Jonás
De Enciclopedia Católica
Jonás es el quinto de los profetas menores. Usualmente el nombre se toma en el sentido de "paloma" (Heb., YVNH), pero en vista de las palabras quejosas del profeta (Jonás 4), es probable que el nombre se derive de la raíz Yanah = lamentarse, con el significado de dolens o "quejoso". Esta interpretación se remonta a San Jerónimo (Comm. on Jonah, IV, 1). Aparte del libro que tradicionalmente se le atribuye, a Jonás se le menciona sólo una vez en el Antiguo Testamento (2 Rey. 14,25), donde se afirma que la restauración por Jeroboam II (Vea Jeroboam) de las fronteras de Israel contra las incursiones de los invasores extranjeros fue un logro de la “palabra que Yahveh, Dios de Israel, había dicho por boca de su siervo, el profeta Jonás, hijo de Amittay, el de Gat de Jéfer”. Esto último no es sino una traducción parafrástica del nombre de Gat-Jéfer, un pueblo en el territorio de Zabulón (Josefo, "Antig.", XIX, XIII), que fue probablemente el lugar de nacimiento del profeta, y donde todavía se señalaba su tumba en la época de San Jerónimo.
Se hace mención de Jonás en Mateo 12,39 ss., y en 16,4, y también en los pasajes paralelos de Lucas (11,29-30.32), pero estas referencias no añaden nada a la información contenida en el Antiguo Testamento. Según una antigua tradición mencionada por San Jerónimo (Comm. in Jonas, Prol., PL, XXV, 118) y que se encuentra en el Pseudo-Epifanio (De Vitis Prophetarum, XVI, PL, XLIII, 407), Jonás fue el hijo de la viuda de Sarepta cuya resucitación por el profeta Elías se narra en 1 Rey. 17, pero esta leyenda parece no tener otro fundamento que la semejanza fonética entre el nombre propio Amittay (AMCHY), padre del profeta, y la palabra hebrea Emeth (AMCH), "la verdad", aplicada a la palabra de Dios a través de Elías por la viuda de Sarepta (1 Rey. 17,24).
El principal interés en el profeta Jonás se centra alrededor de dos incidentes notables narrados en el libro que lleva su nombre. En el versículo de apertura se establece que "la palabra del Señor vino a Jonás hijo de Ammitay, diciendo: ´Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella que su maldad ha subido hasta mí´. " Pero el profeta, en lugar de obedecer el mandato divino "se levantó para huir a Tarsis lejos de Yahveh” para poder escapar de la tarea que se le asignó. Se sube a un barco con destino a ese puerto, pero les sorprende una violenta tormenta, y al admitir que él era la causa de la misma, fue echado por la borda. Fue tragado por un gran pez providencialmente preparado para este propósito, y después de una estancia de tres días en el vientre del monstruo, tiempo durante el cual compone un himno de acción de gracias, fue arrojado a la tierra seca.
Después de este episodio recibe de nuevo el mandato de predicar en Nínive, y el relato de su segundo viaje es casi tan maravilloso como el del primero. Él procede a Nínive y entra a ella "después de un día de camino", anunciando su destrucción dentro cuarenta días. Las autoridades inmediatamente ordenan un arrepentimiento general, en vista de lo cual Dios se aplaca y perdona a la malvada ciudad. Jonás, enojado y decepcionado, se desea la muerte. Él reconviene con el Señor, y declara que fue en previsión de este resultado que en la ocasión anterior había querido huir a Tarsis.
Se retira de Nínive y, debajo de una cabaña que había hecho, esperó el destino de la ciudad. En esta morada disfruta por un tiempo a la sombra refrescante de una planta de ricino que el Señor dispuso para él. Sin embargo, pronto el ricino fue atacado por un gusano y el profeta quedó expuesto a los ardientes rayos del sol, con lo cual volvió de nuevo a murmurar y a desearse la muerte. Entonces el Señor le reprende por su dolor egoísta por el marchitamiento del ricino, mientras que al mismo tiempo desea que Dios no sea tocado por el arrepentimiento de una ciudad en la que "hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales." Aparte del himno atribuido a Jonás (2,2-11) el contenido del libro está en prosa.
Contenido
Historicidad
Los católicos siempre han mirado el libro de Jonás como un narrativa fáctica. En las obras de algunos escritores católicos del siglo XIX surgió una inclinación a considerar el libro como ficción. Sólo Simón y Jahn, entre los estudiosos católicos prominentes, han negado claramente la historicidad de Jonás; y la ortodoxia de estos dos críticos ya no puede ser defendida: "Providentissimus Deus" condenó implícitamente las ideas de ambos en el asunto de la inspiración, y la Congregación del Índice condenó expresamente la "Introducción" de este último.
Razones para la aceptación tradicional de la historicidad de Jonás:
Tradición Judía
De acuerdo con el texto de los los Setenta del Libro de Tobías (14,4), las palabras de Jonás respecto a la destrucción de Nínive son aceptadas como hecho; la misma lectura se encuentra en el texto arameo y en un manuscrito hebreo (Vea Kaulen, "Einleitung in die Heilige Schrift", Freiburg im Br.., 1890, p. 352). El apócrifo 3 Mac. 6,8, describe la estancia de Jonás en el vientre del pez, junto con las otras maravillas de la historia del Antiguo Testamento. Josefo (Ant. Jud., IX, X, 2) claramente considera como histórica la historia de Jonás.
Autoridad de Nuestro Señor
Los católicos consideran que esta razón elimina todas las dudas sobre el hecho de la historia de Jonás (ver Knabenbauer, "Com en Minores Prophetas.", II, 361). Los judíos pidieron una "señal" ---un milagro para probar el mesiazgo de Jesús. Él les contestó que no se les daría ninguna “señal” más que la “señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del Hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás.” (Mt. 12,40-41; 16,4; Lc. 11,29-32). Los judíos pidieron un milagro real; Cristo los habría engañado si Él les hubiese presentado una mera fantasía. Afirma claramente que así como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también Él estará en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Si, pues, la estancia de Jonás en el vientre del pez fue sólo una ficción, la estancia del cuerpo de Cristo en el corazón de la tierra es sólo una ficción. Si los ninivitas realmente no se levantarán en el juicio, tampoco los judíos se levantarán en realidad. Cristo contrasta hecho con hecho, no fantasía con fantasía, ni fantasía con hecho. Sería muy extraño, de hecho, que aquí Él les dijera que Él era más grande que un hombre formado por la fantasía. Sería poco menos extraño si él fuera a regañar a los judíos por su falta real de penitencia considerando esta falta en contraste con la penitencia de Nínive que nunca existió en absoluto. Toda la fuerza de estos contrastes se pierde, si se admite que la historia de Jonás no es una narración de hechos. Por último, Cristo no hace distinción entre la historia de la reina de Saba y la de Jonás (vea Mt. 12,42). Él establece el mismo valor histórico para el Libro de Jonás que para el Primer Libro de los Reyes. Tal es el argumento más fuerte que los católicos ofrecen para la firme posición que toman sobre el fundamento de la narrativa fáctica de la historia de Jonás.
Autoridad de los Padres
Ni un solo Padre ha sido citado jamás a favor de la opinión de que Jonás es un cuento de fantasía y no una narración de hechos en absoluto. Para los Padres Jonás fue un hecho y un tipo del Mesías, justo tal como el que Cristo le presentó a los judíos. Santos Jerónimo, Cirilo y Teófilo explican el detalle el significado tipo de los hechos del Libro de Jonás. San Cirilo incluso predice las objeciones de los racionalistas de hoy: Jonás huye de su ministerio, se lamenta de la misericordia de Dios para los ninivitas, y de otras maneras muestra un espíritu mal se convierte en un profeta y en un tipo histórico de Cristo. Cirilo admite que en todo esto Jonás fracasado y no es un tipo de Cristo, pero no admite que estas fallas de Jonás demuestren que la historia de sus obras haya sido una mera ficción.
Para el racionalista y para el estudioso bíblico protestante estos argumentos no valen nada en absoluto. Encuentran error no sólo en la tradición judía y cristiana, sino en Cristo mismo. Ellos admiten que Cristo tomó la historia de Jonás como una narración de hechos, y hacen respuesta de que Cristo erró; era un hijo de su tiempo y representa para nosotros las ideas y los errores de su época. Los argumentos de aquellos que aceptan la infalibilidad de Cristo y niegan la historicidad de Jonás no son concluyentes.
- Cristo habló de acuerdo a las ideas de la gente, y no intentaba decirles que Jonás fue realmente tragado por un pez. Preguntamos: ¿Acaso Cristo habló de la reina de Saba como un hecho? Si es así, entonces Él habló de Jonás como un hecho ---a menos que haya alguna prueba sobre lo opuesto.
- Si el libro histórico fuese una narrativa histórica, no se omitirían algunos detalles, por ejemplo, el lugar donde el monstruo marino vomitó al profeta, los pecados particulares de los cuales los ninivitas eran culpables, el tipo particular de calamidad con la que la ciudad iba a ser destruida, el nombre del rey asirio bajo el cual estos eventos se llevaron a cabo y que se convirtió al verdadero Dios con tan maravillosa humildad y arrepentimiento.
Respondemos que estas objeciones demuestran que el libro no es un relato histórico hecho de acuerdo a los cánones posteriores de la crítica histórica; no prueban que el libro no es una historia en absoluto. Los hechos narrados son tales en la medida en que se adaptaban a la finalidad del escritor sagrado. Contó una historia de gloria para el Dios de Israel y de caída para los dioses de Nínive. Es probable que los incidentes tuviesen lugar durante el período de la decadencia asiria es decir, durante el reinado de Asurdanil o Asurnirar (770-745 a.C.). Una plaga había asolado el país desde 765 hasta 759 a.C. Los conflictos internos añadieron a la consternación causada por la enfermedad mortal. El poder del rey se redujo a la nada. Ese rey parecería muy poco conocido para ser mencionado. No se considera que el faraón de los tiempos de Moisés haya sido una ficción sólo porque su nombre no se da.
La tradición judía supone que el profeta Jonás fue el autor del libro que lleva su nombre, y lo mismo han afirmado en general los escritores cristianos que defienden el carácter histórico de la narración. Pero se puede notar que en ninguna parte del libro mismo se afirma que fuese escrito por el profeta (que se supone vivió en el siglo VIII a.C.), y la mayoría de los estudiosos modernos, por diversas razones, asignan la fecha de la composición a una época mucho más tardía, probablemente el siglo V a.C. Al igual que en el caso de otros personajes del Antiguo Testamento, muchas leyendas, en su mayoría fantásticas y carentes de valor crítico, crecieron alrededor del nombre de Jonás, las cuales se pueden encontrar en la "Enciclopedia Judía".
Fuente: Driscoll, James F. "Jonah." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. 25 Mar. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/08497b.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina