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Domingo, 22 de diciembre de 2024

Diplomática Papal

De Enciclopedia Católica

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Definición y Etimología

La palabra diplomática, siguiendo un uso continental que hace mucho tiempo encontró reconocimiento en "De Re Diplomaticâ" de Mabillon, ha llegado a denotar también en inglés la ciencia de los documentos oficiales antiguos, más especialmente de los que emanan de las cancillerías de Papas, reyes, emperadores y otras autoridades que poseen una jurisdicción reconocida. Etimológicamente, la diplomática debería significar la ciencia de los diplomas, y diploma, en su acepción clásica, significaba solo un permiso para usar el cursus publicus (es decir, el servicio de correo y transporte público), o bien una licencia otorgada a soldados veteranos e impartir ciertos privilegios. Pero los eruditos del Renacimiento supusieron erróneamente que diploma era el término clásico correcto para una especie de carta, y de ellos la palabra entró en uso entre juristas e historiadores y obtuvo circulación general.

Historia de la Diplomática

Existe abundante evidencia de que durante la Edad Media se ejerció cierta vigilancia, desafortunadamente necesaria por la prevalencia de falsificaciones de todo tipo, sobre la autenticidad de las bulas papales, las cartas reales y otros instrumentos. En este control de documentos y en las precauciones tomadas contra la falsificación, la Cancillería de la Santa Sede dio un buen ejemplo. Por lo tanto, encontramos que Gregorio VII se abstiene incluso de unir el sello de plomo habitual a una bula por temor a que caiga en manos inescrupulosas y se use con fines fraudulentos (Dubitavimus hic sigillum plumbeum ponere ne si illud inimici caperent de eo falsitatem aliquam facerent. — Jaffé-Löwenfeld, "Regesta", no. 5225; cf. no. 5242); mientras que le debemos a Inocencio III varias instrucciones rudimentarias en la ciencia de la diplomática con miras a la detección de falsificaciones (vea Migne, P.L., CCXIV, 202, 322, etc.). Al ver que incluso un eclesiástico de la posición de Lanfranco ha sido acusado seriamente de ser connivente en la fabricación de bulas (H. Böhmer, "Die Fälschungen Erzbischof Lanfranks", 1902; cf. la reseña de Liebermann en "Deutsche Literaturzeitung", 1902, p. 2798, y la defensa de Lanfranco por L. Saltet en "Bulletin de litt. eccl.", Tolosa, 1907, 227 ss.), es obvia la necesidad de algún sistema de pruebas. Pero la crítica medieval de documentos no fue muy satisfactoria incluso en manos de un jurista como Alejandro III (véanse sus comentarios sobre dos pretendidos privilegios de los Papas Zacarías y León, Jaffé-Löwenfeld, "Regesta", no. 11,896), y aunque Laurencio Valla, el humanista, tuvo razón al denunciar la Donación de Constantino, y aunque el "Centuriador" de Magdeburgo, Matías Flacio estuvo en lo correcto al atacar las decretales falsificadas, sus métodos, en sí mismos, fueron a menudo toscos y poco concluyentes.

La verdadera ciencia de la diplomática data, de hecho, solo del gran benedictino Mabillon (1632-1707), cuya obra fundamental, "De Re Diplomaticâ" (París, 1681), fue escrita para corregir los principios engañosos defendidos en la crítica de documentos antiguos por el bolandista Padre Papenbroeck (Papebroch). Para crédito de este último, se dice que él reconoció de inmediato públicamente el valor del trabajo de su rival y adoptó su sistema. Otros académicos no fueron tan perspicaces, y los atacantes, como Germon y Hardouin en Francia, y, en menor grado, George Hickes en Inglaterra, rechazaron los criterios de Mabillon; pero el veredicto de la posteridad está totalmente a su favor, de modo que M. Giry cita con aprobación las palabras de Dom Toustain: "Su sistema es el verdadero. Quien sigue cualquier otro camino no puede dejar de perder el rumbo. Quien quiera construir sobre cualquier otra base construirá sobre la arena". De hecho, todo lo que se ha hecho desde la época de Mabillon ha sido desarrollar sus métodos y ocasionalmente modificar sus juicios sobre algún punto de detalle. Después de la publicación de un “Suplemento” en 1704, una segunda edición mejorada y ampliada del “De Re Diplomaticâ" fue preparada por Mabillon mismo y su alumno, Dom Ruinart, la publicó en 1709, después de su muerte. Sin embargo, al ver que esta obra pionera no se había extendido a ningún documento posterior al siglo XIII y no había tenido en cuenta ciertas clases de documentos, como las cartas ordinarias de los Papas y los privilegios de un carácter más privado, otros dos benedictinos de San Mauro, Dom Toustain y Dom Tassin, compilaron una obra en seis grandes volúmenes en cuarto, con muchos facsímiles, etc., conocida como "Nouveau Traité de Diplomatique" (París, 1750-1765), que, aunque marca un pequeño avance sobre el propio tratado de Mabillon, ha sido ampliamente utilizado y Dom Vaines y ha sido presentado en forma más resumida por Dom Vaines y otros.

Con la excepción de algunas obras útiles especialmente dedicadas a países particulares (por ejemplo, Maffei, "Istoria diplomatica", Mantua, 1727, inconclusa; y Muratori, "De Diplomatibus Antiquis", incluida en su "Antiquitates Italicæ", 1740, vol. III), así como el tratado de G. Marini sobre documentos en papiro (I papiri diplomatici, Roma, 1805), no se hizo un gran avance en la ciencia durante siglo y medio después de la muerte de Mabillon. El "Dictionnaire raisonné de diplomatique chrétienne" de M. Quentin, que forma parte de la “Encyclopedia” de Migne, es un compendio bastante inhábil de obras más antiguas, y el suntuoso "Eléments de paléographie" de Wailly (2 vols., 4to, 1838) tiene poco mérito independiente.

Pero durante la segunda parte del siglo XIX se hizo un inmenso progreso en el conocimiento de la diplomática y no menos en el estudio de los documentos papales. En la bibliografía adjunta a los artículos BULAS Y BREVES y BULARIO, el lector encontrará referencias a obras más importantes. Entre los pioneros de este renacimiento, merecen ocupar un lugar destacado los nombres de Léopold Delisle, bibliotecario jefe de la Bibliothèque Nationale, París, y de M. de Mas-Latrie, profesor de la Ecole de Chartres, así como el de Julius von Pflugk-Harttung, el editor de una magnífica serie de facsímiles de bulas papales; pero su trabajo se ha llevado a cabo en Alemania y en otros lugares, a menudo por aquellos que no son católicos. Debe ser obvio que las reproducciones fotográficas de documentos que ahora pueden obtenerse de manera tan fácil y económica han facilitado enormemente ese proceso de comparación minuciosa de documentos que forma la base de todos los estudios paleográficos. Además, la mejoría en la catalogación y la extensión de las instalaciones del Papa León XIII en bibliotecas tan grandes como la del Vaticano han hecho que sus contenidos sean mucho más accesibles y han hecho posible un calendario de las primeras bulas papales según ha estado apareciendo desde 1902, los cuales son resultado de las investigaciones de los Sres. P. Kehr, A. Brackmann y W. Wiederhold, en "Nachrichten der Göttingen Gesellsehaft der Wissenschaften". De la serie de regesta papal que ahora publican varios académicos, especialmente por miembros de la Ecole Française de Roma, se ha dado suficiente cuenta en la segunda parte del artículo BULARIO (Vea también el artículo ''Regesta'' Papal. Sin duda, se debe buscar un progreso aún mayor en el estudio de la diplomática en las instalaciones que ofrece la recién fundada revista "Archiv für Urkundenforschung" (Leipzig, 1907), editada por los señores Karl Brandi, H. Bresslau y M. Tangl, todos reconocidos maestros en este tema.

Materia de la Diplomática Papal

Como este tema ya ha sido tratado en parte en el artículo BULAS Y BREVES, será suficiente aquí recordar los elementos principales en el proceso de agilizar los antiguos documentos papales, todos los cuales necesitan atención especial. En primer lugar, tenemos a los funcionarios que se ocupan en la preparación de tales instrumentos y que colectivamente forman la "Cancillería". La constitución de la Cancillería, que en el caso de la Santa Sede parece remontarse a una schola notariorum, con un primicerius como su jefe, de la que escuchamos bajo el Papa Julio I (337-352), variaba de un período a otro y necesariamente también variaba el papel desempeñado por los diferentes funcionarios que la componían. Además de la Santa Sede, cada obispo también tenía algún tipo de cancillería para la emisión de sus propias actas episcopales. Conocer el procedimiento de la Cancillería es claramente solo un estudio preparatorio para el examen del documento en sí. En segundo lugar, tenemos el texto del documento. A medida que la posición de la Santa Sede se hizo más reconocida, las actividades de la Cancillería aumentaron y notamos una marcada tendencia a adherirse estrictamente a las formas prescritas por el uso tradicional. Varias colecciones de estos formularios, de los cuales el "Liber Diurnus" es uno de los más antiguos, se compilaron en una fecha temprana. Muchos otros se encuentran en el "Receuil général des formules" por de Rozière (París, 1861-1871), aunque estos, al igual que la serie publicada por Zeumer (Formulæ Merovingici et Karolini ævi, Hanover, 1886), son principalmente de carácter secular.

Después del texto del documento, que por supuesto varía según su naturaleza, y en el que no solo se debe considerar la redacción sino también el ritmo (el llamado cursus), se debe prestar atención a:

  • 1. la manera de fechar,
  • 2. las firmas,
  • 3. las declaraciones de los testigos,
  • 4. los sellos y la fijación de estos,
  • 5. el material sobre el que está escrito y la manera de doblarlo, así como
  • 6. la escritura.

Bajo este último encabezado se puede decir que está involucrada toda la ciencia de la paleografía.

Todos estos asuntos caen dentro del alcance de la diplomática, y todos ofrecen diferentes pruebas para la autenticidad de cualquier documento. Hay otros detalles que a menudo deben considerarse, por ejemplo, las notas tirias (taquigrafía), que aparecen frecuentemente en los Urkunden primitivos, tanto papales como imperiales, y que solo han comenzado a investigarse adecuadamente en los últimos años (vea Tangl, "Die tironischen Noten", en "Archiv für Urkundenforschung", 1907, I, 87-166). En cualquier estudio comprehensivo de la diplomática también es probable que se dedique una sección especial a documentos espurios, de los cuales, como ya se dijo, el número es sorprendentemente grande.


Bibliografía: Además de los libros mencionados en el curso de este artículo, vea la bibliografía del artículo BULAS Y BREVES. Una mayor selección de autoridades se puede encontrar en tratados como los de GIRY, Manuel de Diplomatique (París, 1894); y BRESSLAU, Handbuch der Urkundenlehre (Leipzig, 1889), I. Una obra muy útil para el studio de la diplomática papal, la Practica Cancellariæ Apostolicæ, ed. SCHMITZ-KALLENBERG (Munich, 1904), aunque limitada al funcionamiento de la Cancillería a finales del siglo XV, es valiosa por la luz indirecta que arroja sobre otros períodos. Consulte también la importante obra de TANGL, Die päpstlichen Kanzlei-Ordnungen von 1200-1500 (Innsbruck, 1894); ERBEN, Urkundenlehre (Munich, 1907); y ROSEMUND, Die Fortschritte der Diplomatik seit Mabillon (Munich, 1897), aunque estos últimos dos libros tienen poco que ver directamente con los documentos papales. En la importante obra de A. MEISTER sobre los primeros cifrados, Die Anfänge der modernen diplomatischen Geheimschrift (Paderborn, 1902), apenas se menciona la Cancillería papal (sin embargo, vea la pág. 34). Finalmente, el mejor relato resumido de la diplomática papal se halla en la sección contribuida por SCHMITZ-KALLENBERG al Grundriss der Geschichtswissenschaft (Leipzig, 1906). vol. I, págs. 172-230.

Fuente: Thurston, Herbert. "Papal Diplomatics." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5, págs. 21-22. New York: Robert Appleton Company, 1909. 30 oct. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/05021a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina