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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Deidad

De Enciclopedia Católica

Revisión de 02:44 25 feb 2010 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (La deidad concebida como una mezcla de elementos politeístas y monoteístas)

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Introducción

(Francés déité; latín tardío deitas; latín deue, divus, "la naturaleza divina", "divinidad", "dios").

El significado original de la palabra se muestra en el sánscrito dyaus, gen. divas, raíz div, cuya raíz aparece en una formación de adjetivo como deva, “brillante”, “celestial”---naturaleza y atributos de Dios---de ahí devas, “los seres brillantes”, o, como un substantivo, dyaus. En su forma substantiva dyaus es masculino, por ejemplo, “cielo”---o femenino, como Cielo (personificado). De ahí, en el Avesta daeva, “espíritu del mal” Lith deva, “un dios”; Gael. e irlandés dia, “dios”; O. Teut. tiu; A.S. Tiw (e.g. jueves, es decir Tiwesday); griego Zeus (gen. Dios Lat. Jupiter (i.e. Jov-pater). De las mismas raíces tenemos los nombres latinos de las deidades: Diana, Janus, Juno, Dis, el genitivo Jovis (Diovis), y la palabra dies.

El presente artículo se limita a la noción no cristiana de la divinidad. La idea cristiana se expone en otro artículo bajo el título de Dios. Por lo tanto, los datos se han extraído de la nueva ciencia de la historia de las religiones. Ellos comprenden registros escritos, costumbres, leyes, vida y el lenguaje. Los documentos más antiguos de la historia demuestran que, al momento de su composición, ya la religión existía desde hacía mucho tiempo. Durante mucho tiempo, alguna deidad había sido adorada, había recibido sacrificios y nadie podía recordar el comienzo de estos ritos antiguos. Muchas historias de religión publicadas en los últimos años se componen de puras y simples hipótesis, a menudo muy alejadas de los hechos en los que se basan---a menudo absolutamente arbitrarias. El espíritu científico requiere declaraciones de hechos comprobados más allá de controversias o inducciones de acuerdo con los hechos. Así vista, la historia de las religiones muestra sobre el tema de la deidad:

  • (a) como un hecho real, la mezcla de elementos politeístas y monoteístas;
  • (b) que cuanto más nos remontamos en la historia del pensamiento religioso, más pura se vuelve la noción, de modo que los rastros de un monoteísmo primitivo nos son impuestos;
  • (c) que la teoría fantasma, propuesta por Spencer y otros autores, para explicar el origen de la divinidad es estrecha, parcial y poco científica.

La religión, en su sentido más general, es un fenómeno universal de la humanidad. Tylor y Roskoff refutan la afirmación de que existen tribus que no tienen idea de la divinidad. A veces, este concepto parece noble y puro, de nuevo es relativamente crudo y envuelto en una masa de fantasía supersticiosa. Sin embargo, por imperfecta e infantil que pueda parecer la expresión, representa la más alta idea de la divinidad que la mente comprendió, para el tiempo y bajo las circunstancias.

La deidad concebida como una mezcla de elementos politeístas y monoteístas

La vida religiosa entre los pueblos salvajes de hoy---como entre las naciones paganas antes del cristianismo---se asemeja a la enmarañada confusión de un bosque donde los árboles, zarzas y enredaderas, de todas las edades y tamaños, se ven entrelazadas, apoyándose y aplastándose entre sí con sus crecimientos a tierra, mientras que por encima de las ramas más altas se alcanza a ver el azul del cielo.

La religión del paganismo en general es politeísmo, que ha sido explicado por teorías de animismo, fetichismo, naturismo, y las formas concretas de antropomorfismo e idolatría. Los defensores de estas diversas teorías deben ser clasificados como teóricos en lugar de historiadores. Tomando la teoría de la evolución como un punto de partida común, sostienen que el hombre surgió de la bestia y que es un bruto que se transforma poco a poco. Se diferencian únicamente en la causa y la naturaleza del desarrollo religioso que desembocó en la noción de la Divinidad. Aquí rechazamos todos los presupuestos y tratamos sólo con el aspecto histórico del problema. En las palabras de Waitz, el hombre primitivo de la antropología moderna es "una pura ficción, sin importar cuan conveniente ficción pueda ser él”.

El paganismo no presenta una doctrina, sino una agrupación de costumbres y enseñanzas diferentes y a veces opuestas, de una masa incoherente de creencias con orígenes variados. Un análisis más pormenorizado le permite al estudiante separar las corrientes doctrinales y remontarlas a sus propias fuentes. La verdad luminosa que presenta este estudio es la corrupción de las ideas religiosas sobre la naturaleza de la divinidad por la confusión enmarañada del crecimiento humano. Sir A. C. Lyall (Asiatic Studies, Ser. II, p. 234), al tiempo que rechaza la teoría de una revelación primitiva, admite que "sin lugar a dudas nos encontramos con muchas creencias y tradiciones que corren hacia abajo, y se extienden a un nivel muy por debajo de su fuente". Algunas de las causas que han contribuido a producir esta profusión enredada en la concepción pagana de la divinidad son:

Deificación de la naturaleza y sus poderes y de los objetos sensibles

Por necesidad, el resultado fue una inagotable variedad de deidades. Conforme pasó el tiempo, lo divino asumió miles de imágenes y formas fantásticas y fortuitas. La deificación de los poderes de la naturaleza llevó primero al culto a los elementos. Una divinidad del cielo contrastaba con una de la tierra. El fuego, como el poder calentador, nutritivo, consumidor y destructor fue tempranamente venerado como una deidad separada; de ahí, las vírgenes vestales de Roma, el Agni védico, los adoradores del fuego del mazdeísmo, y el fuego sagrado del sintoísmo. Así también, la humedad o el agua, no sólo en general, sino en sus formas concretas, por ejemplo, mar, lago, río, fuente, nube, y así fue que tuvieron una cuarta deidad elemental. En el Oriente la astrolatría o sabeísmo---es decir, el culto a las estrellas que iluminan la tierra---desarrolló sobre todo el culto al sol. Donde el suelo y la vegetación eran ricos, la tierra era considerada como una madre que amamanta, y surgió la geolatría en muchas formas. En los himnos védicos podemos rastrear la transición de los fenómenos naturales a las deidades naturales---por ejemplo, Agni, o sea, fuego; Varuna, o sea, el cielo; Indra, o sea, las nubes de lluvia---pero incluso entonces surgen dudas, y los escritores poéticos se preguntan si, después de todo, hay cosas tales como los devas. En Homero y Hesíodo las fuerzas de la naturaleza se conciben como personas---por ejemplo, Urano (el cielo); Nyx (noche); Hipnos (sueño); Oneiros (sueño); Oceanos (océano)---la respuesta de Aquiles al río Escamandro "en forma humana, confesó ante sus ojos” (Ilíada, XXI), y su oración a los vientos Bóreas y Céfiro, que avivaran las llamas de la pira funeraria de Patroclo (Ilíada, XXIII). La observación del hecho de que en la naturaleza se combinas dos energías---una activo y generativo, la otra pasiva y femenina---, llevó al hombre a asociar cielo y tierra, sol y luna, día y noche, como deidades primigenias y maternales que cooperan en la producción del ser. De ahí la distinción de divinidades masculinas---por ejemplo, el cielo, el éter, el sol---y las divinidades femeninas---por ejemplo, la tierra, el aire, la luna. De esto hay sólo un paso a la deificación del principio generador y el culto al phallus.

Antropomorfismo

Al principio se rindió culto a los poderes de la naturaleza sin forma o nombre, luego humanizados y considerados como personas. Así Gaia, del antiguo culto pelásgico, aparece como Rhea en las tradiciones cretenses, como la Cibeles de Asia Anterior, como Hera en Arcadia y Samos, como la diosa de la naturaleza Afrodita, como Deméter. En Roma la Bona Dea del rito místico, cuyo nombre propio no podía ser pronunciado, fue luego similar a, o identificada con, un número de deidades griegas o italianas. De la Saussaye escribe sobre la antigua religión babilónica-asiria: "Entre las palabras influyentes que podrían evitar o expulsar el mal, las más destacadas eran los nombres de los grandes dioses; pero estos nombres se consideraban secretos, y por lo tanto la gente apelaba al dios mismo para que lo pronunciara." En Samotracia en principio se adoraba a los cabiros---es decir, deidades grandes y poderosas, los poderes supremos de la naturaleza--- sin nombres específicos. En el antiguo Lacio los pontífices ocultaban los nombres de los dioses. Herodoto dice que los dioses pelásgicos no tenían nombre. En los himnos védicos se dirigían así al árbol sacrificial, al cual se adherían los sacrificios: “"Como tú sabes, oh árbol, los nombres sagrados de los dioses, haz que las ofrendas vayan a ese lugar". Según de la Saussaye, las divinidades del Rig-Veda son individualizadas sólo levemente.

A los dioses sin forma de la naturaleza sucedieron las deidades de la imaginación homérica, en forma humana y con sentimientos humanos. A juicio de Herodoto, fueron Homero y Hesíodo quienes establecieron la teogonía de los griegos---de hecho pusieron las bases de la religión helénica posterior. Los griegos despilfarraron los ricos tesoros de su vida intelectual con sus deidades, humanizadas y disociadas de los fenómenos naturales. Por lo tanto el conjunto de la naturaleza fue invadido por una familia de deidades descendientes de los elementos como dioses primigenios, los miembros individuales de cuya familia eran parientes entre sí y en relaciones mutuas de mayor y menor, más viejo y más joven, hombre y mujer, más fuerte y más débil; de modo que el hombre, sintiéndose rodeado de deidades por todas partes, descubrió sus acciones, historias y manifestaciones de su voluntad en el curso de la naturaleza y en sus varios fenómenos. La concepción de estas deidades era antropopática; en sus motivos y pasiones eran hombres más poderosos y más perfectos; tenían un cuerpo humano y un rostro humano, pensamientos y sentimientos humanos, residían en las nubes o en un monte alto; vivían en un palacio celestial. Tal idea es incoherente y contradictoria. En realidad, la deidad era la naturaleza. Si sus formas inanimadas fueron personificados y adoradas, ¿por qué no los animales y las plantas---por ejemplo, el culto a los árboles?

Apoteosis Humana

La apoteosis humana es otra causa e igualmente prolífica en los tiempos paganos posteriores. Plutarco (en su "Romulus") entra en detalle en la cuestión de cómo el alma, separada del cuerpo, avanza al estado de heroísmo, y de un héroe se convierte en un demonio y de un demonio se convierte en un dios. Para Cicerón, la doctrina de la evemerismo es el núcleo y principio fundamental de los misterios (de Nat. Deor., III XXI). Para los griegos había sido una costumbre honrar como a héroes después de su muerte a los hombres meritorios o renombrados, por ejemplo, Heracles, Teseo; pero el rendir honores divinos a los vivos nunca entró en sus mentes en los primeros tiempos. Los hombres santos o héroes eran considerados:

  • como hijos de los dioses, por ejemplo, en Hesíodo;
  • como encarnaciones de los grandes dioses. El crecimiento del politeísmo popular en la India moderna se debe al hecho de que los brahmanes, por su doctrina de la encarnación divina (avatara), crean hombres santos en deidades realmente adoradas. Así, los dioses mayores de la India, es decir, personificaciones de la naturaleza, son a su vez oscurecidos por la nube de deificaciones nacidas en la tierra. Colebrooke dice que el culto a los héroes divinizados es una fase posterior que no se encuentra en los Vedas, aunque allí se menciona de vez en cuando a los héroes mismos aún no deificados;
  • El héroe era identificado con uno de los grandes dioses. Así el culto a los héroes era extraño a los primeros romanos. Rómulo, según Plutarco, no era adorado como un héroe propiamente hablando, sino como un dios, y después de haber sido identificado con el dios sabino Quirino;
  • el culto a los héroes propiamente hablando, por ejemplo, en la Odisea;
  • Apoteosis. Plutarco nos dice que Lisandro (m. 394 a.C.) fue el primer hombre a quien los griegos le erigieron altares y le ofrecieron sacrificios como a un dios. Farnell establece que una de las ramas más fructíferas del antiguo sistema helénico era el culto a los héroes. Y Plinio escribe: "De todas las formas de dar las debidas gracias a los hombres del gran desierto, la más consagrada es el inscribirlos como dioses". El jainismo, una rama del budismo, no es más que el culto a los hombres divinizados. En [Egipto]] se le rendía honores a los reyes incluso durante su vida. Cicerón hace una profesión formal de euhemerismo: "¿Sabes que eres un dios?" él representa al glorificado Escipión, dirigiéndose a sí mismo en un sueño (de Rep. VI, XXIV). Los hombres y mujeres después de su muerte habían sido elevados al rango de dioses; por lo tanto él mando a que se exaltara a su hija Tulia al mismo honor, como si lo hubiese merecido, y le dedicó un templo a ella (ep. Ad. Att., XII). Los apologistas cristianos, que se enfrentaron cara a cara con el mundo pagano, declararon positivamente que todos los dioses del paganismo eran hombres divinizados. Entre los romanos, el culto al genius era para los hombres la deificación de la virilidad, como el de Juno era para la mujer la deificación de la feminidad. Plinio vio en esta creencia un auto deificación formal, procediendo sobre la teoría de que el genio, o Juno, no era otra cosa que el elemento espiritual del hombre, o mujer. No sólo el individuo, sino cada lugar y, sobre todo, el pueblo romano y la propia Roma tenía su genio. El consagrado culto a esta última fue naturalmente asociado con, y pasó a, un culto al emperador. Así, el paganismo pre-cristiano culminó en el culto a Augusto. En el Libro de la Sabiduría se describen claramente las diferentes etapas en el proceso de divinización humana (Sab. 14).

Observaciones de San Agustín

San Agustín (Civ. Dei, IV, II) analiza la opinión de los escritores romanos de que todos los múltiples dioses y diosas de los romanos estaban en el análisis final excepto Júpiter, pues estas deidades se disolvían entre sí al inspeccionarlos más cercanamente. Así pues, tenemos un solo Dios por la disección de su naturaleza en los diversos aspectos de sus poderes, y por la personificación de sus poderes individuales, se ha resuelto en una multiplicidad de dioses. Así los romanos rompieron la idea de deidad al hipostatisar poderes particulares, modos de operación, funciones físicas y propiedades. Mediante este proceso no sólo los acontecimientos en la naturaleza y en la vida humana, sino sus varias fases, cualidades y circunstancias se consideraban aparte como dotadas con personalidades propias, y eran adoradas como deidades. Así en la vida de un niño: Vaticano le abría su boca, Cunina lo guardaba en la cuna, Educa y Potina lo enseñaban a comer y a beber, Fabulino a hablar, Statalino lo ayudaba a ponerse de pie, Adeona y Abeona vigilaban sus primeros pasos. Puesto que toda acción requería un dios, apenas había un límite para la obra inventiva de la imaginación. Y San Agustín nos dice (Civ. Dei, IV, VIII) que el agricultor romano estaba en manos de un ejército de dioses que lo ayudaban en cada etapa de labranza, escarda, siembra y cosecha. Bajo tales condiciones podemos entender cuán fácilmente el romano cultivado podría abrazar el panteísmo de la filosofía estoica, que enseñaba sobre un poder gobernante creativo de la naturaleza---en sí mismo una personificación---y al mismo tiempo permitía a los ignorantes personificar y dar culto como deidades distintas, a los diversos actos y fases por las que dicho poder se manifestaba.

Elemento político

Un elemento político entra en la multiplicación de las deidades en el mundo pagano. Para hacer una nación se deben unir varias tribus. Cada una tiene su dios, y la nación es apta para recibirlos a todos igualmente en su Panteón. O en tiempos de guerra la nación vencedora no se contentaba con imponer leyes y tributos a los vencidos, sino que debía desplazar a las deidades conquistadas por su cuenta. Una vez más, donde las naciones antiguas, cada una con su propia religión y mitología, fueron traídas a estrecho contacto debido al comercio, las deidades que mostraron cierta similitud fueron identificadas, e incluso sus nombres fueron adoptados de una lengua a otra. De acuerdo a Max Müller, Durga y de Siva no son desarrollos naturales, ni meras corrupciones de los dioses védicos, sino importaciones o adaptaciones de afuera. La historia de Roma provee un ejemplo sorprendente. En los primeros tiempos, las deidades principales eran poderes naturales generales o meras abstracciones del Estado o de la familia; no tenían una personalidad real. Así, el Lares vino de Etruria, siendo su jefe el Lar Familiaris, la cabeza divina de la familia, la personificación del poder creativo que aseguraba la duración de la familia; Vesta, el fuego del hogar doméstico, la protectora de la familia, fue identificada luego con la griega Hestia. Más tarde, cuando Roma se expandió a un poder mundial, recibió en su Panteón las deidades de las naciones conquistadas por sus ejércitos. De nuevo, el elemento político se convierte en un factor más potente cuando las deidades son creadas por actos humanos. Así, en la antigua Roma los pontífices tenían el derecho y el cuidado de hacer nuevas deidades. Y en China el gobierno ordena honores póstumos y títulos y deificaciones de los hombres, da títulos y premios a las deidades por supuesto servicio público, y ejerce un control sobre reencarnaciones budistas. El emperador de China utilizaba el monopolio de la deificación como una prerrogativa constitucional, como el derecho a crear pares.

Lenguaje

Una explicación final se puede encontrar en el lenguaje. Los términos empleados por la mente para designar hechos espirituales están sacadas de la experiencia individual consciente. En el principio el hombre expresaba naturalmente el poder y los atributos de la deidad en diferentes palabras extraídas de la naturaleza y de la vida. Según de la Saussaye la opinión es incluso expresada en el Rig-Veda que los muchos nombres de los dioses son sólo diferentes formas de denotar un solo ser. Ahora, la tendencia de la lengua es llegar a ser cristalizado. Las palabras perdían gradualmente su fuerza etimológica, y se olvidaba su significado original. Se destacan como hechos distintos e independientes en nuestra vida mental. Lo que era al principio un signo se convierte en un objeto. Así, en la religión védica el Sol tiene muchos nombres-Surya, Savitri, Mitra, Pushan, Aditya. Cada uno de estos nombres creció por sí mismo en una especie de personalidad activa después que su significado original había sido olvidado. Al principio, todos estaban destinadas a expresar el mismo objeto visto desde diferentes puntos; por ejemplo, Surya significaba el sol como resultado del cielo; Savitri el sol como vivificador o avivador, Mitra el sol brillante de la mañana; Pushan el sol de los pastores; Varuna era el cielo que todo lo abarca; Aditya el cielo sin fronteras. En este sentido los dioses hindúes no tienen más derecho a una existencia substantiva que Eos o Nyx; ellos son nomina, no numina, es decir, palabras, no deidades.. Así también en Egipto es sol se llama Horus en la mañana, Ra a mediodía, Tum al atardecer y Osiris durante la noche. En otra forma de lenguaje podría llevar al error, como cuando Bancroft señala que en muchos de los lenguajes americanos se usa la misma palabra para tormenta y dios. Brinton escribe: “El descenso que lleva a la personificación de viento como dios es casi imperceptible.” Goldzeher afirma que el Baghirami en África Central usa el mismo término para tormenta y para deidad. El pueblo Akra en la Costa Dorada de África dice “¿Vendrá Dios”, por decir “¿Lloverá?” Aquí tenemos la misma palabra con dos significados. Así el Odjis, o Ashantis, llama a la deidad con la misma palabra que al cielo, pero denota a un dios personal que creó todas las cosas y es el dador de todas las cosas buenas.

Todas las religiones paganas tienen ídolos zoomorfos, o parcialmente zoomórficos, deidades en forma de animales inferiores. Esto es especialmente cierto de los dioses egipcios. Pero es la esfera de totem-tradición o de la mitología explicar estas metamorfosis extrañas, que escandalizaron a los filósofos, y que Ovidio puso en verso para los cultos de su tiempo.

Primeras nociones monoteístas de la deidad

Nociones antropomórficas modernas de la deidad

Fuente: Driscoll, John T. "Deity." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04683a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina.