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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Avemaría»

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En el tiempo de [[San Luis IX |San Luis]] el Avemaría terminaba con las palabras de [[Santa Isabel]]: "''benedictus fructus ventris tui''"; desde entonces se ha extendido por la introducción tanto del [[Santísimo Nombre de Jesús |Santo Nombre]] como de una cláusula de petición. En cuanto a la adición de la palabra «Jesús» o, como suele suceder en el siglo XV, «[[Jesucristo]], [[Amén]]», se dice comúnmente que esto se debió a la iniciativa del [[Papa Urbano IV]] (1261) y a la confirmación e [[indulgencias |indulgencia]] de [[Papa Juan XXII |Juan XXII]]. La evidencia no parece suficientemente clara para justificar una declaración positiva sobre el punto. Aun así, no cabe [[duda]] de que esta era la [[creencia]] generalizada de la [[Edad Media]] tardía. Un popular manual religioso [[Alemania |alemán]] del siglo XV ("Der Seim Troist", 1474) incluso divide el Avemaría en cuatro partes, y declara que la primera parte fue compuesta por el [[ángeles |Ángel]] [[San Gabriel Arcángel |Gabriel]], la segunda por Santa Isabel, la tercera, que consiste sólo en el Nombre Sagrado, Jesucristo, por los [[Papas]], y la última, es decir, la palabra Amén, por [[la Iglesia]].
  
 
==El Avemaría como Oración==
 
==El Avemaría como Oración==

Revisión de 15:00 25 ago 2017

Introducción

El Avemaría (a veces llamada la “salutación angélica”, a veces, por las primeras palabras en su forma latina, el “Ave María”) es la más familiar de todas las oraciones usadas por la Iglesia universal en honor a nuestra Bendita Señora. Se describe comúnmente que consta de tres partes: La primera, "Dios te salve, María llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre las mujeres", encarna las palabras usadas por el ángel Gabriel en el saludo a la Santísima Virgen (Lc. 1,28). La segunda, "y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús", es tomado del saludo divinamente inspirado de Santa Isabel (Lc. 1,42), que se une muy naturalmente a la primera parte, porque las palabras "Benedicta to in mulieribus" (1,28) o "inter mulieres" (1,42) son comunes a ambas salutaciones. Finalmente, el Catecismo oficial del Concilio de Trento estableció que la petición “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén” fue compuesta por la Iglesia misma. "Muy justamente", dice el Catecismo, "la Santa Iglesia de Dios ha añadido a esta acción de gracias la petición también y la invocación de la Santísima Madre de Dios, implicando así que debemos recurrir a ella en forma suplicante y piadosa para que por su intercesión pueda reconciliar a Dios con nosotros pecadores y obtener para nosotros las bendiciones que necesitamos tanto para esta vida presente como para la vida que no tiene fin".

Origen

Es probable que los fieles adoptasen las sorprendentes palabras del saludo del ángel tan pronto como la devoción personal a la Madre de Dios se manifestó en la Iglesia. La traducción de la Vulgata Ave gratia plena, “Salve llena de gracia”, a menudo ha sido criticada como una traducción demasiado explícita del griego chaire kecharitomene, pero las palabras son en cualquier caso muy sorprendentes, y la Versión Anglicana Revisada ahora complementa el “Salve, tú que eres altamente favorecida” de la Versión Autorizada original por la alternativa marginal, “Salve tú, dotada de gracia”. No nos sorprende, pues, encontrar estas o análogas palabras empleadas en un ritual siríaco atribuido a Severo, patriarca de Antioquía (c. 513), o por San Andrés de Creta y San Juan Damasceno, o también en el "Liber Antiphonarius" de San Gregorio Magno como el ofertorio de la Misa para el cuarto domingo de Adviento. Pero tales ejemplos apenas justifican la conclusión de que en ese período temprano el Avemaría se usaba en la Iglesia como una fórmula separada de devoción católica.

Del mismo modo probablemente se debe considerar apócrifa una historia que atribuye la introducción del Avemaría a San Ildefonso de Toledo. Narra la leyenda que una noche fue San Ildefonso a la iglesia y se encontró a Nuestra Bendita Señora sentada en el ábside, en su propia silla episcopal, con un coro de vírgenes alrededor de ella que cantaban sus alabanzas. Entonces San Ildefonso se acercó e “hizo una serie de genuflexiones mientras repetía a cada una de ellas las palabras del saludo del ángel: “Salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre”. Nuestra Señora entonces mostró su placer ante este homenaje y recompensó al santo con el regalo de una hermosa casulla (Mabillon, Acta SS. O.S.B., Sec. V, pref., no. 119). Sin embargo, en esta forma explícita no puede ser rastreada más que hasta Hermann de Laón a comienzos del siglo XII.

De hecho, hay poco o ningún rastro del Avemaría como una fórmula devocional aceptada antes de 1050. Toda la evidencia sugiere que surgió de ciertos versículos y responsorios que aparecen en el Pequeño Oficio o Curso de la Santísima Virgen que justo en ese momento estaba entrando en el favor entre las órdenes monásticas. Dos manuscritos anglo-sajones en el Museo Británico, uno de los cuales se remonta al año 1030, muestran que las palabras “Ave María” etc. y "benedicta tu in mulieribus et benedictus fructus ventris tui" aparecían en casi todas las partes del Curso, y aunque no podemos estar seguros de que al principio estas cláusulas estaban unidas para hacer una oración, hay pruebas concluyentes de que esto había llegado a pasar sólo un poco más tarde. (Vea "The Month", Nov., 1901, págs. 486-8.) Las grandes colecciones de leyendas sobre María que comenzaron a formarse en los primeros años del siglo XII (véase Mussafia, "Marienlegenden") nos muestran que esta salutación de Nuestra Señora se estaba extendiendo rápidamente como una forma de devoción privada, aunque no hay certeza de hasta qué punto era habitual incluir la cláusula "y bendito es el fruto de tu vientre". Pero el abad Balduino, un cisterciense que fue consagrado arzobispo de Canterbury en 1184, escribió antes de esa fecha una especie de paráfrasis del Avemaría en la que dice:

” "A esta salutación del Ángel, por la cual saludamos diariamente a la Santísima Virgen, con tanta devoción como podemos, estamos acostumbrados a añadir las palabras: "y bendito es el fruto de tu vientre", por cuya cláusula Isabel más tarde, al oír la salutación de la Virgen a ella, alcanzó y completó, por así decirlo, las palabras del Ángel diciendo: "Bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre".

No mucho después de esto (1196) nos encontramos con un decreto sinodal de Eudes de Sully, obispo de París, ordenando al clero que se asegurasen de que sus rebaños conociesen familiarmente la "Salutación de la Santísima Virgen", así como el Credo y el Padrenuestro; y después de esta fecha se hacen frecuentes leyes similares en todas partes del mundo, comenzando en Inglaterra con el Sínodo de Durham en 1217.

El Avemaría como Saludo

Para comprender los primeros desarrollos de esta devoción es importante comprender el hecho de que quienes primero utilizaron esta fórmula reconocieron plenamente que el Avemaría era meramente una forma de saludo. Por lo tanto, era habitual acompañar las palabras con algún gesto externo de homenaje, una genuflexión, o al menos una inclinación de la cabeza. De San Aiberto, en el siglo XII, se registra que recitaba 150 Avemarías diariamente, 100 con genuflexiones y 50 con prosternaciones. Así Thierry nos dice de San Luis de Francia que “"sin contar sus otras oraciones, el Santo Rey se arrodillaba cada noche cincuenta veces y cada vez que se levantaba, luego se arrodillaba de nuevo y repetía lentamente una Avemaría".

En varias órdenes religiosas se ordenaba arrodillarse durante el Avemaría. Así en el Ancren Riwle (un tratado que un examen del manuscrito 402 del Corpus Christi demostró que es anterior al año 1200) se instruye a las hermanas a que, tanto en la recitación del Gloria Patri como del Avemaría en el Oficio, deben hacer una genuflexión o una inclinación profunda de acuerdo al tiempo eclesiástico. De esta manera, debido a la fatiga de estas postraciones y genuflexiones repetidas, la recitación de un número de Avemarías fue considerada a menudo como un ejercicio penitencial, y hay registros sobre ciertos santos canonizados, por ejemplo, la monja dominica Santa Margarita (m. 1292), hija del rey de Hungría, que en ciertos días recitaba el Avemaría mil veces con mil postraciones. Este concepto del Avemaría como una forma de saludo explica en cierta medida la práctica, que ciertamente es más antigua que la época de Santo Domingo, de repetir el saludo hasta 150 veces en sucesión. La idea es semejante a la del "Santo, Santo, Santo", que se nos enseña a pensar que sube continuamente ante el trono del Altísimo.

Desarrollo del Avemaría

En el tiempo de San Luis el Avemaría terminaba con las palabras de Santa Isabel: "benedictus fructus ventris tui"; desde entonces se ha extendido por la introducción tanto del Santo Nombre como de una cláusula de petición. En cuanto a la adición de la palabra «Jesús» o, como suele suceder en el siglo XV, «Jesucristo, Amén», se dice comúnmente que esto se debió a la iniciativa del Papa Urbano IV (1261) y a la confirmación e indulgencia de Juan XXII. La evidencia no parece suficientemente clara para justificar una declaración positiva sobre el punto. Aun así, no cabe duda de que esta era la creencia generalizada de la Edad Media tardía. Un popular manual religioso alemán del siglo XV ("Der Seim Troist", 1474) incluso divide el Avemaría en cuatro partes, y declara que la primera parte fue compuesta por el Ángel Gabriel, la segunda por Santa Isabel, la tercera, que consiste sólo en el Nombre Sagrado, Jesucristo, por los Papas, y la última, es decir, la palabra Amén, por la Iglesia.

El Avemaría como Oración

Fuente: Thurston, Herbert. "Hail Mary." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, pp. 110-112. New York: Robert Appleton Company, 1910. 23 Aug. 2017 <http://www.newadvent.org/cathen/07110b.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina