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Jueves, 28 de marzo de 2024

Vísperas

De Enciclopedia Católica

Revisión de 11:43 15 oct 2010 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)

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Las vísperas en el siglo VI

En el siglo VI el Oficio de vísperas en la Iglesia Latina fue casi lo mismo que fue durante la Edad Media y lo que es hasta el presente. En un documento de incuestionable autoridad de ese período se describe el Oficio como sigue: La hora de la tarde, o sinaxis vespertina, se compone de cuatro Salmos, una capítula, un responsorio, un himno, un versículo, un cántico del Evangelio, una letanía (Kyrie Eleison, Christe eleison), Pater con el final ordinario, oratio u oración y la despedida (Regula Sancti Benedicti, XVII). Los Salmos recitados se toman de la serie de Salmos desde el 109 al 147 (excepto los grupos 117 a 127 y 133 a 142); los Salmos 138, 143, 144 se dividen cada uno en dos partes, mientras que el Salmo 115 y 116 se unen en uno. Esta disposición es casi la misma que en el “Ordo Romanus”, excepto que el número de Salmos recitados es cinco en lugar de cuatro. Se toman, sin embargo, de la serie 109 a 147. Aquí, también, encontramos la capítula, el versículo y el cántico del Magnificat. Es himno es una introducción más reciente en las vísperas romanas; el final (letanías, Pater, versículos, oraciones) parecen todos haber existido desde esta época como en el cursus benedictino.

Por lo tanto, al igual que las otras horas, las vísperas se dividen en dos partes: la salmodia, o canto de los salmos, que forman la primera parte, y la capítula y fórmulas de la segunda. El tiempo de vísperas variaba según la temporada entre la hora décima (4:00 p.m.) y la duodécima (6:00 p.m.). Como cuestión de hecho, ya no era la hora del atardecer, sino de la puesta del sol, de modo que se celebraba antes que el día se terminase y, en consecuencia antes de que hubiera necesidad de luz artificial (Regula S. Benedicti, XLI). Este es un punto a tener en cuenta, ya que era una innovación. Antes de esta época esta sinaxis se celebraba con todas las antorchas encendidas. La razón de esto es que San Benito introdujo en el cursus, otra hora ---es decir, completas.--- que se prescribió que se celebrara en la tarde, y que podría considerarse como una especie de duplicación del Oficio de Lucernarium.

Origen de las vísperas: período anterior al siglo VI

La Regla de San Benito fue escrita alrededor del 530-43 y representa el Oficio de vísperas redactado en la forma indicada anteriormente. Mucho antes de esto nos encontramos con un oficio verspertino, cuyo nombre varía, correspondiente a ambos, el de vísperas y el de completas. En San Benito encontramos el nombre vespera que ha prevalecido, de ahí la palabra francesa vêpres y la española vísperas. Casiano lo llama Vespertina synaxis, o Vespertina solemnitas (PL, XLIX, 88-9). Sin embargo, el nombre con el que fue más conocido durante ese período fue Lucernalis o Lucernaria hora (I. c., 126), el cual es característico. Se llamaba así porque a esta hora se encendía un número de velas, no sólo para alumbrar, sino también con fines simbólicos.

El "Peregrinatio", que da el orden de la liturgia según se practicaba en Jerusalén y cuya fecha probable es el siglo IV, lo llama Lichnicon. Esta es la traducción al latín de la palabra griega lychnikon, que corresponde a la palabra Lucernarium (cf. liturgia y rito ambrosianos). El autor nos dice que este Oficio se realizaba a la hora décima (4:00 p.m.); es realmente el Oficio des lumières, es decir, de las luces, que se celebraba en la iglesia del Santo Sepulcro, en el que todas las lámparas y antorchas de la iglesia se encendían, haciendo, como dice el autor, “una luz infinita”. Se cantaban los salmos de la luz, tras lo cual seguía la recitación de la súplica y conmemoraciones o letanías, luego las oraciones y finalmente la bendición y despedida

En el “Antifonario de Bangor”, un documento irlandés del siglo VI, se le llama a las vísperas hora duodecima, lo cual corresponde a las 6:00 p.m., u hora incensi, o además ad cereum beneicendum. Es interesante hacer notar todos estos nombres. La hora incensi recuerda la costumbre de quemar incienso a esta hora, mientras que al mismo tiempo se encendían las velas. El término ad cereum benedicendum presenta un interés aún mayor porque nos recuerda que la ceremonia de las luces en las vísperas era simbólica y muy solemne. En Prudencio (siglo IV) encontramos un himno titulado "Ad incensum lucernæ” que, según algunos críticos, parece haber sido compuesto para la hora del Lucernarium (Arévalo, "Prudenti carmina", I, 124, ed. 1788; cf también Cabrol, "Les Eglises de Jerusalén, la discipline et la liturgie au IVe siécle", 47). Otros ven en esta una alusión a la ceremonia del cirio pascual. Sin embargo, el Lucernarium pudo haber tenido, en ese momento, alguna analogía con la ceremonia del Sábado Santo, y el himno pudo así ser adaptado a uno u otro. En el "Antiguo Sacramentario Galicano" (Thomasi, "Opera", VI, 395) nos encontramos para el Sábado Santo una oratio ad duodecima, diseñada para celebrar la luz, así como la Resurrección, lo que parece por lo tanto favorecer nuestra hipótesis. San Basilio habla también de un himno que se canta en el momento en que se encienden las antorchas, sin duda, el famoso himno "Lumen hilare" (cf. Cabrol, 1. C., 47-8).

Vísperas, pues, era el Oficio más solemne del día y se componía de los salmos llamados Lucernales (el salmo 141(140) es llamado psalmus lucernalis por las Constituciones Apostólicas, VIII, XXXV; cf. II, LIX; también Cabrol, 1 c.). El "Peregrinatio" no menciona el número de salmos cantados a esta hora, pero Casiano, quien, poco tiempo después del "Peregrinatio" describe este Oficio según lo celebraban los monjes de Egipto, dice que recitaban doce salmos como en las vigilias (maitines). Luego se leían dos lecturas como en las vigilias, una del Antiguo y la otra del Nuevo Testamento. Cada salmo era seguido por una breve oración (P.L., XLIX, 83-4, 88-9). Para el resto Casiano concurre con la "Peregrinatio". Él dice que el oficio se recitaba hacia las 5:00 o 6:00 p.m. y que se encendían todas las luces. Esta sinaxis vespertina era vista como un recuerdo del sacrificio de la tarde de la antigua Ley. El uso de incienso, velas y otras luces parecerían sugerir los ritos judíos que acompañaban el sacrificio de la tarde (Éxodo 29,39; Núm. 28,4; Sal. 141(140),2; Dan. 9,21; 1 Crón. 23,30; cf Haneberg, "Die reli Alterth der Bibel..", Munich, 1869, p. 362). Así se puede ver que el Lucernarium era, junto con las vigilias, la parte más importante de las oficios del día, pues se componían de casi los mismos elementos que éstas, al menos en ciertas regiones. Su existencia en el siglo IV es también confirmada por San Agustín, San Ambrosio, San Basilio, San Efrén y, un poco después, por varios concilios en Galia y España, y por varias reglas monásticas (vea textos en Bäumer-Biron, l. c., 78, 80, 118-27, 188-98, 208, etc.). Las “Constituciones Apostólicas” (VIII, XXI, 34, 35) la describe en casi los mismos términos que la "Peregrinatio". Antes del siglo IV hallamos alusiones a la oración de la tarde en los primeros Padres Clemente de Roma, San Ignacio, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes los cánones de San Hipólito, San Cipriano (para textos vea Bäumer-Biron, l. c., I, 20 ss., 73-4, 76, 78). Plinio, en su famosa carta a comienzos del siglo II, habla de reuniones litúrgicas de los cristianos en la mañana y en la tarde: "coetus antelucani et vespertini" (Ep., X, 97). Por lo tanto, vísperas es, junto con la vigilias, el oficio más antiguo conocido en la Iglesia.

Oficio de vísperas en la Edad Media: variaciones

Ya hemos señalado que la institución del oficio de completas transformó el Lucernarium tomando de él algo de su importancia y simbolismo, y al mismo tiempo este último perdió su sentido original. Hemos visto que San Benito lo llama sólo Vespera, el nombre que ha prevalecido sobre el de Lucernarium (cf. Ducange, "Glossarium med. et inf. lat.", s.v. Vesperae). La liturgia galicana, la mozárabe, y, en cierta medida, la milanesa, han conservado el Lucernarium (cf. Baumer-Biron, 1. C., I, 358). La Iglesia Griega conserva el Lumen hilare y algunos otros rastros del antiguo Lucernarium en los oficios de vísperas y completas (cf. Smith, "Dict. Crist. Antiq." S.v. Office, Divine). En la Regla de San Columbano, de alrededor de 590, vísperas todavía tiene doce salmos, entre los que están en los salmos 112 y 113, los salmos graduales, salmo 119 ss. (cf. Gougaud, "Les chrétientés celtiques", 309; "Dict. d'arch. Chrét. Et de liturgie", s.v. Celtique, 3015). El "Antifonario de Bangor", un documento de origen irlandés, da para vísperas el salmo 112 y también el Gloria in excelsis”. Para las modificaciones desde el siglo XII, cf. Baumer-Biron, 1. c., II, 54 ss.

Últimos cambios

El Decreto “Divino afflat” (1 nov. 1911) envuelve algunos cambios importantes en el antiguo Oficio romano. Se designaron nuevos [[Salmos|salmos] para cada día de la semana. Estos salmos han de recitarse con sus antífonas, no sólo en el Oficio de tempore (domingos y feria) sino también en fiestas de un rito inferior que las dobles de segunda clase, es decir, en las simples, semidobles (dobles menores) y dobles mayores. En las fiestas dobles de segunda clase y, a fortiori, de primera clase, así como en las fiestas de la Santísima Virgen, los santos ángeles, y los Apóstoles, los salmos son propios de la fiesta como hasta ahora. En todas las fiestas, de cualquier rito, la segunda parte de las vísperas, es decir, la capítula, himno, antífona del “Magníficat", se toman del Sanctorale. En las semi-dobles y las de un rito menor los sufragios se reducen a una sola antífona y oración que es común a todos los santos hasta ahora conmemoramos, mientras que las preces ("Miserere" y versículos) anteriormente impuestos a la feria mayor son ahora suprimidos.

Simbolismo: los himnos

A pesar de los cambios producidos en el transcurso del tiempo, las vísperas siguen siendo el oficio grande e importante de la noche. Como ya se señaló, recuerda el sacrificium vespertinum de la antigua ley. De la misma manera como la noche se consagra a Dios por el oficio de la vigilia, así también lo es el final del día por las vísperas. Termina como terminaba maitines anteriormente, y como termina laudes en la actualidad, por una lección o lectura del Evangelio, o canticum evangelii, que para las vísperas es siempre el "Magnificat". Este es uno de los rasgos característicos de vísperas, uno de los elementos litúrgicos que este oficio en particular ha mantenido en casi todas las regiones y en todo momento. Sin embargo, hay algunas excepciones, como en algunas liturgias el “Magnificat” es cantado en laudes (cf. Cabrol en "Dict. d'arch. et de liturgie", s.v. Cantiques évangéliques). Este lugar de honor que se le da con tanta insistencia al cántico de María desde la antigüedad remota, no es sino uno de las muchas, y de las menos sorprendentes, pruebas de la devoción que siempre se le ha rendido a la Santísima Virgen en la Iglesia. Los salmos utilizados en vísperas han sido seleccionados, desde tiempo inmemorial, de los salmos 109 a 147, con la excepción del Sal. 119(118), que a causa de su longitud inusual no cuadra con los demás, y, en consecuencia, normalmente se divide en partes y es recitado en las horas menores. Los salmos I a 108 se consagran a maitines y laudes, mientras que los tres últimos salmos, 148 a 150 pertenecen invariablemente a laudes. La serie de himnos consagrados a las vísperas en el Breviario Romano también forman una clase aparte y ayudan a dar algunas pistas sobre el simbolismo de esta hora. Los himnos son muy antiguos, y en su mayoría probablemente datan del siglo VI. Ellos tienen esta característica particular: todos están dedicados a la alabanza de uno de los días de la Creación, según el día de la semana, así: el primero, "Lucis Optime Creador", el domingo, a la creación de la luz; el segundo, el lunes, a la separación de la tierra y las aguas; el tercera, el martes, a la creación de las plantas; el cuarto, el miércoles, a la creación del sol y la luna; el quinto, el jueves, a la creación de los peces; el sexto, el viernes, a la creación de las bestias de la tierra; el sábado es una excepción, el himno de ese día es en honor de la Santísima Trinidad, porque entonces comienza el Oficio de domingo.

Importancia

Ahora podemos ver la gran importancia que la Iglesia parece haber atribuido siempre al Oficio de vísperas. Es el único que ha mantenido su popularidad (excepto, por supuesto, el Santo Sacrificio, que no consideramos aquí como un oficio) entre los cristianos piadosos hasta el día de hoy. Maitines y laudes, debido a la hora en que se celebran, siempre han sido más o menos inaccesibles a los fieles; asimismo las horas menores, excepto quizás tercia, que sirve como una introducción a la Misa. Vísperas, por el contrario, ocupa un lugar privilegiado hasta el final del día. Los domingos es más probable este Oficio reúna a los fieles en la iglesia por segunda vez y así complete decorosamente el Servicio Divino de ese día. Por esta razón, en la mayoría de los países católicos, la costumbre de las vísperas del domingo se ha mantenido por mucho tiempo, y se sigue manteniendo. Es muy conforme a la tradición, además, inviste a este oficio con una solemnidad particular. Los salmos de vísperas, así como los himnos y las antífonas, están bien diseñados para edificar a los fieles. Por último, la antigua costumbre de leer una lección o lectura del Antiguo o del Nuevo Testamento, o de las homilías de los Padres, bien podría en ciertos casos y en cierta medida ser adoptada de nuevo, o servir de objeto para el sermón que a veces se pronuncia en este servicio.


Bibliografía: Respecto al Lucernarium: MÉNARD in P.L., LXXVIII, 335; Regula incerti auctoris (siglo VI) en P.L., LXVI, 996; Regula magistri en P.L., LXXXVIII, 1004, 1006; L, 1013; MARTÈNE, De ant. eccl. ritibus, IV, 32 ss.; DE VERT, Explic. des cérémonies de l'église, II, 385; IV, 133, 150; LEBRUN, Explic. de la messe, I, 66 ss.; CABROL, Les églises de Jérusalem, la discipline et la liturgie au ive siècle (París, 1895), 47-8.

Respecto a las vísperas: ZACCARIA, Onomasticon, 13, 19; CAVALIERI, Opera liturgica, II (Bassani, 1778), 139; MORIN, Les vêpres du dimanche in Rev. bénédictine, IV (1887), 434-46; LECLERQ en Dict. d'arch. et de liturgie, II, 1270 ss.; BÄUMER-BIRON, Hist. du bréviaire, I, 208-31, etc.; BATIFFOL, Hist. de bréviaire romain (3ra. ed., 1911), 23, 108, etc.

Fuente: Cabrol, Fernand. "Vespers." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/15381a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc