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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Papa San Hormisdas

De Enciclopedia Católica

Revisión de 23:25 2 ene 2020 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)

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Papa San Hormisdas: se desconoce la fecha de su nacimiento; fue elegido a la Santa Sede en el 514; murió en Roma el 6 de agosto de 523. Este capaz y sagaz pontífice perteneció a una rica y honorable familia de Frosinone (Frusino) en la Campaña de Roma (el Lacio). Antes de recibir las órdenes mayores había estado casado; su hijo se convirtió en Papa bajo el nombre de Silverio (536-537). Bajo el Papa Símaco (498-514) Hormisdas desempeñó el oficio de diácono de la Iglesia Romana y durante el cisma de Laurencio fue uno de los más prominentes asistentes clericales de Símaco. Fue notario en el sínodo realizado en San Pedro en 502, y Enodio de Pavía, con quien tenía una amigable relación, expresó la convicción que este diácono romano, tan eminente por su piedad, riqueza y distinguida cuna, podría ocupar la Sede de Roma [Ennodii opera, ed. Vogel (Berlín, 1885), 287, 290].

El día siguiente al del funeral de Símaco (20 de julio de 514) Hormisdas fue elegido y consagrado su sucesor; no hay ninguna mención de divisiones o disturbios en su elección. Una de las primeros ocupaciones del nuevo Papa fue remover los últimos vestigios del cisma laurenciano en Roma, para lo cual recibió de nuevo en la Iglesia a aquellos de sus adherentes que todavía no se habían reconciliado. Desde el comienzo de su pontificado los asuntos de la Iglesia Griega ocuparon su atención especial. En Constantinopla todavía prevalecía el cisma de Acacio, el cual había surgido como consecuencia del “Henoticon” del emperador Zenón, y que había causado la separación de las Iglesias Griegas y Romanas (vea ACACIO, PATRIARCA DE CONSTANTINOPLA). El emperador Anastasio (491-518), sucesor de Zenón, apoyaba el “Henoticon”; se inclinaba cada vez más hacia el monofisismo, y perseguía a los obispos que se negaban a repudiar el Concilio de Calcedonia. Los tres patriarcas, Macedonio de Constantinopla, Elías de Jerusalén y Flaviano de Antioquía, habían sido expulsados de sus sedes.

En medio de esta confusión, una cantidad de obispos orientales apelaron a Roma durante el pontificado de Símaco, para que, mediante la restauración de la unidad en la Iglesia, se pudiesen fortalecer sus posiciones y se detuviese el progreso del monofisismo. Símaco les había requerido que se unieran a la condena de Acacio, pero los orientales no estaban listos para este paso. Tomando ventaja del descontento surgido contra Anastasio por sus tendencias monofisitas, Vitaliano de Baja Moesia, un comandante del ejército, lideró una rebelión contra él. Vitaliano exigía, por un lado, ser reinstalado en su oficio de distribuidor del grano para las tropas y, por el otro, que se reconociera el Concilio de Calcedonia y se restableciera la unidad con Roma. Ganó numerosos seguidores, apareció ante Constantinopla a la cabeza de un gran ejército y derrotó a Hipacio, sobrino del emperador; después de esto Anastasio se vio obligado a negociar con él.

Uno de los términos de rendición de Vitaliano fue que el emperador debía prestar juramento de convocar un sínodo en Heraclea en Tracia, invitar al Papa a asistir y que sometiese a su arbitraje la disputa sobre la sede de Constantinopla y los otros obispados para de este modo restaurar la unidad de la Iglesia. En consecuencia, Anastasio le escribió a Hormisdas el 28 de diciembre de 514 invitándolo al sínodo el primero de julio siguiente. La carta tenía que ser presentada primero a Vitaliano, cuyo representante acompañaría al portador a Roma. Anastasio le envió al Papa una segunda y menos cortés comunicación, fechada el 12 de enero, en la cual solamente solicitaba sus buenos oficios en la controversia. El emperador evidentemente deseaba prolongar las negociaciones ya que realmente no estaba dispuesto a cumplir las promesas que había hecho a Vitaliano. La segunda carta llegó a Roma antes que la primera, y el 4 de abril Hormisdas la contestó, expresando su deleite ante la perspectiva de paz, pero al mismo tiempo defendiendo la memoria de sus predecesores. Los portadores de la primera carta del emperador arribaron el 14 de mayo.

El Papa llevó las negociaciones cautamente, convocó a un sínodo en Roma y escribió una carta al emperador, fechada el 8 de julio, en la que anunciaba la partida de una embajada hacia Constantinopla. Mientras tanto los doscientos obispos que se habían reunido el 1 de julio en Heraclea se separaron sin lograr nada. La embajada del Papa a la corte imperial consistió de dos obispos, Enodio de Pavía y Fortunato de Catina, el sacerdote Venancio, el diácono Vitalis y el notario Hilario. Aún se conserva la carta de Hormisdas al emperador, fechada el 1 de agosto de 515; también las minuciosas instrucciones dadas a los legados respecto a la posición que debían adoptar. Si el emperador accedía a las propuestas que se le hacían, el Papa estaba dispuesto, si era necesario, a comparecer en persona a un concilio. El Papa además, envió la fórmula de una confesión de fe (regula fidei) para que la firmasen los obispos orientales.

La embajada no produjo resultados reales; Anastasio, sin romper las negociaciones, dio a los enviados una carta evasiva para Hormisdas. Una nueva revuelta de Vitaliano fue sofocada, y una embajada imperial, consistente en dos altos oficiales civiles, fue a Roma llevando una carta fechada el 16 de julio de 516, dirigida al Papa, y una fechada el 28 de julio, para el senado romano; la intención de esta última era inducir a los senadores a tomar partido contra Hormisdas. El senado, sin embargo, lo mismo que el rey Teodorico, permanecieron fieles al Papa, quien percibió las taimadas maniobras del emperador. La respuesta de Hormisdas a la carta imperial fue digna y definitiva.

Mientras tanto, un número adicional de obispos escitas, ilirios y dardanios habían entrado en relaciones con Roma, y varios de ellos habían además intercambiado opiniones con los legados papales en Constantinopla sobre la cuestión de la reunión de las Iglesias. Ahora ellos se unieron a la condena de Acacio y firmaron la confesión de fe (regula fidei) de Hormisdas, como así también lo hicieron los obispos de la provincia de Epiro, quienes fueron persuadidos a ello por el subdiácono romano Pulio. Esta confesión de fe, que el Papa envió a Constantinopla para ser firmada por todos los obispos que se reunieran con la Iglesia Latina, es conocida como la “Fórmula Hormisdæ” y fue repetidamente mencionada en el Concilio Vaticano I. Comienza con las palabras: "Prima salus est, regulam rectae fidei custodire et a constitutis Patrum nullatenus deviare. Et quia non potest Domini Nostri Jesu Christi praetermitti sententia dicentis: Tu es Petrus et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam. Haec quae dicta sunt rerum probantur effectibus, quia in sede apostolica immaculata est semper Catholica conservata religio" (El primer medio de salvación es guardar la regla de fe estricta y no desviarse de modo alguno de aquellas cosas que han sido prescriptas por los Padres. Y por supuesto las palabras de Nuestro Señor [Jesucristo]]: ”Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” [[[Evangelio según San Mateo |Mt.]] 16,18], no pueden ser ignoradas; estas cosas que fueron dichas están demostradas por los resultados, pues la religión católica ha sido preservada siempre inmaculada en la Sede Apostólica). Luego sigue la condena de Nestorio, los otros heresiarcas y también de Acacio.

Una segunda embajada papal constituida por Enodio de Pavía y el obispo Peregrino de Misenum no tuvo mejor éxito. Anastasio trató infructuosamente hasta de sobornar a los legados, los cuales, por el contrario, trataron de circular secretamente las cartas del Papa que convocaban al pueblo a reunirse con la Iglesia Romana. Cuando el emperador oyó sobre ello, los mandó a sacar de la ciudad por una puerta privada hacia la costa, los puso en un barco y los mandó de regreso a Italia. Luego Anastasio, quien no tenía momentáneamente nada que temer de Vitaliano, le envió una carta insolente a Hormisdas, fechada el 11 de julio de 517, con la cual rompió las negociaciones y continuó persiguiendo a los que abogaban por la unión con Roma. El 9 de julio de 518 murió muy repentinamente en medio de una terrible tormenta. Poco antes de esa fecha también había fallecido Timoteo, el hereje patriarca de Constantinopla.

El sucesor, emperador Justino I (518-527), era un cristiano ortodoxo. El pueblo de Constantinopla insistió en que el nuevo patriarca Juan debía anatematizar la herejía monofisita, reconocer la definición de Calcedonia y reunir la Iglesia Griega con Roma. Un sínodo, llevado a cabo en Constantinopla, coincidió en estas opiniones y un enviado imperial partió para Roma para rogarle al Papa en nombre del emperador, de su sobrino Justiniano y del patriarca que viniera a Oriente, o enviara un legado, con el propósito de restablecer la unidad de la Iglesia. Hormisdas nombró a los obispos (San) Germano (de Capua] y Juan, al [|sacerdote]] Blando, a los diáconos Félix y Dióscoro y al notario Pedro. Se les dieron las mismas instrucciones y confesión de fe que a los legados de 515.

La embajada fue recibida en Constantinopla con gran esplendor. Se le concedieron todas las demandas al Pontífice; el nombre del condenado patriarca Acacio, así como los nombres de los emperadores Anastasio y Zenón, fueron borrados de los dípticos eclesiásticos, y el patriarca Juan aceptó la fórmula de Hormisdas. El 28 de marzo de 519, Jueves Santo, en la catedral de Constantinopla y en presencia de una gran multitud, se ratificó de la forma más solemne la reunión de la Iglesia Griega con Roma. La mayoría de obispos orientales y griegos aprobaron y firmaron la fórmula de Hormisdas. En Antioquía se escogió a un patriarca ortodoxo para reemplazar al herético Severo.

En medio de toda esta actividad por el establecimiento de la paz surgió una nueva disputa que giraba sobre la fórmula: “Uno de la Trinidad fue crucificado”. Esta fue promulgada en Constantinopla en 519 por Juan Majencio y numerosos monjes escitas apoyados por Justiniano (“controversia teopasquita”). El patriarca y los legados del Papa se opusieron a la demanda de que esta fórmula debía ser incorporada como un dogma de la Iglesia. Los monjes se dirigieron a Roma donde causaron algún problema; también se dirigieron a los obispos africanos entonces residentes en Cerdeña. En 521 Hormisdas declaró que la fórmula en cuestión, aunque no falsa, era peligrosa porque admitía una falsa interpretación; que el Concilio de Calcedonia no necesitaba enmienda. Alrededor de ésa época el obispo africano Posesor, instigado por algunos monjes africanos, apeló al Papa por información relacionada con la actitud de la Iglesia hacia el obispo de Riez, Provenza, cuyas opiniones semipelagianas coloreaban sus escritos. En su respuesta Hormisdas reprochó severamente el espíritu de discordia de estos monjes. No prohibió la lectura de los trabajos de Fausto, pero decidió que se debía preservar lo bueno en ellos y se debía rechazar lo que fuese contrario a la doctrina de la Iglesia.

Hormisdas hizo que Dionisio el Exiguo preparara una traducción al latín de los cánones de la Iglesia Griega y publicó una nueva edición del "Decretum de recipiendis Libris" de Gelasio. Envió cartas a varios obispos en España y la Galia sobre asuntos eclesiásticos y dio instrucciones respecto a la administración de la iglesia. Su relación con Teodorico era amigable. El “Liber Pontificalis” enumera valiosos regalos presentados a la Basílica de San Pedro por este rey así como por el emperador Justino.

Poco antes de su muerte el Papa recibió la nueva de que Trasamundo, el rey vándalo del Norte de África había muerto (523), y que la severa persecución a los católicos en esa región había consecuentemente cesado. Hormisdas fue enterrado en San Pedro. El texto de su epitafio ha sido preservado (De Rossi, "Inscriptiones Christianae urbis Romae", II, 130).


Bibliografía: THIEL, ed., Epistolae Romanorum Pontificum, I (Braunsberg, 1868), 739 ss.; DUCHESNE ed., Liber Pontificalis, I, 269 ss.; GUNTHER in Sitzungsberichte der Wiener Akademie, CXXVI (1892), XI; LANGEN, Geschichte der römischen Kirche, II (Bonn, 1885), 250 sqq.; GRISAR, Geschichte Roms und der Papste, I, passim; SCHNURER, Der politische Stellung des Papsttums zur Zeit Theodorichs in Historisches Jahrbuch, II (1889), 253 ss.; PFEILSCHIFTER, Der Ostgotenkonig Theoderich und die katholische Kirche in Kirchengesch. Studien, III (Munster, 1869) I-II, 138 ss.; HEFELE, Konziliengeschichte, 2da ed., II, 671 ss., 692 ss.

Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Pope St. Hormisdas." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, págs. 470-471. New York: Robert Appleton Company, 1910. 2 enero 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/07470a.htm>.

Traducido por Luis Alberto Álvarez Bianchi. lmhm