Diferencia entre revisiones de «Resurrección General»
De Enciclopedia Católica
(→Antiguo Testamento) |
(→Nuevo Testamento) |
||
Línea 16: | Línea 16: | ||
===Nuevo Testamento=== | ===Nuevo Testamento=== | ||
+ | |||
+ | [[Jesucristo |Cristo]] enseñó expresamente sobre la resurrección de los muertos ([[Evangelio según San Juan |Juan]] 5,28-29; 6,39-40; 11,25; [[Evangelio según San Lucas |Lucas]] 14,14) y la defendió contra la incredulidad de los [[saduceos]], a quienes tachó de [[ignorancia |ignorantes]] del poder de [[Dios]] y de las [[Biblia |Escrituras]] ([[Evangelio según San Mateo |Mateo]] 22,29; Lc. 20,37). [[San Pablo]] coloca la resurrección general al mismo nivel de [[certeza]] que la [[Resurrección de Jesucristo]]: “Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra [[fe]]” ([[Epístolas a los Corintios |1 Cor.]] 15,12-14). | ||
+ | |||
+ | El Apóstol predicó la resurrección de los muertos como una de las [[Doctrina Cristiana |doctrinas]] fundamentales del [[cristianismo]], en [[Diócesis de Atenas (1907) |Atenas]], por ejemplo ([[Hechos de los Apóstoles |Hch.]] 17,18.31-32), en [[Jerusalén]] (23,6), ante Félix (24,15), ante [[Herodes#Agripa II |Agripa]] (26,8). Él insiste en la misma doctrina en sus [[Epístola (en la Escritura) |epístolas]] ([[Epístola a los Romanos |Rom.]] 8,11; 1 Cor. 6,14; 15,12 ss.; 2 Cor. 4,14; 5,1 ss.; [[Epístola a los Filipenses |Flp.]] 3,21; [[Epístolas a los Tesalonicenses |1 Tes.]] 4,12-16; [[Epístolas a Timoteo y Tito |Tim.]] 2,11; [[Epístola a los Hebreos |Heb.]] 6,2), y en esto él concuerda con el [[Apocalipsis]] (20,12 ss.). | ||
===La Tradición=== | ===La Tradición=== |
Revisión de 02:35 27 sep 2016
Contenido
Introducción
La resurrección es levantarse de entre los muertos, la reanudación de la vida. El Cuarto Concilio de Letrán enseña que todos los hombres, ya sea elegidos o reprobados, "se levantarán con los propios cuerpos que ahora tienen" (cap. "Firmiter"). En el lenguaje de los credos y las profesiones de fe esta vuelta a la vida se llama resurrección del cuerpo (resurrectio carnis, resurrectio mortuorum, anastasis ton nekron) por un doble motivo: en primer lugar, ya que el alma no puede morir, no se puede decir que vuelve a la vida; segundo, se debe excluir la afirmación herética de Himeneo y Filito de que las Escrituras denotan por resurrección no el retorno del cuerpo a la vida, sino el revivir del alma de la muerte del pecado a la vida de la gracia. (El tema de la Resurrección de Jesucristo aparece en un artículo separado, aquí sólo se tratará el tema de la resurrección general del cuerpo.)
"Ninguna doctrina de la fe cristiana", dice San Agustín, "tiene una oposición tan vehemente y obstinada como la doctrina de la resurrección de la carne" (In Ps. LXXXVIII, sermo II, n. 5). Esta oposición se había iniciado mucho antes de la época de San Agustín: "Trababan conversación también con él (Pablo) algunos filósofos epicúreos y estoicos", nos dice el escritor inspirado (Hch. 17,18.32), "…Al oír la resurrección de los muertos, unos se burlaron y otros dijeron: ‘Sobre esto ya te oiremos otra vez’”. Entre los adversarios de la resurrección nos encontramos, naturalmente, con los primeros que negaron la inmortalidad del alma; en segundo lugar, todos aquellos, al igual que Platón, que consideraban el cuerpo como la prisión del alma y la muerte como un escape de la servidumbre de la materia; en tercer lugar las sectas de los gnósticos y maniqueos que consideraban toda la materia como mala; en cuarto lugar, los seguidores de estas últimas sectas, los priscilianos, los cátaros y los albigenses; en quinto lugar, los racionalistas, los materialistas y los panteístas de tiempos recientes. Contra todos éstos, primero estableceremos el dogma de la resurrección, y luego consideraremos las características del cuerpo resucitado.
Dogma de la Resurrección
Los credos y profesiones de fe y definiciones conciliares no dejan dudas de que la resurrección del cuerpo es un dogma o un artículo de fe. Podemos apelar, por ejemplo, al Credo de los Apóstoles, los llamados credos de Nicea y de Atanasio, el Credo del Undécimo Concilio de Toledo, el Credo de León IX, suscrito por el obispo Pedro y todavía en uso en la consagración de los obispos, la profesión de fe suscrita por Miguel Paleólogo en el Segundo Concilio de Lyon, el Credo de Pío IV, y el decreto del Cuarto Concilio de Letrán (c. "Firmiter") contra los albigenses. Este artículo de fe se basa en la creencia del Antiguo Testamento, en la enseñanza del Nuevo Testamento y en la tradición cristiana.
Antiguo Testamento
Las palabras de Marta y la historia de los Macabeos muestran la creencia judía hacia fines del sistema judío. "Ya sé", dice Marta, "que resucitará en la resurrección, el último día" (Juan 11,24). Y el tercero de los mártires Macabeos presentó su lengua y extendió sus manos, diciendo: "Por don del cielo poseo estos miembros, por sus leyes los desdeño y de Él espero recibirlos de nuevo" (2 Mac. 7,11; cf. 9,14). El Libro de Daniel (12,2; cf. 12) inculca la misma creencia: “Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno”. La palabra “muchos“ debe ser entendida a la luz de su significado en otros pasajes, por ejemplo, (Isaías 53,11-12; Mateo 26,28; Rom. 5,18-19).
Aunque la visión de Ezequiel de la resurrección de los huesos secos se refiere directamente a la restauración de Israel, tal figura apenas sería inteligible excepto para los lectores familiarizados con la creencia de una resurrección literal (Eze. 37). El profeta Isaías predice que el Señor de los ejércitos "consumirá a la Muerte, definitivamente” (Is. 25,8), y un poco más adelante añade: "Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán… descubre la tierra sus manchas de sangre, y no tapa ya a sus asesinados” (26,19-21). Por último, Job, desprovisto de todo el confort humano y reducido a la mayor desolación, es fortalecido por el pensamiento de la resurrección de su cuerpo: “Yo sé que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre el polvo. Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios. Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no ningún otro. ¡Dentro de mí languidecen mis entrañas!” (Job 19, 25-27). La traducción literal del texto hebreo difiere un poco de la cita anterior, pero la esperanza de la resurrección permanece.
Nuevo Testamento
Cristo enseñó expresamente sobre la resurrección de los muertos (Juan 5,28-29; 6,39-40; 11,25; Lucas 14,14) y la defendió contra la incredulidad de los saduceos, a quienes tachó de ignorantes del poder de Dios y de las Escrituras (Mateo 22,29; Lc. 20,37). San Pablo coloca la resurrección general al mismo nivel de certeza que la Resurrección de Jesucristo: “Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe” (1 Cor. 15,12-14).
El Apóstol predicó la resurrección de los muertos como una de las doctrinas fundamentales del cristianismo, en Atenas, por ejemplo (Hch. 17,18.31-32), en Jerusalén (23,6), ante Félix (24,15), ante Agripa (26,8). Él insiste en la misma doctrina en sus epístolas (Rom. 8,11; 1 Cor. 6,14; 15,12 ss.; 2 Cor. 4,14; 5,1 ss.; Flp. 3,21; 1 Tes. 4,12-16; Tim. 2,11; Heb. 6,2), y en esto él concuerda con el Apocalipsis (20,12 ss.).
La Tradición
Características del Cuerpo Resucitado
Fuente: Maas, Anthony. "General Resurrection." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12, pp. 792-793. New York: Robert Appleton Company, 1911. 26 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/12792a.htm>.
Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina