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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Animales en el Arte Cristiano

De Enciclopedia Católica

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Cordero del Apocalipsis
Alegoría de los Apóstoles
Jonás
En el arte cristiano las figuras de animales siempre han ocupado un lugar de mucha mayor importancia que la que le fue jamás concedida en el arte del mundo pagano. En los inicios del cristianismo latino y bizantino, así como en el período de su pleno florecimiento en la Edad Media, se encuentra un número prodigioso de representaciones de animales no sólo en la escultura monumental sino también en los manuscritos iluminados, en ventanas de vitrales así como en tapices. Se pueden dar tres razones para esta afición única por la vida animal. La primera, porque brinda un medio fácil para expresar o simbolizar un vicio o una virtud, por medio de la virtud o vicio usualmente atribuido al animal representado. En segundo lugar, debido al uso tradicional de formas animales como un elemento de decoración. Y en tercer lugar, debido al regreso al estudio directo de la naturaleza por parte de los diseñadores medievales, que incluían en una investigación benigna al hombre, a los animales inferiores y a las plantas más sencillas.

Las pinturas del primer periodo, según se ven en las catacumbas, nos muestran usualmente al cordero acompañando al Buen Pastor, en representación del alma cristiana durante su vida terrenal. Las aves aparecen también como simples elementos decorativos heredados de antiguas pinturas o usadas simbólicamente como en la paloma de Noé, símbolo del alma cristiana liberada por la muerte; el pavo real con su antiguo significado de inmortalidad y el fénix, símbolo de la apoteosis. Quizás el símbolo de mayor difusión fue el Ichthys (pez), el cual desde el siglo II ha representado gráficamente el famoso acróstico: "esous Christos Theou Uios Soter" (Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador), y así se convirtió en el símbolo de Cristo en la Eucaristía. Artísticamente, estas varias representaciones son algo toscas y sin arte, y muestran la decadencia del arte pagano de la época, aunque una cierta traza de la gracia juvenil vislumbra el renacimiento venidero.

Después del reconocimiento de la Iglesia por Constantino, el Apocalipsis es la fuente de la que se deriva la mayoría de los temas decorativos del arte cristiano. El cordero es ahora el más importante de éstos, y su significado es ya sea el mismo de antes o, con más frecuencia quizás, simbólico de Cristo, la víctima de expiación. La paloma es el Espíritu Santo, y los cuatro animales que San Juan vio en el cielo (Apoc. 4,5) se usan como personificaciones de los cuatro evangelistas. Bajo la influencia del arte bizantino, una gran variedad de animales fantásticos, tales como dragones, pájaros con cabeza humana, leones alados, etc., se entrelazaron alrededor de las formas decorativas hasta que las guerras extranjeras y el movimiento iconoclasta llevaron a su fin este período de arte vigoroso. Durante los tres siglos siguientes, encontramos simplemente manifestaciones artísticas de poca importancia, y es sólo en los edificios románicos que vemos nuevas clases de animales. Se trata usualmente ya sea de animales puramente fantásticos o compuestos, es decir, formados de elementos de diferentes especies combinados en uno. A menudo, el tema surge de formas de follaje; y se muestra a los monstruos peleando e incluso devorándose unos a otros. En las enjutas de las puertas de entrada, alrededor del Cristo glorificado, se muestra al león, al buey, al hombre y al águila sosteniendo los libros sagrados. Este será el motivo favorito de la escultura de los siglos XI y XII. A veces las fauces de un monstruo señala la entrada al infierno, en el cual se hunden los pecadores.

Con el inicio del siglo XIII, el arte gótico ofrece el mayor número y las mejores representaciones de formas animales. Las grandes catedrales, en especial las de la isleta de Francia, donde la escultura alcanzó su más alto nivel de excelencia, son una especie de enciclopedia sobre el conocimiento de la época. Ellas muestran, por lo tanto, ejemplos de todos los animales conocidos, es decir, por leyenda o por la experiencia. Los bestiarios, tratados populares sobre historia natural que exhiben una curiosa mezcla de verdad y error, son profusamente ilustrados en las catedrales, en las piedras talladas de los capiteles, en los parapetos, en las partes superiores de los contrafuertes y en la ebanistería de las bancas. Por ejemplo, se recuerda fácilmente las hermosas aves de presa, los jabalíes salvajes y las formas felinas de las torres de Notre Dame en París; los pájaros cubiertos con cortinas o los elefantes en Reims; los enormes bueyes de las torres de Laon colocados allí en memoria del paciente servicio de estos animales durante la construcción de la Catedral.

Con los animales domésticos o salvajes del país, también se representa a los de partes remotas de la tierra, conocidos por unos pocos especímenes. Así, encontramos al león, al elefante, monos, etc.; también animales legendarios como el unicornio, el basilisco, el dragón y el grifo. Las criaturas imaginarias también son frecuentes, y las gárgolas solas despliegan tan variedad que nos hace maravillar de la fecundidad de los artistas de este periodo. Viollet-le-Duc señaló que él no conoce, en Francia dos gárgolas iguales. Sin embargo, a estas figuras irreales se les da tal semejanza de realidad como para hacerlas parecer copias fieles de la naturaleza. El fracaso en los tiempos modernos de rivalizar con estas esculturas medievales, mientras se evita una copia literal de ellas, sólo aumenta nuestro aprecio por su valor. El simbolismo que va unido a algunos animales se deriva en su mayor parte de los bestiarios. Así, el león simboliza la fuerza, la vigilancia y el valor; la sirena, la voluptuosidad; el pelícano, la caridad. Los cuatros animales que simbolizan las principales características de cada uno de los cuatro evangelistas se fueron convirtiendo cada vez más en un accesorio usado para caracterizar la figura de los propios evangelistas.

De la misma manera, muchos santos, cuando no se caracterizan por los instrumentos de su martirio, están acompañados de animales que les identificaban: San Roque con un perro; San Huberto, con un ciervo; San Jerónimo con un león; San Pedro con un gallo, San Pablo el Ermitaño con un cuervo, etc. La Biblia también brinda algunos motivos como el carnero de Isaac, el becerro de oro o la serpiente de bronce. El valor artístico de estas variadas producciones, ya sean pintadas o talladas, no puede ser demasiado elogiado o estudiado. Con la llegada del siglo XIV los animales pasaron a ser menos frecuentes en la iconografía. En los siglos XV y XVI se volvieron a utilizar, pero más cercanos a la realidad y usualmente de tamaño pequeño y sin ninguna intención de simbolismo. Ahora se encuentran ratas, serpientes, conejos, caracoles, lagartos, etc. Durante el Renacimiento, los animales fueron casi abandonados, excepto como accesorios a la figura humana. El arte cristiano moderno, al ser mayormente resurgimientos temporales de uno u otro período del arte de otras épocas, toma los símbolos y la decoración del período que reaviva, sin añadir nada nuevo. Por lo tanto, el estudio de los animales, aunque añade mucho de valor e interés al arte profano, no produjo resultados dignos de mención en la esculturas y pinturas de las iglesias.


Bibliografía: NORTHCOTE Y BROWNLOW, Roma Sotterranea (Londres, 1870); LUBKE, History of Sculpture (Londres, 1872); BARBET DE JOUY, Les mosaiques chretiennes (Paris, 1863); BOND, Gothic Architecture in England (Londres, 1906); VIOLLET-LE-DUC, Dictionnaire raisonne de l'architecture francaise du XI au XVI siecle (París, 1858); DE BAUDOT, La sculpture francaise au moyen age et la renaissance (París, 1885).

Fuente: Cret, Paul. "Animals in Christian Art." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. 28 Aug. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/01515b.htm>.

Traducido por Francisco M. Moreno del Valle

Selección de imágenes: José Gálvez Krüger.