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Martes, 19 de marzo de 2024

Daniel O´Connell

De Enciclopedia Católica

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Daniel O´Connell nació en Carhen, cerca de Cahirciveen, Condado de Kerry, Irlanda en 1775; murió en Génova en 1847. Los O´Connells, una vez grandes en Kerry, habían sufrido severamente por el derecho penal, y la familia en Carhen no era rica. Un tío, Mauricio O’Connell de Darrynane, residente en Francia, sufragó los gastos de la educación de Daniel y de su hermano Mauricio. En 1791 fueron enviados al Colegio Irlandés en Lieja, pero al tener Daniel una edad mayor a la prescrita para la admisión, se fueron al Colegio de San Omer en Francia y después de un año se fueron a Douai. Daniel demostró industria y habilidad en San Omer, pero en Douai su estadía fue breve, pues, debido a la Revolución Francesa, los dos hermanos O´Connell regresaron a casa (1793). En 1794 Daniel se convirtió en estudiante de leyes en el Lincoln Inn y en 1798 fue admitido al ejercicio de la abogacía en Irlanda.

La era de la legislación penal en Irlanda había cesado y ya se había hecho una grave ruptura en el código penal. Mediante una serie de medidas correctivas, que culminaron con el Acta de Ayuda Católica de 1793, se colocó a los católicos en muchos aspectos al nivel de las otras denominaciones, pero continuaron excluidos del parlamento, de la abogacía interior y de los más altos cargos civiles y militares; la retirada de Fitzwilliam (1795) y los eventos que siguieron mostraron que no se harían más concesiones. O´Connell no podía comprender por qué los católicos, que pagaban impuestos y mostraban obediencia a la ley, no podían tomar parte en el gasto de los impuestos y en la elaboración de las leyes. Él detestaba la violencia como un instrumento de reforma, respetaba la religión y los derechos de propiedad y por lo tanto odiaba la Revolución Francesa como también la Rebelión de 1798. Aborrecía la unión porque había destruido la nacionalidad separada de Irlanda; y había grabado su ira al oír el tañido de las campanas de la catedral de San Patricio cuando se aprobó el Acta de Unión, y su resolución de hacer algo para deshacerla.

El creía que la moderación era el verdadero carácter del patriotismo y que los derechos de Irlanda se podían ganar mediante el debate pacífico, pero no creía en la eficacia de la discusión tal como la había realizado el organismo católico. Dirigentes tales como los lores Trimlestown y Fingal no atraían mucho entusiasmo, y la comisión católica, controlada por tales hombres y que se reunían para presentar peticiones y hacer profesiones de lealtad periódicas, simplemente estaban arando en las arenas. Se debía atraer el apoyo de las masas, se necesitaba organización y vigor, y los católicos debían demandar la concesión no como un favor sino como como un derecho. O´Connell fue el dirigente de tal movimiento, un hombre fuerte de cuerpo y mente, un gran orador, polemista y abogado, un maestro del sarcasmo y la invectiva; un hombre que podía arrancarle la verdad a un testigo renuente, o frenar la insolencia de un juez parcial, o confundir un jurado con su conmovedora apelación. Era inigualable al dirigirse a una audiencia de correligionarios. La gente sintió orgullo de tal líder y estaban dispuestos a seguirle a donde él los condujese.

La primera aparición de O´Connell en una plataforma pública fue en Dublín (1800), cuando denunció la contemplada Unión y declaró que los católicos no deseaban tal unión y que si tal Unión habría de ser la alternativa a la nueva promulgación de las leyes penales, ellos preferirían las leyes penales. En años subsiguientes asistió regularmente a las reuniones del comité católico y le infundió más vigor y energía a sus procedimientos, y para 1810 ya se había convertido en el más confiable y poderoso de los líderes católicos. En 1810 envió una circular desde Dublín invitando a la gente a formar comités locales en correspondencia con el comité central. El gobierno, temeroso de tener que hacer frente a una organización nacional, proscribió tales reuniones de comités locales bajo el Acta de Convención de 1793; pero en muchos casos los magistrados se negaron a llevar a cabo tales proscripciones, y cuando el comité de Dublín se reunió, algunos de sus líderes fueron arrestados y perseguidos. O´Connell defendió exitosamente al primero de los acusados, el señor Sheridan.

De 1812 a 1817 el gobierno irlandés fue un poco más que mantener un largo y sostenido duelo entre O´Connell y el nuevo secretario jefe, Sir Robert Peel. Ambos eran capaces y decididos, y entre ambos comenzó una enemistad personal que terminó sólo con sus vidas. Peel defendía el privilegio y la ascendencia y atacaba a los líderes católicos. O´Connell le replicaba llamándole “Corteza de Naranja”. O´Connell transformó el Comité Católico en una Junta Católica pero Peel proscribió la junta como había proscrito el Comité; y mientras O´Connell continuaba haciendo campaña, Peel continuaba aprobando actas y poniéndolas en vigor. Mientras tanto ocurrió un evento notable que hizo que el pueblo amara más a O´Connell. La Corporación Dublín había sido siempre reaccionaria e intolerante, siempre la defensora de la ascendencia protestante. En 1815 en un discurso público, O´Connell la llamó una “corporación miserable”. Los concejales y consejeros se enfurecieron y viendo que O´Connell no se disculparía, uno de ellos, D'Esterre le envió un desafío. D'Esterre era un notable duelista y esperaba que si O´Connell intentaba pelear, ese era el final de su carrera. Para la sorpresa de todos O´Connell se enfrentó a DÉsterre y lo mató de un disparo. Lamentó amargamente el hecho, y hasta el final de sus días nunca perdió la oportunidad de ayudar a la familia de D’Esterre. Aun con toda su popularidad, la causa católica no progresaba. La cuestión del veto estaba siendo debatida, y en consecuencia, había división y debilidad en las filas católicas. Aunque era un ferviente católico, O’Connell se oponía al veto, y declaró que si bien deseaba tener su religión desde Roma, debía tener su política desde su hogar. En 1821 hubo un destello de esperanza cuando el nuevo Rey Jorge IV visitó Irlanda. Como príncipe de Gales había sido amigo de los dirigentes liberales y como tal se esperaba que favoreciera las medidas liberales. Sin embargo, se fue de Irlanda sin decir una palabra a favor de la emancipación.

Al final O´Connell decidió levantar las masas en serio y, conjuntamente con un joven abogado, el señor Sheil, fundó en 1823 la Asociación Católica. El objeto declarado fue ganar la emancipación “por métodos legales y constitucionales”, y a fin de evadir el Acta de Convención, la Asociación no asumió un carácter de delegada o representante. Era un club en el que sus miembros se reunían semanalmente y pagaban una suscripción anual. O´Connell trabajó incesantemente para difundir la organización y aunque el progreso fue lento, por fin llegó el éxito; y para 1825 una gran organización se había extendido por todo el territorio ejerciendo los poderes de gobierno. En cada distrito, generalmente bajo la presidencia del clero, había una rama de la asociación, donde se ventilaban las querellas locales y se recibían las suscripciones y se enviaban a la asociación central en Dublín, de donde venía el asesoramiento las dificultades y los oradores para las reuniones locales. En 1825 el gobierno, alarmado por el poder de una organización que representaba una rivalidad seria para el ejecutivo, aprobó una ley que la suprimía. No obstante O´Connell experimentado ya en derrotar Actas del Parlamento le cambio el nombre a la Nueva Asociación Católica, y el trabajo de agitación continuó. Se llegó a tener suscripciones por 500 libras esterlinas a la semana y en 1826 la Asociación se sintió suficientemente fuerte como para lanzar un candidato para Waterford, el cual tuvo éxito contra toda la influencia territorial de los Beresfords; victorias similares se obtuvieron en Monaghan, Weatmeath y Louth. En 1828 se realizó la elección Clare cuando el propio O´Connell fue nominado. Se sabía que él como católico no podía tomar el juramento parlamentario; pero si él, como representante de seis millones, era expulsado de las puertas del Parlamento por el solo hecho de su credo, el efecto en la opinión pública sería grande. O´Connell fue electo y cuando se presentó en el parlamento se negó a tomar el juramento que se le ofrecía; la crisis había llegado. Los millones de católicos, organizados y desafiantes, tendrían la emancipación; los hombres de Orange no tendrían concesión; e Irlanda, a fines de 1828, estaba realmente al borde de una guerra civil. A fin de evitar esta calamidad Peel y Wellington unieron sus fuerzas y en 1829 se aprobó el Acta de Emancipación Católica.

De ahí en adelante O´Connell fue el rey no coronado de Irlanda. Para recompensarle por sus servicios y asegurar estos servicios en el futuro parlamento fue inducido a abandonar la práctica de su profesión y a aceptar el Tributo O´Connell, el cual mediante las suscripciones voluntarias del pueblo le llegó a dar un salario anual de 1.600 libras. Su primera preocupación fue por la derogación, pero sus llamamientos por la cooperación protestante no fueron respondidos, de manera que continuó la agitación en las asociaciones que él había formado, y fueron proscritas todas las asociaciones que él formó para promover la cuestión. A este respecto los whigs, a quienes él había apoyado en 1832, no eran mejores que los torys. Él los denuncio como “ruines, brutales y sangrientos”; sin embargo, en 1835 estableció una alianza con ellos al aceptar el “Convenio de la Casa de Lichfield”, y los mantuvo en el cargo hasta 1841. Durante estos años Drummond realizó reformas en el ejecutivo irlandés y medidas que afectaban los diezmos, las leyes de los pobres y aprobó reformas municipales. Pero la derogación se dejó en suspenso hasta que Peel volvió al poder y entonces O´Connell estableció la Asociación de Derogación. Su progreso fue lento hasta que en 1842 obtuvo el apoyo del periódico La Nación. En un año avanzó a pasos agigantados, y en 1843 O´Connell celebró una serie de reuniones, muchas de las cuales contaron con la asistencia de cientos de miles de personas.

La última de estas reuniones se celebró en Clontarf en octubre. Peel proscribió la reunión y persiguió a O´Connell; en 1844 fue convicto y encarcelado. En una apelación ante la Cámara de los Lores se revocó la sentencia del tribunal irlandés y O´Connell fue puesto en libertad. Su salud había sufrido, y en adelante tuvo falta de energía y vigor en sus movimientos, y pasó de la derogación al federalismo y de vuelta a la derogación. También se peleó con los jóvenes irlandeses. Luego vino la terrible calamidad de la hambruna. La última aparición de O´Connell en el parlamento fue en 1847 cuando pidió patéticamente que su pueblo fuera salvado de perecer. Para entonces ya estaba gravemente enfermo y los médicos le ordenaron que viviera en un clima más cálido. Sintió que se estaba muriendo y deseaba morir en Roma, pero no pudo ir más allá de Génova. De acuerdo con su deseo, su corazón fue llevado a Roma y su cuerpo a Irlanda. Su funeral tuvo una concurrencia de enormes dimensiones y tras su muerte se erigió una espléndida estatua a su memoria en Dublín y se colocó una torre circular sobre sus restos en Glasnevin.

O'Connell se casó con su prima Mary O'Connell y tuvieron tres hijas y cuatro hijos; todos estos últimos estuvieron una vez u otra en el Parlamento.


Bibliografía: FITZPATRICK, O'Connell's Correspondence (Londres, 1888); HOUSTON, O'Connell's Journal (Londres, 1906); DUNLOP, O'Connell (Nueva York, 1900); MCDONAGH, Life of O'Connell (Londres, 1903); O'NEILL DAUNT, Personal Recollections of O'Connell (Londres, 1848); CUSACK, Life and Times of O'Connell (Londres, 1872); CLONCURRY, Personal Recollections (Dublín, 1849); DUFFY, Young Ireland (Londres, 1896); MITCHEL, History of Ireland (Londres, 1869); FITZPATRICK, Dr. Doyle (Dublín, 1880); LECKY, Leaders of Public Opinion (Londres, 1871); NEMOURS GODRE, O'Connell, sa vie, son æuvre (París, 1900); SHAW LEFEVRE, Peel and O'Connell (Londres, 1887); JOHN O'CONNELL. Recollections (Londres, 1849); MADDEN, Ireland and its Rulers (Londres, 1844); COLCHESTER, Diary (Londres 1861); WYSE, History of the Catholic Association (Londres, 1829); D'ALTON, History of Ireland (Londres, 1910).

Fuente: D'Alton, Edward. "Daniel O'Connell." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/11200c.htm>.

Traducido por Giovanni E. Reyes. rc