Papa San Ceferino
De Enciclopedia Católica
Gobernó la Iglesia desde el 198 – 217. Se desconoce su fecha de nacimiento; murió el 20 de diciembre de 217. Después de la muerte del Papa San Víctor I en 198, Ceferino fue electo y consagrado como su sucesor. El Papa es descrito por San Hipólito en el "Philosophymena" (IX, XI) como un hombre simple sin educación. Evidentemente esto quiere decir que Ceferino no había cursado estudios superiores y se había dedicado a la administración práctica de la Iglesia y no a los estudios teológicos. Inmediatamente después de su elevación a la Sede Romana, Ceferino llamó a Roma al confesor Calixto, que vivía en Antium y que había recibido una pensión mensual del Papa Víctor, y le confió la supervisión del coemeterium. Es evidente que poco después de esto la comunidad cristiana romana, bajo Víctor, se había convertido en la dueña de un lugar común de entierro en la Vía Apia, y Ceferino puso a Calixto al cuidado de este cementerio al cual se le dio el nombre de Calixto. Indudablemente Ceferino también nombró a Calixto diácono de la Iglesia Romana. Él era el consejero confidencial del Papa, a quien sucedió. Las posiciones de los cristianos, que habían permanecido favorables durante los primeros años del gobierno del emperador Septimio Severo (193-211), iban cada día peor, y en 202 ó 203 apareció el edicto de persecución que prohibía la conversión al cristianismo bajo severas penalidades. No se sabe nada sobre el cumplimiento del edicto en Roma misma ni de los mártires de la Iglesia Romana en esa época.
Sin embargo, más es seguro relativo a las disputas internas de la Iglesia sobre la doctrina de la Santísima Trinidad. El Papa Víctor había excomulgado a los seguidores del maestro [[herejía | herético Teodoro el Curtidor junto con su líder. Ellos formaban una comunidad herética independiente en Roma que era dirigida por otro Teodoto, el cambista de monedas, y Aselepodoto. Estos hombres persuadieron a un confesor de Roma llamado Natalis, que había reconocido su fe sin vacilar ante un juez pagano y había sufrido tortura, a dejarse nombrar obispo de esa secta por un pago mensual de 170 denarios. Natalis, sin embargo, recibió muchas advertencias en sueños. Al principio no les prestó atención a estas visiones, pero en una ocasión creyó haber sido torturado severamente por ángeles y ahora comenzó a reflexionar sobre el asunto. Temprano en la mañana se vistió con ropas de penitencia, se cubrió con cenizas, y se postró llorando a los pies de Ceferino. Confesó su mala actuación y suplicó ser recibido de nuevo a la comunión de la Iglesia, la cual finalmente se le concedió (Eusebio de Cesarea, Historia de la Iglesia, V.32).
En ese mismo tiempo los seguidores de Montano también trabajaban con gran energía en Roma. El montanista Próculo (o Proclo) publicó una obra en defensa de las nuevas profecías. Una refutación a Proclo en forma de diálogo fue escrita por un ilustrado y rígidamente ortodoxo cristiano romano llamado Cayo, en el cual se refiere a la tumba de San Pedro en la Colina Vaticana y a la de San Pablo en la Vía Ostiense. Cayo rechazó el Apocalipsis de San Juan, al cual consideraba una obra del hereje Cerinto. En oposición a Cayo, Hipólito escribió su “Capita contra Caium” (cf. Eusebio, Historia de la Iglesia, II.28 y VI.20).
Hipólito era el teólogo más importante entre los presbíteros romanos de esa época. Él era un partidario declarado de la doctrina del Logos Divino. Enseñaba que el Logos Divino se hizo hombre en Jesucristo, que el Logos es diferente a Dios en todo, que es el mediador entre Dios y el mundo de criaturas. Esta doctrina, en la forma que fue expuesta por Hipólito y su escuela, suscitó muchas dudas, y apareció otra escuela teológica que se le oponía. Esta última escuela era representada en Roma por Cleómenes y particularmente por Sabelio. Estos hombres eran rígidos oponentes de los teodosianos, pero no estaban dispuestos a reconocer la Encarnación del Logos, y enfatizaban sobre todo la unidad absoluta (monarchia) de Dios. Ellos explicaban la Encarnación de Cristo en el sentido de que ésta era otra manifestación (modus) de Dios en su unión con la naturaleza humana. En consecuencia ellos eran llamados moralistas o patripasianos, pues según ellos no era el Hijo de Dios, sino el Padre, quien había sido crucificado. El pueblo cristiano común apoyaba firmemente, sobre todo, la Unidad de Dios y al mismo tiempo la verdadera Divinidad de Jesucristo. Originalmente no se sintió en ellos desconfianza hacia esta doctrina. El Papa Ceferino no se interpuso autoritariamente en la disputa entre las dos escuelas. La herejía de los modalistas al principio no era claramente evidente, y la doctrina de Hipólito ofrecía muchas dificultades en lo que respecta a la tradición de la Iglesia. Ceferino decía simplemente que él reconocía un solo Dios, y que éste era el Señor Jesucristo, pero que era el Hijo, no el Padre, quien había muerto. Esta era la doctrina de la tradición de la Iglesia. Hipólito insistió en que el Papa debía aprobar un dogma distinto que representara a la Persona de Cristo como verdaderamente diferente a la del Padre y que condenara las opiniones opuestas de los monarquianos y patripasianos. Sin embargo, Ceferino no consintió en esto. El resultado fue que Hipólito se puso cada vez más irritado y colérico contra el Papa y particularmente contra el diácono Calixto al cual, como consejero del Papa, él hacía responsable de la posición de este último. Cuando, tras la muerte de Ceferino, Calixto fue elegido Obispo Romano, Hipólito se retiró de la Iglesia con sus eruditos, causó un cisma, y se convirtió en obispo rival.
Ceferino fue enterrado en una cámara sepulcral separada sobre el cementerio de Calixto en la Vía Apia (cf. Wilpert, "Die papstgruber und die Suciliengruft in der Katakombe des hl. Kallistus", Friburgo, 1909, 91 sqq.). El “Liber Pontificalis” atribuye dos decretos a Ceferino: uno sobre la ordenación del clero y el otro sobre la liturgia Eucarística en las iglesias titulares de Roma. El autor de la biografía le ha atribuido estos decretos al Papa arbitrariamente y sin base histórica.
Bibliografía: Liber Pontificalis, ed. DUCHESNE, I, 139; DUCHESNE, Histoire ancienne de Peglise, 292 sqq.; LANGEN, Geschichte der römischen Kirche, I (Bonn, 1881), 200 sqq.; BAGEMANN, Die romische Kirche und ihr Einfluss auf Dissiplin und Dogma in den ersten drei Jahrhunderten (Friburgo in Mr., 1864), 84 sqq.; cf. también la bibliografía a Hipólito.
Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Pope St. Zephyrinus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/15756c.htm>.
Traducido por Giovanni E. Reyes. L H M.