Señal de la Cruz
De Enciclopedia Católica
(NOTA: Este artículo fue escrito en 1908 y está en proceso de ser actualizado.)
Señal de la Cruz es un término que se aplica a los diversos actos manuales, de carácter litúrgico o devocional, que tienen en común, por lo menos, el gesto de trazar dos líneas que se cruzan en ángulos rectos y que indican simbólicamente la figura de la Cruz de Cristo.
Más común y correctamente las palabras "señal de la cruz" se utilizan para la gran cruz trazada desde la frente al pecho y desde el hombro izquierdo al derecho, tal como se les enseña a los católicos a hacer sobre sí mismos cuando comienzan sus oraciones, y también tal como hace el sacerdote al pie del altar, cuando comienza la Sacrificio de la Misa con las palabras: "In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti". (Al comienzo de la Misa, el celebrante hace la señal de la cruz, colocando su mano izquierda extendida bajo su pecho; luego levanta la derecha a la frente, a la que toca con las extremidades de los dedos, dice: In nomine Patris, a continuación, se toca el pecho con la misma mano y dice: et Filii; se toca los hombros izquierdo y derecho y dice: et Spiritus Sancti; y cuando une otra vez las manos añade: Amén). Se repite el mismo signo con frecuencia durante la Misa, por ejemplo, en las palabras "adjutorium nostrum in nomine Domini", en el "Indulgentiam" después del confiteor, etc., así como en el Oficio Divino, por ejemplo, en la invocación "Deus in adjutorium nostrum intende", al comienzo del Magníficat, del Benedictus, del Nunc Dimittis y en muchas otras ocasiones.
Otro tipo de señal de la cruz es la que hacen en el aire los obispos, sacerdotes y otras personas al bendecir personas u objetos materiales. Esta cruz también se repite muchas veces en la liturgia de la Misa y en casi todos los oficios rituales relacionados con los sacramentos y sacramentales.
Una tercera variedad es representada por la pequeña cruz, hecha generalmente con el pulgar, la que el sacerdote o el diácono traza, por ejemplo, sobre el libro de los Evangelios y luego sobre su propia frente, labios y el pecho en la Misa, así como también sobre labios "Domine labia mea aperies" del Oficio, o de nuevo sobre la frente del niño en el bautismo, y sobre los diversos órganos de los sentidos en la extremaunción, etc.
Otra variante del mismo signo santo puede ser reconocida en la directriz del "Libro de Misa para Laicos" (siglo XIII) de que al final del Evangelio el pueblo debe trazar una cruz sobre el banco, la pared o un libro y luego besarla. Se prescribía en algunos de los primeros usos que el sacerdote al ascender al altar, antes del introito, primero deberá marcar una cruz sobre el mantel y luego debe besar la cruz así trazada. Por otra parte, parecería que tiene el mismo origen la costumbre, habitual en España y otros países, según la cual la persona, después de hacer la señal de la cruz en la forma ordinaria, al parecer besa su pulgar. El pulgar atravesado sobre el dedo índice forma una imagen de la cruz a la que se presionan devotamente los labios.
De todos los métodos anteriores de venerar este símbolo dador de vida y adoptarlo como un emblema, el marcado de una pequeña cruz parece ser el más antiguo. Tenemos evidencia positiva en los primeros Padres que tal práctica era familiar para los cristianos en el siglo II. "En todos nuestros viajes y movimientos", dice Tertuliano (De cor. Mil., LII), "en todas nuestras entradas y salidas, al ponerse los zapatos, en el baño, en la mesa, al encender velas, al acostarse, al sentarse en, en cualquier tarea en que estemos ocupados, marcamos nuestras frentes con la señal de la cruz". Por otro lado esto pronto debió haber pasado a ser un gesto de bendición, como muestran muchas citas de los Padres en el siglo IV. Así, San Cirilo de Jerusalén en sus "Catequesis" (XIII, 36) señala: "No nos avergoncemos, pues, de confesar al Crucificado. Sea la cruz nuestro sello, hecha con audacia con los dedos sobre nuestra frente y en todo; sobre el pan que comemos y las copas en que bebemos, en nuestras idas y venidas; antes de dormir, cuando nos acostamos y cuando nos despertamos; cuando estamos de viaje y cuando estamos en reposo".
El curso de desarrollo parece haber sido el siguiente. Originalmente los cristianos se trazaban la cruz con el pulgar o el dedo en sus propias frentes. Esta práctica está atestiguada por innumerables alusiones en la literatura patrística, y se asociaba claramente en idea con algunas referencias de la Escritura, especialmente Ez. 9,4 (la marca de la letra Tau); Éx. 17,9-14; y, especialmente, Apoc. 7,3; 9,4; 14,1. Apenas menos anterior en fecha es la costumbre de marcar una cruz sobre los objetos ---ya Tertuliano habla de la mujer cristiana "signando" su cama (cum lectulum tuum aignas, "Ad uxor", II, 5) antes de retirarse a descansar--- y también se oyó pronto que se trazaba la señal de la cruz sobre los labios (Jerónimo, "Epitaph. Paulæ") y sobre el corazón (Prudencio, "Cathem"., VI, 129). Como es natural, si el objeto estuviese más remoto, la cruz dirigida a él tendría que hacerse en el aire. Así San Epifanio nos dice (Adv. hær., XXX,12) de un cierto hombre santo llamado Josefo, que le impartía a un vaso de agua el poder de derrocar encantamientos mágicos "haciendo la señal de la cruz con el dedo sobre el vaso" mientras pronunciaba una forma de oración.
Además, medio siglo después Sozomeno, el historiador de la Iglesia (VII, XXVI), describe cómo el obispo Donato, al ser atacado por un dragón, "hizo la señal de la cruz con el dedo en el aire y escupió sobre el monstruo". Todo esto obviamente lleva a la sugerencia de una cruz más grande hecha sobre todo el cuerpo, y tal vez el ejemplo más antiguo que se puede citar nos viene de una fuente de Georgia, posiblemente del siglo IV o V. En la vida de Santa Nino, una santa mujer, honrada como el Apóstol de Georgia, se nos dice en estos términos de un milagro obrado por ella: "Santa Nino empezó a orar y rogar a Dios por mucho tiempo Entonces ella tomó su cruz (de madera) y tocó con ella la cabeza, los pies y los hombros de la reina, haciéndole la señal de la cruz y en seguida ella se curó "(Studia Biblica, V, 32).
Parece probable, en conjunto, que la introducción general de la cruz actual más grande (de la frente al pecho y de hombro a hombro) fuese un resultado indirecto de la controversia monofisita. El uso del pulgar solo o el índice solo, el cual fue casi inevitable que por tanto tiempo se trazara sobre la frente con sólo una pequeña cruz, parece haber dado paso, por razones simbólicas, al uso de dos dedos (el índice y el dedo del corazón, o el pulgar y el índice) como tipos de las dos naturalezas y dos voluntades en Jesucristo. Pero si se iban a usar dos dedos, la gran cruz, en la que sólo se tocaban la frente, el pecho, etc., se sugirió a sí misma como el único gesto natural. De hecho, se requería algún gran movimiento de esa clase para hacer perceptible que la persona estaba usando dos dedos en lugar de uno. En una fecha algo posterior, a través de la mayor parte de Oriente, se mostraban tres dedos, o más bien el pulgar y dos dedos, mientras que el anular y el meñique se plegaban hacia atrás sobre la palma de la mano. Estos dos se usaban como símbolo de las dos naturalezas o voluntades en Cristo, mientras que los tres extendidos denotaban las tres Personas de la Santísima Trinidad. Al mismo tiempo, estos dedos se usaban para indicar la abreviatura común IXC (griego: `Insous Christos Soter), el índice representaba la I, el dedo medio cruzado con el pulgar para la X y el dedo medio doblado que sirve para sugerir la C. . En Armenia, sin embargo, todavía se mantiene hasta el presente la señal de la cruz hecha con dos dedos. Gran parte de este simbolismo pasó a Occidente, aunque en una fecha posterior.
En conjunto, parece probable que la prevalencia final de la cruz grande se debe a una instrucción de León IV a mitad del siglo IX. "Signar el cáliz y la hostia", escribió, "con una cruz derecha y no con círculos o con una variable de los dedos, sino con dos dedos extendidos y el pulgar oculto en su interior, con los que se simboliza a la Trinidad. Ponga atención a hacer este signo correctamente, pues de lo contrario no puede bendecir nada "(ver Georgi," Liturg. Rom. Pont. "III, 37). A aunque, por supuesto, esto se aplica principalmente a la posición de la mano en señal de bendición con el signo de la cruz, parece que se adaptó popularmente para hacer la señal de la cruz sobre uno mismo. Aelfric (alrededor de 1000) es probable que tuviese esto en mente cuando le dijo a sus oyentes en uno de sus sermones: "Un hombre puede ondear maravillosamente con las manos sin crear ninguna bendición a menos que haga la señal de la cruz; pero si la hace, el demonio pronto tendrá miedo a causa de la señal victoriosa. Con tres dedos uno debe bendecirse por la Santísima Trinidad" (Thorpe, "Las Homilías de la Iglesia Anglosajona", I, 462). Cincuenta años antes esto los cristianos anglosajones fueron exhortados a "bendecir todos sus cuerpos siete veces con la cruz de Cristo" (Mickling Horn., 47), que parece asumir esta gran cruz. En su carta al obispo Egberto, Beda le aconseja a recordarle a su rebaño "con cuanta frecuente diligencia emplear sobre ellos mismos la señal de la cruz del Señor", aunque aquí no se pueden establecer conclusiones sobre el tipo de cruz hecha. Por otro lado, cuando nos encontramos en el "Libro de Oración del Rey Enrique (siglo XI) una directriz en las oraciones de la mañana para marcar con la Santa Cruz "los cuatro lados del cuerpo", hay buenas razón que denota el gran signo con el que estamos familiarizados.
A principio del siglo XX, la manera de hacerla en Occidente parece haber sido idéntica a la seguida en Oriente, es decir, sólo se utilizaban tres dedos, y la mano pasaba del hombro derecho al izquierdo. El punto, hay que confesar, no es del todo claro y Thalhofer (Liturgik, I, 633) se inclina hacia la opinión de que en los pasajes de Beleto (XXXIX), Sicardo (III, IV), Inocencio III (De myst. Alt. , II, XLVI) y Durando (V, II, 13), a los que generalmente se apela en prueba de ello, estos autores tienen en mente la pequeña cruz hecha sobre la frente o en los objetos externos, en los que la mano se mueve naturalmente de derecha a izquierda, y no la cruz grande hecha de hombro a hombro. Sin embargo, una rúbrica en una copia manuscrita del Misal de York exige claramente al sacerdote que toque el hombro izquierdo después del derecho cuando se signa con la patena. Además, es por lo menos claro en muchos cuadros y esculturas que en los siglos XII y XIII muchos cristianos latinos adoptaron la práctica griega de extender sólo tres dedos. Así, el compilador de la Ancren Riwle (alrededor de 1200) instruye a sus monjas en "Deus in adjutorium" a hacerse una pequeña cruz primero con el dedo pulgar y luego "una gran cruz con tres dedos desde la frente hasta el pecho".
Sin embargo, no cabe duda de que mucho antes del final de la Edad Media, la señal de la cruz grande se hacía más comúnmente en Occidente con la mano abierta y que la barra de la cruz se trazaba de izquierda a derecha. En el "Myroure of our Lady” (p. 80) a las monjas de Santa Brígida de Sión se les da una razón mística para la práctica: "Y entonces os bendigo con la señal de la Santa Cruz, para ahuyentar al demonio con todo sus engaños. Porque, como dice Crisóstomo, los demonios huyen lejos cuando ven la señal de la cruz, pues le temen como a un bastón con el que son golpeados. Y con esta bendición ustedes comienzan con su mano desde la cabeza hacia abajo, y luego al lado izquierdo creyendo que Nuestro Señor Jesucristo vino desde la cabeza, esto es desde el Padre a la tierra por su santa Encarnación, y desde la tierra al lado izquierdo, que es el infierno, por su amarga Pasión, y desde allí al lado derecho de Padre por su gloriosa Ascensión".
El acto manual de trazar la cruz con la mano o el pulgar ha sido bastante común en todas las épocas, aunque no indispensablemente, acompañado por una forma de palabras; sin embargo, la fórmula ha variado mucho. En las edades más tempranas tenemos pruebas para tal invocación como "la señal de Cristo", "el sello del Dios vivo", "en el Nombre de Jesús", etc. Más tarde nos encontramos con "en el nombre de Jesús de Nazaret", "en nombre de la Santísima Trinidad", "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", "Nuestra ayuda está en el nombre del Señor", "Oh, Dios ven en mi auxilio". Los miembros de la Iglesia Ortodoxa Griega, cuando se bendicen con tres dedos, como dijimos, suelen utilizar la invocación: "Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros", palabras que, como es bien sabido, han sido retenidas en su forma griega por la Iglesia de Occidente en el oficio de Viernes Santo.
No es necesario insistir en los efectos de la gracia y el poder que la Iglesia le atribuye en todo momento al uso del signo sagrado de la cruz. Desde épocas tempranas se ha empleado en todos los exorcismos y conjuros como un arma contra los espíritus de las tinieblas, y toma su lugar no menos constante en el ritual de los sacramentos y en todas las formas de bendición y consagración. Una dificultad famosa es la que sugiere la realización de la señal de la cruz varias veces sobre la hostia y el cáliz después de pronunciadas las palabras de la institución en la Misa. La verdadera explicación se encuentra probablemente en el hecho de que en el momento en que estas cruces se introdujeron (varían demasiado en las primeras copias del Canon como para ser de institución primitiva), el clero y los fieles no se preguntaban claramente en qué momento preciso se lleva a cabo la transubstanciación de los elementos. Estaban satisfechos con creer que es el resultado de la totalidad de la oración consagratoria que llamamos el Canon, sin determinar exactamente cuáles son las palabras operativas; del mismo modo que ahora estamos satisfechos de saber que la Preciosa Sangre es consagrada por todo la forma dicha sobre el cáliz, sin detenernos a reflexionar si todas las palabras son necesarias. De ahí que los signos de la cruz continúan hasta el final del Canon y pueden ser considerados como mentalmente devueltos a una consagración que todavía se concibe como incompleta. El proceso es el inverso de aquel por el que en la Iglesia Griega en la "Gran Entrada" se les rinden las más altas muestras de honor a los elementos simples del pan y del vino en anticipación de la consagración que van a recibir poco después.