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Viernes, 19 de abril de 2024

Papa Nicolás III

De Enciclopedia Católica

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Papa Nicolás III (Giovanni Gaetani Orsini) nació en Roma cerca de 1216; fue elegido en Viterbo el 25 de noviembre de 1277; murió en Soriano, cerca de Viterbo, el 22 de agosto de 1280. Su padre, Matteo Rosso, pertenecía a la ilustre familia romana de los Orsini, mientras que su madre, Perna Gaetana, pertenecía a la noble casa de los Gaetani. Como senador, Matteo Rosso había defendido a Roma contra Federico II y la había guardado para el papado. Era amigo de San Francisco de Asís y pertenecía a su tercera orden, hechos que no dejaron de influir en el hijo, ya que como cardenal y como Papa, Giovanni siempre tuvo una buena disposición hacia los franciscanos. No tenemos conocimiento sobre su educación y sus primeros años.

Agradecido por los servicios prestados a la Santa Sede por su padre, Inocencio IV creó al joven Orsini (28 mayo 1244) cardenal-diácono con el título de San Nicolás en Carcere Tulliano, y le dio beneficios en York, Laon y Soissons. Probablemente en una fecha anterior se le había confiado la administración de las iglesias romanas de San Lorenzo en Dámaso y de San Crisógono. Fue uno de los cinco cardenales que acompañaron a Inocencio IV en su huida de Cività Vecchia a Génova y de allí a Lyon (29 junio 1244). En 1252 fue enviado en una fallida misión de paz a los güelfos y gibelinos que estaban en guerra en Florencia.

En 1258, Luis IX rindió un elocuente homenaje a su independencia e imparcialidad al sugerir su selección como igualmente aceptable para Inglaterra y Francia para la solemne ratificación de la paz concluida entre los dos países. Su integridad fue igualmente irreprochable, pues nunca aceptó obsequios por sus servicios. Tan grande fue su influencia en el Sacro Colegio que la elección de Urbano IV (1261) se debió principalmente a su intervención. Urbano lo nombró inquisidor general (1262) y protector de los franciscanos (1263). Bajo Clemente IV (1265-68) fue miembro de la delegación de cuatro cardenales que invistieron a Carlos de Anjou con el Reino de Nápoles (28 junio 1265). Posteriormente desempeñó un papel destacado en las elecciones de Gregorio X, que recibió la tiara de sus manos, y de Juan XXI, en cuyo consejero se convirtió y que lo nombró arcipreste de San Pedro. Después de una vacante de seis meses, sucedió a Juan como Nicolás III.

Fiel a su origen, se esforzó por liberar a Roma de toda influencia extranjera. Su política apuntaba no solo a la exclusión de la siempre problemática autoridad imperial, sino que también buscaba frenar la creciente influencia de Carlos de Anjou en el centro de Italia. A petición suya, Rodolfo de Habsburgo renunció (1278) a todos los derechos sobre la posesión de la Romaña, renuncia aprobada posteriormente por los príncipes imperiales. Nicolás tomó posesión de la provincia a través de su sobrino Latino, a quien poco antes (12 marzo 1278) había elevado al cardenalato. Creó a Bertoldo, otro sobrino, conde de la Romaña, y en otras ocasiones recordó a sus familiares en el reparto de lugares honorables y lucrativos. En 1278 obligó a Carlos de Anjou a renunciar a la regencia de Toscana y a la dignidad de senador romano.


Para asegurar la libertad de las elecciones papales, ordenó en una constitución (18 julio 1278) que a partir de entonces el poder senatorial y todos los cargos municipales se reservarían a los ciudadanos romanos con exclusión del emperador, rey u otro potentado. En el fomento de relaciones más armoniosas con la corte bizantina, el Papa también apuntó a restringir el poder del rey de Nápoles en Oriente. A sus esfuerzos se debió el acuerdo celebrado en 1280 entre Rodolfo de Habsburgo y Carlos de Anjou, por el cual este último aceptó Provenza y Forcalquier como feudos imperiales y aseguró el compromiso de su nieto con Clementia, una de las hijas de Rodolfo. El plan tan discutido de una nueva división del imperio en cuatro partes no está lo suficientemente atestiguado como para atribuirlo con certeza a Nicolás. En esta partición, Alemania, como monarquía hereditaria, recaería en manos de Rodolfo, el Reino de Arles iba a pasar a su yerno, Carlos Martel de Anjou, mientras que los Reinos de Lombardía y Toscana iban a ser fundados en Italia y otorgados a familiares del Papa.

Los esfuerzos de Nicolás para promover la paz entre Francia y Castilla resultaron infructuosos. Incapaz de llevar a cabo su deseo de acudir personalmente a Hungría, donde las disensiones internas y las devastaciones del Cumani ponían en peligro la existencia misma del cristianismo, en el otoño de 1278 nombró como su legado en ese país al obispo Felipe de Fermo. Un sínodo, celebrado en Buda en 1279 bajo la presidencia del enviado papal, no pudo completar sus deliberaciones debido a la violenta interferencia del pueblo. El rey Ladislao IV, instigador del problema, fue amenazado en una carta papal con penas espirituales y temporales si no reformaba sus costumbres. El rey prestó temporalmente atención a esta solemne amonestación y, en una fecha posterior suprimió las incursiones del Cumani. Los nombramientos de dignos titulares de los arzobispados de Gran y Kalocsa-Bacs realizados bajo este pontificado ayudaron aún más a fortalecer la causa del cristianismo.

La tarea de Nicolás III en su trato con la Iglesia Oriental fue la realización práctica de la unión aceptada por los griegos en el Segundo Concilio de Lyon (1274), por razones políticas más que por persuasión dogmática. Las instrucciones a los legados que envió a Constantinopla contenían, entre otras condiciones, la renovación por parte del emperador del juramento prestado por sus representantes en Lyon. El mantenimiento del rito griego se concedió sólo en la medida en que la autoridad papal no lo considerase opuesto a la unidad de fe; a los del clero que se oponían a la reunión se les exigió que obtuviesen la absolución de las censuras incurridas por parte de los enviados romanos. Estas fueron condiciones más rigurosas que las impuestas por sus predecesores, pero difícilmente se les puede atribuir el fracaso de las negociaciones para la reunión, pues la nación griega se oponía firmemente a la sumisión a Roma y el emperador perseguía ventajas temporales al amparo del deseo de lograr la armonía eclesiástica.

A petición de Abaga, kan de los tártaros, el Papa le envió en 1278 cinco misioneros franciscanos que debían predicar el Evangelio primero en Persia y luego en China. Encontraron obstáculos considerables en Persia y no fue hasta el pontificado de Nicolás IV que su predicación produjo resultados apreciables. La realización del deseo del Papa de organizar una Cruzada se vio frustrada por el estado agitado de la política europea. El 14 de agosto de 1279 emitió la constitución "Exiit qui seminat", que sigue siendo fundamental para la interpretación de la Regla de San Francisco y en la que aprueba la más estricta observancia de la pobreza.

Mientras el Vaticano había sido ocupado de vez en cuando por algunos de sus predecesores, Nicolás III estableció allí la residencia papal, remodeló y amplió el palacio, y aseguró en su vecindario terrenos, posteriormente transformados en los jardines del Vaticano. Yace enterrado en la Capilla de San Nicolás, construida por él en San Pedro. Fue un pontífice de mentalidad eclesiástica, de gran capacidad diplomática y, si exceptuamos sus actos de nepotismo, de carácter intachable.


Bibliografía: GAY, Les Registres de Nicolas III (París, 1898-1904); POTTHAST, Regesta Pontif. Roman., II (Berlín, 1875), 1719-56; SAVIO, Niccolò III in Civiltà Cattolica, ser. XV-XVI (Roma, 1894-5); DEMSKI, Papst Nikolaus III (Münster, 1903); STERNFELD, Der Kardinal Johann Gaetan Orsini (1244-77) (Berlín, 1905); MIRBP in The New Schaff-Herzog Encyclopedia, s.v.

Fuente: Weber, Nicholas. "Pope Nicholas III." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11, págs. 56-57. New York: Robert Appleton Company, 1911. 4 sept. 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/11056a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina