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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Pila bautismal

De Enciclopedia Católica

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La pila (o fuente) bautismal es una jofaina o envase que sirve como recipiente para el agua bautismal, en la cual se sumerge al candidato al bautismo, o sobre la cual se le lava en la ceremonia de la iniciación cristiana. En la práctica actual de la Iglesia es usualmente una jofaina decorativa de piedra, aunque se usan también de metal o madera; apoyada sobre un pedestal o columna a una altura conveniente para recibir el agua que es vertida sobre la cabeza de la persona bautizada, una forma que marca el término de un desarrollo que ilustra gráficamente la historia del modo de conferir el bautismo.

Arqueología

En la era apostólica, como en los tiempos judíos (Jn. 3,23), el bautismo se administraba sin pilas especiales, en la costa o en arroyos o estanques de agua (Hch. 8,38); Tertuliano se refiere al bautismo de San Pedro en el Tiber (De Bapt, 4). Del mismo modo, en períodos de evangelización posteriores, los misioneros bautizaban en los ríos, según narra San Beda sobre San Paulino en Inglaterra (Hist. Ecl., II, XIV-XVI). Sin embargo, no era raro el bautismo bajo techado (Hch. 9,18; 16,33) y, en aras de la privacidad y solemnidad, llegó a ser la regla; mientras que la reverencia por el rito mismo y por el agua, que con el tiempo recibió una consagración especial, dio lugar a la utilización de una jofaina o pila especial para la ceremonia bautismal y, en un período posterior, para la conservación del agua. Con el establecimiento de lugares de culto claramente cristianos esta jofaina se convirtió en uno de sus complementos importantes. En Oriente tomó la forma de una piscina o cisterna, similares a las de los baños, a menudo más grandes, y lo suficientemente profundas para permitir la inmersión total. De dónde se le llamó kalymbethra (baño de inmersión), nombre que en su equivalente en latín, natatorium, se utilizó también en Occidente, al igual que el término piscina, con su adecuada alusión al nacimiento y la vida en las aguas (Tertuliano, De bapt., 1, San Agustín, De schis Donat, III, II). El nombre fons (un manantial de agua) también estaba en el uso temprano y llegó a prevalecer.

Las primeras pilas occidentales se encuentran en las catacumbas romanas, cisternas excavadas de la toba en el piso de las capillas bautismales. (Vea BAPTISTERIO). Ejemplos se encuentran en el cementerio ostriano, donde en una pequeña cuenca poco profunda en el suelo un manantial fluye al cementerio de Ponciano, donde un depósito rectangular de unos 18 pies cuadrados de superficie y tres pies de profundidad todavía se llena de agua (Marucchi, Archéologie Chrétienne, II, 63); la de Santa Felicidad (ibid., 304), y la de Santa Priscila, donde en 1901 se encontró una jofaina de especial interés debido a su presumible gran antigüedad como centro de bautismo (Marucchi in Nuovo Bullettino de 1901, 73). Además de estas muestras reales, la pila también está representada en los restos del arte cristiano primitivo. En casi todos los casos se trata de una piscina de poca profundidad o estanque en el que se encuentra el neófito con los pies sumergidos, mientras que se vierte agua sobre él sacada de un manantial alto o de una vasija en manos del que bautiza. Que este era el modo ordinario de bautizar durante los primeros siglos, es un punto de vista cuya aceptación es obligada por todos los estudios reciente en la arqueología de pilas bautismales (De Rossi, Bullettino di Archéol, 1876, 8-15; Duchesne, Les Eglises séparees, París, 1905, 89-96).

Con la actividad de construcción de iglesias del siglo IV, la pila fue encerrada con reverencia en los magníficos baptisterios que datan de ese período. Tomó la forma de un estanque que estaba ya sea totalmente por debajo del nivel del piso del baptisterio o estaba parcialmente levantado por encima de él por un brocal bajo de mampostería, sobre el que pasaban los neófitos por peldaños, para sumergirse en el agua; para el ascenso y descenso, así como para el número de peldaños que esto conllevaba, a menudo se le adjudicaba un significado místico (San Isidoro de Sevilla, De divin. off., II, XXV). Estas pilas eran circulares o en forma octogonal, y rara vez hexagonales o cuadradas; unas pocas eran en forma de cruz (San Gregorio de Tours, Mirac, I, XXIV), un tipo más común en Oriente que en Occidente, mientras que de vez en cuando se ha sugerido una en forma de sarcófago, tal vez por la alusión al bautismo en Rom. 6,4.

Las pilas variaban en cuanto al tamaño, pero por lo general eran lo suficientemente grandes para el bautismo simultáneo de unos cuantos catecúmenos. Su profundidad promedio de menos de tres pies señala a la prevalencia continuada de la inmersión parcial hasta el siglo VIII. El agua provenía ya sea de manantiales naturales o por tuberías que llegaban hasta los estanques, aunque hay muchos ejemplos en los que se vertía desde arriba de la pila sobre las cabezas de los neófitos. Tubos de drenaje llevaban el agua a la tierra o a un arroyo cercano después de la ceremonia. Estas primeras pilas estaban revestidas y pavimentadas con mármol u otra piedra decorativa y a menudo eran muy adornadas, características más comunes en Occidente que en Oriente, donde se utilizaban pilas más simples, a veces incluso de madera. El “Liber Pontificalis” (ed. Duchesne, I, 174) describe en detalle la pila de Constantino en el baptisterio de Letrán como un estanque de pórfido muy adornado con plata; en su borde había un cordero dorado y siete ciervos de plata de cuyas bocas brotaba agua del acueducto de Claudio; el cordero de oro estaba flanqueado por estatuas del Salvador y de San Juan Bautista. Desde el centro del estanque se levantaba una columna de pórfido con una lámpara de oro en la que se quemaba un aceite de fragante olor durante las ceremonias de bautismo. Este estanque fue saqueado por los invasores bárbaros, pero su diseño general se puede observar en la estructura actual.

El paso del período de conversión de adultos al cristianismo y la creciente prevalencia de bautismo de los niños con la consiguiente frecuencia de administración determinaron un cambio en la estructura de las pilas. En lugar de un estanque por debajo del nivel del piso, se construyeron paredes de mampostería hasta una altura de tres o cuatro pies, para facilitarles a los ministros el sostener a un niño sobre su abertura; o una pila tallada en piedra sólida descansaba en el suelo de la capilla. La inmersión de los niños había llegado a ser la regla, y como la práctica se adoptó también en el caso de los adultos, las fuentes eran a veces lo suficientemente grandes como para admitir su inmersión. Sin embargo, comenzó a adoptarse gradualmente la simple infusión y, con su uso general la pila se hizo cada vez más pequeña y menos profunda, y fue levantada del suelo por pilares o columnas. El tipo de pila más antiguo siguió encontrando favor en Italia, pero en los países del norte el frío invernal de las aguas apresuró el uso general de la infusión, y como este rito requería sólo una pequeña cantidad de agua para cada persona bautizada, la pila tomó generalmente la forma simple y las dimensiones pequeñas que tiene hoy día.

Derecho Canónico y Liturgia

La legislación de la Iglesia fue al mismo paso que este desarrollo. Los primeros decretos instaron a que fuera la piedra el materia regular, aunque se permitía también el metal. Con la construcción de pilas para la continua conservación del agua, la reverencia y la limpieza se convirtieron en la principal preocupación de la Iglesia; si la pila no es de piedra impermeable, debe estar revestida con metal; debe ser utilizada exclusivamente para el bautismo y hay que protegerla contra la profanación, seguramente cubierta y cerrada con llave. La frecuencia de legislación sobre este punto en el siglo XIII a lo largo del norte de Europa pone de manifiesto la prevalencia de una creencia supersticiosa en la eficacia mágica de la pila y sus aguas. Las constituciones del obispo Poore de Sarum (Salisbury, c. 1217) y de San Edmundo Rich (1236) combatieron el abuso en Inglaterra, al igual que los Concilios de Tours (1236), Trier (1238), Fritzlar (1243) y Breslau (1248) en el continente. Se promulgó el revestimiento en aras de la limpieza y la decoración, y, en muchas diócesis se requería, además de una tapa ajustada forrada de tela, una cubierta exterior en forma de cúpula, a veces muy ornamentada y tapizada con un dosel o velo. La repugnancia a la repetición continua del bautismo en una pila cuya agua habría de conservarse por diez meses, fue superada a través de dos compartimentos, uno para contener el agua del bautismo, y el otro, siempre vacío y limpio para recibir el chorreo y vaciarlo a la piscina (sacrarium), una medida que el Papa Benedicto XIII incluyó en su todavía autoritativa “Memoriale Rituum" (tit. VI, cap. II, § 5, 9). El Ritual Romano (tit. II, cap I, 28-30) compendia la presente ley, y estipula que la pila debe estar en la iglesia o en un baptisterio cercano, dentro de un recinto con barandillas y asegurado por cerradura y llave; de un material resistente apropiado para retener el agua; de forma y ornamentación decorosa y cubierto de tal forma que excluya todo lo impuro (cf. Concilio II Balt, § 234-237). Como los modelos de legislación diocesana respecto a las pilas se citan las actas sinodales de San Carlos Borromeo (Acta Eccl. Mediolan., París, 1643, 58-63) y las de Benedicto XIII cuando era arzobispo de Benevento (Collectio Lacensis, I, 69 ss.).

Dos funciones litúrgicas importantes se centran en la pila; el rito del bautismo en sí y la bendición de la pila. Tertuliano hizo la primera alusión a esa bendición, quien se refiere a la santificación del agua por la invocación a Dios (De Bapt. 4). San Cipriano habla de que es purificada y santificada por el sacerdote (Ep. LXX, Ad Jan.); San Basilio consideraba que en sus días ya la bendición ya se practicaba desde hacía largo tiempo como una institución apostólica (De Spiritu Sancto, 27); San Ambrosio San Ambrosio primero se refiere a un ritual extendido incluyendo las bendiciones, el exorcismo y las invocaciones (De myst, III, 14-20). El rito existente más antiguo es el de las Constituciones Apostólicas (VII, XLIII), una oración extendida en forma eucarística. A partir de entonces la bendición de la pila es una característica importante de los sacramentarios y ordines, que contienen casi todas las características del rito actual. Sirvió como preliminar para el bautismo, el cual fue solemnizado en las vigilias de Pascua y Pentecostés; y pese a la creciente frecuencia del bautismo solemne, la bendición se reserva para los dos días en los que ahora debe realizarse en todas las iglesias que tienen pilas ( Decreta S.C.R., 3331-4005). Esta bendición es en la forma de una larga oración eucarística cuya carga es un recurso a que el Espíritu Santo descienda sobre el agua y la dote de la virtud regenerativa, durante la cual el celebrante realiza una serie de ceremonias expresivas de gran antigüedad. Divide el agua en forma de cruz, la signa con la cruz; divide el agua y pone una parte de ella hacia los cuatro puntos cardinales; respira sobre ella como exorcismo, y sumerge en ella el cirio pascual. Después de la oración, vierte en el agua primeramente el aceite de los catecúmenos, luego el Santo Crisma, un rito mencionado por San Gregorio de Tours (op. cit.), y, finalmente, los dos aceites simultáneamente.


Bibliografía: ROGERS, Baptism and Christian Archeology (Oxford, 1903); IDEM in Studia Biblica, V, 239-361; COTE, The Archeology of Baptism (Londres, 1876); CORBLET, Histoire du Sacrement de Baptême (París, 1881); VENABLES in Dict. Christ. Antiq., s. v.; CHARDON, Histoire des sacrements (París, 1745), I, 174-223; HEUSER in Eccl. Rev., XX, 449-454; ENLART, Etude sur quelsques fonts baptismaux du nord de la France (París, 1890); VAN DER STAPPEN, Sacra Liturgia (Mechlin, 1900), IV, 32-36; PIGHI, Liturgia Sacramentorum (Verona, 1902), 36-39; FERRARIS, Bibl. prompt. (París, 1852), 991-992; 1003-08.

Fuente: Peterson, John Bertram. "Baptismal Font." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New York: Robert Appleton Company, 1907. 9 Mar. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/02274a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina