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Martes, 19 de marzo de 2024

San Martín de Tours

De Enciclopedia Católica

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San Martín de Tours: obispo; nació en Sabaria (hoy Steinamanger en Alemania, o Szombathely en Hungría), Panonia (Hungría), alrededor de 316; murió en Candes, Touraine, probablemente en el 397. En sus años tempranos, cuando su padre, un tribuno militar, fue transferido a Pavía en Italia, Martín lo acompaño hasta allí, y cuando llegó a la adolescencia, de acuerdo con las leyes de reclutamiento, se alistó en el ejército romano. Tocado por la gracia a temprana edad, desde el principio se sintió atraído hacia el cristianismo, lo cual era favorecido en el servicio militar desde la conversión del emperador Constantino. Su regimiento pronto fue enviado a Amiens en la Galia, y esta ciudad se convirtió en la escena de la famosa leyenda del manto. Un día muy frío Martín se encontró a las puertas de la ciudad a un pordiosero tembloroso y semidesnudo. Movido por la compasión, dividió su manto en dos partes y le dio una de ellas al pobre hombre. La parte con la que se quedó fue luego la famosa reliquia preservada en el oratorio de los reyes francos bajo el nombre de “Manto de San Martín”.
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Martín, quien era aún solo un catecúmeno, recibió prontamente el bautismo, y poco después finalmente fue liberado del servicio militar en Worms en el Rin. Tan pronto estuvo libre, se apresuró a Poitiers para hacerse discípulo de San Hilario, el sabio y piadoso obispo cuya reputación como teólogo ya estaba pasando más allá de las fronteras de la Galia. Sin embargo, dado que deseaba volver a ver a sus padres, regresó a Lombardía a través de los Alpes. Los habitantes de la región, infestados de arrianismo, eran agriamente hostiles hacia el catolicismo, por lo que Martín, que no ocultaba su fe, fue muy maltratado por orden del obispo Aujencio de Milán, el líder de la secta herética en Italia. Martin estaba deseoso de regresar a la Galia, pero, al enterarse de que los arrianos perturbaban ese país también y que habían logrado exiliar a Hilario a Oriente, decidió buscar abrigo en la Isla Gallinaria (ahora Isola d´Albega) en medio del Mar Tirreno.

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Tan pronto como Martín supo que un decreto imperial había autorizado a Hilario a regresar a la Galia, se apresuró al lado de su elegido maestro en Poitiers (361), y obtuvo permiso de él para abrazar, a cierta distancia de allí en una región desierta (ahora llamada Ligugé), la vida solitaria que había adoptado en Gallinaria. Pronto se siguió su ejemplo y un gran número de monjes se congregaron a su alrededor. Así se formó una verdadera laura en esta Tebaida gala, a partir de la cual luego se desarrolló la famosa Abadía Benedictina de Ligugé. Martín permaneció cerca de diez años en esta soledad, pero la dejaba a menudo para predicar el Evangelio en las regiones centrales y orientales de la Galia, donde los habitantes rurales todavía estaban sumidos en la oscuridad de la idolatría y abandonados a todo tipo de supersticiones groseras. La memoria de estas jornadas apostólicas sobrevive hasta nuestros días en las numerosas leyendas locales de las cuales Martín es el héroe y las cuales indican aproximadamente las rutas que él siguió.


Cuando murió San Lidorio, segundo obispo de Tours, en 371 o 372, el clero de esa ciudad deseó reemplazarlo por el famoso ermitaño de Ligugé. Pero, como Martín permaneció sordo a las súplicas de los diputados que le llevaron el mensaje, fue necesario recurrir a una estratagema para vencer su resistencia. Un cierto Rusticio, un rico ciudadano de Tours, fue y le suplico que fuera a ver a su esposa agonizante para que la preparase para su muerte. Sin ninguna sospecha, Martín lo siguió apresuradamente, pero apenas hubo entrado a la ciudad, a pesar de la oposición de algunos dignatarios eclesiásticos, la aclamación popular lo obligó a convertirse en obispo de la Iglesia de Tours. Consagrado el 4 de julio, Martín aportó al cumplimiento de los deberes de su nuevo ministerio toda la energía y la actividad de las que ya había dado tantas pruebas. Sin embargo, no cambió su modo de vida; huyendo de las distracciones de la gran ciudad, se estableció en una pequeña celda a corta distancia de Tours, más allá del Loira. Otros ermitaños se le unieron allí, y así gradualmente formaron un nuevo monasterio, el cual sobrepasó al de Ligugé, como lo indica su nombre, Marmoutier (Majus Monasterium), el cual se ha mantenido hasta nuestros días.
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Así, a un celo incansable Martín añadió la mayor simplicidad, y es esto lo que explica como su administración pastoral logró tan admirablemente esparcir el cristianismo a través de Touraine. Ni era una rara ocurrencia que dejase su diócesis cuando pensaba que su comparecencia en alguna localidad distante podría producir algún bien. Incluso fue varias veces a Tréveris, donde los emperadores habían establecido su residencia, para defender los intereses de la Iglesia o para pedir perdón para alguna persona condenada.
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Su papel en el asunto de los priscilianos e “itacianos” fue especialmente notable. Algunos obispos ortodoxos de España, liderados por el obispo Itacio, presentaron cargos airados ante el emperador Máximo contra Prisciliano, el heresiarca español y sus partidarios, quienes habían sido justamente condenados por el Concilio de Zaragoza. Martín se apresuró a Tréveris, no realmente para defender las doctrinas gnósticas y maniqueas de Prisciliano, sino para removerlo de la jurisdicción secular del emperador. Al principio, Máximo accedió a su súplica, pero cuando Martin se hubo marchado, cedió a las solicitudes de Itacio y ordenó que decapitaran a Prisciliano y a sus seguidores. Profundamente acongojado, Martín rehusó comunicarse con Itacio; sin embargo, cuando regresó a Tréveris un poco después pidió el perdón para dos rebeldes, Narses y Leocadio, a lo cual Máximo accedió con la condición de que Martín hiciese las paces con Itacio. Para salvar las vidas de sus clientes, accedió a la reconciliación, pero luego se reprochó a sí mismo amargamente por este acto de debilidad.

Luego de una última visita a Roma, Martín se fue a Candes, uno de los centros religiosos creados por él en su diócesis, cuando fue atacado por la enfermedad que terminó con su vida. Ordenó ser llevado al presbiterio de la iglesia, donde murió en el año 400 (de acuerdo a algunas autoridades, más probablemente en 397) a la edad de alrededor de 81 años, evidenciando hasta el final ese espíritu ejemplar de humildad y mortificación que siempre había mostrado. La Iglesia de Francia siempre ha considerado a Martín como uno de sus mayores santos, y los hagiógrafos han registrado un gran número de milagros debidos a su intercesión durante su vida y luego de su muerte. Su culto fue muy popular a través de la Edad Media, se le dedicaron una multitud de iglesias y capillas y un gran número de lugares han sido llamados con su nombre. Su cuerpo, llevado a Tours, fue guardado en un sarcófago de piedra, encima del cual sus sucesores, San Bricio y San Perpetuo, construyeron primero una simple capilla, y después una basílica (470). San Eufronio, obispo de Autun y amigo de San Perpetuo, mandó a cubrir la tumba con una losa de mármol esculpida.
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En 1014 se construyó una basílica más grande, la cual fue quemada en 1230 para ser reconstruida pronto a una mayor escala. Este santuario fue el centro de grandes peregrinaciones nacionales hasta 1562, el año fatal cuando los protestantes la saquearon de arriba abajo, destruyeron el sepulcro y las reliquias del gran hacedor de milagros, el objeto de su odio. La desafortunada colegiata fue restaurada por sus canónigos, pero le esperaba una nueva y más terrible desgracia. El martillo revolucionario de 1793 la sometería a una última devastación. Fue totalmente demolida con la excepción de dos torres las cuales están aún de pie, y para que su reconstrucción fuese imposible, la municipalidad atea mandó a construir dos calles en su lugar. En diciembre de 1860 unas excavaciones hábilmente ejecutadas localizaron el lugar de la tumba de San Martín, de la cual se descubrieron algunos fragmentos. Estos preciosos restos están ahora protegidos en una basílica construida por Monseñor Meignan, arzobispo de Tours, la cual es desafortunadamente de muy pequeñas dimensiones y recuerda solo débilmente el antiguo y magnífico claustro de San Martín. En esta iglesia el 11 de noviembre de cada año se celebra solemnemente la fiesta de San Martín en presencia de un gran número de fieles de Tours y otras ciudades y pueblos de la diócesis.


Fuente: Clugnet, Léon. "St. Martin of Tours." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9, págs. 732-733. New York: Robert Appleton Company, 1910. 13 dic. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/09732b.htm>.

Traducido por Juan Ramón Cifre. lmhm