAM, en Dict. Christ Antiq., s. v. Office, The Divine; SCUDAMORE, ibid., s.v. Hours of Prayer; MORIN, Les Laudes du dimanche du IVX au VIIX siecle, en Revue Benedictine (1889), 301-4; BINGHAM, Works (Oxford, 1855), IV, 342, 548 etc. 'Fuente: Cabrol, Fernand. "Lauds." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/09038a.htm>.

Traducido del inglés por Laura Morales. rc