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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Inducción

De Enciclopedia Católica

Revisión de 15:49 26 may 2021 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Inducción Científica)

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Definición

Inducción es el proceso mental consciente por el cual pasamos de la percepción de fenómenos particulares (cosas y eventos) al conocimiento de verdades generales. La percepción sensorial se expresa lógicamente en el juicio singular o particular (simbólicamente: "Este S es P", "Algunas S´s son P", "Si S es M, puede ser P"); la verdad general, en el juicio universal ("Toda S es P", "S como tal es P", "Si S es M, es P").

Inducción y Deducción

El razonamiento deductivo siempre parte de al menos una premisa universal (vea DEDUCCIÓN), y trae bajo el principio encarnado en ella todas las aplicaciones de esta última; de ahí que se le llame razonamiento sintético. Pero de mayor importancia que esto es el proceso mediante el cual, partiendo de los datos individuales y desconectados de la experiencia sensorial, logramos un cierto conocimiento de los juicios que son necesariamente verdaderos y, por lo tanto, universalmente válidos en referencia a esos datos. Los juicios universales son de dos clases: (a) Algunos son vistos intuitivamente como necesariamente verdaderos tan pronto como la mente ha captado el significado de las ideas involucradas en ellos (llamados "analíticos", "verbales", "explicativos", "esenciales", "in materiâ necessariâ", etc.), o se infieren deductivamente de tales juicios (como por ejemplo, en las ciencias matemáticas puras). (b) Otros son vistos como verdaderos sólo por y a través de la experiencia (llamados "sintéticos", "reales", "ampliativos", "accidentales", "in materiâ contingenti", etc.).

Alcanzamos el primero (por ejemplo,"El todo es mayor que su parte") simplemente abstrayendo los conceptos ("todo"," mayor", "parte") de la experiencia sensorial, viendo inmediatamente la conexión necesaria entre esos conceptos abstractos y la generalización inmediata de esta relación. Este proceso puede llamarse inducción en un sentido amplio e impropio de la palabra, pero la inducción propiamente dicha sólo tiene que tratar con la segunda clase de juicios universales, las generalizaciones basadas en la experiencia.

Inducción Científica

Aunque la inducción es igualmente aplicable en todos los campos de la generalización a partir de la experiencia, en las ciencias históricas y antropológicas no menos que en las ciencias físicas, donde se presta todavía más fácilmente al análisis lógico es en su aplicación al descubrimiento de las causas y leyes de los fenómenos físicos, animados e inanimados. De ahí que los libros de texto sobre lógica normalmente hablen de inducción "física". El proceso se describe a menudo como un proceso razonado o inferencial, y desde este punto de vista se contrasta con el razonamiento deductivo. Pero si por inferencia lógica hemos de entender el paso consciente de la mente de uno o más juicios como premisas a otro nuevo juicio involucrado en ellos como conclusión, entonces esta no es ciertamente la esencia del proceso inductivo, aunque de hecho hay pasos racionales implicados en esta última, subsidiaria de su función esencial que es el descubrimiento y prueba de alguna verdad universal o ley causal de los fenómenos. La inducción es realmente un método lógico que involucra muchas etapas y procesos además del paso central de la generalización en sí; y se opone a la deducción sólo en el sentido de que se acerca a la realidad desde el lado de lo concreto y lo individual, mientras que la deducción lo hace desde el de lo abstracto y universal.

El primero de estos pasos es la observación de algún hecho o hechos de la experiencia sensorial, generalmente una coexistencia repetida en el espacio o secuencia en el tiempo de ciertas cosas o eventos. Esto naturalmente nos impulsa a buscar su explicación, es decir, sus causas, la combinación total de agencias próximas a las que se debe, la ley según la cual estas causas aseguran su recurrencia regular, en el supuesto de que las causas que operan en el universo físico son tales que, actuando en circunstancias similares, siempre producirán resultados similares. La lógica prescribe instrucciones prácticas para guiarnos en la observación, en descubrir con precisión lo que acompaña o sigue a qué, para eliminar todas las circunstancias concomitantes meramente accidentales de un fenómeno, a fin de retener para el análisis solo aquellas que probablemente estén causalmente, en contraposición a casualmente, relacionadas con el evento bajo investigación.

Luego viene la etapa en la que se hace la generalización empírica tentativa; ocurre la sugerencia de que la relación observada (entre S y P) puede ser universal en espacio y tiempo, puede ser una relación causal natural cuyo fundamento radica en una agencia sospechada o grupo de agencias operativas en la experiencia sensorial total que nos da los elementos bajo investigación (S y P). Esta es la formación de una hipótesis científica. Todo descubrimiento de leyes de la naturaleza física se realiza mediante hipótesis; y el descubrimiento precede a la prueba; debemos sospechar y adivinar la ley causal que explica el fenómeno antes de poder verificar o establecer la ley. Una hipótesis se concibe como un juicio abstracto: "Si S es M, es P", que nosotros —confiando en la uniformidad de la naturaleza— inmediatamente generalizamos formalmente: "Siempre que y cada vez que S sea M, es P", una generalización que tiene que ser probada a continuación para ver si también es materialmente exacta. Una hipótesis es, por tanto, una suposición provisional sobre la causa de un fenómeno, hecha con el objeto de averiguar la causa real de este último.

La lógica, por supuesto, no puede sugerirnos qué suposición particular debemos hacer en un caso dado, lo cual corresponde al investigador mismo. Aquí es donde entran en juego la imaginación científica, la originalidad y el genio. Pero la lógica sí indica de manera general las fuentes de las que se extraen habitualmente las hipótesis y, más especialmente, establece las condiciones a las que debe ajustarse una hipótesis para que tenga algún valor científico. La fuente más fértil de hipótesis es la observación de analogías, es decir, semejanzas entre el fenómeno investigado y otros fenómenos cuyas causas ya se conocen parcial o totalmente. Cuando el estado de nuestro conocimiento no nos permite hacer ninguna conjetura probable acerca de la causa del fenómeno, debemos contentarnos con una hipótesis de trabajo que tal vez será simplemente una descripción de los eventos observados.

Una hipótesis que pretende ser explicativa debe ser coherente consigo misma en todo momento, libre de conflictos evidentes e irremediables con hechos y leyes conocidos y susceptibles de verificación. Esta última condición se cumplirá únicamente cuando la hipótesis se base en alguna analogía con causas conocidas. Si la supuesta causa fuese totalmente única y sui generis, no podríamos hacernos conjeturas sobre cómo funcionaría en cualquier conjunto de circunstancias dadas o concebibles y, por lo tanto, nunca podríamos detectar si realmente estaba allí o no. Una hipótesis puede ser legítima y útil en ciencia aunque resulte inexacta; pocas hipótesis son del todo exactas al principio. Incluso puede tener que ser rechazada por completo así como refutada después de un tiempo y, sin embargo, haber servido para llevar a otros descubrimientos o ha puesto a los investigadores en el camino correcto. O, como suele ser el caso, es posible que tenga que moldearse, modificarse, limitarse o ampliarse en el curso de la verificación mediante observación y experimentación adicionales.

Los lógicos modernos se han ocupado muy exhaustivamente de los "cánones de la investigación inductiva", o "métodos experimentales" (descritos por primera vez por Herschel en su "Discurso preliminar sobre el estudio de la filosofía natural "y popularizados por primera vez por John Stuart Mill en su "Sistema de lógica") para ayudar al investigador en este trabajo de analizar los hechos de la experiencia sensorial a fin de descubrir y probar relaciones causales o leyes naturales mediante la formación y verificación de hipótesis. Todos estos cánones —de acuerdo, diferencia, variaciones concomitantes, residuos, acuerdo positivo y negativo, acuerdo y diferencia combinados— simplemente formulan varias formas de aplicar al análisis de los fenómenos el principio de eliminar lo casual o accidental para dejar atrás lo causal o esencial; todos se basan en el principio de que todo lo que pueda eliminarse de un conjunto de cosas o sucesos, sin eliminar por ello el fenómeno investigado, no está conectado causalmente con este último, y todo lo que no pueda eliminarse sin eliminar también el fenómeno, está conectado causalmente con él.

Al establecer una hipótesis en los símbolos, "Si S es M, es P", tenemos en M la supuesta causa real u objetiva de P, y también el fundamento mental o lógico para predicar P de S. Probamos o verificamos tal hipótesis esforzándose por establecer, a través de una serie de experimentos u observaciones positivas, que siempre que y dondequiera que ocurra M, también ocurrirá P; que M necesita P; y, en segundo lugar, a través de una serie de experimentos u observaciones negativas, que dondequiera y siempre que M esté ausente, también P, que M es indispensable para P, que es la única causa posible de P. Si estas pruebas pueden aplicarse con éxito, la hipótesis está completamente verificado. La supuesta causa del fenómeno es ciertamente la verdadera si se puede demostrar que es indispensable, en el sentido de que el fenómeno no puede ocurrir en su ausencia, y necesaria, en el sentido de que el fenómeno debe ocurrir cuando está presente y operativa. Este tipo de verificación (a menudo solo de manera muy imperfecta y, a veces, nada alcanzable) es a lo que apunta el científico. Establece las dos proposiciones "Si S es M, es P", y "Si S no es M, no es P", —siendo esta última equivalente al recíproco de la primera (a "Si S es P, es M" ). Siempre que logremos este ideal (de la hipotética recíproca) podemos inferir del consecuente al antecedente, del efecto a la causa, tan confiablemente como viceversa.

Pero, ¿sobre qué rango de fenómenos debemos llevar a cabo nuestras observaciones y experimentos negativos para asegurarnos de que nuestra hipótesis ofrece la única explicación posible del fenómeno, que M es la única causa en el universo capaz de producir a P —que, por ejemplo, la necesidad que apremió a los primeros cristianos de asegurarse un lugar de refugio para ellos y de sepultura para sus muertos podría ser la única responsable de la formación de las catacumbas romanas tal como las encontramos? Evidentemente, esto es cuestión de prudencia del investigador y, dicho sea de paso, indica una limitación de la certeza que podemos alcanzar mediante la inducción. Si ocurre lo que se conoce como una instancia o experimento crucial, nos permitirá descartar sumariamente como errónea una de dos hipótesis en conflicto, y establecer así la otra, siempre que esta otra sea la única concebible en las circunstancias, —es decir, la única razonablemente sugerida por los hechos; pues apenas hay ninguna hipótesis a la que no se pueda imaginar alguna alternativa fantástica; y aquí también la prudencia debe guiar al investigador a formarse su convicción. ¿Va a suspender, por ejemplo, su asentimiento a la hipótesis física de un éter universal porque la alternativa de actio in distans no es, en cualquier caso, evidentemente una imposibilidad intrínseca?

Cuando una hipótesis no puede verificarse rigurosamente mediante el establecimiento del juicio universal recíproco, sin embargo, su probabilidad puede crecer de manera constante en proporción al número e importancia de otros fenómenos afines que se considera capaz de explicar, además del que fue inventado para explicar. Una hipótesis se vuelve altamente probable si predice o explica fenómenos afines; Whewell lo denomina consiliencia de inducciones (Novum Organum Renovatum, págs. 86, 95, 96). Este proceso de verificación se desarrolla en cierto modo sobre estas líneas: "Si M es una causa realmente operativa, entonces en tales y tales circunstancias debería producir o explicar el efecto X, y en tales otras de Y, etc., pero (por observación o experimento procedemos a encontrar que) en estas circunstancias estos efectos son producidos o explicados por ella; por lo tanto, probablemente se deben a M. Probablemente sólo sean atribuibles, porque el argumento no arroja formalmente una conclusión determinada; pero cuanto más ampliamos nuestra hipótesis, y cuanto más grande es el grupo de fenómenos que se considera competente para explicar, más firme crece naturalmente nuestra convicción, hasta que alcanza la certeza práctica o moral de que hemos dado con la verdadera ley de los fenómenos examinados. Así, por ejemplo, fue que Newton propagó gradualmente su hipótesis de la gravitación para explicar los movimientos de la luna y las mareas, los movimientos de los satélites alrededor de los planetas y de estos alrededor del sol, hasta que finalmente llegó a considerarse aplicable para todo el universo material.

El objetivo del proceso inductivo es explicar hechos aislados sometiéndolos a alguna ley, es decir, mediante el descubrimiento de todas las causas a cuya cooperación se deben y mediante el establecimiento de esas proposiciones generales llamadas leyes de la naturaleza que encarnan y expresan el modo constante funcionamiento de esas causas. Así es como transformamos las secuencias observadas de la experiencia sensorial en consecuencias de causa y efecto comprendidas o explicadas intelectualmente. La explicación científica también apunta a reducir estas leyes separadas y más estrechas en sí mismas a leyes más elevadas y más amplias, mostrándolas como aplicaciones parciales de las últimas, obedeciendo así a la tendencia innata de la mente humana a sintetizar y unificar, en la medida de lo posible, la información múltiple caótica de la experiencia sensorial.

Alcance y Fundamentos Racionales de la Inducción

Histórico

Bibliografía: JOYCE, Principles of Logic (Londres, 1908); JOSEPH, An Introduction to Logic (Oxford, 1909); WELTON, Manual of Logid, II (Londres, 1901); VENN, Empirical Logic (Londres, 1908); MILL, Logic (Londres, 1884); MELLONE, Introductory Text-Book of Logic (Edimburgo, 1905); tratados sobre lógica por SIGWART, BOSANQUET, VEITCH, FOWLER, ETC.; MERCIER, Logique (Lovaina, 1902); IDEM, Induction scientifique et induction complete in Revue Neo-Scolastique (mayo 1900); LAURIE en Mind, vol. II, nueva serie, 326 ss.; ROBERTS, ibid., nueva serie, No. 71, oct. 1909.

Fuente: Coffey, Peter. "Induction." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, págs. 779-783. New York: Robert Appleton Company, 1910. 24 mayo 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/07779a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina