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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Basílides

De Enciclopedia Católica

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Su vida

El primero de los gnósticos alejandrinos; era natural de Alejandría y floreció bajo el gobierno de los emperadores Adriano y Antonino Pío, alrededor de 120-140 d.C. Eusebio y Teodoreto afirman que era alejandrino de nacimiento; de cara a cuya declaración, es poco probable la de San Epifanio, quien dice que fue un discípulo de Menandro en Antioquía, y sólo más tarde se trasladó a Alejandría. De su vida no sabemos nada, excepto que tenía un hijo llamado Isidoro, el cual siguió sus pasos. La observación en los Hechos de Arquelao (LV) que Basílides era "un predicador entre los persas" es casi seguramente el resultado de alguna confusión. Basílides inventó profetas para sí mismo llamados Barcabas y Barcof, y reclamaba haber recibido instrucciones verbales de San Matías Apóstol y ser un discípulo de Glaucias, un discípulo de San Pedro.

Su sistema

Como no quedan prácticamente ninguno de los escritos de Basílides y como no tenemos testigos contemporáneos gnósticos, hay que recoger la enseñanza de este patriarca del gnosticismo de las siguientes fuentes primitivas:

  • (a) San Ireneo,"Contra Haereses ", I, XXIV, escrito alrededor de 170;
  • (b) Clemente de Alejandría, "Stromata", 1.21, 11.6, 8, 20, IV.11, 12, 25, V.I, etc., escrito entre 208 - 210, y el llamado "Excerpta ex Theodoto" tal vez por la misma mano;
  • (c) San Hipólito de Roma, "Philosophumena", VII, escrito alrededor de 225;
  • (d) Pseudo-Tertuliano, "Contra todas las herejías", un pequeño tratado usualmente adjuntado a la "De Praescriptionibus" de Tertuliano, pero en realidad de otra mano, tal vez de Victorino de Pettau, escrito alrededor de 240 y basado en un “Compendium” no existente de Hipólito;
  • (e) Restos artísticos del gnosticismo tales como las gemas Abrasax, y restos literarios como la Pistis Sophia, cuya última parte probablemente se remonta a finales del siglo II y, aunque no estrictamente basilidiana, pero ilustra el gnosticismo alejandrino temprano.
  • (f) Fuentes posteriores son San Epifanio, "Adv. Haer.", XXIV, y Teodoreto, "Haer. Fab. Comp.", I, IV.

Lamentablemente, las descripciones del sistema de Basílides dadas por nuestros principales informantes, San Ireneo e Hipólito, son tan fuertemente divergentes que muchos las consideran totalmente irreconciliables. Según Ireneo, Basílides era al parecer un dualista y emanacionista, y de acuerdo a Hipólito, un evolucionista panteísta.

Visto desde el punto de vista de San Ireneo, Basílides enseñó que nous (mente) fue el primero del Padre por nacer; a partir de nous nació logos (razón); de logos, phronesis (prudencia); de phronesis, sophia (sabiduría) y dynamis (fuerza), y de phronesis y dynamis las virtudes, principados y arcángeles. El cielo fue hecho por estas huestes angelicales, sus descendientes hicieron el segundo cielo, y los descendientes de éstos, el tercero, y así sucesivamente hasta llegar al número 365. Por lo tanto el año tiene tantos días como hay cielos. Los ángeles, que sostienen el cielo visible o último, realizaron todas las cosas que están en el mundo y se repartieron entre ellos la tierra y las naciones sobre ella. El mayor de estos ángeles es el que se cree que es el Dios de los judíos. Y como él quería hacer de las otras naciones súbditas a la que era especialmente suya, los principados angélicos le presentaron la máxima resistencia; de ahí la aversión de todos los demás pueblos por dicha raza. El Padre por nacer y sin nombre, al ver su miserable situación, envió a su primogénito, Nous (y éste es el que es llamado Cristo) para liberar a aquellos que creerían en él desde el poder de los organismos angélicos que habían construido el mundo. Y para los hombres Cristo parecía ser un hombre y haber realizado milagros. Sin embargo, no fue Cristo quien sufrió, sino Simón de Cirene, quien se vio obligado a llevar la Cruz por él, y fue crucificado por error en lugar de Cristo. Al haber recibido Simón la forma de Jesús, y Jesús asumió la de Simón y se quedó allí y se rió de ellos. Simón fue crucificado y Jesús volvió a su Padre. A través de la gnosis (conocimiento) de Cristo las almas de los hombres se salvan, pero sus cuerpos perecen.

Por San Epifanio y Pseudo-Tertuliano podemos completar la descripción de esta manera: el dios supremo, es decir, el Padre por nacer, lleva el nombre místico Abrasax, como origen de los 365 cielos. Los ángeles que hicieron el mundo lo formaron a partir de la materia eterna; pero la materia es el principio de todo mal, y de ahí el desprecio de los gnósticos por ella y su cristología docética. Someterse al martirio con el fin de confesar el Crucificado es inútil, ya que es morir por Simón de Cirene, no por Cristo.

Hipólito describe la doctrina de Basílides como sigue: “Hubo un tiempo cuando no existía nada, ni materia ni forma, ni accidente; ni lo simple ni lo compuesto, ni lo incognoscible ni lo invisible, ni el hombre ni ángel, ni dios, ni ninguna de esas cosas, que son llamadas por nombres o percibidas por la mente o los sentidos. El Dios No-Ser (ouk en theos), que Aristóteles llama el pensamiento del pensamiento (noesis tes noeseos), sin conciencia, sin percepción, sin propósito, sin objetivo, sin pasión, sin deseo, tuvo la voluntad de crear el mundo. Digo «tuvo la voluntad”, continúa Hipólito, "sólo a modo de hablar, porque en realidad no tenía ni voluntad, ni ideas ni percepciones; y por la palabra ‘mundo’ no me refiero a este mundo real, que es el resultado de la extensión y la división, sino más bien la semilla del mundo. La semilla del mundo contenida en sí misma, como un grano de mostaza, todas las cosas que finalmente evolucionan, como las raíces, las ramas, las hojas surgen de la semilla del maíz." Por extraño que parezca esta semilla-mundo o toda-semilla (panspermia) sigue siendo descrita como el no ser. Es una frase de Basílides: "Dios es el no ser, incluso él, que hizo el mundo de lo que no era; no-ser hizo a no-ser."

Basílides rechazó claramente tanto la emanación como la eternidad de la materia. "¿Qué necesidad hay", dijo, "de la emanación o por qué aceptar ‘Hyle’ [ule, la materia], como si Dios hubiese creado el mundo como la araña teje su hilo o como un hombre mortal moldea el metal o la madera. Dios habló y todo fue; lo cual Moisés expresa así: ‘sea la luz y fue la luz’”. Esta frase tiene un tono cristiano, pero no debemos olvidar que para Basílides Dios era la negación absoluta. Él no pudo encontrar palabras suficientes para poner de manifiesto la absoluta inexistencia de Dios; Dios no es ni siquiera el "indecible" (arreton), simplemente no es. De ahí la la denominación popular de oukontiani para la gente que siempre hablaban de Oukon, No-Ser. La dificultad radica en la colocación de la transición real del No-Ser al Ser. Se suponía que probablemente consistiese en la sperma o semilla, que en un aspecto era No-Ser, y en el otro, la toda-semilla del mundo múltiple. La panspermia contenía en sí misma una triple filiación, Hyiotes (uiotes): un compuesto de elementos refinados, Leptomeres (leptomeres), un segundo de elementos más toscos, Paquimeres (pachumeres), y un tercero que necesitaba purificación, Apokatharseos deomenon (apokatharseos deomenon).

Estas tres filiaciones a la larga llegan al Dios No-Ser, pero cada una le llega de una manera diferente. La primera filiación se levantó de inmediato y voló con la rapidez del pensamiento al Dios No-Ser. La segunda, que permanecía todavía en la panspermia, quiso imitar a la primera filiación y elevarse; pero al ser tan burda y pesada, fracasó. Tras lo cual la segunda filiación toma alas para sí misma, que son el Espíritu Santo, y con esta ayuda casi llega hasta el Dios No-Ser. Pero cuando se acerca, el Espíritu Santo, que es de una sustancia diferente a la de la segunda filiación, no puede ir más lejos, pero conduce a la segunda filiación cerca de la primera filiación y se marcha. Sin embargo, no vuelve vacío, sino que como una vasija llena de ungüento, retiene el dulce olor de filiación; y se convierte en el “Espíritu Fronterizo” (methorion pneuma), entre lo supramundano y lo mundano donde todavía permanece la tercera filiación en la panspermia. Ahora surgió allí de la panspermia el gran arconte, o gobernante, el cual corrió hacia arriba hasta llegar al firmamento, y pensando que no había nada más allá, y sin conocer a la tercera filiación, todavía contenida en la panspermia, se creyó señor y maestro de todas las cosas. Se creó para sí mismo un hijo a partir del cúmulo de la panspermia; ese era Cristo, y al quedar sorprendido por la belleza de su hijo, que era mayor que su Padre, lo hizo sentar a su diestra; y con él creó los cielos etéreos, que llegan hasta la Luna. El ámbito donde el gran arconte gobierna, es decir, el cielo más alto, cuyo límite inferior es el plano donde la luna gira, se llama la ogdóada.

El mismo proceso se repite y tenemos un segundo arconte y su Hijo y la esfera donde gobierna es la hebdómada, debajo de la ogdóada. Por último, la tercera filiación debe ser elevada al Dios No-Ser, lo cual se llevó a cabo a través del Evangelio. El arconte de la ogdóada había reinado desde Adán hasta Moisés ( Rom. 5,14); el arconte de la hebdómada había reinado desde Moisés y los profetas, o Dios de los judíos. Ahora en el tercer período el Evangelio debe reinar. Este Evangelio se dio a conocer por primera vez a partir de la primera filiación por medio del Espíritu Santo al hijo del arconte de la ogdóada; el Hijo le contó a su padre, quien se quedó atónito y temblaba, y reconoció su orgullo de creerse la deidad suprema. El hijo del arconte de la ogdóada le dice al hijo del arconte de la hebdómada, y de nuevo le dice a su padre. Así, ambas esferas, incluidos los 365 cielos y su arconte principal, Abrasax, conocen la verdad. Este conocimiento es ahora transmitido a través de la hebdómada a Jesús, el Hijo de María, que a través de su vida y muerte redimió a la tercera filiación, es decir: lo que es material debe volver al caos, lo que es psíquico a la hebdómada, lo que es espiritual el Dios No-Ser. Cuando la tercera filiación es así redimida, el Dios Supremo derrama una feliz ignorancia sobre todo lo que es y que lo seguirá siendo para siempre. Esto se llama "la restauración de todas las cosas".

Clemente de Alejandría nos brinda unos pocos vislumbres del lado ético del sistema. Nominalmente, la fe fue hecha el comienzo de la vida espiritual; sin embargo, no fue una sumisión libre del intelecto, sino un mero don natural del entendimiento (gnosis) concedido al alma antes de su unión con el cuerpo y que algunos poseen y otros no. Pero si la fe es sólo una cualidad natural de algunas mentes, qué necesidad hay de un Salvador, pregunta Clemente; y Basílides respondería que la fe es una fuerza latente que sólo manifiesta su energía a través de la venida del Salvador, como un rayo de luz enciende la nafta. El pecado no fue el resultado del abuso del libre albedrío, sino simplemente el resultado de un principio malo innato. Todo sufrimiento es un castigo por el pecado; aun cuando un niño sufre, este es el castigo de su propio pecado, es decir, el principio del mal latente en su interior; es inmaterial el que este principio que mora dentro no haya tenido oportunidad de manifestarse. Las persecuciones sufridas por los cristianos tenían como único objeto el castigo de sus pecados.

Toda la naturaleza humana fue así viciada por lo pecaminoso; cuando se le presionó fuertemente Basílides incluso llamó a Cristo un hombre pecador, pues sólo Dios es justo. Visto de otro modo, el mal era una especie de excrecencia en el alma racional, el resultado de una perturbación y confusión inicial. "Todo su sistema", dice Clemente, "es una confusión de la panspermia (todo-semilla) con el phylokrinesis (diferencia en especie) y el retorno de las cosas así confundidas a sus propios lugares." San Ireneo y San Epifanio le reprochan a Basílides la inmoralidad de su sistema, y San Jerónimo llama a Basílides un amo y maestro de orgías. Es probable, sin embargo, que Basílides estuviese personalmente libre de la inmoralidad y que esta acusación no fuese cierta ni del maestro ni de ninguno de sus seguidores. No puede haber duda de que el basilidianismo, junto con otras formas de gnosticismo, eventualmente llevó a una inmoralidad grave. Clemente de Alejandría y San Epifanio han preservado para nosotros un pasaje de los escritos del hijo y sucesor de Basílides, que aconseja la satisfacción libre de los deseos sensuales con el fin de que el alma pueda hallar paz en la oración. Y es notable que San Justino Mártir en su primera Apología (XXVI), es decir, tan temprano como 150-155, les sugiere a los emperadores romanos que, posiblemente, los gnósticos son culpables de las inmoralidades de las que se acusa falsamente a los cristianos. Es cierto que en este pasaje él menciona por su nombre sólo a Simón, Menandro y Marción por su nombre; pero el pasaje es de tono general, y en otros lugares siguen en la lista Valentino, Basílides y Saturnino.

Escritos

Bibliografía

Buonaiuti, Lo Gnosticismo (Roma, 1907); Duchesne, Hist. ancienne de l'Église (3ª. ed., París, 1907), I, XI, s.v. La Gnose et le Marcionisme; Bareille in Dict. de theol. Cath., s. vv. Abrasax, Basilide; Leclercq, Dict. d'arch. Chret., s.v. Abrasax; Bardenhewer, Gesch. der altkirch. Lit. (Friburgo, 1902), I; King, The Gnostics and Their Remains (2da. ed., Londres, 1887); Mead, Fragments of a Faith Forgotten (Londres y Benares, 1900); Hort in Dict. Christ. Biog., I, 268-281; Mansel, Gnostic Heresies; De Groot, Basilides als erster Zeuge fur das N. T. (Leipzig, 1868); Urlhorn, Das Basilidianische System (Gottingen, 1855).

Fuente: Arendzen, John. "Basilides." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/02326a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.