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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Creación

De Enciclopedia Católica

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Definición

(Latín, creatio).

Como otras palabras con la misma terminación, el término creación significa tanto una acción como el objeto o efecto de ella. Así, en el último sentido, hablamos de los “reinos de la creación”, “toda la creación”, y así sucesivamente. En el primer sentido la palabra algunas veces es sinónimo de actividad productiva en general (por ejemplo, crear felicidad, angustia, etc.), pero más especialmente para un orden mayor de tal eficiencia (por ejemplo, la creación artística). En el uso técnicamente teológico y filosófico expresa el acto mediante el cual Dios trae a la existencia toda la substancia de una cosa a partir de un estado de no existencia ---productio totius substantiâ ex nihilo sui et subjecti. En toda clase de producción el efecto específico no tuvo existencia previa como tal, y por lo tanto puede decirse que ha sido educido ex nihilo sui ---a partir de un estado de no existencia--- en lo que a su carácter específico concierne (por ejemplo, una estatua a partir del mármol crudo); pero lo que es peculiar a la creación es la ausencia total de cualquier materia anterior ---ex nihilo subjecti. Es, por lo tanto, también la producción totius substantiæ ---de toda la sustancia. La preposición ex, "a partir de", en la definición anterior, por supuesto, no implica que nihil, “nada", se concibe como el material a partir del cual se hace una cosa ---materia ex quâ--- error que ha dado lugar a la objeción pueril contra la posibilidad de la creación que transmite la frase, ex nihilo nihil fit ---nada sale de la nada". El ex significa (a) la negación de material preyacente, a partir del cual se podría concebir de otro modo que procede el producto y (b) el orden de sucesión, es decir, la existencia después de la no existencia. De ello se deduce, por tanto, que:

  • 1. La creación no es un cambio o transformación, puesto que el último proceso incluye un sujeto pre-existente subyacente real que pasa de un estado real a otro estado real, cuyo sujeto la creación excluye de manera positiva;
  • 2. No es una procesión dentro de la deidad, como la emisión interna de las personas divinas, puesto que su término es extrínseco a Dios;
  • 3. No es una emanación de la sustancia divina, ya que esta última es totalmente indivisible;
  • 4. Es un acto que, mientras permanece dentro de su causa (Dios), tiene su término o efecto distinto al mismo; formalmente inmanente, es virtualmente transitivo;
  • 5. Al no incluir movimiento, como no lo hace, y por lo tanto no sucesividad, se trata de una operación instantánea;
  • 6. su término inmediato es la sustancia del efecto, al ser los "accidentes" "co-creados";
  • 7. Puesto que la palabra creación en su sentido pasivo expresa el término o el objeto del acto creativo, o, más estrictamente, el objeto de su dependencia entitativa en el Creador, se deduce que, dado que esta dependencia es fundamental, y por lo tanto inamisible, el acto creativo, una vez colocado, es coextensivo con la existencia de la criatura.

Sin embargo, al ser continuo, se le llama conservación, un acto, por lo tanto, que no es otra cosa que la afluencia incesante de la causa creadora sobre la existencia de la criatura. En la medida en que el influjo se hace sentir de inmediato en la actividad de la criatura, se llama concurrencia. Creación, conservación y la concurrencia son, por lo tanto, realmente idénticas y sólo se distinguen por noción. Hay otras características, la más importante de las cuales se verá en lo que sigue.

Historia de la idea

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La idea de la creación así esbozada es intrínsecamente coherente. Habida cuenta de una causa primera personal que posee un poder y sabiduría infinitos, la productividad creativa podría ser a priori necesariamente una de sus perfecciones, es decir, la independencia absoluta de las limitaciones externas impuestas por un sujeto material sobre el cual ejercer su eficiencia. Además, la fecundidad que las criaturas orgánicas poseen, y que, en el supuesto presente, se derivaría de la causa primera, hay que encontrarla típica y eminentemente en su origen. Pero la productividad creativa es sólo el ejemplo trascendente de la fecundidad biológica; por lo tanto, a priori, debemos buscarla en la causa primera. Cómo se produce la criatura, cómo surge algo de la nada, es por supuesto absolutamente inimaginable por nosotros, y muy difícil de concebir. Pero esto apenas es menos cierto de cualquier otro modo de producción. El nexo íntimo entre la causa y el efecto es difícil de entender en todos los casos. Sin embargo, sólo unos pocos teóricos niegan el hecho de tal conexión, e incluso lo admiten continuamente en la práctica. En consecuencia, la imprecisión de la noción de creación no es razón válida para dudar de su coherencia interna. Por otra parte, aunque la idea de la creación no se basa, por supuesto, en la experiencia inmediata, es el producto del esfuerzo de la mente, ayudado por el principio de razón suficiente, para interpretar la experiencia. La Creación, como aparece en la actualidad, es la única solución coherente que se haya dado al problema del origen del mundo.

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Por otra parte, aunque la idea de la creación es consecuente y naturalmente asequible para la mente que interpreta el mundo a la luz del principio de causalidad, sin embargo, esa no es su verdadera fuente. La concepción tiene un origen claramente teológico. Los primeros escritores cristianos, al haber aprendido por la revelación que el mundo se produjo de la nada, y al ver la necesidad de tener un término para designar tal acto, eligieron la palabra creare, que hasta entonces se había utilizado para expresar cualquier forma de producción, por ejemplo, creare consulem (Cicerón). El uso teológico después pasó a un lenguaje moderno. Probablemente la idea de la creación nunca entró a la mente humana aparte de la revelación. Aunque algunos de los filósofos paganos llegaron a una concepción relativamente alta de Dios como el gobernante supremo del mundo, no parece que nunca hubiesen llegado a la inferencia lógica próxima de que Él fuese la causa absoluta de toda la existencia finita. La verdad de la creación, aunque no es un misterio ---no sobrenatural en su propia naturaleza (quoad essentiam)--- es sobrenatural en el modo de su manifestación (quoud modum). Implícitamente natural, es revelada explícitamente.

La concepción clara de su origen creado, según se describe en el Génesis, que el hombre primitivo debe haber recibido de su Creador poco a poco fue oscurecida y finalmente perdida para la mayoría de sus descendientes cuando la corrupción moral hubo oscurecido su entendimiento; y sustituyeron al Creador por las agencias fantásticas evocadas por el politeísmo, el dualismo y el panteísmo. El cielo abovedado fue concebido como algo divino, y los cuerpos celestes y los fenómenos naturales como sus hijos. En Oriente esto dio lugar gradualmente a la identificación de Dios con la naturaleza. Todo lo que existe no es sino la manifestación del Uno ---es decir, Brahma. En Occidente, las fuerzas del universo fueron deificadas por separado, y algunos egipcios y, probablemente, los sabios y sacerdotes griegos y romanos sostuvieron débilmente una concepción más o menos esotérica del Ser Supremo como el padre de los dioses y del hombre.

Sin embargo, el Creador no se quedó sin testigos en la raza humana. Los descendientes de Sem y Abraham, de Isaac y Jacob, preservaron clara y pura la idea de la creación; y desde el primer versículo del Génesis hasta el último libro del Antiguo Testamento la doctrina transcurre claramente esbozada y absolutamente impoluta por cualquier elemento extraño. “En el principio Dios creó los cielos y la tierra.” En esta, la primera oración de la Biblia, vemos la fuente principal de la corriente que fue llevada al nuevo orden por la declaración de la madre de los Macabeos: “Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios.” (2 Mac. 7,28). No hay más que comparar el relato mosaico de la obra creativa con el recientemente descubierto en las tabletas de arcilla desenterradas de las ruinas de Babilonia para discernir la inmensa diferencia entre la tradición revelada no adulterada y la historia pueril de la cosmogonía corrompida por los mitos politeístas. Entre los relatos hebreo y caldeo sólo hay similitud suficiente para justificar la suposición de que ambas son versiones de algún registro o tradición antecedente; pero nadie puede evitar la convicción de que el relato bíblico representa la verdad pura, aunque incompleta, mientras que la historia babilónica es a la vez legendaria y fragmentaria (Smith, "Relato Caldeo sobre el Génesis", Nueva York, 1875). A través del Nuevo Testamento, en donde se ve que la actividad creadora de Dios se fusiona con la redentora, la misma idea es continua, ahora reafirmada a los paganos griegos en forma explícita, ahora recordada al creyente hebreo por expresiones que la presuponen demasiado obvia y totalmente aceptada como para necesitar una reiteración explícita.

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Los libros extra-canónicos de los judíos, en particular el Libro de Henoc y el Libro IV de Esdras, repiten y amplían la enseñanza del Antiguo Testamento sobre la creación; los Padres y Doctores de la Iglesia primitiva en Oriente y Occidente en todas partes proclaman la mismo doctrina, y la confirman con argumentos filosóficos en sus controversias con el paganismo, el gnosticismo y el maniqueísmo; mientras que los primeros símbolos romanos, el de Nicea y el de Constantinopla repiten, en frase prácticamente invariable, la creencia cristiana universal "en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles.”

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La doctrina de la creación fue establecida en mayor detalle después de que se hubo desvanecido la polémica con el paganismo y las herejías orientales, y con el despertar de una nueva vida intelectual a través de la introducción de Aristóteles en las escuelas occidentales. El renacimiento del maniqueísmo por los cátaros y los albigenses requirió una expresión más explícita de los contenidos de la creencia de la Iglesia con respecto a la creación. Esta fue formulada por el Cuarto Concilio de Letrán en 1215 [[[Heinrich Joseph Dominicus Denzinger|Denzinger]], "Enchiridion", 428 (355)]. El Concilio enseña la unicidad del principio creativo ---unus solus Deus; el hecho de la creación a partir de la nada (la naturaleza de la creación es aquí designada por primera vez, sin duda por la influencia de las escuelas, por la fórmula, condidit ex nihilo); su objeto (lo visible y lo invisible, el mundo espiritual y material, y el hombre); su carácter temporal (ab initio temporis); el origen del mal a partir del hecho del libre albedrío.

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El conflicto con el falso dualismo y el emanacionismo introducidos en las escuelas de los filósofos árabes, especialmente Avicena (1036), Averroes (1198), puso de manifiesto la doctrina filosófica más elaborada de la creación que se encuentra en las obras de los más grandes escolásticos, tales como el Beato Alberto, Santo Tomás y San Buenaventura. Aquí se usa la teoría aristotélica de las causas como un instrumento decisivo en la síntesis que es sugerida por el muy conocido dístico:

Efficiens causa Deus est, formalis idea,
Finalis bonitas, materialis hyle.

(Alberto Magno, Summa, I, Tr. XIII; Q. LIV, Vol. XXXI, p. 551 of Bosquet ed., Paris, 1895).

Sobre estas líneas los escolásticos construyeron su sistema, que abarca la relación del mundo con Dios como su causa eficiente, la continuidad de la creación en la conservación de Dios mismo y su coincidencia con todas las fases de la actividad de la criatura; la concepción de la idea divina como la causa arquetípica de la creación, la doctrina de que Dios se mueve a crear (hablando por analogía con la voluntad finita) por su propia bondad, a la que le da expresión en la creación a fin de que la criatura [[[razón | racional]], reconociéndola puede llegar a amarla, por un correspondiente ajuste mental y moral en la vida presente, pueda alcanzar su realización completa en la vida futura; es decir, que el amor y la bondad divinos son la fuente y causa final de la creación tanto activa como pasiva. Por lo tanto, mediante una analogía constantemente sostenida de las tres causas ---eficiente, final y formal (arquetipo)--- la aplicación da lugar a la filosofía escolástica de la creación. Al no haber causa (hyle) material existente previo a la creación, la aplicación de la cuarta causa aparece en la teoría escolástica en materia prima y potencia, el componente radical y no diferenciado de la naturaleza.

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La idea de la creación desarrollada por los escolásticos pasó sin cambios sustanciales a través de la corriente del pensamiento moderno que conservó los elementos esenciales de la visión del mundo teísta- cristiana ---las de Descartes, Malebranche, Leibniz--- y, por supuesto, a lo largo de la corriente continua de la enseñanza tradicional de la Iglesia Católica. En la corriente opuesta desaparece con Espinosa, y da paso al panteísmo realista; con Fichte, Schelling y Hegel, su lugar es ocupado por alguna fase de un panteísmo idealista variado; mientras que en nuestros propios días se han propuesto como sustitutos el agnosticismo (Spencer), el monismo materialista (Hackel) y el monismo espiritualista (neo-hegelianismo y la Nueva Teología).

Entre los teólogos católicos recientes hay una tendencia prácticamente uniforme a interpretar que los datos bíblicos y tradicionales postulan el acto creador para explicar el origen de los espíritus no encarnados (los ángeles), de la materia primordial del universo y del alma humana. El desarrollo del universo, la introducción de animales y plantas, la formación de los primeros cuerpos humanos pueden explicarse por la actividad formativa o administrativa de Dios, una actividad que a veces se llama segunda creación (secunda creatio), y que no requiere el acto creativo como tal. Los filósofos católicos desarrollan los argumentos puramente racionales para estas mismas posiciones, excepto para el origen del mundo angélico, que por supuesto está más allá de la esfera de la filosofía. En el resto de este artículo ofreceremos un resumen de las antedichas posiciones teológicas y filosóficas y sus bases.


Argumentos para la Creación

Creación y evolución

Causa final de la Creación

Creación: una prerrogativa sólo de Dios

El mundo fue creado en el tiempo, no a partir de la eternidad

Posición especulativa y práctica sobre la doctrina de la Creación

Bibliografía: HARPER, Metaphysics of the School (Nueva York, 1881), II; MIVART, Lessons from Nature (Nueva York, 1876); ID., Genesis of Species (Nueva York, 1871); GUIBERT, Les origines, tr. In the Beginning (Nueva York, 1901); GERARD. Evolutionary Philosophy and Common Sense (Londres, 1902); MUCKERMANN, Attitude of the Catholics towards Darwinism and Evolution (San Luis, 1906); HUGHES, Principles of Anthropology and Biology (Nueva York, 1890); CLERKE, Modern Cosmogonies (Londres, 1905); THEIN, Christian Anthropology (Nueva York, 1881); VAUGHAN, Faith and Folly (London, 1901); HUNTER, Outlines of Dogmatic Theology (Nueva York 1906), II; WILHELM AND SCANNELL, Manual of Catholic theology (Nueva York, 1890), I; McCOSH, Realistic Philosophy (Nueva York, 1881); WALLACE, Darwinism (Nueva York, 1881); SHIELDS, Ultimate Philosophy (Nueva York, 1905), III; CROLL Basis of Evolution (Londres, 1890); WILLEMS, institutiones Philosophiæ (Tréveris, 1906) II; PESCH, Welträtsel (Friburgo, 1907); Prælectiones Philosophiæ Naturalis (Friburgo, 1897); DIDIOT, Contribution philosophique à l'étude des sciences (Lille, 1902); GUTBERLET, Apologetik (Münster, 1895); Der Mensch (Münster, 1905); MERCIER, La psychologie, (Lovaina, 1905); FARGES, La vie et l'évolution des espèces (París, 1894); PESCH, Prælectiones Dogmaticæ; De Deo Creante (Friburgo, 1895); VAN NOORT, De Deo Creante (Amsterdam, 1903); PINARD en Dict. de théol. cath., s.v. — la monografía más minuciosa y documentada sobre el tema.

Fuente: Siegfried, Francis. "Creation." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04470a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina. rc