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Viernes, 22 de noviembre de 2024

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(ALESSANDRO FARNESE)
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o '''PAPA PABLO III''' (ALESSANDRO FARNESE)  
  
Nacido en Roma o Canino, el 29 de febrero de 1468; Electo, el 12 de octubre de 1534; muerto en Roma, el 10 de Noviembre de 1549. Los Farnese constituían una antigua, familia romana cuyas posesiones se agrupaban alrededor del lago en Bolsena. A pesar de contarse entre la aristocracia romana, aparecen en la historia asociados con las villas de Viterbo y Orvieto. Entre los testigos del Tratado de Venecia entre Barbaroja y el papado, encontramos la firma de un Farnese como Rector de Orvieto; un obispo Farnese consagró su catedral. Durante los interminables conflictos feudales que distraían la vida peninsular, los Farnese eran consistentemente del bando Guelfo. El abuelo del futuro pontífice fue comandante en jefe de los ejércitos papales bajo el mando de Eugenio IV; su hijo mayor pereció en la batalla de Fornuovo; el segundo, Pier Luigi, casó con Giovannella Gaetani, hermana del Señor de Sermoneta. Entre sus hijos estaban la hermosa Giulia, que casó con un Orsini, y Alessandro, posteriormente Pablo III.
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Nació en [[Roma]] o Canino el 29 de febrero de 1468; fue [[Elecciones Papales|electo]] [[Papa]] el 12 de octubre de 1534; murió en Roma el 10 de noviembre de 1549. Los Farnese eran una antigua [[familia]] romana cuyas posesiones se agrupaban alrededor del lago en Bolsena. A pesar de pertenecer a la aristocracia romana, aparecen primero en la historia asociados con [[Viterbo]] y [[Orvieto]]. Encontramos la firma de un Farnese como Rector de Orvieto entre los testigos del Tratado de [[Venecia]] entre Barbarossa y [[El_Papa|el Papa]]; un [[obispo]] Farnese [[Consagración|consagró]] su [[catedral]]. Durante las interminables enemistades que distraían la vida peninsular, los Farnese eran consistentemente del bando [[Güelfos|güelfo]]. El abuelo del futuro pontífice fue comandante en jefe de los ejércitos papales bajo el mando de [[Eugenio IV]]; su hijo mayor pereció en la batalla de Fornuovo; el segundo, Pier Luigi, se casó con Giovannella Gaetani, hermana del Lord de Sermoneta. Entre sus hijos estaban la hermosa Giulia, que se casó con un Orsini, y [[Alejandro|Alejandro]], posteriormente Paulo III.  
  
Alessandro recibió la mejor educación que su tiempo podía ofrecer; primero en Roma, donde tuvo a Pomponio Leto por tutor; después en Florencia en el palacio de Lorenzo el Magnífico, donde forjó su amistad con el futuro León X, quien le llevaba seis años de edad. Sus contemporáneos alaban su dominio en todos los campos del saber del Renacimiento, especialmente su maestría del Latín clásico y el Italiano. Con tales ventajas de origen y talento, su avance en la carrera eclesiástica fue rápida y segura. El 20 de Septiembre ( Eubel), fue  designado por Alejandro VI cardenal-decano con el título SS Cosme y Damián. Portó la púrpura por más de cuarenta años, pasando a través de varias promociones, hasta llegar a Rector del Sagrado Colegio. En concordancia con los abusos de su tiempo, acumuló numerosos beneficios opulentos, y gastó su inmensos ingresos con una generosidad que le ganaron el aprecio de artistas y el afecto del populacho romano. Su habilidad innata y talento diplomático, adquirido por su larga experiencia, le hicieron sobresalir por encima de sus colegas en el Sagrado Colegio, aún su Palazzo Farnese excedía en magnificencia a todos los otros palacios de Roma.  El hecho de continuar creciendo a favor bajo pontífices tan diferentes en personalidad como los Borgia, Roveray los papas Médici es prueba suficiente de su tacto.
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Alejandro recibió la mejor [[educación]] que su tiempo podía ofrecer; primero en Roma, donde tuvo a Pomponio Leto por tutor; después en Florencia en el palacio de Lorenzo el Magnífico, donde forjó su amistad con el futuro [[Papa León X|León X]], quien era seis años mayor que él.   Sus contemporáneos alaban su aprovechamiento en todos los campos del saber del [[Renacimiento]], especialmente su dominio del latín clásico y el italiano. Con tales ventajas de origen y talento, su avance en la carrera eclesiástica fue rápido y seguro. El 20 de septiembre de 1493 (Eubel), el [[Papa Alejandro VI]] lo nombró [[cardenal]]-[[diácono]] con el título de [[Santos|Santos]] Cosme y Damián. Portó la púrpura por más de cuarenta años, pasando a través de varias promociones, hasta llegar a decano del Sagrado Colegio. En concordancia con los abusos de su tiempo, acumuló numerosos [[beneficio]]s opulentos, y gastó sus inmensos ingresos con una generosidad que le ganaron el elogio de los artistas y el afecto del populacho romano. Su habilidad innata y talento diplomático, adquiridos por su larga experiencia, le hicieron sobresalir por encima de sus colegas en el Sagrado Colegio, así como su Palazzo Farnese excedía en magnificencia a todos los otros palacios de [[Roma]].  El hecho de continuar creciendo en favor bajo el mandato pontífices tan diferentes en carácter como los Borgia, Rovera y los [[Casa de Medici|Médici]] es [[prueba]] suficiente de su diplomacia.  
  
De hecho en dos previas ocasiones, estuvo a corta distancia de la tiara, cuando en el cónclave de 1534, casi sin la formalidad de una votación, fue proclamado sucesor de Clemente VII.  Hecho acreditable a su reputación y la buena voluntad de los cardenales, que las facciones que dividían al Sagrado Colegio concordaran en elegirle. Se le reconoció universalmente como el hombre del momento, y la piedad y ardor, que le caracterizaron después de ser ordenado sacerdote, causaron que los hombres olvidaran las extravagancias de sus años previos.  
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En dos ocasiones previas estuvo a corta distancia de la [[tiara]], cuando en el [[cónclave]] de 1534, casi sin la formalidad de una votación, fue proclamado [[Sucesión Apostólica|sucesor]] de [[Papa Clemente VII|Clemente VII]]El que las facciones que dividían al Sacro Colegio concordaran en elegirle se debió a su a su reputación y a la buena voluntad de los [[cardenal]]es. Se le reconoció universalmente como el [[hombre]] del momento, y la [[Virtud de la Religión|piedad]] y [[celo]], que le había caracterizado después de ser [[Órdenes Sagrados|ordenado]] [[sacerdote]], causaron que la gente olvidara las extravagancias de sus años previos.  
  
El pueblo de Roma se regocijó con la elección a la tiara del primer ciudadano de su ciudad desde Martín V. Pablo III fue coronado el 3 de Noviembre, y no perdió tiempo en enfocarse a las más urgentes reformas. No hay persona alguna, que habiendo estudiado su retrato por Tiziano pueda olvidar con facilidad la maravillosa expresión de ese semblante desgastado y demacrado.  Esos agudos ojos, y esa peculiar actitud de alguien presto para avanzar o contenerse, relatan la historia de un veterano diplomático que no podía ser engañado o tomado fuera de guardia. Su extrema cautela, y la dificultad de atarlo a un obligación definitiva, le ganó que Pasquino refiriera jocosamente que el tercero de los Pablos era un "Vas Dilationis."  El ascenso al cardenalato de sus nietos, Alejandro Farnese, de 14 años, y Guido Ascanio Sforza, de dieciséis, disgustó al partido reformista y atrajo una protesta del emperador, pero esto fue olvidado, cuando al poco tiempo,  introdujo al Sagrado Colegio hombres del calibre de Reginald Pole, Contantini, Sadoleto, y Caraffa.
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El pueblo romano se regocijó con la [[Elecciones Papales|elección]] a la tiara del primer ciudadano de su ciudad desde el [[Papa]] [[Papa Martín V|Martín V]]. Pablo III fue [[Coronación|coronado]] el 3 de noviembre, y no perdió tiempo en emprender las más urgentes reformas. Ninguno que haya estudiado el retrato que le hizo [[Ticiano]] puede olvidar la maravillosa expresión serena de ese semblante desgastado y demacrado.  Esos pequeños y penetrantes ojos, y esa peculiar actitud de alguien presto para avanzar o contenerse, relatan la historia de un veterano diplomático que no podía ser engañado o tomado fuera de guardia. Su extrema cautela y la dificultad de atarlo a una [[obligación]] definida, le ganó que Pasquino refiriera jocosamente que el tercero de los Pablos era un "Vas Dilationis."  El ascenso al cardenalato de sus nietos, [[Alejandro|Alejandro]] Farnese, de 14 años, y Guido Ascanio Sforza, de dieciséis, disgustó al partido reformista y atrajo una protesta del emperador, pero esto fue perdonado, cuando poco después introdujo al Sagrado Colegio a hombres del calibre de [[Reginald Pole]], Contantini, [[Jacopo Sadoleto|Sadoleto]], y [[Vicente Caraffa|Caraffa]].  
  
Poco después de su ascenso, el 2 de Junio de 1536, Pablo III convocó a un consejo general a reunirse en Mantua el Mayo siguiente, pero la oposición de los príncipes Protestantes y el rechazo del Duque de Mantua para asumir la responsabilidad de mantener el orden frustraron el proyecto. El expidió una nueva Bula, convocando a  consejo en Vicenza , el 1 de Mayo de 1538;  el principal obstáculo era la renovada enemistad entre Carlos V y Francisco I. El avejentado pontífice les indujo a sostener una conferencia en Niza concluyendo en una tregua de diez años. Como muestra de buena voluntad, una nieta de Pablo se casó con un príncipe francés, y el emperador entregó a su hija, Margarita en matrimonio, a Ottavio, el hijo de Pier Luigi, fundador de la dinastía Farnese de Parma.  
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Poco después de su ascenso, el 2 de junio de 1536, Pablo III convocó a un [[Concilios Generales|concilio general]] a reunirse en [[Mantua]] en mayo del siguiente año, pero la oposición de los príncipes [[Protestantismo|protestantes]] y la negativa del Duque de Mantua para asumir la responsabilidad de mantener el orden frustraron el proyecto.   Expidió una nueva [[Bulas y Breves|bula]], convocando un [[Concilio|concilio]] en [[Vicenza]] para el 1 de mayo de 1538, cuyo principal obstáculo fue la renovada enemistad entre [[Carlos V]] y [[Francisco I]]. [[El_Anciano|El anciano]] pontífice les indujo a sostener una reunión con él en Niza y concluyó una tregua de diez años. Como muestra de buena voluntad, una nieta de Pablo se casó con un príncipe francés, y el emperador entregó a su hija Margarita en matrimonio a Ottavio, el hijo de Pier Luigi, fundador de la dinastía Farnese de [[Parma]].  
  
Muchas causas contribuyeron a la demora de la apertura del consejo general. La extensión de poder que una Alemania reunificada pudiera colocar en manos de Carlos era intolerable a Francisco I, quien persiguiera la herejía en su propio reino con tanta crueldad que el mismo Papa apeló a él para mitigar su violencia, se convirtió en enemigo jurado de la Liga Esmalcáldica, estimulándolos a rechazar todas las aperturas a la reconciliación.
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Muchas causas contribuyeron a la demora de la apertura del [[Concilio|concilio]] general. La extensión de poder que una [[Alemania]] reunificada podría colocar en manos de [[Carlos|Carlos]] era intolerable a Francisco I, que él, que [[Persecución|perseguía]] la [[herejía]] en su propio reino con tanta crueldad que el mismo [[Papa]] le instó a mitigar su [[violencia]], se convirtió en aliado jurado de la [[Liga de Esmalcalda]], estimulándolos a rechazar todas las aperturas a la reconciliación. El mismo [[Carlos|Carlos]] no era en menor medida culpable, ya que, a pesar de sus deseos de reunir un [[Concilio|concilio]], se le hizo creer que las diferencias religiosas de Alemania podrían ser zanjadas por conversaciones entre los dos bandos. Estas conferencias, como todos los intentos de resolver las diferencias fuera de los canales normales de la [[Iglesia]], condujeron a una pérdida de tiempo, y causaron mucho más daño que bien. [[Carlos|Carlos]] tenía una [[Falsedad|falsa]] [[idea]] de los oficios de un [[Concilio|concilio]] general. En su deseo de unificar a todos los bandos, buscaba una fórmula vaga a la cual todos se pudieran suscribir, un relapso a los [[error]]es de los emperadores bizantinos. Por otro lado, un [[concilio]] de la [[Iglesia|Iglesia]] debía formular la [[fe]] con tal precisión que ningún [[Herejía|hereje]] se pudiera suscribir a ella. Tomó varios años convencer al emperador y sus asesores que el [[Católico|catolicismo]] y [[protestantismo]] era tan opuestos entre ellos como la luz y la oscuridad. 
  
El mismo Carlos no era en menor medida culpable, ya que, a pesar de sus deseos de reunir un consejo,  se le hizo creer que las diferencias religiosas de Alemania podrían ser resueltas por conferencias entre los dos bandos.  Estas conferencias, como todos los intentos de resolver las diferencias fuera de los canales normales de la Iglesia, condujeron a una pérdida de tiempo, causando mucho más daño que bien. Carlos tenía una falsa idea de los oficios de un consejo general. En su deseo de unificar a todos los bandos, se guió por una vaga fórmula a la cual todos se pudieran suscribir, un relapso a los errores de los emperadores Bizantinos. Un consejo de la Iglesia, por otra parte, debe formular la Fé con tal precisión que ningún hereje se pueda suscribir a la misma. Tomó varios años convencer al emperador y sus asesores en el tema que el Catolicismo y Protestantismo era tan opuestos entre ellos como la luz y la oscuridad.  Mientras Pablo III se dedicaba a reformar la corte papal con un vigor que pavimentó el camino a los cánones disciplinarios de Trento. Nombró comisiones para reportar abusos de cualesquier tipo; reformó la Cámara Apostólica, el Tribunal de la Rota, la Penitenciaría, y la Chancillería. Resaltó el prestigio del papado haciendo por si mismo lo que sus predecesores habrían reservado a la acción de un consejo.  En las constantemente recurrentes disputas entre Francisco y Carlos, Pablo III mantuvo una estricta neutralidad, a pesar de que Carlos le urgía que apoyara el imperio sometiendo a Francisco a la censura de la Iglesia. La actitud de Pablo como patriota italiano hubiera sido mas que suficiente para prevenirle  permitir al emperador de convertirse en el único árbitro de Italia.  Fue con el claro propósito de asegurar los dominios papales, así como el ennoblecimiento de su familia, que Pablo obtuvo de Carlos y de sus reacios cardenales la erección de Piacenza y Parma en un ducado para su hijo, Pier Luigi.  Desatando un feudo con Gonzaga, el Gobernador imperial de Milán, terminando posteriormente con el asesinato de Pier Luigi y el permanente distanciamiento de Piacenza de los Estados Papales.    
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Mientras tanto, Pablo III emprendió tan vigorosamente la reforma de la corte papal que pavimentó el camino a los cánones disciplinarios de [[Trento]]. Nombró comisiones para reportar abusos de cualquier tipo; reformó la Cámara Apostólica, el Tribunal de la [[Rota]], la Penitenciaria y la Cancillería. Resaltó el prestigio del [[Papado|papado]] haciendo por mismo lo que sus predecesores habían reservado a la acción de un [[Concilio|concilio]].  En las constantes y recurrentes disputas entre Francisco y [[Carlos|Carlos]], Pablo III mantuvo una estricta neutralidad, a pesar de que Carlos le urgía a que apoyara el imperio y sometiera a Francisco a la censura de la [[Iglesia|Iglesia]]. La actitud de Pablo como patriota italiano habría sido suficiente para evitar permitir al emperador ser el único árbitro de [[Italia]].  Fue tanto para asegurar la integridad de los dominios papales como para la exaltación de su propia [[familia]] que Pablo obtuvo de [[Carlos|Carlos]] y de sus reacios [[cardenal]]es la erección de [[Piacenza]] y [[Parma]] en un ducado para su hijo, Pier Luigi.  Surgió una disputa con Gonzaga, el gobernador imperial de [[Milán]], que terminó posteriormente con el asesinato de Pier Luigi y el permanente distanciamiento de Piacenza de los [[Estados Papales]].  
  
Cuando el Tratado de Crespi ( 18 de Sept., de 1544) acabó con las desastrosas guerras entre Carlos y Francisco, Pablo enérgicamente tomo el proyecto de convocar un consejo general. Mientras tanto se revelaba que el emperador había formado una agenda propia, bastante diferente en algunos puntos de importancia con el del Papa. Dado que los Protestantes repudiaban un consejo presidido por el Pontífice romano, Carlos estaba resuelto a someter a obediencia los príncipes por fuerza de las armas. Cosa a la que no objetó Pablo, y prometió ayudarle con trescientos mil ducados y veinte mil soldados de infantería; pero astutamente agregó una cláusula, que Carlos no entrara en tratos por separado con los herejes y no realizara acuerdos perjudiciales a la Fe o a los derechos de la Santa Sede. Carlos entonces argumentaba que le consejo debería prorrogarse, hasta que la victoria se decidiera a favor de los Católicos. Mas aún, previniendo que la lucha con los predicadores de la herejía resultara más obstinada que el conflicto con los príncipes, le urgió al Pontífice evitar declarar dogmas de fe por el momento, y confinar las tareas del consejo a la aplicación de la disciplina.  Con ninguna de estas propuestas pudo el Papa concordar. Finalmente después de interminables dificultades (13 de Dic. de 1545) el Consejo de Trento sostuvo su primer sesión. En siete sesiones, la última el 3 de Marzo de 1547, los Padres intrépidamente enfrentaron las cuestiones más importantes de fe y disciplina. Sin escuchar las amenazas de y argumentaciones del bando imperial, formularon para siempre la doctrina Católica acerca de las Escrituras, pecado original, justificación, y los Sacramentos. La tarea del consejo estaba a medio terminar, cuando la irrupción de la plaga en Trento causó una remoción a Bolonia.  Pablo III no fue el promotor del cambio de sede del consejo; Él simplemente aceptó la decisión de los Padres. Quince prelados, devotos del emperador, se rehusaron a dejar Trento. Carlos demandó el retorno del consejo a territorio alemán, pero las deliberaciones del consejo continuaron en Bolonia, hasta que finalmente, el 21 de Abril, el Papa, para evitar un cisma, prorrogó el consejo indefinidamente.  La sabiduría de la enérgica acción del consejo, en establecer tempranamente las verdades fundamentales del credo Católico, fueron pronto evidentes, cuando el emperador y sus semi-protestantes asesores le impusieron a Alemania su religión de interinato, que era aborrecida por ambos bandos. El Papa Paulo III, que le había proporcionado apoyo esencial en la guerra Esmalcáldica, resintió su intromisión en asuntos de teología,  y su distanciamiento continúo hasta la muerte del Pontífice.  
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Cuando el Tratado de Crespi (18 de septiembre de 1544) acabó con las desastrosas [[guerra]]s entre [[Carlos|Carlos]] y Francisco, Pablo emprendió enérgicamente el proyecto de convocar un [[Concilio|concilio]] general. Mientras tanto se reveló que el emperador había formado una agenda propia, bastante diferente a la del [[Papa]] en algunos puntos importantes. Dado que los protestantes repudiaban un [[Concilio|concilio]] presidido por el pontífice romano, [[Carlos|Carlos]] estaba resuelto a someter a [[obediencia]] a los príncipes por la fuerza de las armas, a lo cual Pablo no objetó, y prometió ayudarle con trescientos mil ducados y veinte mil soldados de infantería; pero le agregó sabiamente la cláusula de que [[Carlos|Carlos]] no entrara en tratados por separado con los herejes y no realizara acuerdos perjudiciales a la [[fe]] o a los [[derecho]]s de la [[Santa Sede]].   Entonces [[Carlos|Carlos]] argumentó que el [[Concilio|concilio]] debía prorrogarse hasta que la victoria se decidiera a favor de los [[católico]]s. Mas aún, previniendo que la lucha con los predicadores de la [[Herejía|herejía]] resultara más obstinada que el conflicto con los príncipes, urgió al Pontífice a evitar declarar [[dogma]]s de [[Fe|fe]] por el momento, y confinar las tareas del [[Concilio|concilio]] a la aplicación de la [[Disciplina Eclesiástica|disciplina]]; [[El_Papa|el Papa]] no concordó con ninguna de estas propuestas.  
  
El fin de Paulo llegó en forma repentina. Después del asesinato de Pier Luigi, él había luchado para retener Piacenza y Parma para la Iglesia privando a Ottavio, hijo de Pier Luigi y yerno del emperador Carlos, de esos ducados. Ottavio, confiando en la benevolencia del emperador, rehusó obediencia;  rompiéndole el corazón al anciano, cuando se enteró que su nieto favorito, el Cardenal Farnese, fue parte de la transacción.  Cayendo víctima de una fiebre violenta muriendo en el palacio del Quirinal, a la edad de ochenta y dos años. Reposan sus restos en San Pedro en la tumba diseñada por Miguel Ángel y construida por Guglielmo della Porta. No todos los papas reposan en monumentos correspondientes a su importancia en la historia de la Iglesia; pero pocos estarían dispuestos a objetar el derecho de Alejandro Farnese a descansar justo bajo el trono de Pedro. Él tuvo sus fallas; pero estas no lastimaron mas que a él mismo.  Los quince años de su pontificado contemplaron la completa restauración de la fé y devoción Católica. Fue sucedido por muchos santos pontífices, pero ninguno de ellos poseía todas sus imponentes virtudes. En Roma su nombre aparece por toda la ciudad que él renovó. La capilla Paulina, las obras de Miguel Angel en la Sixtina, las calles de Roma, que él amplió y enderezó, los innumerables objetos de arte asociados con el nombre de Farnese, todas ellas hablan elocuentemente de la notable personalidad del pontífice que cambio el curso de la marea en favor de la religión. Y si a todo esto agregamos el favor otorgado por Pablo a las nuevas ordenes y congregaciones religiosas que entonces aparecían, los Capuchinos, Barnabitas, Teatinos, Jesuitas, Ursulinas, y muchas otras, estamos forzados a confesar que su reinado fue uno de los más fructíferos en los anales de la Iglesia.     
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Finalmente, después de interminables dificultades, se efectuó la primera sesión del [[Concilio de Trento]] el 13 de diciembre de 1545. En siete sesiones, la última el 3 de marzo de 1547, los [[Padres|Padres]] enfrentaron intrépidamente los más importantes asuntos de [[Fe|fe]] y disciplina. Sin escuchar las amenazas y reconvenciones del bando imperial, formularon para siempre la [[Doctrina Cristiana|doctrina]] católica sobre las [[Biblia|Escrituras]], [[pecado original]], [[Justificación por la fe|justificación]] y los [[Sacramentos]].  La tarea del [[Concilio|concilio]] estaba a medio terminar, cuando la irrupción de la plaga en [[Trento|Trento]] causó el traslado a Bolonia.  Pablo III no fue el promotor del cambio de sede del concilio; él simplemente aceptó la decisión de los [[Padres|Padres]]. Quince [[prelado]]s, [[Fieles|fieles]] al emperador, se rehusaron a dejar [[Trento|Trento]]. [[Carlos|Carlos]] demandó el retorno del [[Concilio|concilio]] a territorio alemán, pero las deliberaciones del concilio continuaron en Bolonia, hasta que finalmente, el 21 de abril, [[El_Papa|el Papa]], para evitar un [[cisma]], prorrogó el [[Concilio|concilio]] indefinidamente. La [[Sabiduría|sabiduría]] de la enérgica acción del concilio, en establecer tempranamente las [[verdad]]es fundamentales del credo católico, fueron pronto evidentes, cuando el emperador y sus asesores semi-protestantes le impusieron a Alemania su [[religión]] interina, que era aborrecida por ambos bandos.  [[El_Papa|El Papa]] Paulo III, que había apoyado al emperador en la [[guerra]] de Esmalcalda, resintió su intromisión en asuntos de [[teología]], y su distanciamiento continuó hasta la muerte del Pontífice
  
PANVINIUS, Pont. Romanorum vitæ; PALLAVICINI, Concilio di Trento; PASTOR, Gesch. der Päpste, V; EHSES, Concilium Tridentinum, V; VON RANKE, Hist. of the Popes in the XVI-XVIII Centuries: ARTAUD DE MONTOR, Hist. of the Popes (New York, 1867).  
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El final de Paulo llegó súbitamente. Después del asesinato de Pier Luigi, él había luchado para retener Piacenza y Parma para la [[Iglesia|Iglesia]] y había privado de sus ducados a Ottavio, hijo de Pier Luigi y yerno del emperador [[Carlos|Carlos]]. Ottavio, confiando en la benevolencia del emperador, rehusó la [[obediencia]]; lo cual le destrozó el corazón al anciano al enterarse de que su nieto favorito, el [[Cardenal|Cardenal]] Farnese, fue parte de la transacción. Cayó víctima de una fiebre violenta y murió en el palacio del Quirinal a la edad de ochenta y dos años. Sus restos reposan en la [[Basílica de San Pedro]] en la [[tumba]] diseñada por [[Miguel Angel Buonarroti|Miguel Ángel]] y construida por Guglielmo della Porta. No todos los [[Papas]] reposan en monumentos correspondientes a su importancia en la [[Historia Eclesiástica|historia de la Iglesia]]; pero pocos estarían dispuestos a objetar el [[Derecho|derecho]] de [[Alejandro|Alejandro]] Farnese a descansar justo bajo la silla de [[San Pedro|Pedro]].  
  
JAMES F. LOUGHLIN
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Él tuvo sus fallas; pero éstas sólo lo lastimaron a sí mismo. Los quince años de su pontificado contemplaron la completa restauración de la [[Fe|fe]] y piedad católica. Fue [[Sucesión Apostólica|sucedido]] por muchos [[Santos|santos]] pontífices, pero ninguno de ellos poseía todas sus imponentes [[virtud]]es. En Roma su nombre aparece por toda la ciudad que él renovó. La capilla paulina, la obra de Miguel Ángel en la Sixtina, las calles de Roma que él amplió y enderezó, los innumerables objetos de arte asociados con el nombre de Farnese, todos hablan elocuentemente de la notable [[personalidad]] del pontífice que cambio el curso de la marea en favor de la religión. Y si a todo esto agregamos el favor otorgado por Pablo a las nuevas órdenes y congregaciones religiosas que entonces surgían, los [[Frailes Menores Capuchinos|capuchinos]], [[barnabitas]], [[teatinos]], [[Compañía de Jesús|jesuitas]], [[ursulinas]], y muchas otras, debemos confesar que su pontificado fue uno de los más fructíferos en los anales de la [[Iglesia|Iglesia]].  
Transcrito por WG Kofron
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En agradecimiento a la Iglesia de Santa María, Akron, Ohio
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Traducido por E. B. Durell
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'''Bibliografía:'''  PANVINIO, Pont. Romanorum vitæ; PALLAVICINI, [[Concilio|Concilio]] di [[Trento|Trento]]; PASTOR, Gesch. der Päpste, V; EHSES, Concilium Tridentinum, V; VON RANKE, Historia de los [[Papas|Papas]] en los Siglos XVI y XVII: ARTAUD DE MONTOR, Historia de los Papas (Nueva York, 1867).
Por las gracias recibidas
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[[Categoría:Concilio de Trento]]
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'''Fuente:'''  Loughlin, James. "Pope Paul III." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911.
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<http://www.newadvent.org/cathen/11579a.htm>.
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Traducido por E. B. Durell.  L H M

Última revisión de 22:43 27 dic 2016

o PAPA PABLO III (ALESSANDRO FARNESE)

Nació en Roma o Canino el 29 de febrero de 1468; fue electo Papa el 12 de octubre de 1534; murió en Roma el 10 de noviembre de 1549. Los Farnese eran una antigua familia romana cuyas posesiones se agrupaban alrededor del lago en Bolsena. A pesar de pertenecer a la aristocracia romana, aparecen primero en la historia asociados con Viterbo y Orvieto. Encontramos la firma de un Farnese como Rector de Orvieto entre los testigos del Tratado de Venecia entre Barbarossa y el Papa; un obispo Farnese consagró su catedral. Durante las interminables enemistades que distraían la vida peninsular, los Farnese eran consistentemente del bando güelfo. El abuelo del futuro pontífice fue comandante en jefe de los ejércitos papales bajo el mando de Eugenio IV; su hijo mayor pereció en la batalla de Fornuovo; el segundo, Pier Luigi, se casó con Giovannella Gaetani, hermana del Lord de Sermoneta. Entre sus hijos estaban la hermosa Giulia, que se casó con un Orsini, y Alejandro, posteriormente Paulo III.

Alejandro recibió la mejor educación que su tiempo podía ofrecer; primero en Roma, donde tuvo a Pomponio Leto por tutor; después en Florencia en el palacio de Lorenzo el Magnífico, donde forjó su amistad con el futuro León X, quien era seis años mayor que él. Sus contemporáneos alaban su aprovechamiento en todos los campos del saber del Renacimiento, especialmente su dominio del latín clásico y el italiano. Con tales ventajas de origen y talento, su avance en la carrera eclesiástica fue rápido y seguro. El 20 de septiembre de 1493 (Eubel), el Papa Alejandro VI lo nombró cardenal-diácono con el título de Santos Cosme y Damián. Portó la púrpura por más de cuarenta años, pasando a través de varias promociones, hasta llegar a decano del Sagrado Colegio. En concordancia con los abusos de su tiempo, acumuló numerosos beneficios opulentos, y gastó sus inmensos ingresos con una generosidad que le ganaron el elogio de los artistas y el afecto del populacho romano. Su habilidad innata y talento diplomático, adquiridos por su larga experiencia, le hicieron sobresalir por encima de sus colegas en el Sagrado Colegio, así como su Palazzo Farnese excedía en magnificencia a todos los otros palacios de Roma. El hecho de continuar creciendo en favor bajo el mandato pontífices tan diferentes en carácter como los Borgia, Rovera y los Médici es prueba suficiente de su diplomacia.

En dos ocasiones previas estuvo a corta distancia de la tiara, cuando en el cónclave de 1534, casi sin la formalidad de una votación, fue proclamado sucesor de Clemente VII. El que las facciones que dividían al Sacro Colegio concordaran en elegirle se debió a su a su reputación y a la buena voluntad de los cardenales. Se le reconoció universalmente como el hombre del momento, y la piedad y celo, que le había caracterizado después de ser ordenado sacerdote, causaron que la gente olvidara las extravagancias de sus años previos.

El pueblo romano se regocijó con la elección a la tiara del primer ciudadano de su ciudad desde el Papa Martín V. Pablo III fue coronado el 3 de noviembre, y no perdió tiempo en emprender las más urgentes reformas. Ninguno que haya estudiado el retrato que le hizo Ticiano puede olvidar la maravillosa expresión serena de ese semblante desgastado y demacrado. Esos pequeños y penetrantes ojos, y esa peculiar actitud de alguien presto para avanzar o contenerse, relatan la historia de un veterano diplomático que no podía ser engañado o tomado fuera de guardia. Su extrema cautela y la dificultad de atarlo a una obligación definida, le ganó que Pasquino refiriera jocosamente que el tercero de los Pablos era un "Vas Dilationis." El ascenso al cardenalato de sus nietos, Alejandro Farnese, de 14 años, y Guido Ascanio Sforza, de dieciséis, disgustó al partido reformista y atrajo una protesta del emperador, pero esto fue perdonado, cuando poco después introdujo al Sagrado Colegio a hombres del calibre de Reginald Pole, Contantini, Sadoleto, y Caraffa.

Poco después de su ascenso, el 2 de junio de 1536, Pablo III convocó a un concilio general a reunirse en Mantua en mayo del siguiente año, pero la oposición de los príncipes protestantes y la negativa del Duque de Mantua para asumir la responsabilidad de mantener el orden frustraron el proyecto. Expidió una nueva bula, convocando un concilio en Vicenza para el 1 de mayo de 1538, cuyo principal obstáculo fue la renovada enemistad entre Carlos V y Francisco I. El anciano pontífice les indujo a sostener una reunión con él en Niza y concluyó una tregua de diez años. Como muestra de buena voluntad, una nieta de Pablo se casó con un príncipe francés, y el emperador entregó a su hija Margarita en matrimonio a Ottavio, el hijo de Pier Luigi, fundador de la dinastía Farnese de Parma.

Muchas causas contribuyeron a la demora de la apertura del concilio general. La extensión de poder que una Alemania reunificada podría colocar en manos de Carlos era intolerable a Francisco I, que él, que perseguía la herejía en su propio reino con tanta crueldad que el mismo Papa le instó a mitigar su violencia, se convirtió en aliado jurado de la Liga de Esmalcalda, estimulándolos a rechazar todas las aperturas a la reconciliación. El mismo Carlos no era en menor medida culpable, ya que, a pesar de sus deseos de reunir un concilio, se le hizo creer que las diferencias religiosas de Alemania podrían ser zanjadas por conversaciones entre los dos bandos. Estas conferencias, como todos los intentos de resolver las diferencias fuera de los canales normales de la Iglesia, condujeron a una pérdida de tiempo, y causaron mucho más daño que bien. Carlos tenía una falsa idea de los oficios de un concilio general. En su deseo de unificar a todos los bandos, buscaba una fórmula vaga a la cual todos se pudieran suscribir, un relapso a los errores de los emperadores bizantinos. Por otro lado, un concilio de la Iglesia debía formular la fe con tal precisión que ningún hereje se pudiera suscribir a ella. Tomó varios años convencer al emperador y sus asesores que el catolicismo y protestantismo era tan opuestos entre ellos como la luz y la oscuridad.

Mientras tanto, Pablo III emprendió tan vigorosamente la reforma de la corte papal que pavimentó el camino a los cánones disciplinarios de Trento. Nombró comisiones para reportar abusos de cualquier tipo; reformó la Cámara Apostólica, el Tribunal de la Rota, la Penitenciaria y la Cancillería. Resaltó el prestigio del papado haciendo por sí mismo lo que sus predecesores habían reservado a la acción de un concilio. En las constantes y recurrentes disputas entre Francisco y Carlos, Pablo III mantuvo una estricta neutralidad, a pesar de que Carlos le urgía a que apoyara el imperio y sometiera a Francisco a la censura de la Iglesia. La actitud de Pablo como patriota italiano habría sido suficiente para evitar permitir al emperador ser el único árbitro de Italia. Fue tanto para asegurar la integridad de los dominios papales como para la exaltación de su propia familia que Pablo obtuvo de Carlos y de sus reacios cardenales la erección de Piacenza y Parma en un ducado para su hijo, Pier Luigi. Surgió una disputa con Gonzaga, el gobernador imperial de Milán, que terminó posteriormente con el asesinato de Pier Luigi y el permanente distanciamiento de Piacenza de los Estados Papales.

Cuando el Tratado de Crespi (18 de septiembre de 1544) acabó con las desastrosas guerras entre Carlos y Francisco, Pablo emprendió enérgicamente el proyecto de convocar un concilio general. Mientras tanto se reveló que el emperador había formado una agenda propia, bastante diferente a la del Papa en algunos puntos importantes. Dado que los protestantes repudiaban un concilio presidido por el pontífice romano, Carlos estaba resuelto a someter a obediencia a los príncipes por la fuerza de las armas, a lo cual Pablo no objetó, y prometió ayudarle con trescientos mil ducados y veinte mil soldados de infantería; pero le agregó sabiamente la cláusula de que Carlos no entrara en tratados por separado con los herejes y no realizara acuerdos perjudiciales a la fe o a los derechos de la Santa Sede. Entonces Carlos argumentó que el concilio debía prorrogarse hasta que la victoria se decidiera a favor de los católicos. Mas aún, previniendo que la lucha con los predicadores de la herejía resultara más obstinada que el conflicto con los príncipes, urgió al Pontífice a evitar declarar dogmas de fe por el momento, y confinar las tareas del concilio a la aplicación de la disciplina; el Papa no concordó con ninguna de estas propuestas.

Finalmente, después de interminables dificultades, se efectuó la primera sesión del Concilio de Trento el 13 de diciembre de 1545. En siete sesiones, la última el 3 de marzo de 1547, los Padres enfrentaron intrépidamente los más importantes asuntos de fe y disciplina. Sin escuchar las amenazas y reconvenciones del bando imperial, formularon para siempre la doctrina católica sobre las Escrituras, pecado original, justificación y los Sacramentos. La tarea del concilio estaba a medio terminar, cuando la irrupción de la plaga en Trento causó el traslado a Bolonia. Pablo III no fue el promotor del cambio de sede del concilio; él simplemente aceptó la decisión de los Padres. Quince prelados, fieles al emperador, se rehusaron a dejar Trento. Carlos demandó el retorno del concilio a territorio alemán, pero las deliberaciones del concilio continuaron en Bolonia, hasta que finalmente, el 21 de abril, el Papa, para evitar un cisma, prorrogó el concilio indefinidamente. La sabiduría de la enérgica acción del concilio, en establecer tempranamente las verdades fundamentales del credo católico, fueron pronto evidentes, cuando el emperador y sus asesores semi-protestantes le impusieron a Alemania su religión interina, que era aborrecida por ambos bandos. El Papa Paulo III, que había apoyado al emperador en la guerra de Esmalcalda, resintió su intromisión en asuntos de teología, y su distanciamiento continuó hasta la muerte del Pontífice

El final de Paulo llegó súbitamente. Después del asesinato de Pier Luigi, él había luchado para retener Piacenza y Parma para la Iglesia y había privado de sus ducados a Ottavio, hijo de Pier Luigi y yerno del emperador Carlos. Ottavio, confiando en la benevolencia del emperador, rehusó la obediencia; lo cual le destrozó el corazón al anciano al enterarse de que su nieto favorito, el Cardenal Farnese, fue parte de la transacción. Cayó víctima de una fiebre violenta y murió en el palacio del Quirinal a la edad de ochenta y dos años. Sus restos reposan en la Basílica de San Pedro en la tumba diseñada por Miguel Ángel y construida por Guglielmo della Porta. No todos los Papas reposan en monumentos correspondientes a su importancia en la historia de la Iglesia; pero pocos estarían dispuestos a objetar el derecho de Alejandro Farnese a descansar justo bajo la silla de Pedro.

Él tuvo sus fallas; pero éstas sólo lo lastimaron a sí mismo. Los quince años de su pontificado contemplaron la completa restauración de la fe y piedad católica. Fue sucedido por muchos santos pontífices, pero ninguno de ellos poseía todas sus imponentes virtudes. En Roma su nombre aparece por toda la ciudad que él renovó. La capilla paulina, la obra de Miguel Ángel en la Sixtina, las calles de Roma que él amplió y enderezó, los innumerables objetos de arte asociados con el nombre de Farnese, todos hablan elocuentemente de la notable personalidad del pontífice que cambio el curso de la marea en favor de la religión. Y si a todo esto agregamos el favor otorgado por Pablo a las nuevas órdenes y congregaciones religiosas que entonces surgían, los capuchinos, barnabitas, teatinos, jesuitas, ursulinas, y muchas otras, debemos confesar que su pontificado fue uno de los más fructíferos en los anales de la Iglesia.


Bibliografía: PANVINIO, Pont. Romanorum vitæ; PALLAVICINI, Concilio di Trento; PASTOR, Gesch. der Päpste, V; EHSES, Concilium Tridentinum, V; VON RANKE, Historia de los Papas en los Siglos XVI y XVII: ARTAUD DE MONTOR, Historia de los Papas (Nueva York, 1867).

Fuente: Loughlin, James. "Pope Paul III." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/11579a.htm>.

Traducido por E. B. Durell. L H M