Oficio Divino
De Enciclopedia Católica
("Liturgia de las Horas”).
La expresión “Oficio Divino”
Esta expresión significa etimológicamente un deber cumplido para Dios. En virtud de un precepto divino significa, en lenguaje eclesiástico, ciertas oraciones a ser recitadas en horas fijas del día o de la noche por los sacerdotes, religiosos o clérigos, y, en general, todos los obligados por su vocación a cumplir con este deber. El Oficio Divino comprende sólo la recitación de ciertas oraciones en el Breviario, y no incluye la Misa y otras ceremonias litúrgicas.
"Horas Canónicas", "Breviario", "Oficio diurno y nocturno", "Oficio eclesiástico", "Cursus ecclesiasticus”, o simplemente "cursus" son sinónimos de "Oficio Divino". "Cursus" es la forma utilizada por Gregorio cuando escribió: "exsurgente abbate cum monachis ad celebrandum cursum" (De glor. martyr., XV). También se usaban "Agenda", "agenda mortuorum", "agenda missarum", "solemnitas", "missa". Los griegos emplean "sinaxis" y "canon" en este sentido. La expresión "officium divinum" se utilizó en el mismo sentido por el Concilio de Aix-la-Chapelle (800), el IV de Letrán (1215) y el de Vienne (1311); pero también se utiliza para designar cualquier oficio de la Iglesia. Así Walafrido Estrabón, Pseudo-Alcuino, Rupert de Tuy titularon sus obras sobre ceremonias litúrgicas "De officiis divinis". Hittorp, en el siglo XVI, tituló su colección de obras litúrgicas medievales "De Catholicae Ecclesiae divinis officiis ac ministeriis" (Colonia, 1568). La utilización en Francia de la expresión "santo oficio" como sinónimo de "oficio divino" no es correcta. "Santo Oficio" designa una congregación romana, cuyas funciones son bien conocidas, y las palabras no deben usarse para sustituir el nombre “Oficio Divino”, que es más adecuado y ha sido usado desde tiempos remotos.
En los artículos Breviario, horas canónicas, maitines, prima, tercia, sexta, nona, vísperas, el lector encontrará tratadas las cuestiones especiales relativas al significado y la historia de cada una de las horas, la obligación de recitar estas oraciones, la historia de la formación del Breviario, etc. Nos ocupamos aquí sólo con las preguntas generales que no se han detallado en dichos artículos.
Forma primitiva del Oficio
La costumbre de recitar oraciones a ciertas horas del día o de la noche se remonta a los judíos, de quienes los crisitanos la tomaron prestada. En los Salmos encontramos expresiones como: "Voy a meditar sobre ti en la mañana"; "Me levanto a medianoche para darte gloria "; "Tarde y mañana y al mediodía hablaré y declararé, y él oirá mi voz"; "Siete veces al día te he glorificado", etc. (cf. "Jewish Encyclopedia”, X, 164-171, sv "Prayer"). Los Apóstoles observaban la costumbre judía de orar a medianoche, tercia, sexta, nona (Hch. 10,3.9; 16,25; etc.). La oración cristiana de aquella época consistía de casi los mismos elementos que la judía: recitación o cántico de los Salmos, lecturas del Antiguo Testamento, a las que pronto se añadieron las de los Evangelios, los Hechos y las Epístolas, y en ocasiones cánticos compuestos o improvisados por los presentes. "Gloria in Excelsis Deo" y el "Te decet laus" aparentemente son vestigios de estas inspiraciones primitivas.
En la actualidad los elementos que componen el Oficio Divino parecen más numerosos, pero se derivan, por los cambios graduales, de los elementos primitivos. Como se desprende de los textos de los Hechos citados arriba, los primeros cristianos conservaron la costumbre de ir al Templo a la hora de la oración. Pero tenían también sus reuniones o sinaxis en casas particulares para la celebración de la Eucaristía y de los sermones y exhortaciones. Pero la sinaxis eucarística pronto conllevó otras oraciones; la costumbre de ir al Templo desapareció; y los abusos del partido judaizante obligaron a los cristianos a separarse más claramente de los judíos y sus prácticas de culto. A partir de entonces la liturgia cristiana rara vez tomó prestado del judaísmo.
Desarrollo
El desarrollo del Oficio Divino fue probablemente de la siguiente manera: La celebración de la Eucaristía era precedida por la recitación de los Salmos y las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento. Esta era llamada la Misa de los catecúmenos, que ha sido preservada casi en su forma original. Probablemente esta parte de la Misa fue la primera forma del Oficio Divino, y, al principio, las vigilias y la sinaxis eucarística eran una. Cuando el servicio eucarístico no se celebraba, la oración se limitaba a la recitación o cántico de los Salmos y las lecturas de la Escritura. Las vigilias así separadas de la Misa se convirtieron en un oficio independiente.
Durante el primer período el único oficio celebrado en público era la sinaxis eucarística con vigilias que la precedían, pero que formaban con ella un conjunto. En esta hipótesis la Misa de los catecúmenos sería el núcleo original de todo el Oficio Divino. La sinaxis eucarística que comenzaba al atardecer no terminaba hasta el amanecer. Las vigilias, independientemente del servicio eucarístico, se dividían naturalmente en tres partes: el comienzo de las vigilias, u Oficio del atardecer, las vigilias propiamente dichas, y el final de la vigilia u Oficio matutino. Pues cuando las vigilias eran todavía el único Oficio y se celebraban sólo raramente, continuaban durante gran parte de la noche. Así, el Oficio que hemos llamado el Oficio de la tarde o vísperas, el de la medianoche, y el de la mañana, llamado maitines primero y luego laudes, fueron originalmente un solo Oficio. Si se rechaza esta hipótesis, se debe admitir que al principio había sólo un oficio público, las vigilias. El servicio del atardecer, vísperas, y el de la mañana, maitines o laudes, fueron gradualmente separados de él. Durante el día, tercia, sexta y nona, horas usuales de oraciones privadas tanto entre los judíos como entre los primeros cristianos, se convirtieron luego en las horas, así como las vísperas o laudes. Las completas aparecen como una repetición de las vísperas, primero en el siglo IV (vea completas). Prima es la única hora cuyo origen y fecha precisos se desconocen ---a finales del siglo IV (vea prima).
De todos modos, durante el curso del siglo V, el Oficio se componía, como hoy día, de un Oficio nocturno, es decir, vigilias ---luego maitines--- y los siete oficios del día: laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas. En las “Constituciones Apostólicas” leemos: "Precationes facite mane, hora tertia, sexta, nona, et vespere atque galli cantu" (VIII, IV). Tales eran las horas como existían entonces. Sólo se omiten prima y completas, las cuales se originaron no antes de finales del siglo IV, y cuyo uso se extendió sólo gradualmente. Los elementos de los que se componen esas horas al principio fueron pocos, idénticos a los de la Misa de catecúmenos, Salmos recitados o cantados ininterrumpidamente (tracto) o por dos coros (antífonas) o por un cantor alternando con el coro (responsorios y versículos); lecturas (del Antiguo y del Nuevo Testamento, origen de las capítulas [1]), y oraciones (vea Breviario).
Este desarrollo del Oficio Divino, en lo que se refiere a la liturgia romana, se completó a finales del siglo VI. Los cambios posteriores no fueron en puntos esenciales, sino más bien adiciones de importancia, como las antífonas a la Virgen al final de ciertos Oficios, los asuntos del calendario, y Oficios opcionales, como los del sábado (ver Pequeño Oficio de Nuestra Señora), o de los difuntos (vea Oficio de Difuntos), y la celebración de nuevas fiestas, etc. La influencia del Papa San Gregorio I Magno en la formación y fijación del Antifonario Romano, influencia que se ha cuestionado, ahora parece segura (vea "Dict. d'archeol. et de liturgie ", s.v. "Antiphonaire").
Mientras que permitía cierta libertad en cuanto a la forma exterior del Oficio (por ejemplo, la libertad que gozaban los monjes de Egipto y más tarde San Benito en la constitución del Oficio benedictino), la Iglesia insistió desde la antigüedad en su derecho a supervisar la ortodoxia de las fórmulas litúrgicas. El Concilio de Milevis (416) prohibió cualquier fórmula litúrgica no aprobada por un concilio o por una autoridad competente (cf. Labbe, II, 1540). Los concilios de Vannes (461), Agde (506), Epaon (517), Braga (563), Toledo (especialmente el cuarto concilio) promulgaron decretos similares para la Galia y España. En los siglos V y VI varios hechos (vea Canon de la Misa) nos dieron a conocer los derechos reclamados por los Papas en materia litúrgica. El mismo hecho se establece por la correspondencia de San Gregorio I. Bajo sus sucesores la liturgia romana tiende gradualmente a sustituir a las demás, y esto es una prueba adicional del derecho de la Iglesia a controlar la liturgia (una tesis bien establecida por Dom Guéranger en su "Instituciones liturgiques", París, 1883, y en su carta al arzobispo de Reims sobre la ley litúrgica, op. cit., III, 453 ss).
Desde el siglo XI, bajo el Papa San Gregorio VII y sus sucesores, esta influencia aumentó gradualmente (Bäumer-Biron, "Hist. Du Bréviaire", especialmente II, 8, 22 ss.). Desde el Concilio de Trento, la reforma de los libros litúrgicos entra en una nueva fase. Roma se convierte, bajo los Papas Pío IV, San Pío V, Gregorio XIII, Sixto V, Gregorio XIV, Urbano VII y sus sucesores, Benedicto XIV, en la escena de una laboriosa empresa: la reforma y corrección del Oficio Divino, lo que resultó en la costumbre moderna, con todas las rúbricas y reglas para la recitación del Oficio Divino y su obligación, y en la reforma de los libros litúrgicos, corregidos de acuerdo con las decisiones del Concilio de Trento y solemnemente aprobados por los Papas (Bäumer-Biron, “Hist. Du Bréviaire”).
NOTA:
[1] capítula: f. Rel. Pasaje de la Sagrada Escritura que se reza en todas las horas del Oficio Divino después de los Salmos y las antífonas, excepto en maitines.
Bibliografía
BONA, De divina Psalmodia, II, par. 1; THOMASSIN, De vet. eccl. disc., Part I, II, LXXI-LXXVIII; GRANCOLAS, Traité de la messe et de l'office divin (París, 1713); MACHIETTA, Commentarius historico-theologicus de divino officio (Venecia, 1739); PIANACCI, Del offizio divino, trattato historico-critico-morale (Roma, 1770); De divini officii nominibus et definitione, antiquitate et excellentia in ZACCARIA, Disciplina populi Dei in N. T., 1782, I, 116 ss.; MORONI, Dizionario di erudizione storico ecclesiastica, LXXXII, 279 ss.; BÄUMER-BIRON, Histoire du Bréviaire (París, 1905), passim; CABROL, Dict. d'archéol. et de liturgie, s. vv. Antiphonaire, Bréviaire; GAVANTI, Compendio delle cerimonie ecclesiastiche, la parte dedicada a las rúbricas del Breviario, secciones sobre la obligación, omisión y en general todos los asuntos concernientes a la recitación del Oficio; ROSKOVÁNY, De coelibatu et Breviario (Budapest, 1861); BATIFFOL, Origine de l'obligation personnelle des clercs à le récitation de l'office canonique in Le canoniste contemporain, XVII (1894), 9-15; IDEM, Histoire du Bréviaire romain (París, 1893).
Fuente: Cabrol, Fernand. "Divine Office." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/11219a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina. rc