Católico
De Enciclopedia Católica
Definición
La palabra católico (katholikos de katholou---a través de todo, es decir, universal) aparece en los clásicos griegos, por ejemplo, en Aristóteles y Polibio, y los Padres de la Iglesia la usaron libremente en lo que podemos llamar su sentido primitivo y no eclesiástico. Así encontramos tales frases como “la resurrección católica” (San Justino Mártir), “la bondad católica de Dios” (Tertuliano), “los cuatro vientos católicos” (San Ireneo), donde podemos ahora hablar de “la resurrección general, “la bondad universal o absoluta de Dios”, “los cuatro vientos principales”, etc. Parece que en este uso la palabra se opone a merikos (parcial) o idios (particular), y todavía sobrevive un ejemplo familiar de esta concepción en la antigua frase “Epístolas Católicas”, como aplicado a las Epístolas de San Pedro, San Judas, etc., que fueron llamadas así porque estaban dirigidas no a comunidades locales particulares, sino a la Iglesia completa.
Desarrollo Histórico del Término
La combinación “la Iglesia Católica” (he katholike ekklesia) se halla por primera vez en la carta que escribió San Ignacio de Antioquía a los de Esmirna cerca del año 110 d.C. La palabra dice: “Dondequiera que esté el obispo, dejen que esté la gente, incluso como donde esté Jesús, ahí está la Iglesia universal [katholike].” Sin embargo, en vista del contexto, prevalece alguna diferencia de opinión sobre la connotación precisa de la palabra en itálicas, y Kattenbusch, el profesor protestante de teología en Giessen, está preparado para interpretar la primera aparición de la frase en el sentido de mia mone, la “una y única” Iglesia [Das apostolische Symbolum (1900), II, 922]. Desde este tiempo en adelante hallamos el significado técnico de la palabra católico en aumento frecuente tanto en Oriente como en Occidente, hasta que a principios del siglo IV parece que suplantó casi completamente al significado general y primitivo. Los ejemplos anteriores fueron recopilados por Caspari (Quellen zur Geschichte des Taufsymbols, etc., III, 149 ss.). Muchos de ellos todavía aceptan el significado “universal”. La referencia (c. 155) al “obispo de la iglesia católica en Esmirna” (Carta sobre el martirio de San Policarpo, XVI), una frase que necesariamente presupone un uso más técnico de la palabra, se debe a la interpolación, según opinión de algunos críticos. Por otro lado, este sentido aparece indudablemente más de una vez en el Canon Muratorio (c. 180), donde, por ejemplo, se dice de ciertos escritos heréticos que ellos “no pueden ser recibidos en la Iglesia Católica”. Un poco después, Clemente de Alejandría habla muy claramente. “Decimos”, declara él, “que tanto en substancia como en apariencia, tanto en origen como en desarrollo, la primitiva y católica Iglesia es la única, que concuerda como lo hace en la unidad de una sola fe” (Stromata, VII, XVII; P. G., IX, 552). Por este y otros pasajes que se pueden citar, el uso técnico parece haber estado claramente establecido a principios del siglo III. En este sentido la palabra implica la sana doctrina como opuesta a la herejía, y la unidad de organización como opuesta al cisma (Lightfoot, Padres Apostólicos, Parte II, vol. I, 414 ss. Y 621 ss.; II, 310-312).
De hecho, “católico” pronto se volvió en muchos casos un mero apelativo---el nombre propio, en otras palabras, de la verdadera Iglesia fundada por Cristo, justo como ahora hablamos frecuentemente de la Iglesia Ortodoxa cuando nos referimos a la iglesia establecida del Imperio Ruso, sin referirnos a la etimología del título así usado. Fue probablemente en este sentido que el español San Paciano (Ep. I ad Sempron.) escribe, cerca del año 370: "Christianus mihi nonem est, catholicus cognomen", y es digno de señalar que en varias exposiciones latinas tempranas del Credo, principalmente el de Nicetas de Remesiana, el cual data de alrededor del 375 (ed. Burn, 1905, p. LXX), la palabra católico en el Credo, aunque en ese tiempo sin duda se apareaba con las palabras Santa Iglesia, no sugiere comentario especial. Incluso en San Cipriano de Cartago (c. 252) es difícil determinar hasta dónde él usa la palabra católico significativamente, y hasta donde como un mero nombre. El título, por ejemplo, de su larga obra es “Sobre la unidad de la Iglesia Católica”, y hallamos frecuentemente en sus escritos frases tales como catholica fides (Ep. XXV; ed. Hartel, II, 538); catholica unitas (Ep. XXV, p. 600); catholica regula (Ep. LXX, p. 767), etc. La única idea clara subyacente en todas es ortodoxia como puesta a herejía, y Kattenbusch no vacila en admitir que en Cipriano es donde primero vemos como católico y romano vinieron eventualmente a ser considerados como términos intercambiables. (Cf. Harnack, Dogmengeschichte, II, 149-168.) Además se debe notar que la palabra Catholica se usaba a veces substantivamente como el equivalente de ecclesia Catholica. Un ejemplo de esto se halla en el Canon Muratorio, otro aparentemente en Tertuliano (De Praescrip, XXX), y muchos otros aparecen en una fecha posterior, particularmente entre los escritores africanos.
Entre los griegos era natural que mientras “católico” servía como la descripción distintiva de la única Iglesia, nunca se perdió de vista completamente el significado etimológico de la palabra. Así en los “Discursos Catequéticos” de San Cirilo de Jerusalén” (c. 347) él insiste por un lado (Sec. 26); “Y si estás viviendo en alguna ciudad, pregunta no simplemente dónde está la casa del Señor---pues las sectas de lo profano también intentan llamar casa del Señor a sus guaridas---no meramente donde está la iglesia, sino dónde está la Iglesia Católica, pues ése es el nombre peculiar del santo cuerpo de nuestra Madre de todos.” Por otro lado, cuando se discute la palabra “católico”, que ya aparece en su forma en el credo bautismal, San Cirilo señala (Sec. 23): “Ahora ella (la Iglesia) es llamada católica porque está por todo el mundo, de un lado a otro de la tierra”; pero luego tendremos ocasión de citar este pasaje más en detalle.
Sin embargo, no puede haber duda que fue la lucha con los donatistas lo que primero sacó fuera el significado teológico pleno del epíteto católico y lo entregó a los escolásticos como una posesión permanente. Cuando los donatistas reclamaron representar a la única verdadera Iglesia de Cristo, y formularon ciertas marcas de la Iglesia que profesaban encontrar en su propio cuerpo, no podía dejar de impactar a sus oponentes ortodoxos que el título católico, por el cual la Iglesia de Cristo fue universalmente conocida, confrontaba un examen mucho más seguro y que éste era completamente inaplicable a una secta que estaba confinada a un pequeño rincón del mundo. Contrario a todos los herejes anteriores, los donatistas no se descarriaron basándose en ninguna cuestión cristológica; sino que lo que estaba defectuosa era su concepción de la organización y disciplina eclesiásticas. Por lo tanto, para refutarlos San Agustín (c. 400) y San Optato (c. 370) gradualmente desarrollaron una teoría más o menos definida de la Iglesia y sus señales. Estos doctores insistieron particularmente sobre la señal de catolicidad, y señalaron que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento representaban a la Iglesia como extendida sobre toda la tierra. (Vea Turmel, "Histoire de la theologie positive, 1904, I, 162-166, con las referencias dadas ahí). Además, San Agustín insistió sobre el consenso de los cristianos en el uso del nombre “católico”. “Lo quieran o no”, dice él, “los herejes tienen que llamar católica a la Iglesia Católica” ("De vera religione", XII). “Aunque todos los herejes quieren llamarse católicos, si cualquiera pregunta dónde está el lugar de culto, ninguno de ellos se atrevería a señalar su propio conventículo” (Contra Epistolam quam vocant Fundamenti, IV). De los expositores posteriores de esta misma tesis el más famoso es San Vicente de Lérins (c. 434). Su precepto de catolicidad es “lo que se ha creído por doquier, siempre y por todos”. “Esto”, añade él, “es la definición propia y verdadera de católico” (Commonitorium, I, II).
Aunque la creencia en la “Santa Iglesia” fue incluida en la forma primitiva del Credo romano, la palabra católico no parece haber sido añadida al Credo dondequiera en Occidente hasta el siglo IV. Kattenbusch cree que nuestra forma existente se halló primero en la “Exhortatio” que él atribuye a Gregorio de Eliberis (c. 360). Sin embargo, es posible que el Credo que luego imprimió Dom Morin (Revue Bénédictine, 1904, p. 3) sea de una fecha aún más temprana. En cualquier caso la frase “Creo en la Santa Iglesia Católica” aparece en la forma comentada por Nicetas de Remesiana (c. 375).
Respecto al uso moderno de esta palabra, Católica Romana es la designación usada en los decretos legislativos de la Inglaterra protestante, pero católico es el que se usa comúnmente en el continente de Europa, especialmente en los países latinos. Ciertamente, los historiadores de todas las escuelas, por lo menos en obsequio a la brevedad, frecuentemente contrastan católico y protestante, sin ninguna cualificación. En Inglaterra, desde mediados del siglo XVI, se han hecho protestas indignadas contra la “usurpación exclusiva y arrogante” del nombre “católica” por la Iglesia de Roma. El archidiácono protestante Philpot, quien fue condenado a muerte en 1555, se reafirmó obstinadamente sobre este punto (vea la edición de sus obras publicada por la Sociedad Parker); y entre muchas controversias similares de fecha posterior se puede mencionar la que ocurrió entre el Dr. William Bishop, luego vicario apostólico, y el Dr. Abbot, luego obispo de Salisbury, respecto al “Catholicke Deformed”, la cual hizo estragos entre 1599 a 1614. Según algunos, tales combinaciones como católico romano, o anglo católico, envuelven una contradicción de términos. (Vea el obispo anglicano de Carlisle en “The Hibbert Journal”, enero de 1908, p. 287). Desde aproximadamente el año 1580, además del término papista, usado con intenciones oprobiosas, los seguidores de la antigua religión eran a menudo llamados “romish” (despectivo para romano) o católicos romanos. En 1585 Sir William Harbert publicó una “Carta a un Romano Alegadamente Católico”, y en 1587 se imprimió en Londres un libro italiano respecto a las diferentes doctrinas “dei Protestanti vceri e Cattolici Romani”; ni parece que los católicos siempre objetaran dicha apelación, sino que a veces la usaban ellos mismos.
Por otro lado, escritores protestantes a menudo describían a sus oponentes simplemente como “católicos”; un ejemplo conspicuo es el “Pseudomártir” del Dr. John Donne, impreso en 1610. Además, al menos en aras de la brevedad, ambas partes han discutido tales asuntos candentes como “emancipación católica” sin ningún prefijo calificativo. En relación con este asunto, debemos llamar la atención a una opinión anglicana común representada en una obra de referencia tan popular como el “Diccionario Eclesiástico” de Hook (1854), s.v. “Católico”---“Dejemos al miembro de la Iglesia de Inglaterra afirmar su derecho al nombre de católico, puesto que es la única persona en Inglaterra que tiene el derecho a tal nombre. El romanista inglés es un cismático romano y no un católico.” Blunt desarrolla ulteriormente la idea en su “Diccionario de Sectas y Herejías” (1874), donde define el término “católicos romanos” como “una secta organizada por los jesuitas a partir de las reliquias del partido mariano durante el reinado de la Reina Isabel”. Una opinión anterior y menos extrema se halla en la obra “Ensayos Críticos e Históricos” de Newman, publicada por él cuando aún era anglicano (vea Núm. 9, “La Catolicidad de la Iglesia Anglicana”). La propia nota del cardenal sobre este ensayo se puede leer ventajosamente en la última edición revisada.
Significado Teológico
Bibliografía: En adición a las referencias dadas en el curso del artículo, vea WILHELM Y SCANNELL, Manual de Teología Católica (1898), II, 351-4; KRAUS, Real-Encycklopadie der christlichen Alterthumer (Friburgo, 1882), s.v. Catholicus; MAZZELLA, De Religione et Ecclesia (Roma, 1885); SCHANZ, Una Apología Cristiana (tr. Dublin, 1891); MOUREAU, in Dict. de theol, cath., s.v. Catholicite; BILLOT, De Sacra Traditione (Roma, 1904), 72-134; SEMERIA, Dogma, Gerarchia e Culto (Roma, 1902), 235-257; TURMEL, Histoire de theologie positive (París, 1906), II, 117; NEWMAN, Essays Historical and Critical, Essay ix, with note.
Para la opinión protestante vea la última (HAUCK) edición de HERZOG, Realencyklopadie fur protestantische Theologie und Kirche, s.v. Kirche; HARNACK, History of Dogma (tr. Londres, 1896), II; PEARSON, Exposición del Credo; FAIRBAIRN, Catolicismo, Romano y Anglicano (Londres, 1899).
Fuente: Thurston, Herbert. "Catholic." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/03449a.htm>.
Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina