Introito
De Enciclopedia Católica
El introito (introitus) de la Misa es el fragmento de un salmo con su antífona que se canta mientras el celebrante y los ministros entran a la iglesia y se acercan al altar.
En todos los ritos occidentales la Misa comenzaba con un salmo procesional desde los primeros tiempos de los que tenemos algún registro. Como era cantado por el coro, por supuesto, no se halla en los sacramentarios; pero los introitos aparecen en los primeros antifonarios conocidos (el Antifonario Gregoriano en Montpellier, el manuscrito de San Gall, que representa una tradición del siglo VII, etc.; vea Leclercq en "Dict. D’archéologie chrétienne”, s.v. “Antiphonaire"). El primer Ordo Romano (siglo VI al VII), dice que tan pronto como se encienden las velas y todo está listo, los cantantes vienen y se paran a ambos lados del altar "y ahora el líder del coro comienza la antífona de entrada (antiphona ad introitum). Tan pronto como los diáconos oyen su voz van al pontífice, el cual se levanta y viene desde la sacristía al altar en procesión ("Ordo Rom. I", ed. Atchley, Londres, 1905, p.128).
Hay muchas razones para suponer que tan pronto como las liturgias occidentales fueron organizadas en forma definitiva, la entrada estuvo siempre acompañado por el canto de un salmo, que a partir de esa circunstancia fue llamado en Roma Introitus o Psalmus o Antiphona ad Introitum. El antiguo rito galicano lo llamó Antiphona ad Pr legendum; en Milán es el Ingressa; en los libros mozárabe, cartujos, dominicos y carmelitas, Officium. El introito era un salmo completo cantado con los versos Gloria Patri y Sicut erat, precedidos y seguidos por una antífona en el modo usual. Sin duda originalmente se cantaba como un solo mientras que el coro repetía un responsorio después de cada verso (los psalmus responsorius de los cuales todavía tenemos un ejemplo en el invitatorio en maitines), luego el modo posterior de cantar los salmos (psalmus antiphonarius) se adoptó también para el introito.
El "Liber Pontificalis" le atribuye este canto antifonal en el introito al Papa San Celestino I (422-32): "Él ordenó que los salmos de David se cantasen antifonalmente [antiphonatim, por dos coros alternativamente] por todos antes del Sacrificio, que no se había hecho antes; pero sólo la epístola de San Pablo se leía y el santo Evangelio” (ed. Duchesne, I, París, 1886, 230). El texto parece incluso atribuir el uso del introito-salmo en cualquier forma a este Papa. Escritores medievales tomaron esta idea del "Liber Pontificalis", por ejemplo, Honorio de Autun, "Gemma animæ" (en PL, CLXXII): "El Papa Celestino ordenó que se cantaran salmos en la entrada (ad introitum) de la Misa. Luego el Papa Gregorio después compuso antífonas en modulación para la entrada de la Misa "(I, LXXXVII). Probst pensó que Gelasio I (492-96) inventó el introito (Die abendländische Messe vom 5 bis zum 8 Jahrhundert, Münster, 1896, § 36).
Quizás es más seguro explicar nuestro introito simplemente como un desarrollo del salmo procesional cantado durante la entrada del celebrante y los ministros, del mismo modo que desde tiempos muy antiguos se cantaban salmos en las procesiones. Pero pronto comenzó a ser acortado. Su objeto era sólo acompañar la entrada, así que no había razón para continuar con él después que el celebrante había llegado al altar. Ya en el primer Ordo Romano tan pronto como el Papa está listo para comenzar la Misa, le hace señales al chantre para que omita el resto del salmo y continúe seguido con el Gloria Patri (ed. Atchley, p. 128). Desde principios de la Edad Media, el salmo se ha visto reducido a un versículo (Durando, "Justificación", IV, 5). Así recibió la forma que tiene ahora, a saber: una antífona, un versículo de un salmo, Gloria Patri, Sicut erat, y se repite la antífona. En el rito de Milán la antífona de la Ingressa no se repite, excepto en las Misas de Réquiem; por el contrario, en algunos usos medievales se repetía varias veces (Durandus, loc cit.). En las grandes fiestas los carmelitas todavía lo repiten al final.
Por regla general, la antífona se toma del salterio (Durando llama regulares a tales introitos); a veces (por ejemplo, segunda y tercera Misas de Navidad, Fiesta de la Ascensión, del domingo de Pentecostés, etc.) de otra parte de la Biblia; más raramente (Asunción, Todos los Santos, muchas Misas de Nuestra Señora ---"Salve sancta parens", réquiems, etc.) es una composición de algún escritor posterior. El versículo del salmo en los primeros introitos es el primero (obviamente aún un fragmento del todo), excepto que cuando la propia antífona es el primer verso, el “salmo" es el siguiente (domingos duodécimo y decimoquinto después de Pentecostés, etc.). En tiempos posteriores se hizo común escoger un versículo apropiado independientemente de esta regla (por ejemplo, la Misa de la [[Corona de Espinas] para el viernes después del Miércoles de Ceniza, San Ignacio de Loyola el 31 de julio, etc.). El texto de los salmos utilizados en los introitos (como a través del misal) no es de la Vulgata, sino de la Itala. En el tiempo pascual se añaden dos aleluyas a la antífona, a veces (el día de Pascua, domingo inferior, los domingos tercero y cuarto después de Semana Santa, etc.) hay tres. En réquiems y Misas de tempore en tiempo de Pascua cuando no se dice el salmo Judica, no hay Gloria Patri en el introito.
El Sábado Santo y en la Misa principal en la víspera de Pentecostés (cuando se leen las profecías) no hay introito en absoluto. La razón para esto es obvia. El introito acompaña la entrada; pero en estas ocasiones el celebrante ha estado en el altar por un tiempo antes del comienzo de la Misa. Llamamos Misas (es decir. el complejo de oraciones cambiantes que forman el Puerperium) por las primeras palabras del introito con las que comienzan. Así la Misa para el primer domingo de Adviento se llama Ad te leva; las dos Misas del Sagrado Corazón se distinguen como Miserability y Exordium; a una Misa por los difuntos se le llama Requiem, y así sucesivamente. No hay nada que corresponda a nuestro introito en los ritos orientales. En todos ellos la liturgia comienza de forma muy diferente. La preparación (vestimentas, preparación de las ofrendas) se realiza en el santuario, de modo que no hay procesión hacia el altar.
Ritual del introito
En la Misa mayor (o cantada) hasta hace muy poco prevalecía la regla había de que el coro no comenzaba el introito hasta el celebrante comenzara las primeras oraciones al pie del altar. El Gradual Vaticano (1908) ha restaurado el antiguo principio, que debe ser cantado, mientras que la procesión va desde la sacristía hacia el altar. ("De redivivus servanda in cant miss” en la introducción.) Por lo tanto, debe iniciarse tan pronto como el líder de la procesión aparece en la iglesia. Uno o varios cantores cantan a la señal y luego continúan todos; los cantores sólo cantan la primera mitad del salmo y el Gloria Patri (ibid.). Cuando el celebrante ha terminado las oraciones preparatorias en las gradas del altar, sube al altar y lo besa (mientras tanto dice las dos oraciones cortas, Aufer a nobis y Oramus te); a continuación, va al lado izquierdo (de la epístola), lee el introito del Misal, tal y como se canta. Esta es una de las reacciones continuas de la Misa rezada sobre la Misa mayor. Cuando comenzó la costumbre de la Misa rezada (en la Alta Edad Media), el celebrante debía realizar todas las partes del diácono, subdiácono y del coro mismo. Luego, a medida que se acostumbró a decir estas partes, las decía incluso en la Misa mayor, también; eran, además, cantadas por los demás; de modo que ha prevalecido la regla de que el celebrante dice todo. El recital del introito debe ser considerado como el verdadero comienzo de la Misa, ya que lo que ha pasado antes es más bien de la naturaleza de la preparación del celebrante. Por esta razón se hace la Señal de la Cruz en sus primeras palabras, de acuerdo a la regla general de inicio todas las funciones solemnes (en este caso la Misa) con ese signo. En las Misas de Réquiem hace la Cruz no sobre sí mismo sino sobre el Misal, quasi aliquem benedicens dice la rúbrica (Ritus cel., XIII, 1). Esto se entiende como que dirige la bendición a las almas en el purgatorio. En la Misa rezada no hay cambio aquí, salvo la omisión de los cantos por el coro.
Bibliografía: De los comentadores medievales vea especialmente DURANDO, Rationale Divinorum Officiorum, IV, 5; BENEDICT XIV, De S. Miss Sacrificio, II 4; DuCHESNE, Origines du culte chrétien (París, 1898), 154-155; GIHR, Das heilige Messopfer (Friburgo im Br., 1897), 346-57.
Fuente: Fortescue, Adrian. "Introit." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/08081a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina. rc