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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Oficio de tinieblas

De Enciclopedia Católica

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Oficio de tinieblas es el nombre dado al servicio de maitines y laudes pertenecientes a los últimos tres días de la Semana Santa. Este servicio, como instruye expresamente el “Caeremoniale Episcoporum”, ha de ser anticipado y debe ser cantado poco después de completas “alrededor de la vigésimo primera hora”, es decir, alrededor de las 3:00 p.m. en la víspera del día al cual pertenece. "En los tres días antes de Pascua", dice Benedicto XIV (Institut., 24), "las laudes siguen inmediatamente a maitines, que en esta ocasión terminan con el final del día, para denotar la puesta del Sol de Justicia y la oscuridad del pueblo judío que no conoció a nuestro Señor y lo condenó al patíbulo de la cruz." Originalmente en estos días, como en las demás estaciones del año, los maitines se cantaban poco después de medianoche, por lo tanto si se apagaban las luces, la oscuridad era completa. Es muy probable que este apagamiento de las luces date del siglo V, por lo menos en lo que respecta al oficio de la noche. Tanto el primer Ordo Romano como en el Ordo de San Amando publicado por Duchesne tienen como principio la extinción gradual de las luces durante los maitines del viernes; aunque parece que en este primer periodo los maitines y laudes del Jueves se cantaban en su totalidad con la iglesia iluminada, (ecclesia omni lumine decoretur). Las velas y las lámparas se apagaban gradualmente durante los tres nocturnos del viernes, mientras que el Sábado la iglesia estaba en la oscuridad de principio a fin, salvo una sola vela que se mantenía cerca del atril para facilitar la lectura.

Como ha señalado Kutschker, todo esto sugiere que el oficio de estos tres días era tratado como una especie de servicio funerario, o elegía, que conmemoraba la muerte de Jesucristo. Puesto que se consideró que Cristo, por convención, permaneció tres días y tres noches en la tumba, es también natural que estas exequias debiesen haber venido al final, para ser celebradas en cada una de las tres ocasiones distintas con las mismas manifestaciones de duelo. No puede haber ninguna duda razonable que fue a partir de la extinción de las luces que el servicio llegó a ser conocido como “tinieblas”, aunque el nombre mismo parece haber surgido algo más tarde. El liturgista de Vert ha sugerido una explicación utilitaria del apagamiento de las velas una por una, afirmando que la proximidad gradual del amanecer hizo innecesario el mismo número de luces, y que, en consecuencia, el número se reducía a medida que el servicio llegaba a su final. Este punto de vista parece ser lo suficientemente refutado por el hecho de que este método de extinción gradual es mencionado por el primer Ordo Romano sólo en el día viernes. Nos dice explícitamente que el sábado no se encendían las luces.

Por otra parte, como se señaló en el artículo SEMANA SANTA (VII, 437), el tono de todo el oficio, que parece apenas haber variado en nada del que se escucha ahora en nuestras iglesias, es más notablemente luctuoso ---las lecciones extraídas de las Lamentaciones de Jeremías, la omisión del Gloria Patri, del Te Deum y de las bendiciones, etc., todo sugiere un servicio afín a la Vigiliæ Mortuorum; al igual que la brillante iluminación de la víspera de Pascua hablaba de triunfo y de alegría, así la oscuridad de los servicios de la noche anterior parece haber sido elegida adrede para marcar la desolación de la Iglesia. En cualquier caso, es de notar que a lo largo de las edades los reformadores litúrgicos han tratado el oficio de estos tres días con escrupuloso respeto. Las lecturas de Jeremías en el primer nocturno, de los Comentarios de San Agustín sobre los Salmos en el segundo y de las Epístolas de San Pablo en el tercero permanecen ahora como cuando las oímos por primera vez en el siglo VIII.

La Orden Benedictina, que normalmente tienen su propio arreglo de los salmos y nocturnos diferente al romano, en estos tres días se ajusta a la práctica romana común. Incluso el cambio de hora de la medianoche a la tarde anterior, cuando no hay oscuridad real, parece haber sido motivado por el deseo de hacer estos sublimes oficios más accesibles al clero y a los laicos. Ya para el siglo XIII, parece probable que en Roma se iniciaba el oficio de tinieblas a las cuatro o cinco de la tarde del miércoles (vea Ord. Rom., XIV, 82, y Ord. Rom., XV, 62). A pesar de la uniformidad general de este servicio en toda la Iglesia Occidental, también hubo una cierta diversidad de uso en algunos detalles, más concretamente en el número de velas que había en el tenebrario, y en algunos añadidos que, especialmente en el rito de Sarum, marcaban el final del servicio. Con respecto a las velas, Durando habla de que en algunas iglesias se usaban hasta setenta y dos y tan sólo nueve o siete en otras. En Inglaterra, el Ordo de Sarum prescribía veinticuatro, y este fue el número general en ese país, explicado de diversas maneras como símbolo de las veinticuatro horas del día, o de los doce Apóstoles con los doce profetas. Se permitía que una vigésimo quinta vela permaneciera encendida y oculta detrás del altar, según se hace en la actualidad, cuando todas las demás habían sido apagadas gradualmente. En la actualidad (1912), las rúbricas del "Ceremonial", etc., prescriben el uso de quince velas. El ruido hecho al final de Tinieblas, sin duda, tuvo su origen en la señal dada por el maestro de ceremonias para el regreso de los ministros a la sacristía. Varios de los primeros ceremoniales y “ordines” son explícitos sobre este punto. Sin embargo, en una fecha posterior a otros prestaron su ayuda para este golpeteo. Por ejemplo Patricio Piccolomini dice: "Al terminar la oración el maestro de ceremonias comienza a golpear con su mano sobre el peldaño del altar o sobre algún banco, y todos, en cierta medida, hacen algún ruido y resuenan". Luego se interpretó simbólicamente que esto representa la convulsión de la naturaleza que siguió a la muerte de Jesucristo.


Bibliografía: KUTSCHKER, Die heiligen Gebräuche (Viena, 1843); CATALANI, Coment. in cæremoniale episcoporum, II (Roma, 1744), 241-50; MARTENE, De antiquis ecclesiæ ritibus, III (Venecia}e, 1788), 81-82; y IV, 122-24; THURSTON, Lent and Holy Week (Londres, 1904).

Fuente: Thurston, Herbert. "Tenebræ." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. 16 Mar. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/14506a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.