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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Maurice-Jean de Broglie

De Enciclopedia Católica

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Maurice-Jean de Broglie nació en París el 5 de septiembre de 1766; murió allí el 20 de junio de 1821. Fue hijo del mariscal de campo Victor-Francois, Duque de Broglie, al cual el emperador Francisco I creó príncipe del Sacro Imperio Romano, título que fue hereditario en su familia. Llamado al estado eclesiástico, Maurice prosiguió sus estudios en San Sulpicio. Durante el Reinado del Terror, cuando la persecución expulsó de Francia tanto a su padre como a él, se fueron a Berlín. El rey Federico Guillermo recibió al duque con marcada distinción y le otorgó al joven príncipe un cargo de preboste en el capítulo catedralicio de Posen.

Maurice regresó a Francia en 1803, y los pasos que tomó para recuperar una propiedad familiar aún no vendida lo llevaron a la atención de Napoleón, quien lo invitó a su corte y lo nombró su limosnero. De Broglie reconoció en el emperador al restaurador y al apoyo del orden y la religión, se convirtió en un devoto seguidor del monarca y lo elogió en una carta pastoral emitida con motivo de la victoria de Austerlitz. En 1805, Napoleón lo nombró a la Sede de Acqui, Italia, y en 1807 a Gante, Bélgica. Sin embargo, cuando a De Broglie le resultó evidente que el Papa y el clero serían meros instrumentos del déspota y que la religión sería el instrumento de sus ambiciosos designios, mostró una decidida oposición a Napoleón. En 1809, el ministro de culto escribió en una carta que el soberano estaba muy disgustado con el obispo por su falta de devoción a la persona real; en 1810 el obispo rechazó la Cruz de la Legión de Honor que le había enviado el emperador, pues juzgó que no podía aceptar tal distinción en el momento en que los Estados Pontificios habían sido confiscados, y explicó su rechazo en una memoria, un modelo de moderación, enviado al ministro.

Por orden de Napoleón, se reunió un concilio en París (17 junio 1811) bajo la presidencia del cardenal Fesch, tío del emperador y arzobispo de Lyon. La intención de Napoleón era obligar al Papa a conceder las bulas de institución a los sacerdotes nominados por él para los obispados; Pío VII se había negado firmemente. Napoleón deseaba, además, hacer un arreglo que obligaría al Papa en el futuro a emitir las bulas en un plazo de seis meses, y si Su Santidad no lo hiciera en ese tiempo, el metropolitano o el obispo más antiguo de la provincia eclesiástica confirmaría entonces al nominado, y el silencio del Soberano Pontífice se consideraría un asentimiento.

Los padres del concilio se reunieron solemnemente en la iglesia metropolitana, con la presencia de seis cardenales, nueve arzobispos y ochenta obispos; esta fue la primera y última sesión general. Después de seis sesiones particulares preliminares, se propuso a los obispos un decreto en cumplimiento de la voluntad de Napoleón. Al principio, sólo dos lo rechazaron, d'Aviau, arzobispo de Burdeos, y de Broglie, obispo de Gante; pero posteriormente, sólo cuatro miembros estuvieron a favor de la pura y simple aceptación del decreto. El Papa había declarado en privado que tales usurpaciones en su poder espiritual eran contrarias a las leyes de la Iglesia y la disciplina eclesiástica, destructivas de la autoridad de la Santa Sede y de los principios de los que dependía la misión legítima de los obispos.

La ira de Napoleón, provocada por una oposición tan firme y generalizada, lo llevó a prorrogar el concilio y a afligir con severos castigos a los obispos que habían sido más destacados en su oposición. Arrestado el 12 de julio de 1811, de Broglie fue arrojado al calabozo de Vincennes y mantenido en confinamiento durante más de cuatro meses, sin comunicación externa y sin libros ni materiales de escritura. Luego fue enviado como exiliado a Beaune. Por la mera sospecha de que había tenido comunicación con su clero, fue deportado a la isla de Santa Margarita en la costa de Provenza. Mientras estaba en prisión, De Broglie firmó, bajo coacción, su dimisión como obispo de Gante. Aunque no fue aceptada por el Papa y, en consecuencia, era nula, Napoleón nombró a un sucesor a la sede. Sin embargo, como la gran mayoría del clero y el pueblo se negaron a reconocerlo, fueron sometidos a vejaciones y persecución. La caída de Napoleón restauró la paz y De Broglie, al regresar a su diócesis, fue recibido en medio del regocijo de su clero y su rebaño.

El obispo no gozaría de un largo descanso. Tras el derrocamiento de Napoleón, los soberanos aliados de Europa habían constituido como reino a Holanda y Bélgica, o los Países Bajos, y nombraron a Guillermo de Nassau para gobernarlos. Los plenipotenciarios de los poderes, reunidos en Londres (1814) hicieron de la constitución holandesa la ley fundamental de Bélgica, con la condición de que se modificara según las circunstancias. La mayoría de los belgas eran católicos. El 18 de julio de 1815, William propuso la Constitución holandesa a los belgas, y los representantes convocados para votar la rechazaron por 796 a 527. (Vea BÉLGICA). El rey, sin tener en cuenta el voto, impuso a los belgas una constitución que privó a los católicos de todos sus derechos. Por su mezquina persecución José II había perdido a los Países Bajos para Austria; Napoleón, siguiendo los pasos del "emperador sacristán", los perdió para Francia; William, su imitador, provocó la secesión de Bélgica de Holanda y su independencia en 1830. De Broglie con los obispos de Namur y Tournai, y los vicarios generales de Malinas y Lieja asumieron la defensa de la causa católica y emitieron una instrucción pastoral y, posteriormente, un juicio doctrinal sobre el juramento a la Constitución requerido.

De Broglie también apeló a Pío VII, y el pontífice envió una nota oficial (16 mayo 1816) al ministro de los Países Bajos que residía en Roma, en la que indicaba que la constitución belga contenía declaraciones contrarias a la fe católica, que la oposición de los obispos no podía ser reprendida en justicia y que no debía imponerse ningún juramento opuesto a la conciencia. Entonces surgieron nuevas dificultades, primero cuando el obispo se negó a ofrecer oraciones públicas por el rey, y nuevamente cuando en la erección de nuevas universidades, de Broglie dirigió una protesta al rey en la que señaló la introducción de libros peligrosos en las instituciones públicas, y expresó con fuerza su temor por el destino de los seminarios episcopales. En 1819, de Broglie imprimió una protesta sobre el estado de los asuntos religiosos en Bélgica, dirigida a los emperadores de Austria y Rusia y al rey de Prusia.

Citado ante el tribunal, se refugió en Francia y el tribunal de Bruselas, mediante sentencia del 8 de noviembre de 1817, lo condenó a la deportación. El verdugo público colocó la sentencia entre las sentencias de dos malhechores públicos. La salud del obispo se quebró bajo el peso de tantas pruebas severas; sucumbió a una breve enfermedad, y murió en París, venerado por todas por sus excelentes cualidades y austeridad de vida.


Bibliografía: ROHRBACHER, Histoire universelle de l'église catholique (Paris, 1874); LAROUSSE, Dictionnaire universel du XIXe siecle (Paris, 1867); DE FELLER, Biographie universelle (Paris, 1847).

Fuente: Dumont, Francis. "Maurice-Jean de Broglie." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2, págs. 796-797. New York: Robert Appleton Company, 1907. 18 agosto 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/02796b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina