Mesa
De Enciclopedia Católica
(Griego Mosá; Piedra Moabita, ms‘; Hebreo, mys‘, significa "liberación" según Gesenio).
Rey de Moab en el siglo IX a.C., cuya historia aparece en 2 Reyes 3. Él le pagaba tributo a Ajab rey de Israel, “cien mil corderos y cien mil carneros con su lana” (v. 4). Esto parece que se pagaba anualmente, y era posible que Moab fuese rico en pastos; según Mesa se le llama nqd, el cual, aunque no traducido en el texto griego, significa (dueño de ovejas” (Gesenio). Después de la muerte de Ajab, Mesa se negó a continuar pagando tributo, debido a lo cual Joram, rey de Israel, Josafat, rey de Judá y el rey de Edom entraron en alianza contra él. Se fueron por la ruta del sur pasando a través de un país árido, donde hubiesen perecido de sed si el profeta Eliseo no les hubiese suplido agua milagrosamente. Las zanjas que cavaron por orden del profeta se llenaron, y al atardecer los moabitas “vieron enfrente las aguas rojas como la sangre” (v. 22). Pensando que sus enemigos se habían matado ente sí, se apresuraron al campo con gritos de “Moab al botín” (v. 23), sólo para ser repelidos con gran matanza, y los aliados los persiguieron. Mesa trató con setecientos hombres de abrirse paso a través de los sitiadores, pero fracasó, entonces tomó a su hijo mayor, y a la vista de todos, lo sacrificó sobre la muralla de la ciudad. “Hubo gran indignación en Israel”, de modo que por razones no detalladas “se alejaron de allí”.
La Piedra Moabita, quizás el más grande descubrimiento bíblico de los tiempos modernos, arroja alguna luz sobre el período en cuestión. A través del conocimiento y carácter emprendedor de M. Clermont-Ganneau, se publicó la inscripción de la piedra, y la piedra misma es uno de los tesoros del Museo del Louvre en París. El monumento, descubierto en 1868 en Khîbán (Dibon) en la tierra de Moab, es de basalto, cerca de tres pies y ocho pulgadas de alto por dos pies y tres pulgadas de ancho y catorce pulgadas de espesor. Se asemeja a una lápida mortuoria y está inscrita con treinta y cuatro líneas de escritura, en las cuales Mesa nos da los principales eventos de su reinado. Tan pronto vieron que los europeos se interesaron en ella, los árabes desafortunadamente la rompieron, pero ya se habían obtenido facsímiles, de modo que la inscripción está casi intacta. Se reunieron los fragmentos y se rellenó con yeso las partes faltantes.
Un escritor en el “Diccionario de la Biblia” de Smith (s.v. Moab), que no conocía nada sobre la Piedra Moabita, dice “Desde el origen de la nación y otras consideraciones, podemos conjeturar que su lenguaje era más un dialecto del hebreo que una lengua diferente”. La Piedra Moabita le da certeza a esta conjetura. “Las alusiones históricas y nombres geográficos que se hallan en esta inscripción de Mesa cuadran tan bien con el Antiguo Testamento, que podrían surgir sospechas en cuanto a la autenticidad de la piedra”. (Jour. Of the Am. Or. Soc., XXII, 61). Las sospechas ya habían surgido, pero los eruditos casi unánimemente las pusieron a un lado como infundadas. Por la evidencia suministrada por la piedra, podemos concluir que Josafat, rey de Judá, y Mesa, rey de Moab, pudieron haber conversado, cada uno en su lenguaje y se entendieron entre sí. El antiguo carácter fenicio (hallado también en la inscripción de Siloé), las palabras, las formas gramaticales y peculiaridades de sintaxis en los dos lenguajes son casi idénticos. Por supuesto, no se puede estimar la diferencia en pronunciación, puesto que las vocales no se escribían.
Mientras que la piedra parece variar algo de la Escritura, aun así las dos concuerdan substancialmente: Mesa dice “Omri (Amri) rey de Israel oprimió a Moab”, menciona su propia revuelta y añade “Chemosh (Chamos) me liberó de todos los reyes”. También describe su obra de fortificar a Moab, y como esto hizo al norte muy fuerte, vemos por qué los aliados tomaron la ruta al sur del Mar Muerto para atacarlo. La Biblia da pistas sobre algún desastre a los invasores, quienes se retiraron súbitamente estando ya a punto de tomar la ciudad, mientras que Mesa, como todos los monarcas orientales en sus registros, puede haber enaltecido sus victorias, y omitido o minimizado sus derrotas. Sin embargo, las discrepancias son solo aparentes, y las dificultades cronológicas podrían ser explicadas con un mejor conocimiento de la historia de esa época.
Bibliografía: CLERMONT-GANNEAU, La Stèle de Mésa, Roi de Moab (1870): primera noticia pública sobre la piedra; GINSBURG, La Piedra Moabita (2da ed., Londres, 1871); BENNETT en HASTINGS, Dicc. de la Biblia, s.v. Moab, da la inscripción, rasgos lingüísticos, varias versiones, etc.; GEIKIE, Horas con la biblia: cap. IV, Rehoboam a Hezekiah; VIGOUROUX, La Bible et les Découvertes Modernes, 3ra ed., IV, Book II, ch. IV; SAYCE, El Alto Criticismo y del Veredicto de los Monumentos (1894); HOMMEL, La Tradición Hebrea Antigua (tr. 1897), 273 ss.; 361 ss.; DRIVER en Encic. Bib., s.v. Mesa, da historia de la inscripción, texto, referencias, etc.; JOSEFO, Ant., IX, III.
Fuente: Tierney, John. "Mesa." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10210a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina