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Lunes, 30 de diciembre de 2024

Fideísmo

De Enciclopedia Católica

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(Latín fides, fe).

Fideísmo es un término filosófico que denota un sistema de filosofía o una actitud mental, que, al negar el poder de la razón humana sin ayuda para llegar a la certeza, afirma que el acto fundamental del conocimiento humano consiste en un acto de fe, y el criterio supremo de la certeza es la autoridad.

El fideísmo tiene diversos grados y toma formas diversas, según el campo de la verdad al que se extienda y a los diversos elementos que se afirmen como constituyentes de la autoridad. Para algunos fideístas, la razón humana por sí misma no puede alcanzar la certeza respecto a cualquier verdad; para otros, no puede alcanzar la certeza en cuanto a las verdades fundamentales de la metafísica, la moral y la religión; mientras que algunos sostienen que podemos dar un asentimiento sobrenatural firme a la revelación por motivos de cre dibilidad que son meramente probables. La autoridad, que de acuerdo con el fideísmo es la regla de la certeza, tiene su fundamento último en la revelación divina, reservada y transmitida en todas las edades a través de la sociedad y se manifiesta por tradición, el sentido común o algún otro agente de carácter social.

El fideísmo fue afirmado por Huet, obispo de Avranches, en su obra "De imbecillitate mentis humanae" (Amsterdam, 1748); por De Bonald, quien puso gran énfasis en la tradición en la sociedad como un medio de transmitir la revelación y el criterio de certeza; por Lamennais, quien asigna como la regla de certeza la razón general (la raison générale) o consentimiento común de la raza (Défense de l'essai sur l'indifférence, chs. VIII, XI); por Bonnetty en "Annales de philosophie chrétienne"; por [[Louis-Eugène-Marie Bautain {Bautain]], Ventura, Ubaghs y otros en Lovaina. Estos son llamados a veces fideístas moderados, pues, aunque afirman que la razón humana es incapaz de conocer las verdades fundamentales de los órdenes moral y religioso, admitían que, después de aceptar la enseñanza de la revelación respecto a ellas, la inteligencia humana pude demostrar la razonabilidad de tal creencia. (cf. Ubaghs, Logicae seu Philosophiae rationalis elementa, Lovaina, 1860).

Además de estas fórmulas sistemáticas de fideísmo, nos encontramos a través de toda la historia de la filosofía desde la época de los sofistas hasta la actualidad una actitud fideísta de la mente, que se volvió más o menos conspicua en diferentes períodos. El fideísmo debe su origen a la desconfianza en la razón humana, y la secuencia lógica de esta actitud es el escepticismo. Es para escapar de esta conclusión que algunos filósofos, aceptando como principio la impotencia de la razón, han hecho hincapié en la necesidad de la creencia por parte de la naturaleza humana, ya sea afirmando la primacía de la fe sobre la razón o, de otro modo, afirmando una separación radical entre la razón y la creencia, es decir, entre la ciencia y la filosofía por un lado y la religión por el otro. Tal es la posición adoptada por Kant, cuando distingue entre la razón pura, confinada a la subjetividad, y la razón práctica, que sola es capaz de ponernos por un acto de fe en relación con la realidad objetiva. También es una actitud fideísta que es la ocasión del agnosticismo, positivismo, pragmatismo y otras formas modernas de anti-intelectualismo.

Frente a estos puntos de vista, hay que señalar que la autoridad, incluso la autoridad de Dios, no puede ser el criterio supremo de la certeza, y un acto de fe no puede ser la forma primaria del conocimiento humano. Esta autoridad, de hecho, con el fin de ser un motivo de asentimiento, debe ser reconocida previamente como ciertamente válida; antes de creer en una proposición según lo revelado por Dios, primero debemos conocer con certeza de que Dios existe, que Él revela tal y tal proposición, y que su enseñanza es digna de asentimiento, todas cuyas preguntas pueden y deben ser en última instancia decididas solamente por un acto de asentimiento intelectual basado en evidencia objetiva. Así el fideísmo no sólo niega el conocimiento intelectual, sino que lógicamente arruina la fe misma.

No es de sorprender, por lo tanto, que la Iglesia haya condenado tales doctrinas. En 1348, la Santa Sede proscribió ciertas proposiciones fideístas de Nicholas d´Autrecourt (cf. Denzinger, Enchiridion, 10ma. ed., núms. 553-570). En sus dos encíclicas, una en septiembre de 1832 y la otra en julio de 1834, el Papa Gregorio XVI condenó las ideas políticas y filosóficas de Lamenais. El 8 de septiembre de 1840 se le requirió a Bautain que suscribiera varias proposiciones directamente opuestas al fideísmo, la primera y la quinta de las cuales leen como sigue: “"La razón humana es capaz de probar con certeza la existencia de Dios; la fe, un don celestial, es posterior a la revelación, y por lo tanto no se puede utilizar adecuadamente contra el ateo para probar la existencia de Dios "; y "El uso de la razón precede a la fe y, con la ayuda de la revelación y de la gracia, conduce a ella."

La misma proposición fue suscrita por Bonnetty el 11 de junio de 1855 (cf. Denzinger, nn. 1650-1652). En su carta del 11 de diciembre de 1862, al arzobispo de Munich, el Papa Pío IX, mientras condenó el naturalismo de Frohschammer, afirma la habilidad de la razón humana para alcanzar la certeza respecto a las verdades fundamentales del orden moral y religioso. (cf. Denzinger, 1666-1676). Y, finalmente, el Concilio Vaticano I enseña como un dogma de la fe católica que “un verdadero Dios y Señor puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana por medio de las cosas creadas." (Const., De Fide Catholicâ", Sess. III, can. I, De Revelatione; cf. Granderath, "Constitutiones dogmaticae Conc. Vatic.", Friburgo, 1892, p. 32 cf. Denzinger, n. 1806).

En cuanto a la opinión de los que sostienen que nuestro asentimiento sobrenatural es preparado por motivos de credibilidad meramente probables, es evidente que lógicamente destruye la certeza de tal asentimiento. Esta opinión fue condenada por el Papa Inocencio XI en el decreto del 2 de marzo de 1679 (cf. Denzinger, n. 1171), y por Pío X en el decreto “Lamentabili sane”, n. 25: "Assensus fidei ultimo innititur in congerie probabilitatum" (El asentimiento de la fe está esencialmente basado en la suma de probabilidades). La revelación, de hecho, es el motivo supremo de la fe en las verdades sobrenaturales, sin embargo, la existencia de este motivo y su validez tienen que ser establecidas por la razón.

Nadie puede negar la importancia de la autoridad y la tradición o el consentimiento común en la sociedad humana para nuestro conocimiento de las verdades naturales. Es bastante evidente que el despreciar las enseñanzas de los sabios, los descubrimientos científicos del pasado, y la voz de común acuerdo sería condenarnos a una infancia perpetua en el conocimiento, hacer imposible cualquier avance en la ciencia, ignorar el carácter social del hombre y hacer la vida humana intolerable: pero, por otro lado, es un error hacer de estos elementos el criterio supremo de la verdad, ya que son sólo reglas particulares de certeza, cuya validez está cimentada sobre una norma más fundamental. En efecto, es cierto que la certeza moral difiere de la matemática, pero la diferencia no reside en la firmeza o la validez de la certeza que ofrece, sino en el proceso utilizado y las disposiciones requeridas por la naturaleza de las verdades con las que tratan respectivamente.

La doctrina católica a este respecto está de acuerdo con la historia y la filosofía. Al rechazar tanto el racionalismo como el fideísmo, enseña que la razón humana es capaz (habilidad física) de conocer las verdades morales y religiosas del orden natural; que puede probar con certeza la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, y puede reconocer con toda seguridad la enseñanza de Dios; que, sin embargo, en las actuales condiciones de vida, necesita (de necesidad moral) la ayuda de la revelación para adquirir un conocimiento suficiente de todas las verdades naturales necesarias para dirigir la vida humana de acuerdo con los preceptos de la religión natural (Concilio Vaticano I "De Fide Cath.", cap. II; cf. Santo Tomás, "Cont. Gent.", Lib. I, c, IV).


Bibliografía: PERRONE, Praelectiones theologicae, vol. I: De ver Religione; OLLE-LAPRUNE, De la Certitude Morale (5ta ed., Paris, 1905); MERCIER, Critériologie générale (4ta. ed., Lovaina, 1900), III, ch. I; JOHN RICKABY, The First Principles of Knowledge (4ta. ed., Londres, 1901), chs. XII, XIII.

Fuente: Sauvage, George. "Fideism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6, pp. 68-69. New York: Robert Appleton Company, 1909. 1 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/06068b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina