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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Uso litúrgico del fuego

De Enciclopedia Católica

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[[Archivo:]] El fuego es uno de los símbolos litúrgicos más expresivos y más antiguos. Todos los credos de la antigüedad le otorgaron un lugar destacado a este elemento cuya misteriosa naturaleza e irresistible poder causó que a menudo fuese adorado como un dios. El sol, como el principio de calor y luz para la tierra, fue considerado como una masa ígnea y tuvo su participación en esta adoración. El cristianismo adaptó esta creencia habitual, pero les negó el título divino al calor y a la luz, y los hizo símbolos de la divinidad, que ilumina y calienta la humanidad. El simbolismo llevó de manera natural al rito litúrgico por el cual la Iglesia en la víspera de la Pascua celebra el misterio de la Muerte y Resurrección de Jesucristo, del cual el fuego extinguido y reavivado proporciona la imagen expresiva. El comienzo del oficio también refleja creencias antiguas. El fuego nuevo se toma de un pedernal y se bendice con esta oración:

"Señor Dios, Padre Todopoderoso, luz inextinguible, que has creado todas las luces, bendice esta luz santificada y bendecida por ti, que has iluminado al mundo entero; ilumínanos por esa luz e inflámanos con el fuego de tu esplendor; y así como iluminaste a Moisés cuando salió de Egipto, ilumina así nuestros corazones y sentidos para que podamos alcanzar la vida y la luz eterna a través de Cristo nuestro Señor. Amén."

Cuando se ha sacado el fuego del pedernal, se enciende el candelabro triple y el diácono canta el “Exultet”, un poema litúrgico cuyo estilo es tan vívido y encantador como la melodía que lo acompaña. Se conserva todavía en la liturgia romana. En Oriente la ceremonia del fuego nuevo ocupa un lugar de considerable importancia en el ritual pascual de la Iglesia Griega en Jerusalén. Esta es la ocasión para manifestaciones escandalosas de una piedad que a menudo degenera en orgías dignas de ritos paganos. El Diario del Marqués de Nointel, en el siglo XVII, narra escenas que no pueden ser transcritas y que tienen lugar de forma periódica. Esta ceremonia es peculiar a la ciudad santa y no figura en el ritual bizantino ordinario.

En Occidente vemos a los irlandeses, ya en el siglo VI, que encendían grandes fogatas al caer la noche en la víspera de la Pascua. La correspondencia de San Bonifacio con el Papa Zacarías proporciona un detalle curioso sobre este tema. Estos fuegos se encendían, no con tizones de otros fuegos, sino con lupas; por lo tanto, eran fuegos nuevos. No hay rastro de esta costumbre en la Galia, donde los libros litúrgicos merovingios guardan silencio sobre el punto. Es difícil decir lo que sucedió en España, pues aunque el misal mozárabe contiene una bendición del fuego al comienzo de la vigilia de Pascua, difícilmente se puede admitir que esta ceremonia era primitiva. Puede haber sido insertada en ese misal en una fecha posterior como lo fue en el misal romano, en el cuyo caso el fuego se obtenía de un pedernal y acero. Es posible que la costumbre, de origen bretón o el celta, fuese impuesta a los anglosajones, y los misioneros de esa nación la trajeron al continente en el siglo VIII.

Un rito muy diferente, aunque de significado similar, se seguía en Roma. El Jueves Santo, en la consagración del santo crisma, se recogía en todas las lámparas de la basílica de Letrán una cantidad de aceite suficiente para llenar tres vasos grandes depositados en la esquina de la iglesia. Las mechas ardían en este aceite hasta que la noche del Sábado Santo, cuando se encendían de estas lámparas las velas y otras luminarias mediante las cuales, durante la vigilia pascual, se lanzaba luz sobre las ceremonias de la administración del bautismo. Este rito debe haberse realizado con cierta solemnidad puesto que la carta del Papa Zacarías a San Bonifacio establece que un sacerdote, tal vez incluso un obispo, debía oficiar en esta ocasión. Por desgracia, nos vemos reducidos a esta información un tanto vaga, ya que ni los Ordines Romani ni los sacramentarios nos dicen nada acerca de esta ceremonia. Esta bendición del cirio pascual y el fuego al comienzo de la vigilia pascual son ajenos a Roma. Las grandes lámparas preparadas el Jueves Santo suministraban el fuego para el viernes y el sábado sin que fuese necesaria la producción solemne de un nuevo fuego. La fiesta de la Purificación o Candelaria (2 de febrero) tiene un famoso rito con oraciones antiguas relativas a la emisión del fuego litúrgico y la luz. Uno de ellos invoca a Cristo como "la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo". El cántico de Simeón, "Nunc Dimittis", se canta con la antífona "Una luz (que han visto mis ojos) para la revelación de los gentiles y para la gloria de tu pueblo Israel."


Bibliografía: SCHANZ. Apologia (tr.) II, 96, 101; DE LA SAUSSAYE, Comparative Religion, II, 185; DUCHESNE, Origins of Christian Worship (Londres, 1904); KELLNER, Heortology (Londres, 1908); HAMPSON, Medii Ævi Kalendarium, HONE'S Every Day Book.

Fuente: Leclercq, Henri. "Liturgical Use of Fire." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. 12 Mar. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/06079a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.