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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Escritura

De Enciclopedia Católica

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Sagrada Escritura es uno de los varios nombres que designan los escritos inspirados que componen el Antiguo y el Nuevo Testamento. .

Uso de la Palabra

La correspondiente palabra en latín “scriptura” aparece en algunos pasajes de la Vulgata en el sentido general de “escritura”; por ejemplo, Éxodo 32,16: “la escritura, grabada sobre las mismas, era escritura de Dios”; además, 2 Crón. 36,22: “(Ciro) que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino.”. En otros pasajes de la Vulgata la palabra denota un documento privado (Tobías 8,24) o público (Esdras 2,62; Nehemías 7,64), un catálogo o índice (Sal. 87(86),6), o finalmente porciones de la Escritura, tal como el cántico de Ezequías (Isaías 38,5), y los dichos de los sabios (Sirácides 44,5). El escritor de 2 Crónicas 30,5.18 se refiere a las prescripciones de la Ley con la fórmula “como está escrito”, que los traductores de Los Setenta traducen como “kata ten graphen”; “para ten graphen”, “según la Escritura”. La misma expresión se halla en Esdras 3,4 y Neh. 8,15; aquí tenemos el comienzo de la última forma de apelación a la autoridad de los libros inspirados “gegraptai” (Mt. 4,4.6.10; 21,13; etc.), o “kathos gegraptai” (Rom 1,11; 2,24, etc.), “está escrito”, “como está escrito”.

Como el verbo “graphein” se usaba para denotar pasajes de los escritos sagrados, así el nombre correspondiente “he graphe” gradualmente vino a significar lo que es principalmente el escrito, o el escrito inspirado. Ese uso de la palabra se puede ver en Juan 7,38 y 10,35; Hch. 8,32; Rom. 4,3 y 9,17; Gál. 3,8 y 4,30; 2 Tim. 3,16; Stgo. 2,8; 1 Pedro 2,6; 2 Ped. 1,20; la forma plural del nombre, “ai graphai”, se usa en el mismo sentido en Mt. 21,42; 22,29; 26,54; Mc. 12,24; 14,49; Lc. 24,27.45; Juan 5,39; Hch. 17,2.17 y 18,24-28; 1 Cor. 15,3-4. En un sentido similar se emplean las expresiones “graphai hagiai” (Rom. 1,2), “ai graphai ton propheton” (Mt. 26,56), “graphai prophetikai” (Rom. 16,26). La palabra tiene un sentido algo modificado en la pregunta de Cristo, “¿no habéis leído esta Escritura? (Mc. 12,10). En el lenguaje de Cristo y los Apóstoles la expresión “escritura” o “escrituras” denota los libros sagrados de los judíos. El Nuevo Testamento usa las expresiones en este sentido cerca de cincuenta veces; pero ocurren más frecuentemente en el Cuarto Evangelios y en las Epístolas que en los Evangelios Sinópticos. A veces el contenido de la Escritura se indica más exactamente como que incluye la Ley y los Profetas (Rom. 3,21; Hch. 28,23), o la Ley de Moisés, los Profetas y los Salmos (Lc. 24,44). El apóstol San Pedro extiende la designación Escritura también a “tas loipas graphas” (2 Pedro 3,16), denotando las Epístolas Paulinas; San Pablo (1 Tim. 5,18) parece referirse con la misma expresión tanto a Deut. 25,4 y Lc. 10,7.

Se ha disputado si la palabra “graphe” en el singular se ha usado en el Antiguo Testamento como un todo. Lightfoot (Gál. 3,22) expresa la opinión que el singular “graphe” en el Nuevo Testamento siempre significa un pasaje particular de la Escritura. Pero en Rom. 4,3, él modifica su opinión y apela a la declaración sobre el caso del Dr. Vaughan. Él cree que el uso de San Juan puede admitir alguna duda, aunque esa no es su opinión personal; pero la práctica de San Pablo es absoluta y uniforme. Mr. Hort dice (1 Pedro 2,6) que en San Juan y San Pablo “he graphe” puede ser entendido como aproximado al sentido colectivo (cf. Westcott, "Hebr.", págs. 474 ss.; Deissmann, "Bibelstudien", págs. 108 ss., Eng. tr., págs. 112 ss., Warfield, "Pres. and Reform. Review", X, julio de 1899, págs. 472 ss.). Aquí surge la pregunta de si la expresión de San Pedro (2 Ped. 3,16) “tas loipas graphas” se refiere a la colección de las Epístolas Paulinas. Spitta sostiene que el término “graphai” se usa en un sentido general no técnico, y que denota sólo los escritos de los asociados de San Pablo (Spitta, "Der zweite Brief des Petrus und der Brief des Judas", 1885, p. 294). Zahn refiere el término a escritos de carácter religioso que podrían reclamar respeto en círculos cristianos ya sea debido a sus autores o a su uso en el culto público. (Einleitung, págs. 98 ss., 108). Pero Mr. F.H. Chase se adhiere al principio de que la frase “ai graphai” usada absolutamente señala a una colección de escritos definida y reconocida, es decir, Escrituras. Las palabras acompañantes, “kai, tas loipas”, y el verbo “streblousin” en el contexto confirma la convicción de Mr. Chase (cf. Dicc. de la Biblia, III, p. 810b).

Naturaleza de la Escritura

Según los Judíos: Si los términos “graphe”, “graphai”, y sus expresiones sinónimas “to biblion” (Neh. 8,8), “ta biblia” (Daniel 9,2), “kephalis bibliou” (Sal. 40(39),8), “he iera biblos” (2 Mac. 8,23), “ta biblia ta hagia” (1 Mac. 12,9), “ta iera grammata” (2 Tim. 3,15) se refieren a escritos particulares o a una colección de libros, al menos muestran la existencia de un número de documentos escritos cuya autoridad era generalmente aceptada como suprema. Se puede inferir la naturaleza de esta autoridad por un número de otros pasajes. Según Deut. 31,9-13, Moisés escribió el Libro de la Ley (del Señor), y se lo entregó a los sacerdotes para que lo guardaran y se lo leyeran al pueblo; vea también Ex. 17,14; Deut. 17,18-19; 27,1; 28,1; 58-61; 29,20; 30,10; 31,26; 1 Samuel 10,25; 1 Reyes 2,3; 2 Rey. 22,8. Es claro por 2 Rey. 23,1-3 que hacia fines del reinado judío el Libro de la Ley del Señor era tenido en el más alto honor porque contenían los preceptos del Señor mismo.

De Nehemías 8,1-9.13.14.18 se puede inferir que éste era también el caso después del Cautiverio; el libro mencionado ahí contenía los mandatos respecto a la Fiesta de las Tiendas de Lev. 23,34 ss; Deut. 16,13 ss., y es por lo tanto idéntico con los Libros Sagrados pre exílicos. Según 1 Mac. 1,57-59, Antíoco ordenó que se quemaran los Libros de la Ley del Señor y se condenaba a muerte al poseedor. Por 2 Mac. 2,13 sabemos que en el tiempo de Nehemías existía una colección de libros que contenían escritos históricos, proféticos y salmódicos; puesto que se representa la colección como uniforme, y puesto que las partes se consideraban ciertamente como de autoridad divina, podemos inferir que esta característica se le adscribía a todos, por lo menos en cierto grado. Llegando al tiempo de Cristo encontramos que Flavio Josefo le atribuye autoridad divina a los veintidós libros protocanónicos del Antiguo Testamento, sosteniendo que habían sido escritos bajo inspiración divina y que contenían las enseñanzas de Dios (Contra Appion., I, VI-VIII). El helenista Filo Judeo también estaba familiarizado con las tres partes de los libros sagrados judíos, a los cuales le atribuye una autoridad irrefragable, porque contienen los oráculos de Dios expresados a través del escritor sagrado como instrumento ("De vit. Mosis", págs. 469, 658 ss.; "De monarchia", p. 564).

Según la vida cristiana: Este concepto de escritura es completamente sostenido por la enseñanza cristiana. Jesucristo mismo apeló a la autoridad de la Escritura, “investigad las Escrituras” (Jn. 5,39); Él afirma que “una i o una tilde no pasarán de la ley, hasta que todo se cumpla” (Mt. 5,18); Él considera como principio que “la Escritura no puede fallar” (Jn. 10,35); presenta la palabra de la Escritura como la palabra del Padre eterno (Jn. 5,33-41), como la palabra del escritor inspirado por el Espíritu Santo (Mt. 22,43), como la palabra de Dios (Mt. 19,4-5; 22,31); declara que “es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí” (Lc. 24,44). Los Apóstoles sabían que “ninguna profecía ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios” (2 Ped. 1,21); consideraban “toda Escritura inspirada por Dios” como “provechosa para enseñar, reprobar, corregir e instruir en la justicia” (2 Tim. 3,16). Consideraban las palabras de la Escritura como palabras de Dios hablando en el escritor inspirado o por boca del escritor inspirado (Hebreos 4,7; Hch. 1,15-16; 4,25). Finalmente, apelaban a la Escritura como a una autoridad irresistible (Rom., passim), suponían que las partes de la Escritura tienen un sentido típico que sólo Dios puede usar (Jn. 19,36; Heb. 1,5; 7,3 ss), y derivaban la mayoría de las conclusiones importantes incluso de unas pocas palabras o ciertas formas gramaticales de la Escritura (Gál. 3,16; Heb. 12,26-27).

No es sorprendente entonces que los Padres de la Iglesia hablen de las Escrituras en el mismo tenor. San Clemente de Roma (1 Cor. 45) le dice a sus lectores que busquen en las Escrituras las verdaderas expresiones del Espíritu Santo. San Ireneo (Contra Herejías II.38.2) considera las Escrituras como proclamadas por el Verbo de Dios y su Espíritu. Orígenes testifica que tanto judíos como cristianos aceptan que la Biblia fue escrita bajo la influencia del Espíritu Santo (Contra Celso, V.10); además, considera como probado por la Encarnación que la Ley y los Profetas fueron escritos por un carisma celestial, y que los escritos considerados como palabras de Dios no son obra del hombre (De princ., IV, VI). Clemente de Alejandría recibe la voz de Dios quien ha dado las Escrituras como una prueba confiable (Stromata I.2).

Según documentos eclesiásticos: Sin multiplicar el testimonio patrístico para la autoridad divina de la Escritura, podemos añadir la doctrina oficial de la Iglesia sobre la naturaleza de las Sagradas Escrituras. El Quinto Concilio Ecuménico condenó a Teodoro de Mopsuestia por su oposición a la autoridad divina de los libros de Salomón, el Libro de Job, y el Cantar de los Cantares. Desde el siglo IV la enseñanza de la Iglesia respecto a la naturaleza de la Biblia es prácticamente resumida en la fórmula dogmática de que Dios es el autor de la Sagrada Escritura. Según el primer capítulo del Concilio de Cartago (398 d.C.), antes de su consagración los obispos deben expresar su creencia en esta fórmula, y esta profesión de fe se les exige incluso en la actualidad. En el siglo XIII el Papa Inocencio III le impuso esta fórmula a los valdenses; Clemente IV le exigió esta aceptación a Miguel Paleólogo y el emperador realmente la aceptó en su carta al Segundo Concilio de Lyons (1272). La misma fórmula fue repetida en el siglo XV por el Papa Eugenio IV en su Decreto para los jacobitas, en el siglo XVI por el Concilio de Trento (Ses. IV, decr. De can. Script.), y en el siglo XIX por el Concilio Vaticano I. Lo que se implica con esta autoría divina de la Sagrada Escritura, y cómo se explica, se ha establecido en el artículo Inspiración de la Biblia.

Colección de Libros Sagrados

División de la Escritura

Escritura

Actitud de la Iglesia Hacia la Lectura de la Biblia en el Vernáculo

Otros Asuntos Bíblicos

La historia de la preservación y la propagación del texto de la Escritura se describe en los artículos Manuscritos de la Biblia, Códice Alejandrino (etc.), Versiones de la Biblia, Ediciones de la Biblia, Crítica Textual; la interpretación de la Escritura se trata en los artículos Hermenéutica, Exégesis Bíblica, Comentarios a la Biblia, y Alto Criticismo. Información adicional sobre estos asuntos aparece en los artículos Introducción Bíblica, Antiguo Testamento, Nuevo Testamento. La historia de la versión inglesa se trata en el artículo Versiones de la Biblia.


Bibliografía: Una lista de literatura católica sobre temas bíblicos ha sido publicada en la Revista Eclesiástica Americana, XXXI (agosto de 1904), 194-201; esta lista está bastante completa hasta la fecha de su publicación. Vea también las obras citadas a través del curso del artículo. Muchas de los asuntos relacionados con la Escritura se tratan en artículos especiales a través del curso de la Enciclopedia, por ejemplo, además de los mencionados arriba, vea San Jerónimo, Canon de las Sagradas Escrituras; Concordancias de la Biblia, Inspiración de la Biblia, Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, etc. Cada uno de estos artículos tiene abundante guía literaria hacia su propio aspecto de las Escrituras.

Fuente: Maas, Anthony. "Scripture." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/13635b.htm>.

Traducido por L H M.