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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Unam Sanctam

De Enciclopedia Católica

Revisión de 19:51 4 dic 2019 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)

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Unam Sanctam (Latín, Una y Santa, es decir, la Iglesia) es la Bula sobre la supremacía papal emitida el 18 de noviembre de 1302 por Bonifacio VIII durante la disputa con Felipe el Hermoso, rey de Francia. Se le llama así debido a sus palabras iniciales (vea BONIFACIO VIII). La bula fue promulgada en relación con el concilio romano de octubre de 1302, en el que probablemente fue discutida. Es posible que el mismo Bonifacio VIII la haya revisado; pero también parece que el texto sufrió influencia del arzobispo de Bourges, Egidio Colonna, quien había viajado al concilio de Roma a pesar de una prohibición real (Kraus en “Œserreichische Viertaljahrschrift für kath. Theol.”, I, 1862, I ss.). Ya no existe el original de la bula; el texto más antiguo se encuentra en los registros de Bonifacio VIII en los archivos de el Vaticano [“Reg. Vatic.”, L, fol. 387]; cf. el facsímil en “Specimina palæographica regestorum rom. Pont.” (Roma, 1888), tab. 46) de Denifle. También fue incorporada al “Corpus Juris Canonici” (“Extravag. Comm.”, I, VIII, 1; ed. Friedberg, II, 1245). La autenticidad de la bula ha sido establecida definitivamente al incluírsele en los registros oficiales de los breves papales y por su incorporación en el derecho canónico. Este testimonio externo removió totalmente las objeciones respecto a su autenticidad presentadas por estudiosos como Damberger [“Synchronistische Geschichte der Kirche und der Welt im Mittelalter”, XII (Ratisbona, 1851),442 ss.; “Kritikheft”, 118 ss.], y siguiendo a Damberger, Mury [“La bulle Unam Sanctam” en “Revue des questions histor.”, XXVI (1879), 91-130] y Verlaque [“Jean XXII, sa vie et ses œuvres” (París, 1883), 55]; posteriormente Mury retiró su opinión [“Revue des questions histor.”, XLVI (1889), 253-257). .

La bula establece proposiciones dogmáticas acerca de la unidad de la Iglesia, la necesidad de pertenecer a ella para lograr la salvación eterna, la posición del Papa como jefe supremo de la Iglesia y el deber que de ahí surge de someterse al Papa para pertenecer a la Iglesia y así alcanzar la salvación. El Papa además enfatiza la posición superior del orden espiritual en comparación con el secular, y de esas premisas saca conclusiones sobre la relación entre el poder espiritual de la Iglesia y la autoridad secular. Las principales proposiciones de la Bula son las siguientes: En primer lugar, a partir de varios pasajes Biblia bíblicos y referencias a la única arca del Diluvio universal y a la túnica inconsútil de Cristo se declara y establece la unidad de la Iglesia y su necesidad para la salvación. Enseguida afirma el Papa que la unidad del cuerpo de la Iglesia es idéntica a la unidad de su cabeza establecida en Pedro y sus sucesores. Consecuentemente, todos los que deseen pertenecer al rebaño de Cristo quedan bajo el dominio de Pedro y sus sucesores. De modo que cuando los griegos y otros afirman que no están sujetos a la autoridad de Pedro ni a la de sus sucesores, con ello reconocen que no pertenecen al rebaño de Cristo.

Luego aparecen algunos principios y conclusiones referentes al poder espiritual y al secular:

  • 1. Hay dos espadas bajo el control de la Iglesia, es decir, dos poderes; la expresión se refiere a la teoría medieval de las dos espadas: la espiritual y la secular. Esto se fundamenta en la acostumbrada referencia a las espadas de los apóstoles durante el arresto de Cristo (Lc. 22,38; Mt. 26,52).
  • 2. Ambas espadas están en poder de la Iglesia; la espiritual es esgrimida por la Iglesia a través de la mano del clero; la secular se ha de emplear para la Iglesia a través de la mano de la autoridad civil, bajo la dirección del poder espiritual.
  • 3. Una espada debe estar subordinada a la otra: el poder terrenal debe someterse a la autoridad espiritual, pues ésta tiene precedencia sobre la secular a causa de su grandeza y sublimidad; pues el poder espiritual tiene derecho a establecer y conducir al secular, e incluso a juzgarlo cuando no actúe correctamente. El poder terrenal es juzgado por el espiritual cuando se desvía; un poder espiritual inferior es juzgado por uno superior, y el poder espiritual superior es juzgado por Dios.
  • 4. Tal autoridad, aunque concedida al hombre y es ejercida por él, no constituye una autoridad humana, sino más bien una divina, otorgada a Pedro por comisión divina y confirmada en él y en sus sucesores. En consecuencia, quienquiera que se oponga a esta autoridad ordenada por Dios se opone a la ley de Dios y, al igual que los maniqueos, parece aceptar dos principios.

“Así pues, declaramos, afirmamos, determinamos y proclamamos que es necesario a toda criatura para su salvación someterse a la autoridad del pontífice romano” (Porro subesse Romano Pontifici omni humanae creaturae declaramus, dicimus, definimus, et pronuntiamus omnino esse de necessitate salutis).

La bula tiene carácter universal. Su contenido hace una distinción cuidadosa entre los principios fundamentales relativos a la primacía romana y las declaraciones sobre la aplicación de estos al poder secular y a sus representantes. En los registros, en el margen de la anotación, se señala la última frase como su verdadera definición: “Declaratio quod subesse Romano Pontifici est omni humanae creaturae de necessitate salutis” (Aquí se establece que para la salvación es necesario que toda criatura humana se someta a la autoridad del pontífice romano). Esta definición, cuyo significado e importancia son evidentes por su relación con la primera parte sobre la necesidad de la única Iglesia para la salvación, y sobre el Papa como el único jefe supremo de la Iglesia, expresa la necesidad, para quien desee lograr la salvación, de pertenecer a la Iglesia y, por tanto, de someterse a la autoridad papal en cualquier asunto religioso. Esta ha sido la enseñanza constante de la Iglesia, y fue declarado en ese mismo sentido por el Quinto Concilio Ecuménico de Letrán, en 1516: "De necessitate esse salutis omnes Christi fideles Romano Pontifici subesse" (Es necesario para la salvación de todos los fieles de Cristo el estar sometidos al pontífice romano). Esta ha sido la enseñanza constante de la Iglesia, y fue declarada en el mismo sentido por el Quinto Concilio de Letrán, en 1516: "De necesitate esse salutis omnes Christi fideles Romano Pontifici subesse" (Que es de la necesidad de salvación para que todos los fieles de Cristo estén sujetos al pontífice romano). La traducción de Berchtold de la expresión humanae creaturae por "autoridades temporales" es absolutamente errónea. La Bula también proclama la sujeción del poder secular al espiritual como el de mayor rango, y saca de ello la conclusión de que los representantes del poder espiritual pueden instalar a los poseedores de la autoridad secular y ejercer juicio sobre su administración, en caso de que esta sea contraria a la ley cristiana.

Este es un principio fundamental que había surgido en la Alta Edad Media de todo el desarrollo de la posición central del papado en la familia nacional cristiana de Europa Occidental. Ya lo habían expresado desde el siglo XI teólogos como Bernardo de Claraval y Juan de Salisbury, y Papas como Nicolás II y León IX. Bonifacio VIII le dio su expresión precisa al oponerse al procedimiento del rey francés. Sus proposiciones principales se obtienen de los escritos de San Bernardo, Hugo de San Víctor, Santo Tomás de Aquino y de cartas de Inocencio III. Tanto de esas autoridades como de declaraciones hechas por el mismo Bonifacio VIII está claro que la jurisdicción del poder espiritual sobre el secular se basa en el concepto de la Iglesia como guardiana de la ley moral cristiana, y de ahí que su jurisdicción se extiende hasta donde alcanza esa ley. En consecuencia, cuando el rey Felipe protestó, Clemente V fue capaz de declarar, en su breve “Meruit” (1 feb. 1306), que ni el rey francés ni Francia sufrirían daño ningún perjuicio debido a la bula “Unam Sanctam”, y que la publicación de esa bula no los había hecho súbditos de la autoridad de la Iglesia Romana en forma distinta de cómo ya eran antes. De este modo Clemente V pudo dar a Francia y su gobernante una garantía de seguridad de los resultados eclesiástico-políticos de las opiniones elaboradas en la Bula, mientras que su decisión dogmática no sufrió detrimento de ninguna clase. En las luchas del partido galicano en contra de la autoridad de la Sede Romana, y también en los escritos de autores no católicos en contra de la definición de la infalibilidad papal, se utilizó la bula “Unam Sanctam” en contra de Bonifacio VIII y de la supremacía papal en una forma no justificada por su contenido. Las afirmaciones respecto a las relaciones entre el poder espiritual y el secular son de carácter meramente histórico, en cuanto que no se refieren a la naturaleza del poder espiritual y se basan en las condiciones reales de la Europa Occidental medieval.


Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Unam Sanctam." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15, pp. 126-127. New York: Robert Appleton Company, 1912. 4 Dec. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/15126a.htm>.

Traducido por Javier Algara Cossío. lmhm