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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Henoticon

De Enciclopedia Católica

Revisión de 23:17 19 sep 2010 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)

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La historia del Henoticon forma un capítulo en la herejía monofisita en los siglos V y VI. Es el nombre de la desgraciada y poco exitosa ley hecha por el emperador Zenón para conciliar a católicos y monofisitas. Realmente, esta ley no satisfacía a nadie y produjo el primer gran cisma entre Roma y Constantinopla.

Cuando Zenón (474-91) ascendió al trono el problema monofisita estaba en su cúspide. La masa del pueblo de Egipto y Siria rechazaban del todo el Concilio de Calcedonia (451), y hallaron en el monofisismo una salida para sus sentimientos nacionales y anti-imperiales. Los tres patriarcados (Alejandría, Antioquía y Jerusalén) estaban en cisma. El patriarca católico de Alejandría, Proterio, había sido asesinado en 457; un fanático monofisita, Timoteo Aeluro (Ailuro), había sido elegido como su sucesor. Cuando murió Aeluro en 477, los herejes eligieron a Pedro Mongo---el “tartamudo”---para sucederle, los católicos escogieron a Juan Talaia. Pedro Fullo, uno de los más decididos líderes del partido herético, ocupó la sede de Antioquía; Teodosio, también monofisita, la de Jerusalén. Sobre quinientos obispos de estos patriarcados eran partidarios declarados de la herejía de Eutiques. Zenón se halló en una posición muy difícil. Por un lado, él era amigo de Pedro Fullo de Antioquía y simpatizaba con los monofisitas, por el otro estaba obligado a defender la fe católica por el hecho de que su rival, Basilisco (a quien sucedió luego de aquél ser depuesto) se había hecho protector de los herejes. A pesar de sus sentimientos personales, Zenón llegó al trono como el adalid del partido católico. Al principio protegió a los obispos católicos (por ejemplo, Juan Talaia). Pero estaba ansioso por reconciliar a sus antiguos amigos en Egipto y Siria, y percibía cuanto daño este cisma le estaba haciendo al imperio. Por lo tanto, emitió una ley que intentaba satisfacerlos a todos, presentar un compromiso que todos pudiesen aceptar. Esta ley fue el famoso Henoticon (hentoikon, “unión)). Fue publicada en 482.

Como un intento de concederle a los dos partidos lo que querían, el henoticon fue una obra muy hábil. Comenzó por insistir en la fe definida en Nicea, confirmada en Constantinopla, seguida fielmente por los Padres de Éfeso. Condenaba a Nestorio y a Eutiques, aprobaba el anatema a Cirilo. Cristo es Dios y hombre, uno, no dos. Sus milagros y Pasión son obras de una (no dice si persona o naturaleza). Condenaba a aquéllos que dividen o confunden, o introducen fantasías (es decir, afirman una mera apariencia). Uno de la Santísima Trinidad se encarnó. Esto lo escribió no para introducir una novedad, sino para satisfacer a todos. Quien pensara lo contrario, ya sea ahora o antes, en Calcedonia o cualquier otro sínodo, sea anatema, especialmente Nestorio, Eutiques, y todos sus seguidores. Debe notarse que el Henoticon evitaba hablar de persona o naturaleza, evitaba la fórmula estándar católica (un Cristo en dos naturalezas), aprobaba la expresión de Pedro Fullo (uno de la Trinidad se encarnó), nombra sólo los primeros tres concilios con honor, y alude vaga pero irrespetuosamente a Calcedonia. No dice una sola palabra contra Dióscoro de Alejandría. Ofende más por sus omisiones que por sus afirmaciones. No contiene ninguna declaración herética real (el texto está en Evagrio, "H. E.", III, 14; Liberato, "Breviario", XVII).

Pedro Mongo la aceptó, explicando que virtualmente condenaba a Calcedonia y con esto aseguraba su lugar como patriarca de Alejandría. Su rival, Juan Talaia, fue desterrado. Pedro Fullo de Antioquía también aceptó la nueva ley. Pero los monofisitas extremos no quedaron contentos, se separaron de Mongo y formaron la secta llamada acéfalos (akephaloi, "sin cabeza", sin patriarca). Ni los católicos quedaron satisfechos con un documento que evitaba declarar la fe sobre el punto en disputa y aludía de tal modo a Calcedonia. El emperador tuvo éxito en convencer a Acacio (Akakios), patriarca de Constantinopla (471-80), a aceptar el Henoticon, un hecho notable, pues Acacio había estado firme por la fe católica bajo Basilisco. Quizás esto se explica por su enemistad personal con Juan Talaia, patriarca ortodoxo de Alejandría. El Henoticon iba dirigido en primer lugar a los egipcios, pero luego fue aplicado a todo el imperio. Se depuso a obispos católicos y monofisitas consistentes, se le dio su sede a gente que concordaran con el compromiso.

Pero el emperador no había contado con Roma. De todas partes de Oriente le enviaron quejas al Papa Félix (483-92) suplicándole que defendiera el Concilio de Calcedonia. Él entonces le escribió dos cartas, una a Zenón y otra a Acacio, exhortándolos a continuar defendiendo la fe sin compromiso, como habían hecho antes (Epp. I y II Felicis III en Thiel, "Epistolae Rom. Pontificum genuinae" Braunsberg, 1868, vol. I, págs. 222-39). Entonces, Juan Talaia, que estaba desterrado de Alejandría, llegó a Roma y dio un relato más detallado de lo que estaba sucediendo en Oriente. El Papa escribió dos cartas más, citando a Acacio a Roma para explicar su conducta (Epp. III y IV, ibid., pp. 239-241). Los legados que llevaban estas cartas a Constantinopla fueron encarcelados tan pronto como desembarcaron, luego fueron obligados a recibir la Comunión de Acacio en una liturgia en la que escucharon a Pedro Mongo y otros monofisitas nombrados en los dípticos. Los monjes acoemetae (akoimetoi, insomnes) de Constantinopla le informaron esto al Papa, y éste convocó un sínodo en 484 en el cual denunció a sus legados, depuso y excomulgó a Acacio (Epp. VI, VII, VIII, ibid., 243 sq.). Acacio replicó borrando el nombre de Félix de sus dípticos. Así comenzó el cisma acaciano que duró treinta y cinco años (484-519). Los monjes acoemetae de Constantinopla fueron los únicos en permanecer en la comunión con la Santa Sede; Acacio encarceló a su abad Cirilo.

Acacio mismo murió en cisma en 489. Su sucesor Flavitas (o Fravitas, 489-90), trató de reconciliarse con el Papa, pero se negó a renunciar a la comunión con los monofisitas y a omitir el nombre de Acacio de sus dípticos. Zenón murió en 491; su sucesor Anastasio I (491-518), comenzó manteniendo la política del Henoticon, pero gradualmente se pasó completamente al monofisismo. Eufemio (490-96), patriarca después de Flavitas, de nuevo trató de sanar el cisma, restauró el nombre del Papa a los dípticos, denunció a Pedro Mongo y aceptó a Calcedonia; pero sus esfuerzos fueron inútiles, pues también se negó a remover los nombres de Acacio y Flavitas de los dípticos (Vea Eufemio de Constantinopla. El Papa Gelasio sucedió a Félix III en Roma y mantuvo la misma actitud, denunciando absolutamente el Henoticon y cualquier otro compromiso con los herejes. Eventualmente, cuando el emperador Anastasio murió (518) el cisma fue sanado. Su sucesor, Justino I (518-27) era católico, y de inmediato buscó la reunión con Roma. Juan II, el patriarca de 518-520, también estaba deseoso de sanar el cisma. En respuesta a sus peticiones, el Papa San Hormisdas (514-23) les envió su famosa fórmula. Ésta fue firmada por el emperador, el patriarca y todos los obispos de la capital. El día de Pascua, 24 de marzo de 519, se restauró la unión. Los obispos monofisitas fueron depuestos o huyeron, y el imperio fue de nuevo católico, aunque los problemas surgieron de nuevo bajo el emperador Justiniano I (527-65).


Bibliografía: EVAGRIO ESCOLASTICO, Historia Ecclesiastica, V, 1-23, cuenta la historia completa; LIBERATO, Brevarium Historiae Nestorianorum et Eutychianorum (P.L., LXVIII, 963-1096); TILLEMONT, Memoires pour servir a l'histoire ecclesiastique des six premiers siecles, XV y XVI (Venice, 1732); Id., Histoire des Empereurs, VI (Venice, 1739); KRUEGER, Monophysitische Streitigkeiten im Zusammenhange mit der Reichspolitik (Leipzig, 1884); HEFELE, Conciliengeschichte (Freiburg, 1875), también tr. francés, ed. LECLERQ (París, 1907-); HERGENROTHER-KIRSCH, Handbuch der allgemeinen Kirchengeschichte (4ta ed., Friburgo, 1902), I, 584-95.

Fuente: Fortescue, Adrian. "Henoticon." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/07218b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.