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Lunes, 25 de noviembre de 2024

Atanasio Kircher

De Enciclopedia Católica

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Atanasio Kircher
China Monumentis
Kircher-selenic.jpg
Anemoscopio magnético
Famoso por la versatilidad de su erudición y particularmente distinguido por su conocimiento de las ciencias
Anemoscopio magnético
Piano de gatos, descrito por Kircher en Musurgia Universalis
Órgano a cilindro y agua
Así, Kircher desempeñó el rol de pionero en las más diversas ramas de la ciencia. Incluso la medicinanaturales; nació el 2 de mayo de 1601 en Geisa, un pequeño pueblo en la ribera norte del Alto Ródano (Buchonia); murió en Roma el 28 de noviembre de 1680. Desde su pueblo natal él se acostumbró a añadirle el epíteto latín Bucho o Buchonius a su nombre, aunque más tarde prefirió llamarse Fuldensis por Fulda, la capital de su país natal. El nombre Atanasio se le dio en honor del santo (vea San Atanasio) en cuya fiesta nació.

John Kircher, el padre de Atanasio, había estudiado filosofía y teología en Maguncia, empero, no abrazó el llamado al sacerdocio. Tan pronto hubo obtenido el grado doctoral en esa facultad, se fue a enseñar teología en la casa benedictina en Seligenstadt. Atanasio estudió humanidades en el colegio jesuita de Fulda, y el 2 de octubre de 1618 entró a la Compañía de Jesús en Paderborn. Al final de su noviciado se dirigió a Colonia para sus estudios filosóficos. Debido a la confusión causada por la Guerra de los Treinta Años, el viaje resultó muy peligroso. Junto con su estudio de la filosofía especulativa el talentoso joven se dedicó especialmente a las ciencias naturales y a las lenguas clásicas, por lo que fue poco después llamado a enseñar estas ramas en los colegios jesuitas en Coblenz y Heiligenstadt. En Maguncia, donde Kircher (1625) comenzó sus estudios de teología, atrajo la atención del elector a través de su capacidad y su habilidad como un experimentalista.

En 1628 fue ordenado sacerdote, y apenas había terminado su último año de probación en Espira, cuando se le concedió la cátedra de ética y matemáticas en la Universidad de Wurzburgo, mientras que al mismo tiempo tenía que dar instrucciones en los lenguajes sirio y hebreo. Sin embargo, los trastornos como consecuencia de la guerra le obligaron a ir primero a Lyon en Francia (1631) y luego a Aviñón.

El descubrimiento de algunos caracteres jeroglíficos en la biblioteca de Espira llevó a Kircher a hacer su primer intento de resolver el problema de la escritura jeroglífica, que aún desconcertaba a todos los estudiosos. En Aix conoció al conocido senador francés, Nicolas Peiresc, cuyas magníficas colecciones despertaron en Kircher el mayor interés. Reconociendo en Kircher al hombre adecuado para resolver el antiguo enigma egipcio, Peiresc le solicitó directamente a Roma y al General de los jesuitas que se dejara de lado la llamada que le hizo el emperador a Kircher para ir a Viena, y que se citara al erudito a la Ciudad Eterna.

Esta generosa intención se vio favorecida por la Providencia, en la medida en que el buque que llevaba a Kircher a Viena naufragó cerca de Cività Vecchia, y él llegó a Roma antes de saber que se le estaba citando allí. Hasta su muerte (28 de noviembre de 1680), Roma sería ahora el principal escenario de las múltiples actividades de Kircher, que pronto se desarrollaron en una forma tan sorprendente que el Papa, el emperador, los príncipes y prelados competían entre sí en la promoción y el apoyo de las investigaciones del erudito.

Después de seis años de enseñanza exitosa en el Colegio Romano, donde fue profesor de física, matemáticas y lenguas orientales, fue relevado de estos deberes para que tuviese libertad para sus estudios y pudiese dedicarse a la investigación científica formal, especialmente en el sur de Italia y Sicilia. Aprovechó un viaje a Malta para explorar detenidamente los varios volcanes que existen entre Nápoles y esa isla. En 1638 estudió especialmente el Estrecho de Mesina, donde, además del ruido del oleaje, un sordo estruendo subterráneo atrajo su atención. En Trapani y Palermo se despertó su interés por los restos de elefantes antediluvianos. Pero, ante todo, trató de descubrir el poder subterráneo de los volcanes del Etna y Stromboli, entonces en erupción; el público había volcado su atención hacia tales fenómenos misteriosos por la terrible erupción del Vesubio en el 1630.

Cuando, en 1638; Kirchner salió de Mesina para volver a Nápoles, se produjo un terrible terremoto que destruyó la ciudad de Eufemia. Al igual que Plinio antes que él (79 d.C.), Kircher deseaba estudiar de cerca esta poderosa convulsión de la naturaleza. Al llegar a Nápoles enseguida subió al Vesubio, y mandó que lo bajaran al cráter de la montaña volcánica por medio de una cuerda, y con la ayuda de su pantómetra determinó con exactitud las diferentes dimensiones del cráter y su estructura interna. Como primicias de sus viajes publicó, para los Caballeros de Malta, "Specula Melitensis Encyclica sive syntagma novum instrumentorum physico-mathematicorum" (Mesina, 1638). Fue cuarenta años después que los resultados completamente maduros de estas investigaciones aparecieron en la gran obra de Kircher, el "Mundus Subterraneus", en dos volúmenes (Amsterdam, 1678), que gozó del mayor prestigio en su época; no sólo le dio un incentivo a la investigación minuciosa de las fuerzas subterráneas, sino que contribuyó mucho a su explicación final.

Cuando Kircher estuvo de nuevo en Roma, comenzó a coleccionar todo tipo de antigüedades e importantes restos etnológicos, sentando así las bases del muy conocido museo que, con el nombre de "Museum Kircherianum", hoy en día sigue atrayendo a tantos visitantes al Colegio Romano. También fueron trascendentales los trabajos de Kircher en el ámbito de descifrar jeroglíficos; y logró proveer correctamente las partes que le habían ocultado sobre la excavación del llamado obelisco panfiliano. Hay que recordar que en esos días a este tema se le prestaba poca o ninguna atención, y que por sí mismo fue un gran servicio el haber tomado la iniciativa en esta rama de la investigación, por mucho que sus esfuerzos careciesen de los principios fundamentales de la ciencia como se conocen hoy día. Kirchner también le dio un impulso al estudio íntimo de las relaciones entre los diferentes lenguajes: latín, griego, hebreo, caldeo, sirio, samaritano, arábigo, armenio, copto, persa, etíope, italiano, alemán, español, francés, portugués.

recibió su atención, como lo demuestra por ejemplo, su tratado, "Scrutinium physico-medicum contagiosæ luis, quæ pestis dicitur" (Roma, 1658).  También trató de formar un lenguaje universal ("Polygraphia seu artificium lingarum, quo cum omnibus totius mundi populis poterit quis correspondere", Roma, 1663).  Sus actividades científicas lo llevaron a tener correspondencia científica con eruditos que trabajaban en los más diversos campos, como lo demuestran los numerosos volúmenes de sus cartas existentes.  Es a su inventiva mente que le debemos uno de las primeras máquinas sumadoras; el tubo acústico y el arpa eólica fueron perfeccionados por él.  También fue el inventor de la linterna mágica que desde entonces ha sido traída a tal perfección y hoy día es casi indispensable. Era de esperar que se formaran y expresaran los juicios más variados sobre un hombre de tal saber enciclopédico.  Trató de encontrar un grano de verdad incluso en las  ciencias  falsas de la alquimia, la astrología y en el horóscopo, que aún en su tiempo estaban muy en boga, ni tampoco es de extrañar que en el campo de la astronomía en esta  fecha tan temprana no defendiese el sistema de  Copérnico.
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Con toda su erudición y la gran cantidad de adulación que recibió de todas partes, Kircher mantuvo a través de toda su vida una profunda humildad y una piedad infantil. En 1629 le había confiado a su general su deseo de dedicar su vida exclusivamente a difundir la fe en China, pero su deseo no se pudo cumplir, y para consolarse de esta decepción, durante sus últimos años erigió un santuario (della Mentorella) en honor a la Madre de Dios sobre la cima de la Colina Sabina cerca de Roma, a donde, durante su vida como ahora, miles hacen peregrinaciones y encuentran ayuda y consuelo. En este santuario enterraron el corazón de Kircher, y a principios del siglo XX este lugar de peregrinación se distinguió por una estatua gigante de nuestro Divino Redentor sobre la cima del vecino Guadagnole.
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Para dar una idea aproximada de la actividad literaria de Kircher solo es necesario señalar que durante su estadía en Roma salieron de su pluma no menos de cuarenta volúmenes en folio. Una lista completa de sus escritos se halla en Sommervogel, "Bibl. Scriptorum S.J.". Además de las obras ya mencionadas, es suficiente mencionar aquí: "Magnes sive de arte magnetica" (Roma, 1640; Colonia, 1643, 1654); "Lingua ægyptiaca restituta" (Roma, 1643); "Ars magna lucis et umbræ" (Roma, 1644); "Musurgia universalis sive ars consoni et dissoni" (Roma, 1650); "Itinerarium extaticum s. opificium coeleste" (Roma, 1656); "Iter extaticum secundum, mundi subterranei prodromus" (Roma, 1657); "Obeliscus Pamphylius" (Roma, 1650).


Bibliografía: P. Athan. Kircheri vita a semetipsa conscripta (manuscritos en Viena y Munich), ed. LAUGENMANTEL (1684); PFAFF, Vita A. Kircheri (Fulda, 1631); BEHLAU, P. A. Kircher, eine Lebensskizze (Heiligenstadt, 1874); BRISCHAR, P. A. Kircher. Ein Lebensbild (Würzburgo, 1877); Biog. universelle ancienne et moderne, XXII, 440-7; Allgem. deutsche Biog., XVI (1882).

Fuente: Müller, Adolf. "Athanasius Kircher." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/08661a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc