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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Renacimiento

De Enciclopedia Católica

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El Renacimiento se puede considerar en sentido general o particular como (1) los logros de lo que se denomina el espíritu moderno en oposición al espíritu que prevaleció durante la Edad Media; o (2) el resurgimiento del aprendizaje clásico, especialmente el griego, y la recuperación del arte antiguo en los campos de la escultura, pintura y arquitectura, perdidos durante mil años en la cristiandad occidental. Aunque sea imposible separar estos elementos de todo el movimiento en el que entran, podemos distinguirlos de este para nuestro propósito actual, a saber, resumir las influencias, ya sean buenas o malas, que se pueden rastrear a la Antigüedad pagana o precristiana de letras y restos plásticos, según se conoció y estudió desde finales del siglo XIV en adelante, en relación con la Iglesia Católica.

La historia eclesiástica atraviesa períodos análogos a los cambios provocados por las revoluciones sociales. Hablando en términos generales, la época de los Padres corresponde al período imperial romano terminado en 476 d.C.; la Edad Media ocupa esos años tumultuosos cuando los bárbaros convertidos al cristianismo aprendían lentamente a ser civilizados, de 476 a 1400; mientras que las relaciones modernas entre Iglesia y Estado comenzaron con el surgimiento definido de naciones en Occidente, en una era muy crítica, señalada por la destrucción del Imperio Griego, la invención de la imprenta de tipos móviles, el descubrimiento de América y todo esto conducente a la Reforma Protestante. La historia, como la vida, es una red continua; sus diversas etapas se suceden entre sí en los grados más tenues. Pero después de que el Gran Cisma fue sanado por el Concilio de Constanza en 1417, la Iglesia volvió la espalda de una vez por todas al feudalismo desgastado, y ya no involucrada en luchas con los emperadores teutones, se encontró en presencia de nuevas dificultades; el carácter de los tiempos fue alterado manifiestamente.

Vivimos ahora en esta época moderna. La Edad Media se ha convertido en un interludio, claramente limitado en ambas extremidades por una idea de vida más civilizada o humana, que los hombres se esfuerzan por realizar en política, educación, costumbres, literatura y religión. Esta combinación de épocas y pueblos ampliamente divididos por virtud de un tipo complejo en un sistema histórico consistente, aunque muy ampliado, se debió al Renacimiento, tomado en su conjunto. Un vistazo al mapa nos recordará el hecho sorprendente de que el cristianismo está ligado en el espacio no menos que en el tiempo al mundo griego y romano. Nunca ha florecido ampliamente fuera de estas fronteras, excepto en la medida en que sometió a la cultura antigua a las tribus a las que ofreció el Evangelio.

Existe un vínculo misterioso y providencial, reconocido en el Nuevo Testamento por San Pablo, San Juan y San Pedro, entre Roma como cabeza del dominio secular y el visible Reino de Cristo. El derecho romano protegió así como persiguió a los discípulos; la filosofía griega le prestó sus términos al dogma católico. La escuela de Alejandría, enseñada por Clemente y Orígenes, no tuvo escrúpulos en citar la literatura ateniense para ilustrar las verdades reveladas. San Gregorio Nacianceno escribió poemas griegos en un estilo que fue moldeado en los clásicos trágicos. Siempre hubo en Occidente un espíritu puritano, del cual, desde Tertuliano y Novaciano hasta el español Prisciliano, podemos señalar ejemplos; pero los santos que establecieron nuestra tradiciónCipriano, Agustín, Jerónimo— tenían puntos de vista más tolerantes; aunque San Jerónimo sintió aflicciones contritas por los días y las noches que le había dado a Plauto o Cicerón, su propia dicción es severamente clásica. Su Vulgata Latina, aunque obedece a la construcción del hebreo, está escrita en un lenguaje cultivado y no rústico. San Gregorio despreciaba la gramática como un logro subordinado, pero él mismo era un buen erudito.

La pérdida de autores griegos y el declive del latín eclesiástico fueron desgracias en una ruina universal; ninguno de estos eventos fue consecuencia de una ruptura deliberada con la Antigüedad. El latín y el griego se habían vuelto lenguajes sagrados; las liturgias occidentales y orientales los llevaron con la Sagrada Escritura dondequiera que iban. La Roma católica era latina por tradición y por elección. Ningún dialecto alemán alcanzó los privilegios del santuario que San Cirilo ganó para el eslavo antiguo de parte del Papa Nicolás I. Bajo estas circunstancias, podría haberse previsto un renacimiento del aprendizaje, tan pronto como Occidente fuera capaz de hacerlo. Y era igualmente de prever que el Vaticano no rechazaría un movimiento de reconciliación, similar a aquel por medio del cual muchos de los usos antiguos se habían adaptado a fines cristianos desde hacía mucho tiempo.

Hablando del siglo II, Walter Pater observa: "Se manifestó incluso entonces el que ha sido en general el método de la Iglesia, como un 'poder de dulzura y paciencia', al tratar asuntos como el arte y la literatura paganos". En esa época había habido un "Renacimiento temprano e intachable". El principio católico, de acuerdo con su nombre, asimila, purifica, consagra, todo lo que no es pecado, siempre que se someta a la ley de santidad. Y los autores clásicos centrales, en cuyo estudio la educación liberal se estableció entre los griegos desde la era de Aristóteles, desde la era de Augusto en Roma, estuvieron felizmente dispuestos al bautismo purificador. Como literatura, los libros escolares principales estaban singularmente libres de deformidades morales; sus enseñanzas no alcanzaron el Nuevo Testamento, pero a menudo eran heroicas y sus peligros admitían corrección. Newman describe felizmente la civilización grecorromana como “el terreno en el cual creció el cristianismo”. Y Pater concluye que “fue por los obispos de Roma... que se definió así el camino de lo que debemos llamar humanismo", como el ideal, a saber, de un entrenamiento perfecto en sabiduría y belleza. Muy al unísono con tal temperamento mental, el Papa León X en 1515 escribió a Beroaldo, el editor de Tácito: "Nada más excelente o útil ha sido dado a los hombres por el Creador, si exceptuamos el verdadero conocimiento y adoración de sí mismo, que estos estudios".


Bibliografía: Además de las monografías bajo nombres especiales, consulte Cambridge Mod. History, I (Cambridge, Eng., 1902); CREIGHTON, History of the Papacy (2da ed., Londres 1897); JANSSENS, Gesch. Des deutschen Volkes, tr. CHRISTIE (Londres 1902—); PASTOR, Gesch. Der Papste, tr. ANTROBUS (Londres, 1895—); BURCKHARDT, Die Cultur der Renaissance (Basle, 1860); GEIGER, Humanismus in Ital. u. Deutschland (Berlín, 1882); MICHELET, Hist. De France, I (Paris, 1855); STONE, Reformation and Renaissance (Londres, 1904); SYMONDS, Renaissance in Italy (Londres, 1875-86); también para detalles BURCARD, Diarium (París, 1883); GASQUET, Eve of the Reformation (Londres, 1900); GOTHEIN, Ignatius v. Loyola u. die Gengenreform (Halle, 1895); HETTINGER, Kunst in Christenthum (Wurtzburg, 1867); HOFLER, Rodrigo di Borgia (Vienna, 1888-89); HUGHES, Loyola and the Educational System of the Jesuits (Londres, 1892); INFESSURA, Diario d. Citta di Roma (Florence, 1890); LILLY, Renaissance Types (Londres, 1901); KRAUS, Gesch. der christilch. Kunst (Freiburg, 1896-1908); KUNZ, Jacob Wimpheling (Lucerna, 1883); MUNTE, Renaissance a l'epoque de Charles VIII (París, 1885); IDEM, La Bibliotheque au Vatican (París, 1887); Monnier, Les arts a la cour des Papes (París, 1878); NICHOLS, Select Epistles of Erasmus (tr. Londres, 1901); RASHDALL, the Universityes in the Middle Ages (Oxford, 1895); REUSCH, Index der verbotenen Bucher (Bonn. 1883); SADOLETO, Epistolae (Roma, 1760); VILLARI, Savonarola (Florencia, 1887); tr. Londres, 1890; IDEM, Machiavelli (Florencia, 1878-83; tr. Londres, 1900); VOIGHT, Enea Silvio Piccollomini (Berlin, 1856); WOODWARD, Vittorino da Feltre etc. (Cambridge, 1897). Para juicios sobre el Renacimiento a partir de puntos de vista opuestos, vea PATER, Essays (Londres, 1873); IDEM, The Renaissance (1873); BARRY, Heralds of Revolt (Londres, 1906); RUSKIN, Modern Painters, II; IDEM, Stones of Venice, III (Londres, 1903).

Fuente: Barry, William. "The Renaissance." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12, págs. 765-769. New York: Robert Appleton Company, 1911. 20 junio 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/12765b.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina