Diferencia entre revisiones de «Naturaleza y Atributos de Dios»
De Enciclopedia Católica
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Revisión de 14:49 9 ago 2016
Contenido
Dios, según Conocido a Través de la Razón Natural
(EL DIOS DE LOS FILÓSOFOS)
Después de haber establecido por inferencia inductiva la auto-existencia de una Causa Primera personal distinta de la materia y de la mente humana (Vea el artículo Existencia de Dios), ahora procedemos mediante el análisis deductivo a examinar la naturaleza y atributos de este Ser en la medida requerida por nuestro alcance filosófico limitado. En consecuencia, trataremos sobre:
- la infinitud,
- la unidad o unicidad, y
- la simplicidad de Dios, y añadiremos
- algunas observaciones sobre la personalidad divina.
Infinitud de Dios
(A) Cuando decimos que Dios es infinito, queremos decir que Él es ilimitado en toda clase de perfección o que todas las perfecciones concebibles le pertenecen a Él en la más alta forma concebible. En un sentido diferente a veces hablamos, por ejemplo, de un tiempo o espacio infinito, denotando con ello un tiempo de duración tan indefinida o un espacio de extensión tan indefinida que no podemos asignar cualquier límite fijo a uno u al otro. Se debe tener cuidado de no confundir estos dos esencialmente diferentes significados del término. El tiempo y el espacio, al estar compuestos de partes de duración o extensión, son esencialmente finitos en comparación con la infinitud de Dios. Ahora afirmamos que Dios es infinitamente perfecto en el sentido explicado, y que su infinitud es deducible a partir de su propia existencia. Para un ser existente por sí mismo, si limitado en absoluto, podría ser limitado sólo por sí mismo; estar limitado por otro implicaría la dependencia causal sobre ese otro, que la misma noción de auto-existencia excluye. Pero el auto-existente no puede ser concebido como limitándose a sí mismo, en el sentido de restringir su perfección del ser, sin dejar de ser auto-existente. Sea lo que sea, lo es necesariamente; su propia esencia es la única razón o explicación de su existencia, por lo que su forma de existencia debe ser tan inmutable como su esencia, y el sugerir la posibilidad de un aumento o disminución de la perfección sería sugerir la absurdidad de una esencia cambiante. Entonces, sólo queda decir que cualquier perfección que sea compatible con su esencia es realmente ejecutada en un ser auto-existente; pero como no hay perfección concebible como tal ---es decir, ninguna expresión de ser positivo como tal--- que no es compatible con la esencia del auto-existente, se deduce que el auto-existente debe ser infinito en toda perfección. Pues la auto-existencia misma es ser positivo absoluto y ser absoluto no puede contradecir, y por lo tanto no puede limitar, ser positivo.
(B) Esta conclusión general, y reconocidamente muy abstracta, así como el razonamiento que la sostiene, se hace más inteligible mediante una breve ilustración específica de lo que implica:
(1) Cuando, al hablar del Infinito, le atribuimos todas las perfecciones concebibles a Él, no debemos olvidar que los predicados que empleamos para describir las perfecciones derivan su significado y connotación, en primera instancia, de su aplicación a seres finitos; y al reflexionar se ve que debemos distinguir entre diferentes tipos de perfecciones, y que no podemos sin contradicción palpable atribuir de la misma manera todas las perfecciones de las criaturas a Dios. Algunos perfecciones son tales que incluso en abstracto, implican necesariamente o connotan finitud del ser o imperfección; mientras que otras necesariamente por sí mismas no connotan la imperfección. A la primera clase pertenecen todas las perfecciones materiales ---extensión, sensibilidad y similares--- y ciertas perfecciones espirituales como la racionalidad (a diferencia de la simple inteligencia); a la segunda clase pertenecen perfecciones tales como la veracidad, la bondad, la inteligencia, la sabiduría, la justicia, la santidad, etc. Ahora bien, aunque no se puede decir que Dios se extiende infinitamente, o que siente o razona de una manera infinita, se puede decir que Él es infinitamente bueno, inteligente, sabio, justo, santo, etc. ---en otras palabras, mientras las perfecciones de la segunda clase se le atribuyen a Dios formalmente (es decir, sin ningún cambio en el sentido propio de los predicados que las expresan), las de la primera clase sólo se le puede atribuir y eminente y equivalentemente, (es decir, cualquier ser positivo que expresen pertenece a Dios como su causa de una forma mucho más alta y más excelente que a las criaturas en las que existen de manera formal). Por medio de esta importante distinción, que los agnósticos rechazan o descuidan, somos capaces de pensar y hablar de lo infinito sin ser culpables de contradicción, y el hecho de que los hombres ---incluso los agnósticos mismos cuando bajan la guardia--- generalmente reconocen y utilizan la distinción, es la mejor prueba de que es pertinente y bien fundada. En última instancia, es sólo otra forma de decir que, dada una causa infinita y efectos finitos, cualquiera perfección pura que se descubra en los efectos debe existir primero en la causa (via affirmationis ) y, al mismo tiempo que cualquier imperfección que se descubra en los efectos debe ser excluida de la causa (via negationis vel exclusionis). Estos dos principios no se contradicen, sino que sólo se equilibran y corrigen entre sí.
(2) Sin embargo, a veces los hombres son guiados por una tendencia natural a pensar y hablar de Dios como si fuese una criatura magnificada ---más especialmente un hombre magnificado--- y a esto se le conoce como antropomorfismo. Por lo tanto se dice que Dios ve u oye, como si tuviese órganos físicos, o que está enojado o triste, como si estuviese sujeto a las pasiones humanas; y este uso de la metáfora más o menos inevitable y perfectamente legítimo a menudo se alega bastante injustamente que prueba que el estrictamente Infinito es impensable e incognoscible, y que es realmente un Dios antropomórfico finito que los hombres adoran. Pero cualquiera que sea la verdad que pueda haber en este cargo en su aplicación a las religiones politeístas, o incluso a las creencias teístas de mentes rudas e incultas, es falso e injusto cuando se dirige contra el teísmo filosófico. Las mismas razones que justifican y recomiendan el uso del lenguaje metafórico en otras conexiones lo justifican y recomiendan aquí, pero ningún teísta de inteligencia promedio piensa nunca en comprender literalmente las metáforas que aplica, u oye aplicadas por otros a Dios, no más que él intenta hablar literalmente cuando llama león a un hombre valiente, o zorro a un ser astuto.
(3) Finalmente se debe observar que, mientras se predican puras perfecciones literalmente tanto de Dios como de las criaturas, siempre se entiende que estos predicados son verdaderos en un sentido infinitamente más elevado de Dios que de las criaturas, y que no hay intención de coordinar o clasificar a Dios con las criaturas. Esto se expresa técnicamente al decir que todo nuestro conocimiento de Dios es analógico, y que todos los predicados aplicados a Dios y a las criaturas se utilizan analógicamente, no de manera unívocamente. Puedo mirar un retrato o a su original viviente, y decir de cualquiera, con la verdad literal, que es un bello rostro; y este es un ejemplo de predicación analógica. La belleza se percibe literal y realmente tanto en el retrato como en su original viviente, y conserva su significado adecuado como aplicado a cualquiera de los dos; hay suficiente semejanza o analogía para justificar la predicación literal, pero no hay esa semejanza o identidad perfecta entre la belleza pintada y la viva que implicaría la predicación unívoca perfecta. Y del mismo modo en el caso de Dios y las criaturas. Lo que contemplamos directamente es el retrato de Él pintado, por así decirlo, por sí mismo en el lienzo del universo y que exhibe en un grado finito diversas perfecciones, que, sin perder su significado apropiado para nosotros, se observa que son capaces de ser percibidas en un grado infinito; y nuestra razón nos obliga a inferir que deben ser y así percibidas en Aquel que es su causa última.
De ahí que admitimos, en conclusión, que nuestro conocimiento del Infinito es inadecuada y así necesariamente, ya que nuestras mentes sólo son finitas. Pero esto es muy diferente de la afirmación agnóstica de que el Infinito es del todo incognoscible, y que las declaraciones de los teístas respecto a la naturaleza y atributos de Dios son sólo simples contradicciones. Es solo ignorando las bien reconocidas reglas de predicación que acaban de ser explicadas, y por lo tanto, por la incomprensión y la tergiversación de la posición teísta, que los agnósticos logran dar un aire de plausibilidad superficial a su propia filosofía de la negación en blanco. Cualquiera que entienda esas reglas, y haya aprendido a pensar con claridad, y confíe en su propia razón y el sentido común, encontrará fácil conocer y refutar argumentos agnósticos, la mayoría de los cuales, en principio, han sido anticipados en lo que precede. Sólo se necesita hacer aquí una observación general: que los principios a los que el filósofo agnóstico debe apelar en su intento de invalidar el conocimiento religioso, de ser aplicados de manera consistente, invalidarían todo el conocimiento humano y conducirían al escepticismo universal, ---y es seguro decir que, a menos que escepticismo absoluto se convierta en la filosofía de la humanidad, el agnosticismo nunca suplantará a la religión.
Unidad o Unicidad de Dios
Obviamente, sólo puede haber un ser infinito, un solo Dios. Si existiesen varios, ninguno de ellos sería realmente infinito, porque, pues para tener pluralidad de naturalezas en absoluto, cada uno debería tener alguna perfección no poseída por los otros. Esto será fácilmente concedido por todo aquel que admite la infinitud de Dios, y no hay necesidad de retrasar el desarrollo de lo que es perfectamente claro. Cabe señalar, sin embargo, que algunos filósofos teístas prefieren deducir la unicidad de la auto-existencia y la infinitud de ambas combinadas, y en una cuestión tan abstracta no es sorprendente que deban surgir pequeñas diferencias de opinión. Pero hemos seguido lo que nos parece ser la línea más simple y más clara del argumento. El argumento metafísico por el cual la unicidad, a diferencia de la infinitud, se deduce de la auto-existencia parece ser muy oscura, mientras que por otro lado la infinitud, a diferencia de la unicidad, parece estar claramente implícita en la auto-existencia como tal. Si por ejemplo, se pregunta: ¿Por qué no puede haber varios seres auto-existentes? La única respuesta satisfactoria, según nos parece, es la siguiente: Porque un ser auto-existente como tal es necesariamente infinito, y no puede haber varios infinitos. La unidad de Dios como la causa primera también se podría inferir inductivamente a partir de la unidad del universo tal como lo conocemos; pero como se podría sugerir, y no podría ser refutado, que puede haber otro, o incluso varios universos, de los cuales no tenemos conocimiento, este argumento no sería absolutamente concluyente.
Simplicidad de Dios
Dios es una substancia o ser simple, que excluye toda clase de composición, física o [[metafísica]. La composición física o real es substancial o accidental ---substancial, si el ser en cuestión consiste de dos o más principios substanciales que forman parte de un todo compuesto, como por ejemplo, el hombre, que consiste de cuerpo y alma; accidental, si el ser en cuestión, aunque simple en su sustancia (como es el alma humana), es capaz de poseer perfecciones accidentales (como los pensamientos reales y la volición del alma del hombre) no idénticas necesariamente con su sustancia. Ahora bien, está claro que un ser infinito no puede ser substancialmente compuesto, ya que esto significaría que el infinito está formado por la unión o la adición de partes finitas ---una plena contradicción en los términos. Tampoco puede atribuirse composición accidental al infinito ya que incluso esto implicaría una capacidad para una perfección aumentada, que la noción misma de infinito excluye. No hay, por lo tanto, y no puede haber cualquier composición física o real en Dios.
Tampoco puede haber ese tipo de composición que se conoce como metafísica, y que resulta de "la unión de diversos conceptos que se refieren a la misma cosa real de tal manera que ninguno de ellos por sí mismo significa ya sea explícita o incluso implícitamente toda la realidad significada por su combinación". Así todo ser contingente real es un compuesto metafísico de la esencia y existencia, y el hombre, en particular, de acuerdo con la definición, es un compuesto de animal y racional. La esencia como tal en relación con un ser contingente implica simplemente su concebimiento o posibilidad, y abstractos de su existencia real; se debe añadir la existencia como tal antes que podamos hablar del ser como real. Pero esta distinción, con la composición que implica, no se puede aplicar al ser auto-existente o infinito en el que esencia y existencia están completamente identificados.
Decimos de un ser contingente que tiene una cierta naturaleza o esencia, pero del auto-existente decimos que es su propia naturaleza o esencia. Por lo tanto, en Dios no hay composición de esencia y existencia ---o de potencia y acto---, ni tampoco se le puede atribuir la composición de género y diferencia específica, implícita por ejemplo, en la definición de hombre como animal racional. Dios no puede ser clasificado o definido, como se clasifican y definen los seres contingentes; pues no hay aspecto de ser en el que Él sea perfectamente similar a lo finito, y, por lo tanto, no hay género en el cual Él pueda ser incluido. De esto se deduce que no podemos conocer a Dios adecuadamente en la forma en que Él se conoce a sí mismo, pero no, como sostiene el agnóstico, que nuestro conocimiento inadecuado no sea verdadero hasta donde llega. Al hablar de un ser que trasciende las limitaciones de la definición lógica formal, nuestras propuestas son una expresión de la verdad real, siempre que lo que digamos sea en sí mismo inteligible y no contradictorio en sí mismo; y no hay nada ininteligible o contradictorio en lo que los teístas predican de Dios. Es cierto que ningún único predicado es adecuado o exhaustivo como una descripción de su perfección infinita, y que es necesario emplear una multitud de predicados, como si a primera vista la infinitud pudiese alcanzarse por multiplicación. Pero, al mismo tiempo, reconocemos que esto no es así ---al ser repugnante a la simplicidad divina; y que mientras que la verdad, la bondad, la sabiduría, la santidad y otros atributos, como los concebimos y definimos expresan perfecciones que son formalmente distintas, sin embargo, tal como se aplican a Dios todas ellos son en última instancia idénticas en significado y describir la misma realidad última –el único ser infinitamente perfecto y simple.
Personalidad Divina
Cuando decimos que Dios es un ser personal denotamos que Él es inteligente y libre y distinto al universo creado. Tal personalidad expresa perfección, y si la personalidad humana como tal connota imperfección, se debe recordar que, como en el caso de predicados similares, esta connotación se excluye cuando le atribuimos personalidad a Dios. Es principalmente por vía de oposición al panteísmo que el filósofo teísta enfatiza la personalidad divina. La personalidad humana, tal como la conocemos, es uno de los datos primarios de la conciencia, y es una de esas perfecciones creadas que se deben percibir formalmente (aunque sólo analógicamente) en la primera causa. Pero el panteísmo requeriría que negásemos la realidad de cualquier tal perfección, ya sea en las criaturas o en el Creador, y esta es una de las objeciones fundamentales a cualquier forma de enseñanza panteísta. En cuanto al misterio de la Trinidad o tres personas divinas en Dios, que se puede conocer sólo por la revelación, es suficiente decir aquí que adecuadamente comprendido el misterio no contiene ninguna contradicción, sino por el contrario, añade mucho que es muy útil a nuestro conocimiento inadecuado del infinito.
Dios, según Conocido a Través de la Fe
EL DIOS DE LA REVELACIÓN
Eternidad
Atributos o Perfecciones Divinas
Eternidad
Inmensidad y Ubicuidad
Inmutabilidad
Atributos Divinos
Fuente: Toner, Patrick. "The Nature and Attributes of God." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. 8 Aug. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/06612a.htm>.
Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina