Evangelio según San Mateo
De Enciclopedia Católica
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Estatus en el Canon
]]Las primeras comunidades cristianas consideraban los libros del Antiguo Testamento como Escritura Sagrada, y los leían en sus asambleas religiosas. Que los Evangelios, los cuales contienen las palabras de Jesucristo y la narrativa de su vida, pronto gozaron de la misma autoridad que el Antiguo Testamento, es atestiguado por Hegesipo (Eusebio, “Hist. Ecl.”, IV, XXII, 3), quien nos dice que en cada ciudad los cristianos eran fieles a las enseñanzas de la Ley, los profetas y el Señor. Se consideraba un libro como canónico cuando la Iglesia lo consideraba apostólico, y lo había leído en sus asambleas. Por lo tanto para establecer el estatus en el canon del Evangelio según San Mateo, debemos investigar en la tradición cristiana sobre el uso que se le daba a este documento, y sobre las indicaciones que prueban que era considerado como Escritura del mismo modo que los libros del Antiguo Testamento.
Los primeros indicios que hallamos de él no son indudables, porque los escritores post-apostólicos citaban los textos con cierta libertad, y principalmente porque es difícil decir si los pasajes así citados eran tomados de la tradición oral o del Evangelio escrito. El primer documento cristiano cuya fecha puede ser fijada con comparativa certeza (95-98) es la Epístola de San Clemente a los Corintios. Contiene dichos del Señor que se asemejan mucho a los registrados en el Primer Evangelio (Clemente, 16:17 = Mt. 11,29; Clem. 24:5 = Mt. 13,3), pero es posible que se deriven de la predicación apostólica como, en el capítulo 13,2, hallamos una mezcla de sentencias de Mateo, Lucas y una fuente desconocida. Además, notamos una mezcla similar de textos evangélicos en otras partes de la misma Epístola de Clemente, en la Doctrina de los Doce Apóstoles, en la Epístola de Policarpo y en Clemente de Alejandría. No se puede decir si estos textos estaban combinados de esa forma en la tradición oral o emanaron de una colección de las declaraciones de Cristo.
- Las Epístolas de San Ignacio (martirizado 110-17) no contienen citas literales de los Libros Sagrados; sin embargo, San Ignacio tomó prestadas expresiones y algunas sentencias de Mateo ("Ad Polyc.", 2:2 = Mt. 10,16; "Efesios", 14:2 = Mt. 12,33, etc.). En su "Epístola a los de Filadelfia” (v. 12), él habla del Evangelio en el que se refugia como en la Carne de Jesús; en consecuencia, tuvo una colección evangélica que consideraba como Escritura Sagrada, y no podemos dudar que el Evangelio de San Mateo formara parte de ella.
- En la Epístola de Policarpo (110-17) encontramos varios pasajes de San Mateo citados literalmente (12,3 = Mt. 5,44; 7,2 = Mt. 26,41, etc.).
- La Doctrina de los Doce Apóstoles (Didajé) contiene sesenta y seis pasajes que recuerdan el Evangelio de Mateo; algunos de ellos son citas literales (8,2 = Mt. 6,7-13; 7:1 = Mt. 28,19; 11,7 = Mt. 12,31, etc.).
- En la llamada Epístola de Bernabé (117-30) encontramos un pasaje de Mateo (22,14), introducido por la fórmula bíblica “os gegraptai”, lo cual prueba que el autor consideraba el Evangelio de Mateo igual en cuanto a autoridad que los escritos del Antiguo Testamento.
- El “Pastor de Hermas” tiene varios pasajes que tienen cercano parecido a los pasajes de Mateo, pero ninguna cita literal de él.
- En su “Diálogo” (XCIX, 8), San Justino cita casi literalmente la oración de Cristo en el Jardín de los Olivos de Mt. 26,39-40.
- Un gran número de pasajes en los escritos de San Justino recuerdan el Evangelio de Mateo, y prueban que lo clasificaban entre las Memorias de los Apóstoles, las cuales, decían ellos, eran llamadas Evangelios (I Apol., LXVI) eran leídos en los servicios eclesiásticos (ibid., I), y por consiguiente eran considerados Escritura.
- En su “Legatio pro christianis”, XII, 11, Atenágoras (117) cita casi literalmente sentencias tomadas del Sermón de la Montaña (Mt. 5,44).
- Teófilo de Antioquía (Ad Autol., III, XIII-XIV) cita un pasaje de Mateo (v. 28,32) y, según San Jerónimo (In Matt. Prol.), escribió un comentario sobre el Evangelio de San Mateo.
- Encontramos en los Testamentos de los Doce Patriarcas---redactados, según algunos críticos, alrededor de mediados del siglo II---numerosos pasajes que se asemejan cercanamente al Evangelio de Mateo (Test. Gad, 5:3; 6:6; 5:7 = Mt. 18,15.35; Test. Joshua 1:5,6 = Mt. 25,35-36, etc.), pero el doctor Charles sostiene que los Testamentos fueron escritos en hebreo en el siglo I a.C. y traducidos al griego hacia mediados del mismo siglo. En este evento, el Evangelio de Mateo dependería sobre los Testamentos y no los Testamentos sobre el Evangelio. La cuestión no está resuelta todavía, pero nos parece que hay una mayor probabilidad que los Testamentos, por lo menos en su versión griega, son de una fecha posterior que el Evangelio de Mateo, y ciertamente recibieron numerosas adiciones cristianas.
- El texto griego de las Homilías Clementinas contiene algunas citas de Mateo (Hom. 3:52 = Mt. 15,13); en Hom. XVIII, 15, la cita de Mt. 13,35 es literal.
- Pasajes que sugieren el Evangelio de Mateo pueden citarse de los escritos heréticos del siglo II y de los evangelios apócrifos---el Evangelio de Pedro, el Protoevangelio de Santiago, etc., en los cuales las narrativas, en grado considerable, se derivan del Evangelio de Mateo.
- Taciano incorpora el Evangelio de Mateo en su “Diatesseron”, citaremos más abajo los testimonios de San Papías y San Ireneo. Para este último, el Evangelio de Mateo, del que cita numerosos pasajes, fue uno de los cuatro que constituyeron el Evangelio cuadriforme dominado por un solo Espíritu.
- Tertuliano (Adv. Marc., IV, II) afirma que el “Instrumentum evangelicum” fue compuesto por los Apóstoles, y menciona a Mateo como el autor de un Evangelio (De carne Christi, XII).
- Clemente de Alejandría (Strom., III, XIII) habla de los cuatro Evangelios que han sido transmitidos, y cita más de trescientos pasajes del Evangelio de Mateo, el cual introduce con la fórmula “en de to kata Maththaion euaggelio” o por “phesin ho kurios”.
Es innecesario llevar más lejos nuestra investigación. Alrededor de mediados del siglo III toda la Iglesia Cristiana recibió el Evangelio de Mateo como un documento divinamente inspirado, y por lo tanto, como canónico. El testimonio de Orígenes ("In Matt.", citado por Eusebio, "Hist. Ecl.", III, XXV, 4), de Eusebio (op. cit., III, XXIV, 5; XXV 1), y de Jerónimo ("De Viris Ill.", III, "Prolog. in Matt.,") son explícitos a este respecto. Se debe añadir que este Evangelio se halla en la mayoría de las versiones antiguas: latín antigua, siríaca y egipcia. Finalmente, está a la cabeza de los Libros del Nuevo Testamento en el Canon del Concilio de Laodicea (363) y en el de San Atanasio (326-73), y muy probablemente aparecía en la última parte del Canon Muratorio. Además toda la cristiandad acepta el Evangelio de Mateo como canónico.
Autenticidad
El asunto de la autenticidad asume un aspecto del todo especial respecto al Primer Evangelio. Los escritores cristianos primitivos afirmaban que San Mateo escribió un Evangelio en hebreo; sin embargo, ese Evangelio hebreo ha desaparecido completamente, y el Evangelio que tenemos, y del que los escritores eclesiásticos toman citas como provenientes del Evangelio de Mateo, está en griego. ¿Qué conexión hay entre este Evangelio en hebreo y ese Evangelio en griego, ambos de los cuales la tradición le atribuye a Mateo? Tal es el problema que se nos presenta para su solución. Primero vamos a examinar los hechos.
Testimonio de la Tradición
Según Eusebio (Hist. Ecl., 111, XXXIX, 16), Papías dijo que Mateo recopiló (“synetaxato”; o según dos manuscritos, “synegraphato”, compuso) “ta logia” (los oráculos o máximas de Jesús) en el lenguaje hebreo (arameo), y que cada uno lo tradujo lo mejor que pudo.
Surgen tres preguntas respecto a este testimonio de Papías sobre Mateo: (1) ¿Qué significa la palabra “logia”? ¿Significa sólo sentencias dispersas o sentencias incorporadas a la narrativa, es decir, un Evangelio tal como el de Mateo? Entre los escritores clásicos “logion”, el diminutivo de “logos”, significa la “respuesta a los oráculos”, una “profecía”; en la Versión de los Setenta y en Filo Judeo “oráculos de Dios” (“ta deka logia, los Diez Mandamientos). A veces tiene un sentido más amplio y parece incluir tanto los hechos como los dichos. En el Nuevo Testamento el significado de la palabra “logion” es dudoso, y si se habla estrictamente, se puede pretender que indica enseñanzas y narrativas, el significado “oráculos” es el más natural. Sin embargo, los escritores contemporáneos de Papías---por ejemplo el Papa San Clemente I (Ad Cor., LIII), San Ireneo (Adv. Hær., I, VIII, 2), Clemente de Alejandría (Strom., I, CCCXCII), y Orígenes (De Princip., IV, XI)---la han usado para designar hechos y dichos. La obra de Papías se llamaba “Exposición de los Oráculos [logion] del Señor”, y también contenía narraciones (Eusebio, “Hist. Ecl., III, XXXIX, 9). Por otro lado, hablando del Evangelio de Marcos, Papías dice que este evangelista escribió todo lo que Cristo había dicho y hecho, pero añade que él no estableció una conexión entre los dichos del Señor (“suntaxin ton kuriakon logion”). Podemos creer que aquí “logion” comprende todo lo que Cristo dijo e hizo. Sin embargo, parecería que, si los dos pasajes de Marcos y Mateo aparecían juntos en Papías como en Eusebio, el autor intentaba enfatizar una diferencia entre ellos, al implicar que Marcos narró los dichos y hechos del Señor, y Mateo registró sus discursos. La pregunta que da aún sin resolver; sin embargo, es posible que, en Papías, el término “logia” signifique hechos y enseñanzas.
(2) Segunda, cuando Papías dice que cada uno tradujo los dichos “lo mejor que pudo”, ¿se refirió a las traducciones orales o escritas de Mateo? Como en ningún sitio hay alusión a las numerosas traducciones al griego de la Logia de Mateo, es probable que Papías hable aquí de las traducciones orales hechas en reuniones cristianas, similares a las traducciones extemporáneas del Antiguo Testamento hechas en las sinagogas. Esto explicaría por qué Papías menciona que cada uno (cada lector) tradujo “lo mejor que pudo”.
(3) ¿Fueron escritas en hebreo o en arameo la Logia y el Evangelio de Mateo a los que se refieren los escritores eclesiásticos? Ambas hipótesis tienen sus adeptos. Papías dice que Mateo escribió la Logia en hebreo (hebraidi); San Ireneo y Eusebio afirman que escribió su Evangelio para los hebreos en su lenguaje nacional, y lo mismo sostienen otros escritores. Sin embargo, Mateo parece haber escrito en un hebreo modernizado, el lenguaje que usaban los escribas para le enseñanza. Pero en tiempos de Cristo, el lenguaje nacional de los judíos era el arameo, y cuando en el Nuevo Testamento se menciona el lenguaje hebreo (“hebrais dialektos”), se denota el arameo. Por lo tanto, los escritores anteriores pueden aludir al arameo y no al hebreo. Además, como ellos afirman, el apóstol Mateo escribió su Evangelio para ayudar a la enseñanza popular. Para que sus lectores de habla aramea lo entendieran, tuvo que haber reproducido la catequesis original en ese lenguaje, y no puede uno imaginarse por qué, o de quien, se habría tomado el trabajo de escribirlo en hebreo, cuando tendría que haber sido traducido al arameo para usarse en los servicios religiosos. Además, Eusebio (Hist. Ecl., III, XXIV, 6) nos dice que el Evangelio de Mateo fue una reproducción de su predicación, y ésta, sabemos, fue en arameo. Una investigación sobre las lenguas semitas observada en el Evangelio no nos permite concluir si el original estuvo en hebreo o arameo, pues los dos lenguajes están muy cercanamente relacionados. Además, se debe tener en mente que la mayor parte de estos semitismos simplemente reproducen el griego coloquial y no son de origen hebreo o arameo. Sin embargo, creemos que Mateo escribió su Evangelio en arameo.
Veamos ahora el testimonio de otros escritores eclesiásticos sobre el Evangelio de San Mateo. San Ireneo (Adv. Haer., III, I, 2) afirma que Mateo publicó entre los hebreos un Evangelio que escribió en el propio lenguaje de ellos. Eusebio (Hist. Ecl. V, X, 3) dice que, en India, San Panteno encontró el Evangelio según San Mateo escrito en el lenguaje hebreo, que había dejado allí el apóstol San Bartolomé. Además, en su “Hist. Ecl.” (VI XXV, 3, 4), Eusebio dice que Orígenes, en su primer libro sobre el Evangelio de Mateo, afirma que él había aprendido por la tradición que el Primer Evangelio fue escrito por Mateo, quien lo había compuesto en hebreo, y lo había publicado para los conversos del judaísmo. Según Eusebio, (Hist. Ecl., III, XXIV, 6) Mateo le predicó primero a los hebreos y, cuando se vio obligado a ir a otros países, les dio su Evangelio escrito en su lengua nativa. San Jerónimo ha declarado repetidamente que Mateo escribió su Evangelio en hebreo (“Ad Damasum”, XX; “Ad Hedib.”, IV), pero dice que no se conoce con certeza quién lo tradujo al griego.
San Cirilo de Jerusalén, San Gregorio Nacianceno, San Epifanio, San Juan Crisóstomo, San Agustín, etc. y todos los comentadores de la Edad Media repiten que Mateo escribió su Evangelio en hebreo. Erasmo fue el primero en expresar dudas sobre esto: “No me parece probable que Mateo escribiera su Evangelio en hebreo, pues nadie testifica que haya visto ningún rastro de tal volumen.” Esto no es exacto, pues San Jerónimo usa el texto hebreo de Mateo varias veces para resolver dificultades de interpretación, lo cual prueba que lo tenía a la mano. San Panteno también lo tenía, pues, según San Jerónimo (“De Viris Ill.”, XXXVI), lo trajo cuando regresó a Alejandría. Sin embargo, el testimonio de Panteno es sólo de segunda mano, y el de Jerónimo queda bastante ambiguo, puesto que en ninguno de ambos casos se conoce positivamente que el escritor no confundiera el Evangelio según los Hebreos (escrito por supuesto en hebreo) con el Evangelio Hebreo de San Mateo. Sin embargo, todos los escritores eclesiásticos afirman que Mateo escribió su Evangelio en hebreo, y al citar el Evangelio griego y adscribirlo a Mateo, afirman que fue una traducción del Evangelio hebreo.
Examen del Evangelio Griego de San Mateo
Nuestro objetivo principal es afirmar si las características del Evangelio en griego indican que es una traducción del arameo, o que es un documento original; pero para no tener que volver a las peculiaridades del Evangelio de Mateo, las trataremos aquí por completo.
(1) El lenguaje del Evangelio:
San Mateo usó alrededor de 1475 palabras, 137 de las cuales son “apax legomena” (palabras que sólo él uso entre todos los escritores del Nuevo Testamento). De estas últimas 76 son clásicas; 21 se hallan en Los Setenta; 15 (“battologein biastes, eunouchizein” etc.) fueron introducidas por primera vez por Mateo, o por lo menos fue el primer escritor en quien se descubrieron; 8 palabras (“aphedon, gamizein, etc.) fueron usadas por primera vez por Mateo y Marcos, y otras 15 (ekchunesthai, epiousios, etc.) por Mateo y otro escritor del Nuevo Testamento. Es probable que todas estas palabras fuesen de uso corriente en tiempos del evangelista. El evangelio de Mateo contiene muchas expresiones peculiares que nos ayudan a dar un matiz específico a su estilo. Así, él emplea treinta y cuatro veces la expresión “basileia ton ouranon”; ésta no se halla ni en Marcos ni en Lucas, quienes, en los pasajes paralelos, la sustituyen con “basileia tou theou”, que también aparece cuatro veces en Mateo. Asimismo se deben señalar las expresiones: ho pater ho epouranions, ho en tois ouranois, sunteleia tou alonos, sunairein logon, eipein ti kata tinos, mechri tes semeron, poiesai os, osper, en ekeino to kairo, egeiresthai apo, etc. Los mismos términos ocurren a menudo: tote (90 veces), apo tote, kai idou etc. Adopta la forma griega “Ierisiluma” para Jerusalén, y no Ierousaleu, la cual usa sólo una vez. Tiene predilección por la palabra “apo”, y la usa incluso cuando Marcos y Lucas usan “ek”, y para la expresión “uios” David. Además, a Mateo le gusta repetir una frase o construcción especial varias veces dentro de un intervalo bastante corto (cf. 2,1, 13 y 19; 4,12, 18, y 5,2; 8,2-3 y 28; 9,26 y 31; 13,44, 45, y 47, etc.).
Introduce variamente citas del Antiguo Testamento, como: outos, kathos gegraptai, ina, o opos, plerothe to rethen uto Kuriou dia tou prophetou, etc. Estas peculiaridades de lenguaje, especialmente la repetición de las mismas palabras y expresiones, indicarían que el Evangelio en griego fue el original en lugar de una traducción, y esto es confirmado por la paronomasia (battologein, polulogia; kophontai kai ophontai, etc.), que no debió haber sido hallado en el arameo, por el uso del absoluto genitivo, y, sobre todo, la unión de cláusulas mediante el uso de “men… oe”, una construcción que es peculiar en el griego. Sin embargo, observemos que estas varias características prueban meramente que el escritor estaba muy familiarizado con su lenguaje, y que tradujo su texto bastante libremente. Además, estas mismas características son notables en los dichos de Cristo, así como en las narraciones, y, como las declaraciones se hicieron en arameo, fueron consecuentemente traducidas; así, la construcción “men… de” (excepto en un caso) y todos los ejemplos de paronomasia ocurren en diferentes discursos de Cristo. El hecho de que el absoluto genitivo se use mayormente en las partes narrativas, sólo denota que las últimas fueron traducidas más libremente; además el hebreo posee una construcción gramatical análoga. Por otro lado, en el Evangelio de Mateo se nota un buen número de hebraísmos (ouk eginosken auten, omologesei en emoi, el exestin, ti emin kai soi, etc.), los cuales favorecen la creencia de que el original estaba en arameo. Aun así, todavía falta probar que estos hebraísmos no son expresiones coloquiales del griego.
(2) Carácter general del Evangelio:
Distinta unidad de plan, un arreglo artificial del asunto, y un estilo más simple y puro---mucho más puro que el de San Marcos---sugieren un que es un original en lugar de una traducción. Cuando se compara el Primer Evangelio con libros traducidos del hebreo, tal como Los Setenta, sólo hay una diferencia marcada aparente. El original hebreo brilla a través de cada línea del último, mientras que en el Primer Evangelio los hebraísmos son comparativamente raros, y son meramente tales como los que habría en un libro escrito por un judío y reproducido en la enseñanza judía. Sin embargo, estas observaciones no son conclusivas a favor de un original griego. En primer lugar, la unidad de estilo prevaleciente a través del libro probaría más bien que se trata de una traducción. Es cierto que una buena parte del material existió primero en arameo---de todos modos, los dichos de Cristo, y así casi tres cuartas partes del Evangelio. En consecuencia, por lo menos éstos tradujo el escritor griego. Y puesto que no se puede detectar diferencias en estilo y lenguaje entre los dichos de Cristo y las narrativas que se reclama haberse sido compuestas en griego, parecería que estas últimas también se tradujeron del arameo. Esta conclusión se basa en el hecho de que son del mismo origen que los discursos. La unidad de plan y arreglo artificial del asunto muy bien pudieron haber estado en el arameo de Mateo como en el documento griego; la refinada construcción griega, el estilo lapidario, la elegancia y buen orden reclamados como característicos del Evangelio, son en su mayoría cuestión de opinión, cuya prueba es que los críticos no concuerdan sobre el asunto. Aunque la fraseología no es más hebraica que en los otros Evangelios, aun así no es mucho menos. Para resumir, a partir del examen literario del Evangelio griego no se puede sacar ninguna conclusión certera contra la existencia de un Evangelio en hebreo, del cual nuestro Primer Evangelio sería una traducción; e inversamente, este examen no prueba que el Evangelio griego sea una traducción del original arameo.
(3) Citas del Antiguo Testamento:
Se afirma que la mayoría de las citas del Antiguo Testamento se tomaron de Los Setenta, y que este hecho prueba que el Evangelio de Mateo fue compuesto en griego. La primera proposición no es exacta, e, incluso si lo fuera, no necesitaría esta conclusión. Examinemos los hechos. Como estableció Stanton (“Los Evangelios como Documentos Históricos”, II, Cambridge, 1909, p. 342), las citas del Antiguo Testamento en el Primer Evangelio se dividen en dos clases:
En la primera aparecen todas las citas cuyo objeto es mostrar que las profecías se han cumplido en los eventos de la vida de Jesús, y las cuales son introducidas por las palabras: “Y todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor habló por los profetas,” u otra expresión similar. Las citas de esta clase en general no corresponden exactamente con ningún texto en particular. Tres de ellas (2,15; 8,17; 27,9-10) están tomadas del hebreo, cinco (2,18; 4,15-16; 12,18-21; 13,35; 21,4.5) tienen puntos semejantes a Los Setenta, pero no fueron tomadas de dicha versión. En la respuesta de los sumos sacerdotes y escribas a Herodes (2,6), el texto del Antiguo Testamento se modifica levemente, sin, sin embargo, conformarse ni con el hebreo ni con Los Setenta. El profeta Miqueas escribe (5,2): “Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá”; mientras que Mateo 2,6 dice: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá”. Una sola cita de esta primera clase (3,3) concuerda con Los Setenta, y otra (1,23) es casi idéntica. Estas citas se refieren al primer evangelista mismo, y se relacionan a los hechos, principalmente, del nacimiento de Jesús (caps. 1 y 2), luego a la misión de San Juan el Bautista, la predicación de este Evangelio por Jesús en Galilea, los milagros de Jesús, etc. Es sorprendente que las narrativas de la Pasión y Resurrección de Jesucristo, el cumplimiento de las claras y numerosas profecías del Antiguo Testamento nunca se trajeran en relación con estas profecías. Muchos críticos, por ejemplo, Burkitt y Stanton, piensan que las citas de la primera clase se tomaron de una colección de pasajes mesiánicos; Stanton opina que estaban acompañados por el evento que constituía su realización. Esta “cadena de cumplimientos de profecía”, como él la llama, existió originalmente en el arameo, pero es incierto si el autor del primer Evangelio tenía una traducción al griego de ella.
La segunda clase de citas del Antiguo Testamento está compuesta principalmente de aquellas repetidas por el Señor o por sus interrogadores. Excepto en dos pasajes, son introducidas por una de las fórmulas: “está escrito”; “como está escrito”; “¿No han ustedes leído?”; “Moisés dijo”. Donde Mateo cita sólo las palabras del Señor, la cita está tomada a veces de Los Setenta (5,21a, 27, 38), o, de nuevo, es una traducción libre que no podemos referir a ningún texto definido (5,21b, 23, 43). En los pasajes que Mateo va paralelo a Marcos y Lucas, o con cualquiera de ellos, todas las citas excepto una (11,10) están tomadas casi literalmente de Los Setenta.
(4) Analogía con los Evangelios de San Marcos y San Lucas:
A partir de una primera comparación del Evangelio de Mateo con los otros dos Evangelios Sinópticos encontramos:
- que 330 versículos le son peculiares a él solo; que tiene entre 330 y 370 en común con los otros dos, de 170 a 180 con el de Marcos, y de 230 a 240 con el de Lucas;
- que en partes similares algunas veces se expresa las mismas ideas en términos idénticos y otras veces diferentes; que Mateo y Marcos usan las mismas expresiones más a menudo, y Mateo raramente concuerda con Lucas contra Marcos. La divergencia en su uso de las mismas expresiones es en el número de un nombre o en el uso de dos diferentes tiempos del mismo verbo. La construcción de oraciones es a veces idéntica y otras, diferente.
- que el orden de la narración es, con ciertas excepciones que indicaremos luego, casi el mismo en Mateo, Marcos y Lucas.
Estos hechos indican que los tres Sinópticos no son independientes uno del otro. Extrajeron su asunto de la misma fuente oral o de los mismos documentos escritos. Para declararse uno a favor de esta alternativa, sería necesario tratar el asunto sinóptico, sobre lo cual los críticos todavía no concuerdan. Por lo tanto, debemos restringirnos a lo que concierne al Evangelio de Mateo. De una segunda comparación de este Evangelio con Marcos y Lucas afirmamos:
- que Marcos se halla casi completo en Mateo, con ciertas divergencias notables;
- que Mateo registra muchos de los discursos de Nuestro Señor en común con Lucas;
- que Mateo tiene pasajes especiales que son desconocidos para Marcos y Lucas.
Examinemos estos tres puntos en detalle, en un intento por conocer cómo se compuso el Evangelio de Mateo:
(a) Analogía con Marcos:
- Marcos se halla completo en Mateo, con la excepción de numerosas omisiones leves y los siguientes pasajes: Marcos 1,23-28, 35-39; 4,26-29; 7,32-36; 3,22-26; 9,39-40; 12,41-4. En total se omiten 31 versículos.
- El orden general es idéntico, excepto que en los capítulos 5 a 13 Mateo agrupa hechos de la misma naturaleza y dichos que conllevan las mismas ideas. Así, en Mt. 8,1-15 tenemos tres milagros que aparecen separados en Marcos; en Mt. 8,23 - 9,9 hay incidentes juntos, que aparecen arreglados de otro modo en Marcos, etc. Mateo sitúa sentencias en un ambiente diferente del dado por Marcos. Por ejemplo, en 5,15 Mateo inserta un versículo que ocurre en Mc. 4,21, que debió haber sido colocado después de 13,23, etc.
- En Mateo la narrativa es usualmente más corta porque él suprime un gran número de detalles. Así en Marcos leemos: “Y el viento cesó y hubo una gran calma”, mientras que en Mateo se omite la primera parte de la oración. Se hace caso omiso de todos los detalles innecesarios, tales como los numerosos rasgos pintorescos e indicaciones de tiempo, lugar y número de que abunda la narrativa de Marcos
- Sin embargo, algunas veces Mateo es más detallado. Así en 12,22-45 él presenta más del discurso de Cristo que lo que se halla en Marcos 3,20-30, y tiene además un diálogo entre Jesús y los escribas. En el capítulo 13, Mateo abunda en mayor grado que Marcos 4 sobre el asunto de las parábolas, e introduce las de la cizaña y la levadura, ninguna de las cuales aparecen en Marcos. Además, el discurso apocalíptico de Cristo es mucho más extenso en Mt. 24-25 (97 versículos) que en Marcos 13 (37 versículos).
- Son muy frecuentes cambios de términos o divergencias en el modo de expresión. Así, Mateo usa a menudo “eutheos”, cuando Marcos tiene “euthus”; “men… de”, en lugar de “kai”, como en Marcos, etc.; Marcos emplea la aorista en lugar del imperfecto. Él evita los negativos dobles y la construcción del participio con “eimi”; su estilo es más correcto y menos áspero que el de Marcos; él resuelve los verbos compuestos de Marcos, y reemplaza las expresiones bastante inusuales introducidas por Marcos con términos de uso corriente, etc.
- Está libre de la leve imprecisión que caracteriza a Marcos. Así, al hablar de Herodes Antipas, Mateo dice “el tetrarca” y no “el rey” como lo hace Marcos; “al tercer día” en lugar de “en tres días”. A veces los cambios son más importantes. En vez de “Leví, hijo de Alfeo”, él dice: “un hombre llamado Mateo”; menciona a dos endemoniados y a dos ciegos, mientras que Marcos menciona sólo uno de cada uno, etc.
- Mateo atenúa u omite todo lo que en Marcos pueda atribuir un sentido derogatorio a la Persona de Cristo o sea desfavorable a los discípulos. Así, al hablar de Jesús, suprime las siguientes frases: “Entonces, mirándoles con ira” (Mc. 3,5); “Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: Está fuera de sí.” (Mc. 3,21), etc. Al hablar de los discípulos él no dice, como Marcos, que “ellos no entendían lo que les decía y temía preguntarle” (Mc. 9,31; df. 8,17.18); o que los discípulos estaban en un estado de profunda sorpresa “pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada” (6,52), etc. Asimismo omite cualquier cosa que pueda impactar a sus lectores, como el dicho del Señor registrado por Marcos: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado” (2,27). Las omisiones o alteraciones de este tipo son muy numerosas. Sin embargo, se debe señalar que entre Mateo y Marcos hay muchos puntos de semejanza en la construcción de oraciones (Mt. 9,6; Mc. 2,10; Mt. 26,47 = Mc. 14,43, etc.); en su modo de expresión, a menudo inusual, y en frases cortas (Mt. 9,16 = Mc. 2,21; Mt. 16,28 = Mc. 9,1; Mt. 20,25 = Mc. 10,42); en algunos pasajes, narrativas o discursos donde la mayor parte de los términos son idénticos (Mt. 4,18-22; Mc. 1,16-20; Mt. 26,36-38 = Mc. 14,32-34; Mt. 9,5-6 = ;c- 2,9-11), etc.
(b) Analogía con Lucas: Una comparación de Mateo y Lucas revela que sólo tienen una narración en común, es decir, la sanación del siervo del centurión (Mt. 8,5-13 = Lc. 7,1-10). El material adicional común a estos evangelistas consiste de discursos y dichos de Cristo. En Mateo usualmente sus discursos aparecen juntos, mientras que en Lucas usualmente aparecen dispersos. Sin embargo, Mateo y Lucas tienen en común los siguientes discursos: el Sermón de la Montaña (Mt. 5-7, el sermón en el llano, Lucas 6); la exhortación del Señor a sus discípulos cuando los envía a una misión (Mt. 10,19-20, 26-33 = Lc. 12,11 a 12,2-9); el discurso sobre Juan el Bautista (Mt. 11 = Lc. 7); el discurso sobre el Juicio Final (Mt. 24; Lc. 17). Además, estos dos evangelistas poseen en común un gran número de oraciones dispersas, por ejemplo, Mt. 3,7b - 19,12 = Lc. 3,7b - 9,17; Mt. 4,3-11 = Lc. 4,3-13; Mt. 9,37-38 = Lc. 10,2; Mt. 12,43-45 = Lc. 11,24-26 etc. (cf. Rushbrooke, "Synopticon", págs. 134-70). Sin embargo, en estos pasajes paralelos de Mateo y Lucas hay numerosas diferencias de expresión, e incluso algunas divergencias en ideas o en el modo de su presentación. Sólo es necesario recordar las Bienaventuranzas (Mt. 5,3-12 = Lc. 6,20b-25): en Mateo hay ocho bienaventuranzas mientras que en Lucas hay sólo cuatro, las cuales, aunque se aproximan a las de Mateo en punto de concepción, difieren de ellas en la forma y expresión generales. Además de tener en común partes que Marcos no tiene, Mateo y Lucas algunas veces concuerdan contra Mateo en narrativas paralelas. Se ha contado 240 pasajes donde Mateo y Lucas armonizan entre sí, pero difieren de Marcos en el modo de presentar los eventos, y particularmente en el uso de los mismos términos y las mismas enmiendas gramaticales. Mateo y Lucas omiten los mismos pasajes que ocurren en Marcos.
(c) Partes peculiares a Mateo: Son numerosas las partes propias de Mateo, puesto que tiene 330 versículos que son claramente suyos. Algunas veces aparecen pasajes largos, tales como los que narran la Natividad y la infancia (1,11), la cura de dos ciegos y un mudo (9,27-34), la muerte de Judas (27,3-10), los guardias apostados en el Sepulcro (27,62-66), el engaño de los sumos sacerdotes (28,11-15), la aparición de Jesús en Galilea (28,16-20), una gran parte del Sermón de la Montaña (5,17-37; 6,1-8; 7,12-23), parábolas (13,24-30; 35-53; 25,1-13), el Juicio Final (25,31-46), etc., algunas declaraciones dispersas, como en 23,28.33; 27,25, etc. (cf. Rushbrooke, "Synopticon", págs.171-97). Aquellos pasajes en los que Mateo nos recuerda los hechos en la vida de Jesús que son el cumplimiento de las profecías también son peculiares a él, pero de éstos ya se habló arriba.
Estas consideraciones han dado inicio a un gran número de hipótesis, que varían en detalle, pero que concuerdan en lo fundamental. Según la mayoría de los críticos---H. Holtzmann, Wendt, Jülicher, Wernle, von Soden, Wellhausen, Harnack, B. Weiss, Nicolardot, W. Allen, Montefiore, Plummer, y Stanton--el autor del Primer Evangelio usó dos documentos: el Evangelio de Marcos en su forma actual o en una anterior, y una colección de discursos o dichos, que se designan con la letra Q. Las repeticiones que aparecen en Mateo (5,29-30 = 18,8.9; 5,32; 19,9; 10,22a = 24,9b; 12,39b = 16,4a, etc.) pueden ser explicadas por el hecho de extrajo de dos fuentes el material para su Evangelio. Además, Mateo usó documentos de su autoría. Esta hipótesis supone que el Evangelio en griego fue el original, y no la traducción de un Evangelio completo en arameo. Se acepta que la colección de dichos estuvo originalmente en arameo, pero se disputa si el evangelista la tenía en esta forma o en la de la traducción al griego.
Los críticos también difieren en cuanto a la manera en que Mateo usó las fuentes. Algunos afirman que Mateo el Apóstol no fue el autor del Primer Evangelio, sino meramente el recopilador de los dichos de Cristo mencionados por San Papías. “Sin embargo”, dice Jülicher, “la individualidad del autor es tan extraordinariamente evidente en su estilo y tendencias que es imposible considerar el Evangelio como una mera recopilación.” La mayoría de los críticos opinan similarmente. Se han hecho intentos por reconciliar la información suministrada por la tradición con los hechos resultantes del estudio del Evangelio como sigue: Se sabe que Mateo recopiló en arameo los dichos de Jesús, y por otro lado, hubo a principios del siglo II un Evangelio que contenía las narrativas encontradas en Marcos y los dichos reunidos por Mateo en arameo. Se afirma que el Evangelio en griego adscrito a Mateo es una traducción de él, hecha por él o por otros traductores cuyos nombres se trató de conseguir luego.
Para salvaguardar la tradición en mayor grado, tomando en consideración los hechos ya notados, se podría suponer que los tres Sinópticos obraron sobre la misma catequesis, ya sea oral o escrita y originalmente en arameo, y que tenían partes separadas de esta catequesis, que variaban en condición literaria. Las divergencias pueden ser explicadas primero por este último hecho, y luego por la hipótesis de diferentes traducciones y por el método de tratar el asunto peculiar a cada evangelista, habiéndolo adaptado Mateo y Lucas especialmente al propósito de sus Evangelios. No hay nada que evite la suposición de que Mateo trabajó sobre la catequesis aramea; las enmiendas literarias del texto de Marcos por Mateo pueden haberse debido al traductor, que estaba más familiarizado con el griego que el predicador popular que produjo la catequesis reproducida por Marcos. En realidad, la única dificultad estriba en explicar la similitud de estilo entre Mateo y Marcos. Primero que todo, se debe observar que los puntos de semejanza son menos numerosos de lo que se dice. Como hemos visto, de todos modos son muy raros en las narrativas, muchos más que en los discursos de Cristo. ¿Por qué, entonces, no hemos de suponer que los tres Sinópticos, que dependen de la misma catequesis aramea, algunas veces concuerdan al traducir expresiones arameas similares en las mismas palabras en griego? Es también posible suponer que los dichos de Cristo, los cuales en los tres Sinópticos (o en dos de ellos) difieren solamente en unas pocas expresiones, fueron unificados por copistas u otras personas. Nos parece probable que el traductor griego de Mateo usó el Evangelio griego de Marcos, especialmente para los discursos de Cristo. También Lucas, similarmente, puede haber usado el Evangelio griego de Mateo al traducir los discursos de Cristo. Finalmente, aunque supongamos que Mateo fuera el único autor de la “Logia”, cuya alcance no conocemos, y que una parte de su Evangelio griego se deriva del de Marcos, todavía tenemos el derecho a adscribirle este Primer Evangelio a Mateo como su autor principal.
Se han postulado otras hipótesis. En opinión de Zahn, Mateo escribió un Evangelio completo en arameo; Marcos estaba familiarizado con dicho documento, el cual usó resumiéndolo. El traductor griego de Mateo utilizó a Marcos, pero sólo en su forma, mientras que Lucas dependió de Marcos y fuentes secundarias, pero no estaba familiarizado con Mateo. Según Belser, Mateo escribió primero su Evangelio en hebreo, y en los años 59-60 se tradujo al griego; y Marcos dependió del documento arameo de Mateo y de la predicación de San Pedro. Lucas usó el de Marcos, el de Mateo (tanto en arameo como en grieto) y también la tradición oral. Según Camerlynck y Coppieters, el Primer Evangelio en su forma presente fue compuesto por Mateo o algún otro escritor apostólico antes de fines del siglo I, al combinar la obra aramea de Mateo y el Evangelio de Lucas.
Plan y Contenido del Primer Evangelio
El autor no intentaba componer una biografía de Cristo, sino demostrar, al registrar sus palabras y los hechos de su vida, que Él es el Mesías, el líder y fundador del Reino de Dios, y el promulgador de sus leyes. Uno apenas puede dejar de reconocer que, excepto en pocas partes (por ejemplo, la infancia y la Pasión), la organización de eventos y discursos es artificial. Mateo usualmente combina hechos y preceptos de naturaleza similar. Cualquiera sea la razón, él favorece los grupos de tres (de los cuales se pueden contar treinta y ocho)---tres divisiones en la genealogía de Jesús (1,17), tres tentaciones (4,1-11), tres ejemplos de justicia (6,1-18), tres sanaciones (8,1-15), tres parábolas de la semilla (13,1-32), tres negaciones de Pedro (26,69-75), etc.; grupos de cinco (éstos son menos numerosos)---cinco discursos extensos (5 - 7,27; 10; 13,1-52; 18; 24 - 25) que finalizan con la misma fórmula (Kai egeneto, ote etelesen ho Iesous), cinco ejemplos de cumplimiento de la ley (5,21-48), etc.; y grupos de siete---siete parábolas (13), siete maldiciones (23), siete hermanos (22,25), etc. El primer Evangelio puede ser dividido naturalmente como sigue:
A. Introducción (1-2):
La genealogía de Jesús, la predicción de su nacimiento, los Reyes Magos, la huída a Egipto, la masacre de los inocentes, el regreso a Nazaret y la vida allí.
B. Ministerio Público de Jesús (3-25):
Ése puede dividirse en tres partes, según el lugar donde lo ejerció.
1. En Galilea (3-18):
- (a) Preparación para el ministerio público de Jesús (3,1 a 4,11): Juan el Bautista, el bautismo de Jesús, la tentación, el regreso a Galilea.
- (b) La predicación del Reino de Dios (4,17 a 18,35).
- (1) la preparación del Reino mediante la predicación de la penitencia, la llamada a los discípulos, y numerosas sanaciones (4,17-25), la promulgación del código del Reino de dios en el Sermón de la Montaña (5,1 - 7,29);
- (2) la propagación del Reino en Galilea (8,1 - 18,35). Él agrupa juntos:
- los hechos por los cuales Jesús estableció que Él es el Mesías y el Rey del Reino; varias sanaciones, el apaciguamento de la tempestad, viajes misioneros a través del país, el llamado a los Doce Apóstoles, los principios que los guiarían en sus viajes misioneros (8,1 - 10,42);
- varias enseñanzas de Jesús requeridas por las circunstancias; el mensaje de Juan y la respuesta del Señor, la confutación de Cristo a los falsos cargos de los fariseos, la salida y regreso del espíritu inmundo (11,1 - 12,50);
- finalmente, las parábolas del Reino, las cuales Jesús da a conocer y explica el final (13,3-52).
- (3) Luego Mateo relata los diferentes eventos que culminan la predicación en Galilea; la visita de Cristo a Nazaret (13,53-58), la multiplicación de los panes; la caminata sobre las aguas; discusiones con los fariseos respecto a las purificaciones legales, la confesión de Pedro en Cesarea, la Transfiguración de Jesús, profecía respecto a la Pasión y Resurrección, y enseñanzas sobre el escándalo, corrección fraternal y el perdón de las ofensas (14,1 - 18,35).
2. Fuera de Galilea o camino a Jerusalén (19-20): Jesús deja Galilea y se va al otro lado del Jordán; discute con los fariseos sobre el divorcio; contesta al joven rico, y enseña el “niégate a ti mismo” y peligro de la riqueza; explica con la parábola de los obreros cómo se llamará a los elegidos; replica a la indiscreta pregunta de la madre de los hijos de Zebedeo, y cura a dos ciegos en Jericó.
3. En Jerusalén (21-25): Jesús hace la entrada triunfal a Jerusalén. Maldice a la higuera estéril y entra en una disputa con los sumos sacerdotes y los fariseos, quienes le preguntan con qué autoridad ha expulsado a los mercaderes del Templo, y les contesta con las parábolas de los dos hijos, los labradores asesinos y el matrimonio del hijo del rey. Se le hacen nuevas preguntas sobre el tributo, la resurrección de los muertos y el gran mandamiento. Jesús anatematiza a los escribas y fariseos y predice los eventos que precederán y acompañarán la caída de Jerusalén y el fin del mundo.
C. La Pasión y Resurrección de Jesús 26-28):
1. La Pasión (26-27): Ahora los eventos llegan a su culminación. El Sanedrín conspira para matar a Jesús, una mujer unge los pies del Señor, y Judas traiciona a su maestro. Jesús come la Pascua con sus discípulos e instituye la Eucaristía. En el Jardín de los Olivos, entra en su agonía y ofrece el sacrificio de su vida. Es arrestado y llevado ante el Sanedrín. Pedro niega a Cristo; Judas se ahorca. Pilato condena a muerte a Cristo, y luego es crucificado, lo entierran y colocan a un guardia junto al Sepulcro (26,1 - 27,66).
2. La Resurrección (28): Jesús resucita al tercer día y se le aparece a las santas mujeres de Jerusalén, luego a sus discípulos en Galilea, a quienes envía a propagar el Reino de Dios por todas las naciones.
Objeto y Enseñanza Doctrinal
Inmediatamente después del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, Pedro predicó que Jesús, crucificado y resucitado, es el Mesías, el Salvador del Mundo, y probó esta afirmación relatando la vida, muerte y Resurrección del Señor. Esta fue la primera enseñanza apostólica, y fue repetida por otros predicadores del Evangelio, de los cuales la tradición nos cuenta que Mateo fue uno de ellos. Este evangelista proclamó el Evangelio a los hebreos y, antes de su partida hacia Jerusalén, escribió en su lengua materna el Evangelio que había predicado. De ahí que la meta del evangelista fue principalmente apologética. Deseaba demostrar a sus lectores, ya fuesen conversos o todavía judíos no creyentes, que en Jesús se habían realizado por completo las antiguas profecías. Esta tesis incluye tres ideas principales, a saber:
- Jesús es el Mesías, y el Reino que Él inaugura es el Reino Mesiánico predico por los profetas;
- debido a sus pecados, los judíos, como nación, no tendrán parte en ese Reino;
- Se anunciará el Evangelio a todas las naciones, y se llamará a todos a la salvación.
A. Jesús como Mesías:
San Mateo mostró que en Jesús se cumplieron todas las antiguas profecías sobre el Mesías. Él es el Emmanuel, nacido de una Madre Virgen (1,22-23), anunciado por Isaías (7,14); nació en Belén (2,6) como había predicho Miqueas (5,2), se fue a Egipto de donde fue llamado (2,15) según predijo Oseas (11,1). Según la profecía de Isaías (40,3), Él fue anunciado por un precursor, San Juan el Bautista (3,1ss.); curó a todos los enfermos (8,16 ss.), para que se cumpliera la profecía de Isaías (53,4); y en todas sus acciones fue ciertamente el mismo de quien este profeta había hablado (13,1). Su enseñanza en parábolas (13,3) se conformó con lo que había dicho Isaías (6,9). Finalmente sufrió, y el drama total de su Pasión y Muerte fue el cumplimiento de las profecías de la Escritura (Is. 53,3-12; Sal. 21,13-22). Jesús se proclamó a sí mismo el Mesías al aprobar la confesión de Pedro (16,16-17) y al responder al sumo sacerdote (26,63-64). San Mateo también trata de mostrar que el Reino inaugurado por Cristo es el Reino Mesiánico. Desde el principio de su vida pública, Jesús proclama que el Reino de Dios está a la mano (4,17); en el Sermón de la Montaña promulga los estatutos de su reino, y habla en parábolas sobre su naturaleza y condiciones. En su respuesta a los enviados de Juan el Bautista, Jesús específicamente declara que ha llegado el Reino Mesiánico predicho por los profetas, y describe sus características: “Los ciegos ven, y los cojos caminos, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se le predica el Evangelio a los pobres.” Fue en estos mismos términos que Isaías describió el futuro reino (35,5-6; loci, 1). San Mateo registra una expresión muy formal del Señor respecto al futuro Reino. Pero si yo por el Espíritu de Dios arrojo los demonios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado” (12,28). Además Jesús se podría llamar a sí mismo el Mesías sólo en la medida en que el Reino de Dios hubiese llegado.
B. Exclusión de los Judíos del Reino Mesiánico:
Los judíos como nación fueron rechazados debido a sus pecados, y no tendrían parte en el Reino de los Cielos. Los profetas habían predicho varias veces este rechazo, y San Mateo muestra que Israel fue excluido del Reino debido a su incredulidad, él se detiene en los eventos en que es notoria la creciente obstinación de la nación judía, que se manifiesta primero en los príncipes y luego en el odio del pueblo, quienes piden a Pilatos la muerte de Jesús. Así la nación judía misma fue la culpable de su exclusión del Reino Mesiánico.
C. Proclamación Universal del Evangelio
Jesús le declaró explícitamente a los incrédulos judíos que los paganos serían llamados a la salvación en lugar de los judíos: “Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos.” (21,43); “El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo” (13,37-38). “Se predicará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero para dar testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin.” (24,14). Finalmente, se les aparece a sus Apóstoles en Galilea, y les da en supremo mandamiento: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos a todas las gentes.” (28,18-19). Estas últimas palabras de Jesús son un resumen del Primer Evangelio. Se han hecho esfuerzos para afirmar que no son auténticas estas palabras de Jesús, ordenando que se evangelice a todas las naciones, pero en un párrafo más adelante probaremos que los dichos del Señor en el Primer Evangelio proceden de las enseñanzas de Jesús.
Destinatarios
Los escritores eclesiásticos Papías, San Ireneo, Orígenes, Eusebio y San Jerónimo, cuyo testimonio fue dado arriba (II, A), concuerdan en declarar que San Mateo escribió su evangelio para los judíos. Todo en su Evangelio prueba que el escritor se dirigía a lectores judíos. No explica las costumbres ni usos judíos, como hicieron los otros evangelistas para sus lectores griegos y latinos, y asume que están familiarizados con Palestina, puesto, que a diferencia de San Lucas menciona lugares sin dar ninguna indicación de su posición topográfica. Es cierto que las palabras hebreas “Emmanuel”, “Golgotha”, “Eloi”, aparecen traducidas, pero es probable que estas traducciones fuesen insertadas cuando se reprodujo el texto al griego. San Mateo narra los discursos de Cristo que interesarían a los judíos y les deja una impresión favorable. La ley no va a ser destruida, sino cumplida (v. 17). Él enfatiza más fuertemente que San Marcos o San Lucas las falsas interpretaciones de la ley dadas por los escribas y fariseos, la hipocresía e incluso vicios de los últimos, todos los cuales le interesarían a los lectores judíos solamente. Según ciertos críticos, San Ireneo (fragmento XXIX) dijo que Mateo escribió para convertir a los judíos al probarles que Cristo era el Hijo de David. Esta interpretación está malamente fundamentada. Además, Orígenes (En Matt., I) afirma categóricamente que este Evangelio fue publicado para judíos convertidos a la fe. Eusebio (Hist. Ecl. III, XXIV) es también explícito sobre este punto, y San Jerónimo, resumiendo la tradición, enseña que Mateo publicó su Evangelio en Judea y en lenguaje hebreo, principalmente para aquellos entre los judíos que creían en Jesús, y no observaban ni siquiera la sombra de la Ley, pues la verdad del Evangelio la había sustituido (In Matt. Prol.). Escritores eclesiásticos y exégetas católicos posteriores han enseñado que San Mateo escribió para los judíos convertidos. “Sin embargo”, dice Zahn (Introd. al Nuevo Testamento, II, 562), “el carácter apologético y polémico del libro, así como el escoger el lenguaje, hizo sumamente probable que Mateo deseaba que su libro fuese leído principalmente por los judíos, que todavía no eran cristianos. Fue adaptado para cristianos judíos que estaban todavía expuestas a la influencia judía, y también para judíos que todavía se resistían al Evangelio.”
Fecha y Lugar de Composición
Los escritores eclesiásticos antiguos están en desacuerdo sobre la fecha de la composición del Primer Evangelio. Eusebio (en su Crónica), Teofilacto y Eutimio Zigabeno opinan que el Evangelio de Mateo fue escrito ocho años, y Nicéforo Calixto, quince años, después de la Ascensión de Cristo---es decir, cerca de 38-45 d.C. Según Eusebio, Mateo escribió su Evangelio en hebreo cuando salió de Palestina. Ahora bien, siguiendo cierta tradición (que se admite no es muy confiable), los Apóstoles se separaron doce años después de la Ascensión, por lo tanto el Evangelio pudo haber sido escrito cerca del año 40-42, pero según Eusebio (Hist. Ecl. III, V, 2), es posible fijar la partida definitiva de los Apóstoles cerca del año 60-68. San Ireneo es algo más exacto respecto a la fecha del Primero Evangelio, puesto que dice: “Mateo produjo su Evangelio cuando Pedro y Pablo estaban evangelizando y fundando la Iglesia de Roma, en consecuencia, alrededor de los años 64-67.” Sin embargo, este texto presenta dificultades de interpretación que hacen su significado incierto y evita la deducción de cualquier conclusión positiva.
Hoy día la opinión está bastante dividida. Los críticos católicos, en general, favorecen los años 40-45, aunque algunos (por ejemplo, Patrizi) se remontan al 36-39 o (por ejemplo, Aberle) al 37. Belser asigna el 41-42; Conély, 40-50; Schafer, 50-51; Hug, Reuschl, Schanz y Rose, 60-67. Esta última opinión se basa en los testimonios combinados de San Ireneo y Eusebio, y en la nota insertada parentéticamente en el discurso de Jesús en el capítulo 24,15: “Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, que fue anunciada por el profeta Daniel, erigida en el lugar santo”: aquí el autor interrumpe la oración e invita al lector a prestar atención a lo que sigue, es decir: “entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes.” Ya que no hubiese habido ocasión para tal advertencia si Jerusalén ya hubiese sido destruida, Mateo debió haber escrito su Evangelio antes del año 70 (alrededor de 65-70 según Battifol).
Los críticos protestantes y liberales también están en gran desacuerdo sobre el tiempo de composición del Primer Evangelio. Zahn fija la fecha alrededor de 61-66, y Godet cerca de 60-66; Keim, Meyer, Holtzmann (en sus primeros escritos), Beyschlag y Maclean, antes del 70, Bartiet cerca de 68-69; W. Allen y Plummer, cerca de 65-75; Hilgenfeld y Holtzmann (en sus escritos posteriores), poco después del 70; B. Weiss y Harnack, alrededor del 70-75; Renan, después del 85, Réville, entre 69 y 96, Jülicher, en 81-96, Montefiore, cerca de 90-100, Volkmar, en 110; Baur, alrededor 130-34. Los siguientes son algunos de los argumentos presentados para probar que el Primer Evangelio fue escrito muchos años después de la caída de Jerusalén. Cuando Jesús le predijo a sus Apóstoles que ellos serían llevados a los tribunales, azotados en las sinagogas, llevados ante gobernadores y reyes por su causa; que darían testimonio de Él, que por Él serían odiados y llevados de ciudad en ciudad (10,17-23), y cuando los manda a enseñar a todas las naciones y hacer de ellos sus discípulos, sus palabras insinúan, se dice, el lapso de muchos años, el establecimiento de la Iglesia Cristiana en partes distantes, y su cruel persecución por los judíos e incluso por los emperadores y gobernadores romanos. Además, ciertos dichos del Señor---tal como: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (11,18), “Si él, [tu hermano] no los oye, díganselo a la Iglesia” (18,10)…nos llevan a un tiempo cuando la Iglesia cristiana estaba ya constituida, un tiempo que no pudo haber sido antes del año 100. El hecho es, que lo que fue predicho por el Señor, cuando anunció eventos futuros y estableció los estatutos y fundamentos de su Iglesia, se convirtió en realidad y se hizo coexistente con la escritura del Primer Evangelio, Por lo tanto, para dar a estos argumentos un valor probatorio sería necesario negar el conocimiento de Cristo de los eventos futuros o sostener que las enseñanzas contenidas en el Primer Evangelio no son auténticas.
Valor Histórico
1. De las Narrativas:
Aparte de las narrativas de la Infancia de Jesús, la curación de los dos ciegos, el dinero para el tributo y unos pocos incidentes conectados con la Pasión y Resurrección, todos los demás eventos registrados por San Mateo se hallan en los otros dos Evangelios Sinópticos, con una excepción (8,5-13), el cual aparece sólo en Lucas. Los críticos concuerdan en declarar que, como un todo, los eventos de la vida de Jesús registrados en los Evangelios Sinópticos son históricos. Para nosotros, estos hechos son históricos incluso en los detalles, pues nuestro criterio de la verdad es el mismo para el agregado que para los detalles. Se reconoce que el Evangelio de San Marcos es de gran valor histórico porque reproduce la predicación de San Pedro. Pero, para casi todos los eventos, la información dada por San Marcos se halla en San Mateo, mientras que los que son peculiares al último son de la misma naturaleza que los registrados por San Marcos, y se le parecen tanto que es difícil entender por qué no deben ser históricos, puesto que también se derivan de la catequesis primitiva. Además se debe observar que las narrativas de San Mateo nunca son contradictorias a los eventos que nos dan a conocer los documentos profanos, y que dan un relato muy exacto de las ideas religiosas y morales, los modos y costumbres del pueblo judío de esa época. En su obra “Los Evangelios Sinópticos” (Londres, 1909), Montefiore, un crítico judío, le hace completa justicia a San Mateo sobre estos diferentes puntos. Finalmente todas las objeciones que se pudieran levantar contra su veracidad se desvanecen, si mantenemos en mente el punto de vista del autor, y lo que desea demostrar. Los comentarios que vamos a hacer respecto a las declaraciones del Señor se aplican también a las narrativas del Evangelio. Para una demostración del valor histórico de las narrativas de la Santa Infancia, le recomendamos la obra erudita del Padre Durand "L'enfance de Jésus-Christ d'après les évangiles canoniques" (Paris, 1907).
2. De los Discursos:
La mayor parte de las frases cortas de Cristo se hallan en los tres Evangelios Sinópticos y en consecuencia surgen de la catequesis primitiva. Sus discursos largos, registrados por San Mateo y San Lucas, también formaban parte de una catequesis auténtica, y los críticos en general concuerdan en reconocer su valor histórico. Sin embargo, hay algunos que afirman que el evangelista modificó sus documentos para adaptarlos a la fe profesada en las comunidades cristianas en la época en que escribió su Evangelio. Ellos también reclaman que, incluso antes de la composición de los Evangelios, la fe cristiana había alterado las reminiscencias de los Apóstoles. Observemos primero que estas objeciones no tendrían ningún peso, a menos que admitamos que el primer Evangelio no fue escrito por San Mateo. E incluso asumiendo el mismo punto de vista que nuestros adversarios, quienes piensan que los Evangelios Sinópticos dependen de fuentes anteriores, afirmamos que estos cambios, ya sean atribuibles a los evangelistas o a sus fuentes (es decir, la fe de los primeros cristianos), no se podrían haber efectuado.
Las alteraciones alegadamente introducidas a las enseñanzas de Cristo no pudieron haber sido hechas por los evangelistas mismos. Sabemos que estos últimos seleccionaron su asunto y dispusieron de él a su modo, y con un fin especial en mente, pero este asunto fue el mismo para los tres, por lo menos para el contenido total de los extractos, y fue tomado de la catequesis original, que ya estaba lo suficientemente establecida para no admitir a ella la introducción de nuevas ideas y hechos desconocidos. Además, todas las doctrinas que se reclama ser extrañas a las enseñanzas de Jesús se hallan en los tres Sinópticos, y son una gran parte del mismo marco de cada Evangelio, de modo que su remoción significaría la destrucción del orden de la narrativa. Bajo estas condiciones, para que haya habido un cambio substancial en las doctrinas enseñadas por Cristo, sería necesario suponer un entendimiento previo entre los tres evangelistas, lo cual parece imposible, pues Mateo y Lucas por lo menos aparentan haber trabajado independientemente el uno del otro y es en sus Evangelios que se hallan los discursos más extensos de Cristo. Estas doctrinas, que aparecían ya en las fuentes usadas por los tres Sinópticos, no pudieron haber resultado de las deliberaciones y opiniones de los primeros cristianos. Primero que todo, entre la muerte de Cristo y la redacción inicial de la catequesis oral, no hubo suficiente tiempo para originar y subsiguientemente incorporar a la conciencia cristiana ideas diametralmente opuestas a las alegadamente enseñadas exclusivamente por Jesucristo.
Por ejemplo, si tomamos las doctrinas, sobre las demás, que se reclama fueron alteradas por la creencia de los primeros cristianos, a saber, que Jesucristo llamó a todas las naciones a la salvación. Se dice que Jesús restringió su misión a Israel, y que todos aquellos textos donde Él enseña que el Evangelio debía ser predicado a todo el mundo se originaron con los primeros cristianos y especialmente con San Pablo. Ahora bien, en primer lugar, estas doctrinas universalistas no se habrían diseminado entre los Apóstoles. Ellos y los cristianos primitivos eran judíos de inteligencia pobremente desarrollada, de perspectiva muy estrecha y estaban además imbuidos con ideas particularistas. Por los Evangelios y los Hechos se ve claramente que estos hombres estaban totalmente ajenos a las ideas universalistas, que tuvieron que serle infundidas, y las cuales, incluso entonces, eran lentos en aceptar. Además, ¿cómo pudo esta primera generación cristiana, quienes, se nos dice, creían que la Segunda Venida de Cristo estaba muy cercana, haber originado estos pasajes proclamando que antes de la ocurrencia de ese evento se predicaría el Evangelio a todas las naciones? Estas doctrinas no emanan de Pablo ni de sus discípulos. Mucho antes de que San Pablo pudiese ejercer ninguna influencia sobre la conciencia cristiana, ya habían sido compuestas las fuentes evangélicas que contenían estos preceptos. El Apóstol de los Gentiles fue el propagador especial de estas doctrinas, pero no su creador. Iluminado por el Espíritu Santo, él entendió que las antiguas profecías se habían cumplido en la Persona de Jesús y que las doctrinas que Él enseñó eran idénticas a las reveladas por las Escrituras.
Finalmente, al considerar como un todo las ideas constituyentes de la base de los primeros escritos cristianos, afirmamos que estas doctrinas, enseñadas por los profetas, y acentuadas por la vida y palabras de Cristo, forman el marco de los Evangelios y la base de la predicación paulina. Ellas son, por así decirlo, una especie de fasces que serían imposibles de desatar, y a la cual no se le puede insertar ninguna idea nueva sin destruir su fuerza y unidad. En las profecías, los Evangelios, las Epístolas Paulinas y los escritos de los primeros cristianos están unidos por una íntima correlación, de la cual Cristo mismo es el centro y el vínculo común. Lo que uno dice de Él, el otro lo reitera, y nunca oímos una voz aislada o discordante. Si Jesús enseñó doctrinas contrarias o ajenas a las que los evangelistas pusieron en sus labios, entonces Él se convierte en un fenómeno inexplicable, porque, en cuestión de ideas, Él está en contradicción a la sociedad en la cual vivió, y debe ser clasificado en la sección de los judíos menos inteligentes. Por lo tanto, estamos justificados en concluir que los discursos de Cristo, registrados en el Primer Evangelio y que reproducen la catequesis apostólica, son auténticos. Debemos sin embargo observar de nuevo que al ser su meta principalmente apologética, Mateo seleccionó y presentó los eventos de la vida de Cristo y también estos discursos de modo que llevaran a la prueba conclusiva que deseaba dar sobre el mesiazgo de Jesús. Aun así, el evangelista ni alteró substancialmente ni inventó doctrinas extrañas a la enseñanza de Jesús. Sus ideas incidían sobre detalles o forma, pero no sobre la base de palabras y hechos.
Apéndice: Decisiones de la Comisión Bíblica
La Comisión Bíblica dio las siguientes respuestas a preguntas sobre el Evangelio de San Mateo. En vista del acuerdo universal y constante de la Iglesia, según lo muestra el testimonio de los Padres, la inscripción de los códices del Evangelio, las más antiguas versiones de los Libros Sagrados y listas que nos han legado los Santos Padres, los escritores eclesiásticos, los Papas y concilios, y finalmente el uso litúrgico en las Iglesias Oriental y Occidental, se puede y debe afirmar que Mateo, un apóstol de Cristo, es realmente el autor del Evangelio que lleva su nombre. Se debe considerar como basada en la tradición la creencia de que los escritos de Mateo precedieron a los de los otros evangelistas, y que el primer Evangelio fue escrito en el lenguaje nativo de los judíos de Palestina.
La preparación de este texto original no se defirió hasta después de la destrucción de Jerusalén, de modo que las profecías que contenía sobre eso pudieran ser escritas después del evento; ni es lo suficientemente convincente el muy disputado y alegadamente incierto testimonio de Ireneo, de que su preparación terminó incluso antes de la llegada de Pablo a Roma. Es insostenible la opinión de ciertos modernistas, es decir, que Mateo no compuso el Evangelio en el sentido propio y estricto de la palabra, como nos ha llegado, sino solo una recopilación de las mismas palabras y dichos de Cristo, según ellos, que usó otro autor anónimo como fuente. El hecho de que los Padres y todos los escritores eclesiásticos, e incluso la Iglesia misma desde el mismo principio, ha usado como canónico el texto griego del Evangelio conocido como de San Mateo,
El hecho de que los Padres y todos los escritores eclesiásticos, e incluso la Iglesia misma, haya usado desde el principio el texto griego del Evangelio conocido como de San mateo, sin exceptuar a los que nos han transmitido expresamente que el apóstol Mateo escribió en su lengua nativa, prueba con certeza que este mismo Evangelio griego es idéntico en substancia al Evangelio escrito por el mismo Apóstol en su lengua nativa. Aunque el autor del primer Evangelio tiene el propósito apologético y dogmática de probarle a los judíos que Jesús es el Mesías predicho por los profetas y nacido de la casa de David, y aunque no siempre sigue un orden cronológico al organizar los hechos o dichos, su narrativa no se debe considerar falta de verdad. Ni se puede decir que sus relatos de los hechos y declaraciones del Señor han sido alterados y adaptados por la influencia de las profecías del Antiguo Testamento y las condiciones de la creciente Iglesia, y que por lo tanto no se conforman a la verdad histórica. Son notoriamente infundadas las opiniones de los que arrojan dudas sobre el valor histórico de los dos primeros capítulos, que tratan sobre la genealogía e infancia de Cristo, o sobre ciertos pasajes de mucho peso para ciertos dogmas, tales como los concernientes a la primacía de Pedro (16,17-19), la forma del bautismo dada a los Apóstoles con sus misiones universales (28,19-20), la profesión de fe en Cristo de los Apóstoles (14,33), y otros de este carácter especialmente enfatizado por Mateo.
Fuente: Jacquier, Jacque Eugène. "Gospel of St. Matthew." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10057a.htm>
Traducido por L H M.
Enlaces internos
[1] Evangeliario.
[2] Evangelio en la liturgia.
[3] Evangelio según San Juan.
[4] Evangelio según San Lucas.
[5] Evangelio según San Marcos.
[6] Evangelios Según San Mateo.
[7] Evangelios.
[8] Evangelista.
Enlaces externos
[9] Ilustraciones del Evangelio de Jerónimo Nadal S.J.
Selección y revisión de enlaces: José Gálvez Krüger