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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Moab, moabitas

De Enciclopedia Católica

Revisión de 00:30 22 dic 2011 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)

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En el Antiguo Testamento la palabra Moab designa (1) un hijo de Lot con su hija mayor (Génesis 19,37); (2) el pueblo del cual este hijo de Lot es representado como su ancestro (Éxodo 15,15, etc.) y quienes son llamados también “los moabitas” (Gén. 19,37); y posiblemente (3) el territorio ocupado por los moabitas (Números 21,11). Su etimología “de mi padre”, la cual es añadida por la Versión de los Setenta al texto hebreo en Gén. 19,37, es más probable que ninguna derivación sugerida por los estudiosos modernos. No se necesita discutir aquí el origen y raza de los moabitas, puesto que según Gén. 19 son los mismos que los de los amonitas, los cuales han sido examinados en el artículo amonitas.

Desde el distrito montañoso sobre Segor (Zoar), un pueblo que yace en la planicie cerca de la costa sudeste del Mar Muerto (cf. Gén. 19,30), los hijos de Lot se extendieron obligatoriamente hacia la región del este de Palestina. Amón se estableció en el país más distante al noreste, Moab en los distritos más cercanos al Mar Muerto. Éstos eran habitados por los emitas, un pueblo de gigantes, a quienes, sin embargo, los moabitas lograron expulsar. (Deut. 2,9.10). El territorio de Moab era al principio de considerable extensión, algunas cincuenta millas de largo por treinta de ancho. Comprendía las tierras altas del este del Mar Muerto y el Jordán tan lejos como las montañas de Galaad, junto con el estrecho nivel entre la sierra y el río, y la bien regada y fértil tierra al extremo sur del Mar Muerto. En los tres lados, tenía fronteras naturales: en occidente, el Mar Muerto y la sección sur del Jordán; en el sur, el Wady el-Hasy, que separa las tierras altas de Moab de las de Edom; en el este, el desierto de Arabia. Sólo en el norte carecía de características naturales visibles suficientes para formar una frontera fija, y de ahí que la frontera norte de Moab fluctuaba en diferentes períodos entre el Arnón, y una diagonal que corría al sudeste desde el torrente ahora llamado Wady Nimrin hasta el desierto de Arabia.

Las tierras altas son el grueso de este territorio. Forman una meseta cerca de 3,000 pies sobre el Mediterráneo, o 4,300 pies sobre el nivel del Mar Muerto, subiendo lentamente de norte a sur, con empinadas laderas occidentales, y separada del desierto al este por bajas y onduladas colinas. La geología de esta casi desarbolada meseta es la misma que la de la cordillera de Palestina occidental, pero su clima es decididamente más frío. En primavera, sus colinas de piedra caliza están cubiertas de hierba y flores silvestres, y partes de la meseta está sembradas de maíz. Está atravesada por tres valles profundos, el del medio de los cuales, el Arnón, es el más profundo, y abunda en arroyos. Está salpicada de dólmenes, menhires y círculos de piedra, y también con las ruinas de villas y pueblos, principalmente de las épocas romana y bizantina. En tiempos del Antiguo Testamento, Moab era una tierra de excelentes pastos (2 Rey. 3,4), y su población era mucho más considerable que al día de hoy, como lo prueban las numerosas ciudades, tales como Ar Moab, Galim, Kir Moab, Luith, Nemrim, Segur, Nophe, Oronaim, Quiriat Hussot (AV Quiriat-husoth), Aroer, Baal-meón, Beer Elim, Bethgamul, Bethsimoth, Bethphogor, Bosor, Cariath, Dibón, Eleale, Helon, Jesbón, Jasa, Medaba, Mephaath, Sabama etc, que la Biblia menciona como ciudad moabita en un momento u otro.

Poco antes del avance final de Israel hacia Palestina, los moabitas habían sido privados de su territorio al norte del Arnón por los amorreos, procedentes probablemente de la parte occidental del Jordán (Núm. 21,13.26). El rey de Moab en ese tiempo era Balaac quien, en su hostilidad hacia las tribus hebreas, contrató a Balaam para maldecirlos, pero quien fracasó en este intento, y las maldiciones esperadas se convirtieron en bendición divina (véase Balaam). Otro intento diabólico en una dirección diferente fue demasiado exitoso: las hijas de Moab sedujeron a los israelitas a su idolatría e inmoralidad, y por ese medio les acarreó un castigo pesado (Núm. 25). Las relaciones posteriores de Moab con las tribus hebreas (Rubén, Gad) que se habían asentado en su antiguo territorio al norte del Arnón, fueron probablemente las de un vecino hostil ansioso por recuperar su territorio perdido. De hecho, en la historia temprana de los Jueces, los moabitas no sólo había recuperado el control de al menos una parte de esa tierra, sino que también extendieron su poder a Palestina occidental con el fin de oprimir a los benjaminitas. Ehúd, hijo de Guerá, por fin puso fin al yugo moabita sobre Benjamín, pues asesinó a Eglón, rey de Moab, masacró a los moabitas, y recuperó el territorio de Jericó para Israel (Jueces 3,12-30). A esto siguió un período de relaciones amistosas, en la que Moab fue un refugio para la familia de Elimélek, y Rut la moabita se introdujo en la línea de la que descendía David (Rut, 1,1; 4,10-22).

Saúl luchó de nuevo contra Moab (1 Samuel. 14,47), y David, que, por un tiempo confió sus padres a un rey moabita (22,3-4), en última instancia, invadió el país y lo hizo tributario de Israel (2 Sam. 8,2). Aparentemente la subyugación continuó bajo Salomón, que tenía mujeres moabitas en su harén y "construyó un templo a Kemós, monstruo abominable de Moab" (1 Rey. 11,1.7). Después de la división, los moabitas fueron vasallos del reino del norte; pero a la muerte de Ajab, irrumpieron en una revuelta abierta, cuyo resultado final fue su independencia, y cuyas circunstancias completas se comprenden mejor mediante la combinación de los datos en 2 Reyes 1,1 y 3,4-27, con los de la "Piedra Moabita", una inscripción de Mesa, rey de Moab, hallada en 1868 en el antiguo Dibón, y ahora preservada en el Museo del Louvre.

Parece que después de esto, hicieron frecuentes incursiones en el territorio de Israel (cf. 2 Rey. 13,20), y que después de la cautividad de las tribus trans-jordánicas, ellos ocuparon gradualmente toda la tierra que antiguamente habían perdido ante los amorreos. En los escritos proféticos hay frecuentes referencias a su gran prosperidad, mientras que su excesivo orgullo y corrupción son objetos de amenazantes oráculos (Isaías 15 - 16; 25,10; Jeremías 47; Ezequiel 25,8-11; Amós 2,1 - 3; Sofonías 2,8-11, etc.) En las inscripciones cuneiformes se menciona a menudo a sus gobernantes como tributarios a Asiria. Esta fue de hecho la condición de su prosperidad continua. Difícilmente puede ponerse en duda, sin embargo, que a veces se alinearon con otros países occidentales contra los monarcas asirios (Fragmento de Sargón II, primeros capítulos de Judit). En los últimos días del Reino de Judá, transfirieron su lealtad a Babilonia, y lucharon con Nabucodonosor contra Joaquín (2 Rey. 24,2). Incluso después de la caída de Jerusalén, Moab disfrutó de una considerable prosperidad bajo el gobierno de Nabucodonosor, pero su ruina posterior como un estado estaba a la mano. De hecho, cuando los judíos regresaron de Babilonia, los árabes nabateanos ocupaban el territorio de Moab, y los árabes en lugar de los moabitas eran los aliados de los amonitas (cf. Esdras 4,7; 1 Mac. 9,32-42; Josefo, "Antiq.", 13:13, 5, 14:1, 4)

Como se muestra en la Piedra Moabita, el lenguaje de Moab era "simplemente un dialecto del hebreo". Su uso de la waw consecutiva une más íntimamente a los dos idiomas, y casi todas las palabras, las inflexiones y modismos de esta inscripción aparecen en el texto original del Antiguo Testamento. El mismo monumento atestigua el hecho de que, mientras que los moabitas adoraban a Kemós como su dios nacional, también adoraba Ashtar como su consorte. Además de estas dos divinidades, el Antiguo Testamento menciona a otra deidad local de los moabitas, a saber. Baal del Monte Peor (Peor: Baal de Peor) (Núm. 25,3; Deut. 4,3; Oseas 9,10; etc.) Los moabitas eran, por lo tanto, politeístas, y aunque no se conoce totalmente su religión, lo cierto es que los sacrificios humanos y [{ritos]] impuros formaban parte de su culto (2 Rey. 3,27; Núm. 25; Oseas 9,10). (2 Reyes 3:27, Números 25, Oseas 9:10).


Bibliografía: TROSTRAM, "Land of Moab" (Londres, 1874); CONDER, "Heth and Moab" (Londres, 1884); BAETHGEN, "Beitrage x. semitischen Relitionsgeschicte" (Berlin, 1888); W. R. Smith, "Religion of the Semites" (Londres, 1894); BLISS, "Narrative of an expedition to Moab and Gilead" (Londres, 1895); G. A. Smith, "Historical Geography of the Holy Land" (Nueva York, 1897); LAGRANGE, "Etudes sur les Religions Semitiques" (París, 1903).

Fuente: Gigot, Francis. "Moab, Moabites." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10409b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina