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Miércoles, 13 de noviembre de 2024

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De Enciclopedia Católica

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Quinto General de la Compañía de Jesús, nació en octubre de 1543 y falleció el 31 de enero de 1615. Era el hijo del príncipe Giovanni Antonio Acquaviva, duque de Atri, en los Abruzos, y a los veinticinco años, cuando estaba bien situado en la corte papal, renunció a las brillantes perspectivas terrenales que tenía por delante, para entrar en la Compañía. Después de ser Provincial en Nápoles y Roma, fue elegido General de la Compañía el 19 de febrero de 1581. Fue el más joven en ocupar ese puesto. Su elección coincidió con la primera acusación de ambición hecha contra un gran oficial de la Orden. Manareus había sido nombrado vicario por el padre Mercuriano, y fue acusado de aspirar al cargo máximo de General. Su ardiente defensor fue Acquaviva, pero para disipar la más mínima sospecha, Manareus renunció a su derecho a ser elegido. Acquaviva fue elegido por una amplia mayoría. Su desempeño posterior justificó lo sabia que había sido la elección, la cual fue muy objetada en ese momento por el mismo Papa. Durante su generalato, la persecución en Inglaterra, tan aciaga que él pidió en una oportunidad ir como misionero, era rabiosa; los problemas con los hugonotes en Francia estaban en su punto más álgido; la cristiandad estaba siendo aplastada en Japón; la Compañía era expulsada de Venecia y se veía perseguida por todas partes; se esperaba un cisma inminente dentro de la Compañía, al mismo tiempo que el Papa, la Inquisición y Felipe II eran hostiles a ella. Acquaviva fue denunciado al Papa, incluso por hombres como Toleto (q. v.), pero tal fue su prudencia, su habilidad, su valentía y su éxito, que él es considerado el administrador más grande que la Compañía ha tenido, después de san Ignacio. Incluso aquéllos que recelaban de él reconocieron su mérito, cuando para satisfacerlos, la V y VI Congregaciones ordenaron que se hiciera una investigación de su método de gobierno. La dificultad más grande que tuvo que enfrentar fue el cisma organizado en España por Vásquez (q. v.). Allí, El rey y el Papa habían sido ganados por los disidentes. Exigencias públicas de cuasi-independencia para España habían sido hechas en las Congregaciones de la Compañía. No se permitía a ningún jesuita dejar España sin permiso del rey. La visita episcopal a las casas había sido pedida y otorgada. Pero finalmente, a través de la mediación del jesuita inglés Robert Parsons (q.v.), quien era tenido en gran estima por Felipe, el rey fue convencido de lo impolítico de las medidas, mientras Acquaviva convencía al Papa que el cisma sería desastroso para la Iglesia. Privada del respaldo real y papal, la rebelión colapsó. Simultáneamente, la Inquisición estaba haciendo todo lo que podía para destruir a la Compañía. Escuchó acusaciones difamatorias, arrojó a la cárcel al Provincial de Castilla, exigió la entrega de las Constituciones para examinarlas, hasta que Acquaviva triunfó al inducir al Papa a llevar el caso a su propio tribunal y revocar los poderes que habían sido dados a la Inquisición, o lo que esta pedía. Finalmente, el papa Sixto V, quien siempre había sido hostil a la Compañía, decidió encarar una modificación completa de ella. El emperador Fernando le pidió que no actuara, el Colegio de Cardenales resistió, pero el Papa mantuvo su decisión. La bula fue preparada, y el mismo Acquaviva fue obligado a enviar un pedido personal para que incluso se cambiara el nombre de la Compañía, pero en ese momento la muerte del pontífice salvó la situación –una coincidencia que dio origen a acusaciones contra la Compañía. Su sucesor, Gregorio XIV, se apresuró para renovar todos los anteriores privilegios de la Orden y confirmar sus aprobaciones previas. Durante la administración de Acquaviva, tuvo lugar la prolongada controversia sobre la Gracia, entre los dominicos y los jesuitas, y continuó con algunas interrupciones durante casi nueve años, sin que ninguna de las partes consiguiera alguna decisión de la Iglesia, razón por la cual en definitiva los contendientes fueron intimados a terminar la discusión. Fue Acquaviva quien ordenó que fuese redactado el esquema de los estudios jesuitas, conocido como la «Ratio Studiorum» (q. v.), el cual ha sido seguido hasta el día de hoy, con muy pocas modificaciones. Seis de los más ilustrados y experimentados expertos fueron citados a Roma, quienes trazaron todo el plan de estudios, comenzando con teología, filosofía y sus ramas dependientes, hasta sumergirse en los detalles más pequeños de la gramática. Una vez finalizada su redacción, el texto fue enviado a las diferentes Provincias para que se hicieran sugerencias, pero no fue impuesto hasta 1592, y luego con la condición que la Compañía determinaría qué instrucciones había que confeccionar, lo cual fue hecho en la Congregación General de 1593.

El período de su generalato fue el más notable en la historia de la Compañía por los hombres que produjo y la obra que llevó a cabo. Los nombres de Suárez, Toleto, Belarmino, Maldontus, Clavio, Lessius, Ripalda, Ricci, Parsons, Southwell, Campion, Luis Gonzaga, y una multitud de otros miembros se identifican con ese período. Misiones reales y pontificias a Francia, Rusia, Polonia, Constantinopla y Japón fueron confiadas a hombres como Possevin, Belarmino y Vallignani. Las casas se multiplicaron por todo el mundo con asombrosa rapidez. Los colegios educaron a algunos de los más brillantes hombres de Estado, príncipes y guerreros de Europa. Fueron organizadas las Reducciones del Paraguay; dio comienzo la labor heroica de las misiones de Canadá; Sudamérica comenzó a ser atravesada en todas las direcciones; los jesuitas habían conseguido ingresar en China, y llegaron a ser los astrónomos oficiales del emperador; gran número de mártires estaban sacrificando sus vidas en Inglaterra, América, India, Japón y en otros lugares, y la gran lucha organizada por Canisio y Nadal para enfrentar a la Reforma en Alemania había concluido exitosamente. El espíritu guía de todos estos grandes logros, y además de otros más, fue Claudio Acquaviva. Murió a la de edad de 71 años, el 31 de enero de 1615. Jouvency dice que lo mucho que él vivió hizo más gloriosa a la Compañía; y Cordarius habla de su elección como una inspiración. Además de la «Ratio Studiorum», de la que Acquaviva es sustancialmente el autor, dado que fue por su iniciativa y bajo su supervisión que el plan fue concebido y ejecutado, tenemos también el «Directorium Exercitiorum Spiritualium S.P.N. Ignatii», o «Guía para los Ejercicios Espirituales» que también fue sugerida y revisada por él. Esta obra ha sido insertada en el «Corpus Instituti S.J». Más directamente suyas son las «Industriae ad Curandos Aninme Morbos». Como General, escribió muchas cartas encíclicas, y es el autor de casi todas las «Ordinationes Generalium», las que fueron impresas en 1595, con la aprobación de la V Congregación General, Muchos otros documentos y cartas, referidos principalmente a asuntos de gobierno, todavía están vigentes.

Jouvency, Epitome Hist. Soc. Jesu, IV; Crétineau-Joly, Historie de la Comp de Jesus III; Varones Ilustres, V, 79; Santoral de la Compañía de Jesús, 31 de enero.

T.J. CAMPELL Transcrito por Michael Donahue Traducido por José Arturo Quarracino