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Martes, 24 de diciembre de 2024

Segundo Concilio de Constantinopla

De Enciclopedia Católica

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SEGUNDO CONCILIO ECUMÉNICO (QUINTO CONCILIO GENERAL)

Este Concilio se efectuó en Constantinopla (5 de mayo - 2 de junio de 553), y fue convocado por el emperador Justiniano. Asistieron mayormente los obispos orientales; sólo estuvieron presentes seis obispos occidentales (África). El presidente fue Eutiquio, Patriarca de Constantinopla. Esta asamblea fue en realidad la última fase del largo y violento conflicto inaugurado por el edicto de Justiniano del 543 contra el origenismo (P.G. LXXXVI, 945-90). El emperador estaba persuadido que el nestorianismo continuaba fortaleciéndose con los escritos de Teodoro de Mopsuestia (murió 428), Teodoreto de Ciro (murió 457) y de Ibas de Edesa (murió 457), también de la estima personal que todavía muchos tenían a los primeros dos de estos escritores eclesiásticos. Los sucesos que llevaron a este Concilio serán narrados más completamente en los artículos Papa Vigilio y en Tres Capítulos; aquí sólo se proporciona un breve resumen.

Desde el 25 de enero de 547, el Papa Vigilio fue detenido por la fuerza en la ciudad real, originalmente se había negado a participar en la condenación de los Tres Capítulos (es decir, una breve declaración de anatema sobre Teodoro de Mopsuestia y sus escritos, sobre Teodoreto de Ciro y sus escritos, contra San Cirilo de Alejandría y el Concilio de Éfeso, y sobre la carta escrita por Ibas de Edesa a Maris, obispo de Hardaschir en Persia). Posteriormente (por su "Judicatum", 11 de abril de 548), Vigilio había condenado los Tres Capítulos (una doctrina realmente censurable), pero él mantuvo explícitamente la autoridad del Concilio de Calcedonia (451) en el cual Teodoreto e Ibas---después de la condenación de Nestorio---habían sido restablecidos a sus sedes. En Occidente nació un fuerte descontento por este paso que parecía un debilitamiento ante el poder civil en asuntos puramente eclesiásticos, y una injusticia hacia hombres muertos desde hacía mucho tiempo y juzgados por Dios; todo era de lo más inaceptable ya que la mente occidental no tenía un conocimiento preciso de la situación teológica entre griegos de esa época. Como consecuencia de esto Vigilio había persuadido a Justiniano para devolver el documento papal antes mencionado, y proclamar una tregua en ambas partes hasta que se pudiese convocar un concilio general para decidir sobre estas controversias. Ambos, el emperador y los obispos griegos, violaron esta promesa de neutralidad; el primero en particular, publicando (551) su famoso edicto, Homología Tes Pisteos, condenando de nuevo los Tres Capítulos, y rehusándose a retirarlo.

Por su digna protesta, Vigilio sufrió acto seguido varias indignidades personales de manos de la autoridad civil y casi pierde su vida; finalmente se retiró a Calcedonia, en la misma iglesia de Santa Eufemia, donde se había realizado el gran concilio, desde donde informó a la cristiandad del estado de los asuntos. Pronto los obispos orientales buscaron reconciliarse con él, y le indujeron a regresar a la ciudad, y retiraron todo los que se había hecho hasta el momento en contra de los Tres Capítulos; el nuevo patriarca, Eutiquio, sucesor de Menas, cuya debilidad y servilismo fueron la causa inmediata de toda esta violencia y confusión, presentó (6 de enero de 530) su profesión de fe a Vigilio y, en unión con los otros obispos orientales, urgió al llamado a un concilio general bajo la presidencia del Papa. Vigilio estaba dispuesto, pero propuso que debía ser celebrado en Italia o en Sicilia, para asegurar la asistencia de los obispos occidentales. Justiniano no estuvo de acuerdo con esto, pero propuso, en su lugar, una especie de comisión formada por delegados de cada uno de los grandes patriarcados; Vigilio sugirió que se escogiese un número igual de delegados de Oriente y de Occidente; pero esto no fue aceptable al emperador, quien inauguró el concilio bajo su propia autoridad en la fecha y forma antedichas. Vigilio rehusó participar, no sólo debido a la abrumadora proporción de obispos orientales, sino también por miedo a la violencia; además, ninguno de sus predecesores había tomado parte personalmente en un concilio oriental. Él se fue fiel a esta decisión, aunque expresó su deseo de dar un juicio independiente sobre los asuntos en disputa. Se sostuvieron ocho sesiones, siendo el resultado la condena final de los Tres Capítulos por los 165 obispos presentes en la última sesión (2 de junio de 553) en catorce anatemas similares a los trece emitidos previamente por Justiniano.

Mientras tanto Vigilio había enviado al emperador (14 de mayo) un documento conocido como primer "Constitutum" (Pacto) (Mansi, IX, 61-106), firmado por él mismo y dieciséis obispos, la mayoría occidentales, en el cual se condenaba dieciséis proposiciones heréticas de Teodoro de Mopsuestia, y, en cinco anatemas, se repudió su enseñanza cristológica (v. cristología); sin embargo, se prohibió condenar su persona o ir más lejos en la condena de los escritos o la persona de Teodoreto, o de la carta de Ibas. Bajo las circunstancias, parecía realmente que no era una tarea fácil denunciar adecuadamente los ciertos errores del gran teólogo antioqueño y sus seguidores, y mantener enhiesta la reputación y autoridad del Concilio de Calcedonia, que se había conformado con obtener lo esencial de la sumisión de todos los simpatizantes de Nestorio, pero por esa misma razón, nunca había sido perdonado por los oponentes monofisitas de Nestorio y su herejía, quienes estaban ahora coaligados con los numerosos enemigos de Orígenes, y hasta la muerte de Teodora (548) habían disfrutado del apoyo de esta influyente emperatriz.

Las decisiones del concilio fueron ejecutadas con violencia para ir al mismo paso que su conducta, aunque no se obtuvo la ardientemente esperada reconciliación con los monofisitas. Vigilio, junto con otros oponentes a la voluntad imperial, tal como lo registraron los serviles prelados de la corte, daba la impresión que habían sido desterrados (Hefele, II, 905), junto con los devotos obispos y eclesiásticos de su séquito, ya al Alto Egipto o a una isla en el Mar de Propontis. Ya en la séptima sesión del concilio, Justiniano hizo que el nombre de Vigilio fuese eliminado de los dípticos (tablillas de madera con los nombres de los obispos), sin prejuicio sin embargo, como se dijo, a la comunión con la Sede Apostólica. Pronto el clero romano y la gente, liberados por Narses del yugo gótico, solicitaron al emperador que permitiera el regreso del Papa, lo cual aceptó Justiniano con la condición que Vigilio reconociera el último concilio. Vigilio finalmente lo aceptó y en dos documentos (una carta a Eutiquio de Constantinopla, 8 de diciembre de 553, y un segundo "Constitutum", de 23 de febrero de 554, probablemente dirigido al episcopado occidental) por fin condenó independientemente los Tres Capítulos (Mansi, IX, 424-20, 457-88; cf. Hefele, II, 905-11), sin embargo, sin mencionar el Concilio. Su oposición nunca se había basado en materias doctrinales sino en la decencia y oportunidad de las medidas propuestas, en la equívoca violencia imperial, y en un miedo delicado a lesionar la autoridad del Concilio de Calcedonia, especialmente en el Occidente. Aquí, ciertamente, a pesar del reconocimiento adicional del Papa Pelagio I (555-560), el Quinto Concilio General sólo adquirió gradualmente en la opinión pública un carácter ecuménico. En el norte de Italia las provincias eclesiásticas de Milán y Aquilea rompieron su comunión con la Sede Apostólica; la primera cediendo sólo hacia el final del siglo VI, mientras que la última (Aquilea-Grado) prolongó su resistencia hasta cerca del 700 (Hefele, op. cit., II, 911-27) (Para una apreciación equitativa de la conducta de Vigilio, ver además del artículo Vigilio, el juicio de Bois en el Diccionario de Teología cath., II, 1238-39). El Papa siempre estuvo en lo correcto en cuanto a la doctrina envuelta, y cedió, por amor a la paz, sólo cuando tuvo la seguridad que no había nada que temer por la autoridad del Concilio de Calcedonia, con el cual él al principio, con Occidente completo, se encontraba en peligro por las maquinaciones de los monofisitas.

Se han perdido las actas originales en griego del concilio, pero aún existe una versión latina muy antigua, probablemente contemporánea y hecha para el uso de Vigilio, ciertamente citada por su sucesor Pelagio I. La edición de Baluze está reimpresa en Mansi, “Coll. Conc.”, IX, 163 sqq. En el siguiente Concilio General de Constantinopla (680) se encontró que las Actas del Quinto Concilio habían sido alteradas (Hefele, op. cit., II, 855-58) en favor del monotelismo; ni tampoco es cierto que en su forma presente están en su integridad original. Esto tiene peso en el muy discutido asunto concerniente a la condenación del origenismo en este Concilio. Hefele, movido por la antigüedad y persistencia de los informes acerca de la condenación de Orígenes, afirma (p. 861) con el Cardenal Noris, que en éste Orígenes fue condenado, pero sólo en passant (incidentalmente), y que su nombre, en el undécimo anatema no es una interpolación.


Fuente: Shahan, Thomas. "Second Council of Constantinople." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04308b.htm>.

Traducido por Hugo Barona Becerra.