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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Gremios

De Enciclopedia Católica

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Definición y Etimología

Los gremios eran asociaciones voluntarias con fines religiosos, sociales y comerciales. Estas asociaciones, que alcanzaron su mayor desarrollo entre las naciones teutónicas, especialmente Inglaterra, durante la Edad Media, fueron de cuatro tipos:

  • gremios religiosos,
  • gremios de paz
  • gremios de comerciantes, y
  • gremios de artesanos

La palabra misma, menos comúnmente pero más correctamente, escrita gild, se derivó del anglosajón gildan, que significa “pagar”, de donde vino el nombre gegilda, “el miembro suscriptor de un gremio”. En su origen la palabra guild se encuentra en el sentido de “ídolo” y también de “sacrificio”, lo que ha llevado a algunos escritores a relacionar el origen de los gremios con las asambleas de sacrificios y banquetes de las tribus paganas germánicas. Brentano, el primero en investigar la cuestión a fondo, al asociar estos hechos con la importancia de la relación familiar entre las naciones teutónicas, considera que el gremio, en su forma temprana, se desarrolló a partir de la familia, y que el espíritu de asociación, al ser congenial al cristianismo, fue tan fomentado por la Iglesia que la institución y el desarrollo de los gremios progresaron rápidamente. Esta teoría encuentra más favor con los estudiosos recientes que los intentos de remontar los gremios a la collegia romana. No se puede determinar la conexión o identidad de los gremios con el geldoniœ o confratriœ carolingio por falta de información definitiva sobre estas últimas instituciones, que fueron desalentadas por la legislación de Carlomagno.

En Inglaterra

Los primeros vestigios de gremios en Inglaterra se encuentran en las leyes de Ine en el siglo VII. Estos gremios se formaron con fines religiosos y sociales y eran de carácter voluntario. Las promulgaciones posteriores hasta la época de Athelstan (925-940) muestran que pronto se convirtieron en gremios de paz, asociaciones con una responsabilidad corporativa para la buena conducta de sus miembros y su responsabilidad mutua. Con mucha frecuencia, como en el caso de Londres en los primeros tiempos, la ley del gremio llegó a ser la ley de la ciudad. El objetivo principal de estos gremios era la preservación de la paz, el derecho y la libertad.

Las observancias religiosas también formaron una parte importante de la vida del gremio, y los miembros se ayudaban mutuamente tanto en necesidades espirituales como temporales. El estatuto más antiguo existente de un gremio data del reinado de Canuto, y por este sabemos que un tal Orcy presentó una sala del gremio (gegyld-halle) al gyldschipe de Abbotsbury en Dorset, y que los miembros se asociaron para repartir limosnas, cuidar a los enfermos, enterrar a los muertos y encargar Misas para las almas de los miembros fallecidos.

El lado social del gremio se muestra en la fiesta anual, para la que se hacían provisiones. En las ordenanzas (“Dooms”) de Londres encontramos las mismas prácticas religiosas y sociales descritas, con la adición de ciertos acuerdos comerciales ventajosos, como el establecimiento de una especie de fondo de seguro contra pérdidas y el suministro de asistencia en la captura de ladrones. Sin embargo, estas disposiciones son características más bien de los gremios mercantiles que crecieron durante la segunda mitad del siglo XI.

Gremios Mercantiles

Estos diferían de sus predecesores, los gremios religiosos y los de paz, en que se establecían primordialmente con el propósito de obtener y mantener el privilegio de llevar a cabo el comercio. Tras haber asegurado este privilegio, los gremios cuidaban su monopolio celosamente. El derecho a comprar y vender artículos alimenticios parece haber quedado libre en todas partes, pero todas las demás ramas del comercio estaban reguladas por el gremio de comerciantes o hanse, como se le llamaba a menudo. La primera mención positiva de un gremio de comerciantes, el "enighten on Cantwareberig of ceapmannegilde", ocurre durante la primacía de San Anselmo (1093-1109).

Desde la época de Enrique I, los estatutos de los soberanos sucesivos dan testimonio de la existencia de gremios mercantiles en las principales ciudades. Estos estatutos, como los otorgados a Bristol, Carlisle, Durham, Lincoln, Oxford, Salisbury y Southampton, fueron de suma importancia para los gremios, ya que les aseguraba el derecho y el poder de hacer cumplir las regulaciones del gremio con la sanción de la ley. Por esta razón, Glanvill, el abogado, escribiendo en el siglo XII, considera que el gremio mercantil es idéntico a la commune, es decir, el cuerpo de ciudadanos con derechos de autogobierno municipal (Ashley, op. cit., Inf., 72). A partir del hecho que de 160 ciudades que estaban representadas en los parlamentos de Eduardo I (1272-1307) se sabe con certeza que 92 poseían un gremio de comerciantes, se llega a la conclusión de que debió haber un gremio en cada ciudad de cualquier tamaño, incluidas algunas que no eran mucho más que aldeas.

La organización de los gremios mercantiles se conoce por las constituciones o listas de gremios que han sobrevivido. Estos documentos son solo cuatro, pero afortunadamente se refieren a ciudades en cuatro partes diferentes de Inglaterra. Son los estatutos gremiales de Berwick y de Southampton, y las listas de gremios de Leicester y Totnes (Ashley, p. 67). De estos aprendemos que cada gremio era presidido por uno o dos regidores asistidos por dos o cuatro inspectores o échevins. Estos funcionarios presidían las reuniones de la sociedad y administraban sus fondos y propiedades. Eran asistidos por un consejo de doce o veinticuatro miembros. Los gremiales eran originalmente los verdaderos burgueses, aquellos habitantes que poseían tierras dentro de los límites de la ciudad, ya fuesen comerciantes o poseedores de tierra cultivable; pero en el transcurso del tiempo los derechos de membresía pasaban por herencia e incluso por compra. Así, los hijos mayores de los gremios eran admitidos de forma gratuita por derecho, mientras que los hijos más jóvenes pagaban una tarifa menor que los otros. Los gremios podían vender sus derechos, y las herederas podían ejercer su membresía en persona o por medio de sus esposos o hijos.

Los gremios mercantiles poseían amplios poderes, incluido el control y el monopolio de todos los comercios de la ciudad, lo que implicaba el poder de multar por comercio ilícito a todos los comerciantes que no fuesen miembros del gremio, y el de infligir castigos por todas las infracciones de honestidad o delitos contra las regulaciones del gremio. También tenían libertad de comerciar en otras ciudades y de proteger a sus miembros dondequiera que estuviesen comerciando. Supervisaban la calidad de los bienes vendidos y evitaban que los extraños compraran o vendieran directa o indirectamente en perjuicio del gremio. Además de estas ventajas comerciales, el gremio entraba en gran medida en la vida de todos sus miembros. Los gremiales tomaban su parte como cuerpo en todas las celebraciones religiosas de la ciudad, organizaban festividades, proveían para los enfermos o los hermanos empobrecidos, se encargaban del cuidado de sus niños huérfanos, y mandaban a celebrar Misas y cantos fúnebres para los miembros fallecidos. Con el paso del tiempo, los gremios mercantiles se volvieron más exclusivos, y cuando el aumento de las manufacturas en el siglo XII causó un aumento en el número de artesanos, fue natural que estos se organizaran por su cuenta y formaran sus propios gremios.

Gremios de Artesanos

Al ver que los gremios mercantiles se habían vuelto idénticos a los municipales, los artesanos, cada vez más numerosos, lucharon por romper el monopolio comercial de los gremios mercantiles y ganarse el derecho de supervisión sobre su propio cuerpo. Los tejedores y bataneros fueron los primeros oficios en obtener el reconocimiento real de sus gremios, y para 1130 tenían gremios establecidos en Londres, Lincoln y Oxford. Poco a poco, durante los siguientes dos siglos, destruyeron el poder de los gremios mercantiles, que recibieron su golpe mortal por el estatuto de Eduardo III, que en 1335 permitió a los comerciantes extranjeros comerciar libremente en Inglaterra.

En el sistema de gremios de artesanos, la administración estaba en manos de los guardianes, alguaciles o amos, para cuya admisión era necesario un largo aprendizaje. Al igual que los gremios de comerciantes, los gremios de artesanos se ocupaban por los intereses tanto espirituales como temporales de sus miembros, proveyendo pensiones de vejez y enfermedad, pensiones para viudas y fondos funerarios. El maestro artesano era un productor independiente, que necesitaba poco o ningún capital y empleaba a jornaleros y aprendices que esperaban convertirse en maestros artesanos a su debido tiempo. Así, no había "clase trabajadora" como tal, ni conflicto entre el capital y el trabajo. Al final del reinado de Eduardo III había en Londres cuarenta y ocho compañías, una cantidad que luego se elevó a sesenta.

Además de los gremios de comerciantes y artesanos, los gremios religiosos y sociales continuaron existiendo durante la Edad Media, en gran medida de la naturaleza de las cofradías. Durante la Reforma fueron suprimidos como fundaciones supersticiosas. Los gremios comerciales sobrevivieron como corporaciones o compañías, tales como las doce grandes compañías de Londres que aún mantienen una existencia corporativa con fines benéficos y sociales, aunque han dejado de tener una estrecha relación con los de artesanos, cuyos nombres llevan. El gremio mercantil de Preston también sobrevive en un estado similar, pero tales cuerpos no tienen una importancia real. La Reforma sacudió su constitución, mientras que las condiciones industriales y sociales alteradas finalmente los privaron del poder y la influencia que habían disfrutado en la Edad Media.

En Flandes y Francia

La palabra gilde, o ghilde, es solo uno de los muchos términos utilizados anteriormente en Francia y en los Países Bajos para denotar lo que significa la palabra más moderna corporación, es decir, una asociación entre hombres de la misma comunidad o profesión. Gilde, métier, métier juré, confrérie, nation, maîtrises et jurandes y otras nombres similares, expresan esencialmente esta idea de asociación, al mismo tiempo que hacen hincapié en alguna característica particular de la misma. Sin embargo, la palabra gilde es la primera en aparecer y la encontramos muy temprano en la historia de Europa continental occidental. Una capitular de 779 dice: "Que nadie se atreva a prestar el juramento por el que la gente acostumbra a formar gremios. Cualesquiera que sean las condiciones acordadas, que nadie se comprometa por juramentos relacionados con el pago de contribuciones en caso de fuego o naufragio". Esta prohibición aparece varias veces en las leyes promulgadas bajo los emperadores carolingios; sin embargo, los gremios continuaron existiendo, al menos en la parte norte del imperio. Los registros de los concilios provinciales celebrados en esos distritos también muestran que los gremios eran un tema de gran preocupación para las autoridades eclesiásticas; durante mucho tiempo la Iglesia se empeñó en extirpar de su organización una serie de características objetables que las convertían en una amenaza para la moral.

En Francia y los Países Bajos un gremio era originalmente una especie de fraternidad para el apoyo, la protección y la diversión comunes. Cada miembro pagaba cierta contribución al fondo común; comprometían su palabra de ayudarse mutuamente; cuidaban a los hijos de los miembros fallecidos y encargaban Misas por el descanso de sus almas; celebraban el día del santo patrón con grandes festividades en las que participaban los pobres. Estas y otras características de los gremios, por supuesto, no aparecieron todas a la vez. Como la mayoría de las instituciones humanas, tuvieron un comienzo modesto y se desarrollaron según las circunstancias. Además, debe tenerse en cuenta que no presentaban el mismo tipo en todas partes. Algunos eran principalmente sociales, otros enfatizaban el lado religioso de la organización, mientras que más tarde, en los gremios de comerciantes y artesanos, predominó el aspecto económico.

Antes de hablar de esto último, se debe decir una palabra sobre el origen de los gremios en los dos países que nos ocupan aquí, lo cual ha sido una cuestión muy debatida. Algunos eruditos consideran los gremios como el producto del instinto de asociación alemán en suelo cristiano, y asignarían para su origen más remoto los banquetes (convivia) tan comunes entre los teutones y escandinavos. Otros afirman que no eran más que las corporaciones romanas (collegia) establecidas en Europa occidental bajo el dominio romano y reconstruidas según los principios cristianos después de las grandes invasiones. El descubrimiento de numerosas inscripciones en Niza, Nîmes, Narbonne, Lyon y otras ciudades ha establecido más allá de toda duda que los colegios romanos de artesanos florecieron en la Galia meridional y central.

No es probable que la invasión bárbara eliminara por completo las tradiciones romanas en países donde la influencia de Roma se había sentido tan profundamente, y se justifica decir que en el sur y centro de Francia el origen de los gremios fue romano en cierta medida. Sin embargo, tal afirmación difícilmente podría hacerse para el norte de Francia y menos aún para los Países Bajos. No hay evidencia que demuestre que la collegia romana haya alcanzado una gran importancia en estas regiones. En cualquier caso, el dominio de Roma se estableció allí mucho más tarde que en el sur y nunca estuvo tan arraigado. Las instituciones y costumbres romanas apenas habían tenido tiempo de echar raíces antes de la invasión alemana, y debieron ceder fácilmente bajo la presión de los conquistadores, cuyo rápidamente creciente número pronto les aseguraró una influencia preponderante.

Pero ya sea un legado de la civilización romana o una institución nativa de la joven raza teutónica, el gremio nunca habría logrado su maravilloso desarrollo si la Iglesia no lo hubiese tomado bajo su tutela ni le hubiese infundido el espíritu vivificador de la caridad cristiana. Además, es cierto que una gran cantidad de gremios deben su existencia únicamente a las aspiraciones que dieron lugar a la caballería e indujeron a miles de hombres a unirse a las comunidades monásticas. Hacia finales del siglo X, con la mayor seguridad que siguió a las invasiones normandas, hubo un aumento del comercio en el Continente. En cada una de las grandes ciudades, como Ruán, París, Brujas, Arras, Saint-Omer, pronto surgió una corporación que se conoció como el gremio mercantil y que, en algunos casos, al menos, era el desarrollo de una asociación más antigua. A ninguno de los hermanos de la corporación se les permitía comerciar con ningún artículo, excepto alimentos.

Es una cuestión discutible si las comunas (ciudades con estatutos) de Francia y los Países Bajos tuvieron su origen en el gremio de comerciantes, aunque parece cierto que los comerciantes fueron al menos instrumentales en la concesión de estatutos por los príncipes, pues el derecho de administrar sus propios asuntos, conferidos a la ciudad, prácticamente significaba que su gobierno caía en manos de la clase comercial. En el origen del gremio mercantil, cualquier ciudadano podía convertirse en miembro de la corporación mediante el pago de una tarifa establecida, pero con el aumento de su riqueza, los comerciantes mostraron una tendencia cada vez mayor a excluir de su asociación a las clases más pobres. Sin embargo, estas últimas clases no carecían de organización; tenían sus propias corporaciones (los gremios de artesanos), la mayoría de los cuales parecen haberse constituido en los siglos XII y XIII. Cada uno de estos gremios de artesanos, como los gremios mercantiles, tenían su carta y estatutos, su santo patrón, su estandarte y altar, su salón, su día de fiesta y su lugar en las procesiones religiosas y festividades públicas.

En los gremios de artesanos había tres clases de personas: los aprendices (aprendre, "aprender"), los jornaleros (journée, "día"), u hombres contratados para trabajar por el día, y los maestros o empleadores. El aprendiz tenía que permanecer de tres a diez años en una condición de total dependencia bajo un maestro, a fin de estar calificado para ejercer su oficio como jornalero. Antes de que un maestro pudiera contratar a un aprendiz, tenía que convencer a los oficiales del gremio de la solidez de su carácter moral. Debía tratar al niño como lo haría con su propio hijo, y era responsable no solo de su educación profesional, sino también de su educación moral. Al completar su aprendizaje, el joven artesano se convertía en un jornalero (compagnon); al menos, tal fue la regla desde el siglo XIV en adelante.

Para convertirse en maestro debía tener algunos medios y aprobar un examen ante los ancianos. A la cabeza de la corporación había un consejo compuesto por dos o más decanos (doyens, syndics) asistidos por un secretario, un tesorero y seis o más miembros del jurado (jurés, assseseurs, trouveurs, prud'hommes). Estos oficiales eran elegidos entre los maestros y se les encomendaba la administración de los intereses del gremio, el cuidado de sus huérfanos, la defensa de sus privilegios y la protección de sus miembros. Era más especialmente el deber de los jurados hacer cumplir los estatutos del gremio en relación con el empleador y el empleado, la contratación de aprendices y jornaleros, los salarios, las horas de trabajo, los días feriados, etc. Podían castigar o incluso expulsar de la corporación a cualquier miembro cuya conducta hubiese incurrido en su desaprobación.

El artesano obtuvo grandes beneficios de esta organización fuerte, impregnada con el espíritu del cristianismo. Su trabajo, que estaba bien regulado y era interrumpido por muchos días feriados, no abusaba de sus fuerzas; la buena vida que se le indujo a vivir lo salvó de la necesidad, mientras que sus derechos e intereses estaban protegidos contra los malos tratos del gobierno local o central. Aún más notable fue el carácter fraternal de las relaciones entre empleado y empleador, sl que las grandes ciudades de la Edad Media le debía la paz social que disfrutaron durante muchos siglos. Esto por sí solo superaría las desventajas que se pueden haber atribuido a esta organización del trabajo.

Los gremios de los Países Bajos, por lo demás similares a los gremios franceses, diferían de ellos en un aspecto: su importancia política. Estos últimos nunca obtuvieron suficiente influencia para liberarse de la condición de dependencia total en la que los habían colocado los reyes, pero en los Países Bajos se combinaron varias circunstancias que dieron a las clases trabajadoras un poder que no podían tener en Francia. De estas circunstancias, las más importantes fueron la riqueza de las ciudades, la gran cantidad de artesanos y su organización en cofradías militares (confréries militaires) que formaban una milicia regular, capaz de defenderse contra los ejércitos feudales, como se mostró muchas veces en la historia de Flandes y Lieja.

Este artículo trata principalmente sobre los gremios en la Edad Media, pero se puede decir poco de las corporaciones de artistas, que, en Francia y los Países Bajos eran pocas y no tuvieron mucha importancia antes del siglo XVI. La explicación de este crecimiento tardío se encuentra, al menos en parte, en el hecho de que durante la mayor parte de la Edad Media las bellas artes permanecieron dentro de la Iglesia o bajo su supervisión; incluso en el siglo XIII, el número de laicos dedicados a estas profesiones era aún muy pequeño, como se muestra en "Le Livre des métiers de Paris", o libro de los estatutos de los gremios de artesanos de París, redactado por Etienne Boileau bajo la dirección de San Luis.

Otras dos clases de gremios que merecen una mención especial son los basoches (ver Literatura Francesa, El Drama) y las corporaciones temporales o permanentes para la exhibición de dramas religiosos y de otro tipo. El más conocido de esta clase de gremio es "La Confrérie de la Passion", establecido en 1402. Sus Mystères forman el vínculo que une la tragedia francesa del siglo XVII con la literatura dramática de la Edad Media.

Para fines del siglo XV, bajo el gobierno despótico de los reyes franceses, los gremios dejaron de ser un medio de protección para la mayoría de sus miembros, —los jornaleros— que formaron asociaciones propias, sin tener en cuenta todas las distinciones profesionales e incluso religiosas. Sus privilegios se convirtieron en un medio de llenar las arcas reales a expensas de los empleadores, los cuales se desquitaban con el público, más aun cuando no tenían competencia a quien temer. A mediados del siglo XVIII, la protesta contra los gremios fue general en Francia. En 1776 Turgot, entonces primer ministro, planeó su supresión, pero su caída les dio un respiro. En 1791 fueron abolidos por la Asamblea Constituyente, pero restos de estas corporaciones todavía se encuentran en muchas aduanas francesas y belgas, como, por ejemplo, los honorarios que deben pagar los notarios, abogados y alguaciles cuando ingresan al oficio. En la primera mitad del siglo XIX, se hicieron varios intentos infructuosos en Francia por restaurar parcialmente los gremios de artesanos. Durante la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, hubo un movimiento católico en Francia y Bélgica que trató de formar asociaciones de patronos y empleados para contrarrestar los malos efectos del socialismo.

En Alemania

En Italia

En España


Bibliografía:

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Fuente: Burton, Edwin, y Pierre Marique. "Guilds." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, págs. 66-72. New York: Robert Appleton Company, 1910. 5 julio 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/07066c.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina