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Lunes, 25 de noviembre de 2024

Justiniano I

De Enciclopedia Católica

Revisión de 17:03 24 dic 2019 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Actividad Arquitectónica)

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Su Vida

Justiniano I (Flavio Anicio Juliano Justiniano) fue emperador romano desde el 527 al 565 d.C.; nació cerca del 483 en Tauresium (Taor) en Iliria (cerca de Uskup); murió en 565. Ya se ha abandonado la teoría de que era de raza eslava (Krumbacher, "Byz. Litt.", 237). Era sobrino de Justino I (518-27), ya que su madre fue Vigilancia, casada con un tal Sabatio. Todavía reinaba su tío cuando él ya se había convertido en la mayor fuerza en la nación. Justino era un hombre viejo, débil de cuerpo y mente, de modo que gradualmente le cedió todos los poderes a su sobrino. En 521 Justiniano fue proclamado cónsul, luego general en jefe y, en abril de 527, augusto. En agosto de ese mismo año murió Justino y Justiniano quedó como el único gobernante.

Los treinta y ocho años del reinado de Justiniano fueron el período más brillante del imperio tardío. Entusiasmado por las memorias de Roma, se propuso y logró la tarea de revivir su gloria. La polifacética actividad de este hombre asombroso puede resumirse con las siguientes expresiones: triunfos militares, trabajo legal, política eclesiástica y actividad arquitectónica. Por encima de todos estaba la política de restaurar el imperio, grandioso, poderoso y unido. De todos estos rasgos de su reinado —cada uno trascendental— es posible aquí dar solo un esbozo.

Triunfos Militares

Justiniano llevó a cabo una guerra interminable contra los persas, aunque con resultados irregulares. Su general Belisario perdió la primera batalla en 528, para poco después derrotar completamente a los persas en Daras, cerca de Nisibis (junio de 530); pero el 19 de abril de 531 los romanos fueron derrotados cerca de Calínico en el Eufrates; en septiembre se concertó una paz en términos justamente iguales. Entonces el emperador concibió el proyecto de reconquistar África e Italia, que habían sido arrebatadas a los romanos por las invasiones vándalas y góticas. En 533 una flota de quinientas naves zarpó rumbo a África al mando de Belisario. En sólo dos batallas los romanos aniquilaron el reino vándalo y llevaron cautivo a su rey, Gelimer, a Constantinopla, restableciendo así la autoridad de César en África. En 535 Belisario izó velas rumbo a Sicilia, la cual fue conquistada de inmediato. Tras un revés en Dalmacia esa provincia también fue subyugada. En 536 Belisario conquistó Reggio y Nápoles, entró luego triunfante a Roma, se apoderó de Rávena, y mantuvo sitiada a Roma hasta 538, cuando los godos se retiraron. Un segundo general, Narses, llegó entonces con refuerzos desde Constantinopla. Milán y toda Liguria fueron reconquistados en 539, y en 540 toda Italia, hasta la frontera con el reino franco fue anexada al imperio.

En el 542 los godos, comandados por su reyTotila, iniciaron una rebelión, que fue de nuevo extinguida en 553. Narses se convirtió en el primer exarca de Italia. Verona y Brixia (Brescia), los últimos bastiones godos, cayeron en 562. Entonces los ejércitos romanos marcharon hacia España y conquistaron sus provincias del sudeste (para perderlas de nuevo en 623, después de la muerte de Justiniano). Entretanto, los godos de Crimea y todo el Bósforo, incluidos los árabes del sur, fueron forzados a aceptar el dominio romano. Una segunda guerra contra Persia (540-545) empujó las fronteras romanas más allá de Edesa. Desde 549 a 556 una larga guerra en Armenia y Colchis (la Guerra Lázica) restableció el imperio que no tuvo rival a las orillas del Mar Negro. De ese modo, Justiniano llegó a gobernar una vez más sobre un imperio colosal multinacional, cuya extensión rivalizaba con aquél que existió en la gran época que antecedió a Diocleciano. Mientras tanto el emperador fue no menos exitoso en casa. En 532 una revuelta muy peligrosa (la revolución Nika), que surgió de las facciones del Circo (los azules y los verdes) fue sofocada severamente. Bury afirma que el resultado de tal represión fue una "victoria imperial que estableció la forma de absolutismo que llegó a ser característico de la historia bizantina". (Later Roman Empire, I, 345).

Obra Legal

La obra más duradera de Justiniano es sin duda la codificación de las leyes. También ello constituyó una parte importante de su proyecto general. El gran imperio que estaba reconquistando debía tener la fuerza de una unidad organizada. En el edicto de promulgación de sus leyes afirma que un estado descansa sobre las armas y sobre la ley ("De Justin. Cod. Confirmando", impreso en la portada del código). Los decretos dispersos de sus predecesores debían ser reunidos en un código ordenado y completo, lógicamente organizado, de modo que cualquier romano pudiera aprender fácilmente la ley del imperio acerca de cualquier tema. Esta codificación fue la gran obra de Justiniano. También creó muchas leyes nuevas, pero su mérito más duradero fue la clasificación de todas las leyes antiguas que estaban dispersas. La legislación de la que el mundo es deudor a Justiniano se puede resumir en lo siguiente:

  • Primero, una comisión de diez abogados (que incluían a los famosos Triboriano y Teófilo), redujo el enorme y desordenado Código de Teodosio (publicado en 438) a un compendio ordenado, en el que se fueron insertando las leyes que se habían promulgado desde que fue escrito. De modo que el "Código" fue elaborado en 529.
  • Segundo, se ordenó una cantidad enorme de respuestas, omitiendo lo superfluo, dadas por autoridades (las responsa prudentum que constituían precedentes reconocidos) en cincuenta libros, con lo que se logró reducir a una quinta parte la antigua biblioteca legal que tenía ciento seis volúmenes. Este es el "Compendio" o "Pandectas", publicado en 530.
  • Tercero, se compiló un manual de leyes para estudiantes a partir de los comentarios de Gayo (siglo II). Este, los “Institutos”, fue publicado en ese mismo año (530).
  • Finalmente, en 534 se revisó toda la obra y se añadió una cuarta parte, los "Auténticos" o "Novelas", que contenían jurisprudencia de las cortes del propio Justiniano.

Fue así como se produjo el inmortal "Corpus Juris Civilis" que está formado por cuatro partes: (a) Digestae seu Pandecta, (b) Institutiones, (c) Codex, (d) Authenticum seu Novellae (una excelente descripción de su composición se encuentra en Gibbon, de Bury, ed. Cit., IV 461-510). Es difícil exagerar la importancia de este "Corpus". Es la base de todo el derecho canónico (ecclesia vivit lege romana) y del derecho civil en los países civilizados.

Política Eclesiástica

El católico no puede aplaudir la política eclesiástica del gran emperador, aunque también en esto reconocemos el esfuerzo del estadista por promover la paz y la unidad dentro del Imperio. Era sólo cuestión de tiempo el que tal unión sería la de la "Santísima Católica y Apostólica Iglesia de Dios" (5 c., De s. tr., I, 1). El Corpus Juris está lleno de leyes contra el paganismo (la apostasía era castigada con la muerte, 10 c, "De pag", 1, 11), los judíos, los samaritanos (quienes iniciaron una peligrosa revuelta en 529), los maniqueos y otros herejes. Se incorporaron al derecho civil los decretos de los cuatro concilios generales. No hubo tolerancia a la disidencia.

Leal al ideal de Constantinopla, el Emperador se concebía como "sacerdote y rey", cabeza suprema en la tierra tanto respecto a asuntos eclesiásticos como del Estado. Llenó su código con el derecho canónico y adoptó el erastianismo más abierto como la ley del Imperio. Y a lo largo de su reinado chocó con la autoridad de la Iglesia por sus intentos de conciliar a los monofisitas. Ya desde el Concilio de Calcedonia (451) esos herejes habían llenado a Siria y Egipto con sus teorías, y eran una fuente constante de desunión y problemas para el Imperio. Justiniano fue uno de muchos emperadores que trataron de reconciliarlos mediante concesiones. Teodora, su esposa, era una monofisita en secreto, e influenciado por ella, el emperador, mientas apoyaba a Calcedonia, trataba de contentar a los herejes con varias compromisos. Primero vino la cuestión “teopaschita”. Pedro Fullo de Antioquía había introducido al trisagio la cláusula “el cual sufrió por nosotros”. El Papa Hormisdas (514-23) se negó a admitirla porque tenía connotaciones monofisitas. Pero Justiniano la aprobó y promovió a un monofisita, Antimo I, (536) a la sede de Constantinopla. Luego siguieron la gran disputa de los Tres Capítulos, la lamentable actitud del Papa Vigilio (537-55) y el Segundo Concilio de Constantinopla (553). En toda esta historia Justiniano aparece como perseguidor de la Iglesia y desgraciadamente ocupa su lugar entre los tiranos semi monofisitas que provocaron la larga serie de disputas y cismas que fueron el efecto secundario del monofisismo. Su tiranía eclesiástica es el único punto lamentable del carácter de un hombre tan grande.

Actividad Arquitectónica

Justiniano también adquirió fama imperecedera por el ímpetu que imprimió a las artes. Si existe algún estilo que pueda ser atribuido a una persona en particular, lo que llamamos arquitectura bizantina, al menos en su forma perfecta, debe su origen a Justiniano y a los arquitectos que él empleó. Su actividad en la construcción fue prodigiosa. Cubrió su imperio de Rávena a Damasco con espléndidos monumentos. Todos las edificaciones posteriores, tanto en Oriente como en Occidente, se inspiraron en sus modelos; las dos escuelas más famosas, nuestra medieval (gótica) y los estilos musulmanes, son los descendientes directos de la arquitectura de Justiniano. De sus muchos edificios se pueden mencionar los dos más famosos: la iglesia de Nuestra Señora (ahora la mezquita El-Aqsa) en Jerusalén, y la más espléndida de todas, la gran iglesia de la Santa Sabiduría (Hagia Sofía) en Constantinopla. Especialmente esta última, construida por Antemio deTralles e Isidoro de Mileto, y consagrada el 27 de diciembre del 537, permanece para siempre como uno de los monumentos principales de la arquitectura mundial.

Naturalmente, tales construcciones exigían una inversión financiera grandiosa. Los súbditos de Justiniano frecuentemente se quejaban de los onerosos impuestos; muchos ciudadanos de los países que él había reconquistado pensaban que la gloria de ser ciudadanos romanos de nuevo había sido pagada a un precio muy elevado cuando se dieron cuenta de lo mucho que tenían que pagar el tesoro romano. Por otro lado, Justiniano gastaba magníficamente. En tiempos de calamidad, terremoto y hambruna, la bolsa imperial se abría con ilimitada generosidad en favor de los necesitados.

La vida privada del emperador ha quedado algo empañada a causa de los escándalos contados sobre su esposa, Teodora. Ella había sido bailarina; sin duda había llevado una vida inmoral antes de su matrimonio en 523; también era monofisita. No obstante, la mayoría de los estudiosos ahora rechazan el escandaloso relato dado por Procopio en su "Historia Secreta". Y ciertamente fueron la valentía y la serenidad de Teodora los que salvaron la situación durante la revolución del Circo que casi acaba con el Estado en enero de 532. Por lo demás, ella intervino en la política de su marido; la administración pública, la diplomacia, los asunto de la Iglesia, etc., sintieron su influencia durante veinte años. Y si bien nunca deshonró a Justiniano con la infidelidad, sí ciertamente lo llevó al semi monofisismo (Vea Diehl, “Théodora, imperatrice de Byzance", París, 1904).

Justiniano murió en noviembre del 565 (y fue sucedido por su sobrino Justino II, 565 – 578). Sin duda alguna fue el más grande emperador después de Constantino, y quizás el más grande en la gran línea de los césares romanos. De hecho, uno puede preguntarse si algún país puede tener en su historia a un gobernante tan magnífico. Su gloriosa memoria ha perdurado a través de los siglos hasta hoy (Cfr. Dante, "Paradiso", VI,) y su retrato aún resplandece en los mosaicos de San Vitale en Rávena, donde aparece con su toga y diadema, rodeado de su corte, con un obispo a su lado; es la imagen de la majestad de la Roma cristiana en el Bósforo.


Bibliografía: La literatura referente a las diversas facetas de la actividad de Justiniano es enorme. Su reinado reviste igual importancia para el historiador del imperio, el jurisconsulto, el teólogo y el arqueólogo. Los que siguen son algunos de los libros más útiles: GIBBON (ed. BURY), The Decline and Fall of the Roman Empire, IV (Londres, 1898), XL-XLIV (una excelente descripción general, con bibliografía abundante, en el apéndice de Bury); BURY, A History of the Later Roman Empire, I (Londres, 1889), libro IV 333-482 (suplementa a Gibbon); DIEHL, Justinien et la civilisation byzantine au Vle siecle (Paris, 1901); SCHULZE, Gesch. des Untergangs des griech.-römischen Heidentums, I (Jena, 1887), 434-59; HUTTON, The Church of the Sixth Century (Londres, 1897); JOERS, Die Reichspolitik Kaiser Justinians (Giessen ,1893); KNECHT, Die Religionspolitik Kaiser Justinians I. (Wurzburg, l896); DIEKAMP, Die origenistischen Streitigkeiten (Munster, 1899); Más bibliografía en DIEHL, Etudes byzantines (Paris, 1905), I y II.

Fuente: Fortescue, Adrian. "Justinian I." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8, págs. 578-580. New York: Robert Appleton Company, 1910. 24 dic. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/08578b.htm>.

Traducido por Javier Algara Cossío. lmhm