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Miércoles, 18 de diciembre de 2024

Epístolas a Timoteo y Tito

De Enciclopedia Católica

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(Las pastorales)

Santos Timoteo y Tito

Los santos Timoteo y Tito fueron dos de los discípulos de San Pablo, a quienes más amaba y en quienes más confiaba, y que le acompañaron en muchos de sus viajes. Timoteo es mencionado en:

y Tito en

  • 2 Cor. 2,13; 7,6.13.14; 8,6.16.23; 12,18;
  • Gál. 2,1.3;
  • 2 Tim. 4,10;
  • Tito 1,4.

Algunos han considerado a San Timoteo como el “ Ángel de la Iglesia de Éfeso" ( Apoc., 2,1-17). De acuerdo con el antiguo martirologio romano, murió siendo obispo de Éfeso. Los Bolandistas (24 de enero) dan dos vidas de San Timoteo, una atribuida a Polícrates (un antiguo obispo de Éfeso y contemporáneo de San Ireneo) y otra a Simeón Metafrastes, la cual es meramente una expansión de la primera. La primera establece que durante la persecución de Nerón, San Juan arribó a Éfeso, donde vivió con San Timoteo hasta que fue exiliado a Patmos bajo el gobierno de Domiciano. Timoteo, quien era soltero, continuó como obispo de Éfeso hasta que, a sus ochenta años de edad, fue mortalmente golpeado por los paganos. De acuerdo con una antigua tradición, luego de la muerte de San Pablo, Tito continuó como arzobispo de Creta, y murió allí a la edad de más de noventa años.

Epístolas a Timoteo y Tito: Autenticidad

Evidencia Interna

El resto de este artículo será dedicado al importante tema de la autenticidad, que en realidad requeriría un volumen completo para su discusión. Los católicos saben por la tradición universal y por la infalible enseñanza de la Iglesia que estas Epístolas son inspiradas, de lo que se deriva su autoridad paulina, pues todas reclaman haber sido escritas por el apóstol. No hubo ninguna duda real acerca de este tema hasta principios del siglo XIX; pero desde ese entonces han sido atacadas amargamente por escritores alemanes y de otros. Sus objeciones se basan principalmente en evidencia interna, y en la alegada dificultad para encontrar un lugar para ellas durante la vida de San Pablo.

A. Objeción debida a la ausencia de vocabulario paulino:

Moffatt un escritor representativo de esta escuela, escribe (Ency. Bib., IV): “Carecen totalmente de frases y palabras favoritas del lenguaje paulino.... El alcance y significado de este cambio en el vocabulario no puede ser explicado adecuadamente aún cuando uno se le asigna la mayor importancia posible a tales factores como el cambio de amanuense, situación o tópico, lapso de tiempo, fertilidad literaria o debilidad senil”. Examinemos la lista de este escritor de las palabras paulinas favoritas y a cuya ausencia le da tanta importancia:

  • Adikos (injusto): Esta palabra se encuentra en Rom. 3,5; 1 Cor. 6,1.9, pero no en otras de las epístolas paulinas admitidas como genuinas por este escritor. Si su ausencia es fatal para las Pastorales, ¿por qué no también para 1 y 2 Tesalonicenses, 2 Corintios, Gálatas, Filipenses, Colosenses, y Filemón. Más aún, la palabra adikia se encuentra en las pastorales, 2 Tim. 2,19.
  • Akatharsia ( impureza). Esta palabra no se encuentra en I Cor., Flp., 2 Tes., y Flm. ¿Si esto no dice algo contra esas Epístolas, ¿por qué es citada contra las Pastorales ?
  • Ouiothesia ( adopción). Esta palabra aparece tres veces en Romanos, una vez en Gálatas, pero no aparece en 1 y 2 Corintios, 1 y 2 Tesalonicenses, Filipenses, Colosenses, ni en Filemón. Es difícil entender por qué esta omisión solo se usa contra las Pastorales.
  • Patre hemon (Nuestro Padre). En las epístolas paulinas se hallan dos expresiones, Dios “nuestro Padre” y Dios “El Padre”. La primera es frecuente en sus primeras epístolas, es decir, siete veces en Tesalonicenses, mientras que la última expresión no es usada. Sin embargo, en Romanos “Dios Nuestro Padre” aparece una vez y “El Padre” una vez. En 1 Cor. leemos Dios “Nuestro Padre” una vez, y “El Padre” dos veces; y lo mismo puede decirse de 2 Cor. En Gál. encontramos “Nuestro Padre” una vez y “El Padre” tres veces. En Flp. la primera expresión se encuentra dos veces y la última una vez; en Col. la primera solamente una vez y la última tres veces. “El Padre” se encuentra una vez en cada una de las Epístolas Pastorales; y debido a ello es evidente que es tan característico de San Pablo como “Nuestro Padre”, el cual se encuentra una vez en cada una de las Epístolas a los Romanos, 1 y 2 Cor., Gál, y Col. Sería absurdo concluir a partir de esto que los capítulos restantes fueron espurios.
  • Diatheke (alianza). Esta palabra se encuentra dos veces en Rom., una vez en 1 Cor., dos veces en 2 Cor., tres veces en Gál. y ninguna vez en 1 y 2 Tes., Flp., Col, y Flm., las cuales sí son admitidas como genuinas por Moffatt.
  • Apokalyptein (revelación): una palabra que no se halla en 2 Cor., 1 Tes., Col., y Flm., y sólo una vez en Flp.
  • Eleutheros (libre). No se encuentra en 1 y 2 Tes., 2 Cor., y Flp. Y Flm., por lo tanto no es una prueba de la autoría paulina. Sus compuestos no se hallan en 1 y 2 Tes., Flp., Col, o Flm., y si se encuentran en las otras de manera esporádica con la excepción de Gál.
  • Energein (ser operativo). Esta palabra se encuentra sólo una vez en Rom., Flp., Col., 1 y 2 Tes.; y nadie concluiría a partir de la ausencia de esta palabra de los fragmentos restantes de estas Epístolas, que son más extensas que las Pastorales, que no fueron escritas por San Pablo.
  • Katergazesthai (desempeño). Esta palabra se encuentra varias veces en Rom. y 2 Cor. y una vez en 1 Cor. y en Flp.; está ausente en 1 y 2 Tes., Gál., Col., y Flm., los cuales son escritos genuinos aun con esa carencia.
  • Kauchasthai (alardear), aparece únicamente en Flp., y en 2 Tes. y está ausente en 1 Tes., Col. y Flm.
  • Moria (necedad). Se encuentra cinco veces en 1 Cor., y en ningún otro lugar de las Epístolas Paulinas.

Pero no queremos cansar al lector con el repaso de toda la lista. Hemos examinado cuidadosamente cada palabra con resultados similares. Con quizás una sola excepción, cada palabra está ausente de varias de las epístolas genuinas de San Pablo, y las palabras excepcionales se producen sólo una vez en algunas de ellas. El examen muestra que esta lista no ofrece el menor argumento contra las Pastorales, y que San Pablo escribió mucho sin usar esas palabras. La elaboración de estas listas es probable que deje una impresión errónea en la mente del lector desprevenido. Siguiendo un proceso similar, con la ayuda de la concordancia, sería posible probar que cada Epístola de San Pablo tiene la apariencia de ser espuria. Se podría demostrar que Gálatas, por ejemplo, no contiene muchas palabras que sí se encuentran en varias de las otras Epístolas. Un método de razonamiento que conduce a tales conclusiones erróneas debería ser desacreditado; y cuando escritores hacen declaraciones muy positivas sobre la fuerza de tales listas que conducen a engaño para deshacerse de libros completos de la Escritura, no se deben dar por sentado fácilmente sus otras afirmaciones.

B. Objeción por el uso de partículas

Ciertas partículas y preposiciones están ausentes. Jülicher en su "Introd. to the New Test.", p. 181, escribe: “El hecho que brinda convicción (contra las pastorales) es que muchas palabras que fueron indispensables a Pablo están ausentes en tales Epístolas, por ejemplo ara, dio, dioti.” No obstante, como señala Jacquier, nada puede concluirse a partir de la ausencia de tales partículas, porque San Pablo no las empleó de manera uniforme, y muchas de ellas no se encuentran en las Epístolas no disputadas. El Dr. Headlam, un escritor anglicano, señala en un documento leído en el Congreso de la Iglesia en 1904 que ara se encuentra veintiséis veces en las cuatro Epístolas del segundo grupo, solo tres veces en todas las demás y ninguna vez en Col., Flp. o Flm. Dio aparece dieciocho veces en Rom., Gál, y Cor., pero ninguna en Col. o 2 Tes. La palabra disti no aparece en 2 Tes., 2 Cor., Ef., Col., o Flm. Encontramos que epeita no aparece en Rom., 2 Cor., Flp., Col., 2 Tes., y Flm., ni eti tampoco aparece en 1 Tes., Col., y Flm. Es innecesario ir a través del catálogo completo que usualmente utilizan los oponentes, pues el mismo fenómeno se descubre a lo largo del mismo. En las partes argumentativas de las epístolas de San Pablo se necesitaban las partículas, pero son usadas muy esporádicamente en las partes prácticas, que se parecen a las pastorales. Su empleo, también, dependía mayormente del carácter de los amanuenses.

C Objeción debido a “Hapax Legomena”

La gran objeción a las Pastorales es el reconocido gran número de hápax (“hapax legomena”) encontrado en ellas. [N. del T.: Griego: hapax, una vez + legomenon, participio pasivo neutro singular de legein, “contar”, “decir”.] Workman (Expository Times, VII, 418) toma el término “hapax legomenon” para denotar cualquier palabra usada en una Epístola en particular y la cual no aparece de nuevo en el Nuevo Testamento, encontró del “Lexicon” de Grimm-Thayer el siguiente número de hápax: Rom., 113; 1 Cor., 110; 2 Cor., 99; Gál., 34; Efe., 43; Flp., 41; Col., 38; 1 Tes., 23; 2 Tes., 11; Flm., 5; 1 Tim., 82; 2 Tim., 53; Tito, 33. Los números tienen que ser algo menores pues contienen palabras de diferentes lecturas. Estas cifras le sugerirían a la mayoría, como lo hicieron para el decano Farrar, que el número de palabras peculiares en las Pastorales no requiere ninguna explicación especial. Sin embargo, Workman piensa que para fines científicos, debe tenerse en cuenta la longitud proporcional de las Epístolas. Calculó el número promedio de hápax que ocurre en una página de los textos de Westcott y Hort con los siguientes resultados: 2 Tes., 3-6; Flm., 4; Gál., 4.1; 1 Tes., 4.2; Rom., 4.3; 1 Cor., 4.6; Efe., 4.9; 2 Cor., 6.10; Col., 6.3; Flp., 6.8; 2 Tim., 11; 1 Tim. y Tito, 13. La proporción de los hápax en las Pastorales es grande, pero cuando se comparan con Flp., no es más grande que entre 2 Cor. y 2 Tes. Hay que notar que estos aumentan en el orden del tiempo.

Workman da una explicación en dos sentidos. Primero, según un escritor avanza en su vida usa más palabras y construcciones complicadas, tal como puede verse al comparar la “Latter-Day Pamphlets” y el “Heros and Hero-Worship” de Carlyle. Segundo, el número de palabras inusuales en cualquier autor es una cantidad variable. Él ha encontrado que el número promedio de hápax por página del primer volumen de la edición de obras de Shakespeare, por Irving, es el siguiente: "Love's Labor Lost" 7.6; "Comedy of Errors" 4.5; "Two Gentlemen of Verona", 3.4; "Romeo and Juliet", 5.7; "Henry VI, pt. 3", 3.5; "Taming of the Shrew", 5.1; "Midsummer Night's Dream", 6.8; "Richard II", 4.6; "Richard III", 4.4; "King John", 5.4; "Merchant of Venice", 5.6; "Henry IV, pt. I", 9.3; "pt. II", 8; "Henry V", 8.3; "Merry Wives of Windsor", 6.9; "Much Ado About Nothing", 4.7; "As You Like It", 6.4; "Twelfth Night", 7.5; "All's Well", 6.9; "Julius Caesar", 3.4; "Measure for Measure", 7; "Troilus and Cressida", 10.1; "Macbeth", 9.7; "Othello", 7.3; "Anthony and Cleopatra", 7.4; "Coriolanus", 6.8; "King Lear", 9.7; Timon, 6.2; "Cymbeline", 6.7; "The Tempest", 9.3; "Titus Andronicus", 4.9; "Winter's Tale", 8; "Hamlet", 10.4; "Henry VIII", 4.3; "Pericles", 5.2. Para un argumento similar sobre Dante vea el “Paradise” de Butler, XI. El total de hápax para algunas de las obras son: "Julius Caesar", 93; "Comedy of Errors", 88; "Macbeth", 245; "Othello", 264; "King Lear", 358; "Cymbeline", 252; "Hamlet", 426; "The Merchant of Venice", 148. Este escrutinio de las palabras peculiares a cada obra de teatro arroja luz sobre otra dificultad en las Pastorales, es decir, la recurrencia de expresiones como “a faithful saying”, “sound words”, etc.; “Moon-calf” ocurre cinco veces en “The Tempest”, y en ningún otro lugar más; “pulpit” seis veces en una escena de “Julio César” y en ningún otro lugar más; “hovel” cinco veces en “King Lear”; “mountaineer” cuatro veces en “Cymbeline”, etc. Compare esto con “Dios prohíbe” en Gál., Rom. y una vez en 1 Cor. y no en las otras Epístolas de San Pablo. “Palabras sensatas” fue usada por Filo antes que San Pablo, en el que puede deberse a su relación con San Lucas. (vea la lista de Plumptre de palabras comunes en San Lucas y San Pablo, citada en la obra de Farra: “San Pablo”, I. 481).

El señor Workman pasó por alto un punto en su útil artículo. Los hápax no están uniformemente distribuidos en las Epístolas, sino que aparecen en grupos. Por tanto, más de la mitad de ellos en Col. se encuentran en el segundo capítulo, donde se aborda un nuevo tema (vea Abbott, "Crit.... Comment. On Ep. To the Ephes. And to the Coloss.” en “Internat. Crit. Comment."). Esta es una proporción tan grande como en cualquier capítulo de las pastorales. Algo similar se observa en 2 Cor., Tes., etc. Más de sesenta de setenta y cinco hápax en 1 Tim., ocurren en cuarenta y cuatro versículos, donde las palabras, en su mayoría, emergen naturalmente con los nuevos temas a tratarse. Las restantes dos terceras partes de la Epístola, tienen pocos hápax como cualquier otra porción de los escritos de San Pablo. En otras epístolas también se hallan compuestos de phil-, oiko-, didask-, que a menudo han sido objetadas.

La “Autoría de las Epístolas Pastorales” fue discutida en “The Church Quarterly” en octubre de 1906 y en enero de 1907. En la primera ocasión, el escritor puntualizó que la hipótesis anti paulina presentaba más dificultades que la paulina; y en la segundo hizo un examen detallado examen de los hápax. Setenta y tres de éstas se encuentran en los Setenta, de la cual San Pablo fue un diligente estudiante, y cualquiera de ellos podría muy bien haber sido utilizado por él como por un imitador. Diez de las restantes son sugeridas por palabras de los Setenta, por ejemplo, aneksikakos, 2 Tim. 2,24; aneksikakia, Sab. 2,9; antithesis, 1 Tim. 6,20; antitetos, Job 32,3; authentein, 1 Tim. 2,12; authentes, Sab. 12,6; genealogia, 1 Tim. 1,4; Tito 3,9; “geneealogein” 1 Crón. 5,1; paroinos, 1 Tim. 3,3: Tito 1,7; paroinein, Is. 41,12, etc. Veintiocho de las palabras restantes se hallan en los clásicos, y trece más en Aristóteles y Polibio. Estrabón (n. 66 a.C.) nos permite eliminar graodes. Todas estas palabras formaban parte del lenguaje griego corriente en tiempos de San Pablo, y tan conocido para él como para cualquier otro a finales del siglo I. Se podría suponer razonablemente que cualquier palabra utilizada por un autor contemporáneo de San Pablo podía haber sido conocida por el Apóstol mismo así como por un imitador posterior. De esta manera podemos deducir ocho de las palabras restantes, las que son comunes en las Pastorales y en Filo Judeo, un contemporáneo más viejo que San Pablo.

Al tratar con las cincuenta palabras restantes, debemos recordar el hecho obvio de que un nuevo tema requiere un nuevo vocabulario. Si esto se descuida, sería fácil probar que Platón no escribió el Timeo. La organización y la conducta en la vida práctica, etc., no pueden ser tratados con las mismas palabras en aquellos puntos en que se discuten puntos doctrinales. Esto explica bastante ocho palabras usadas por el autor, tales como xenodochein, oikodespotein, teknogonein, philandros, heterodidaskalein, etc. Su aversión por los que fomentan y propagan los errores indudablemente hizo surgir kenophonia, logomachein, logomachia, metaiologia, metaiologos, varias de las cuales fueron acuñadas para la ocasión. El elemento de puro azar en el lenguaje explica "pergaminos", "capa", y "estómago"; él no tuvo oportunidad de hablar de tales cosas con anterioridad, ni de un “ profeta pagano. Se trata con las restantes siete palabras sobre el modesto principio de que las palabras formadas a partir de la composición o derivación de palabras reconocidamente paulinas se puede suponer razonablemente que provienen de San Pablo mismo en lugar de un imitador puramente hipotético; por ejemplo, airetikos, adj., Tito 3,10; airesis, 1 Cor. 11,19; Gál. 5,20; dioktes, 1 Tim. 1,13; diokein, Rom. 12,14, etc.; episoreuein, 2 Tim. 4,3; soreuein epi, Rom. 12,20; LXX, etc. Otras cinco palabras se derivan de vocablos bíblicos y fácilmente se le pueden haber ocurrido a San Pablo así como a un escritor posterior. El resto de palabras, aproximadamente unas veinte, se disponen por separado.

El uso de Epiphaneia en lugar de parousia para denotar la segunda venida de Cristo, no va contra las Pastorales, porque el uso de San Pablo en este asunto no es uniforme. Tenemos he memera kyriou en 1 Tes. 5,2; 1 Cor. 1,8 y 5,5; he apokalypsis en 2 Tes. 1,17; y he epiphaneia tes parousias autou en 2 Tes. 2,8. Lilley ("Pastoral Epistles", Edimburgo, 1901, p. 48) indica que de las 897 de palabras contenidas en las Pastorales, 726 son comunes a ellas y a otros libros del Nuevo Testamento, y que dos terceras partes del vocabulario se encuentran en otras Epístolas de San Pablo, y que esta proporción es común respecto a las encontradas en Gálatas y Romanos. El mismo escritor, en su lista completa de 171 hápax en las Pastorales, señala que 113 de éstas son palabras clásicas, es decir, pertenecientes al vocabulario de alguien que conoce bastante bien el griego; no es sorprendente que muchas de ellas se hallen en estas Epístolas que estaban dirigidas a dos discípulos muy bien educados en el lenguaje griego.

Otro punto sobre el que insisten mucho los objetantes es cierta afinidad literaria o verbal limitada que relaciona las Pastorales con el Evangelio según San Lucas y los Hechos de los Apóstoles, y por lo tanto se afirma que señala a una fecha posterior. Pero en realidad esta conexión está a su favor, pues hay una fuerte tendencia de la crítica moderna a reconocer que Lucas es autor de esos dos libros; y Harnack ha escrito dos volúmenes para probarlo (vea Evangelio según San Lucas). Ahora ha añadido un tercero a fin de demostrar que fueron escritas por San Lucas antes del año 64. Cuando las Pastorales fueron escritas, San Lucas era el compañero constante de San Pablo, y pudo haber actuado como su amanuense. Esta relación sin duda pudo haber influenciado el vocabulario de San Pablo, y podría explicar tales expresiones como agathoergein en 1 Tim. 6,18; agathopoein de Lucas 6,9; agathourgein, contracción de agathoergein Hch. 14,17. San Pablo tiene ergazomeno to agathon (Rom. 2,10). De todo lo que se ha dicho, no es sorprendente que Thayer, en su traducción del “Lexicon” de Grimm, escribiera: “Se espera que los monumentales desaciertos cometidos por algunos que han cuestionado la autoría basados sólo en el vocabulario, disuadan a los estudiantes del uso incorrecto de las listas que exhiben las peculiaridades de los varios libros”.

D. Objeción por el estilo

“La comparativa ausencia de vigoroso fervor, el fluir más suave, el amontonamiento de las palabras, todo apunta a otra firma diferente a la de Pablo” (Enc. Bib.). Precisamente los mismos elementos se pueden alegar contra algunas de las otras Epístolas de San Pablo, y contra grandes secciones del resto. Todos los críticos admiten que grandes porciones de las Pastorales son tan parecidas a los escritos de San Pablo que, efectivamente, sostienen que fueron tomadas de fragmentos de cartas genuinas del Apóstol (ahora están perdidas). Se han hecho varios intentos discordantes a fin de separar esas porciones del resto, pero con tan poco éxito, que Jülicher confiesa que eso es imposible. Por otra parte, los mejores eruditos opinan generalmente que las tres Epístolas son de la pluma del mismo escritor. Siendo ese el caso y siendo imposible negar que en el resto de los escritos de San Pablo haya porciones indistinguibles del resto, se concluye que es correcta la tradición antigua de adjudicar esos escritos al Apóstol.

Según pasamos de uno a otro de los cuatro grupos de las Epístolas de San Pablo ---(1) Tesalonicenses, (2) Gálatas, Corintios, Romanos, (3) Epístolas en el Cautiverio; (4) Pastorales--- observamos considerables diferencias de estilo lado a lado con semejanzas marcadas y características, y eso es precisamente lo que encontramos en las Pastorales. Hay algunos puntos notables de conexión entre ellas y Filipenses, la Epístola que probablemente tiene más cercanía en cuanto a fecha, pero hay muchas similitudes en el vocabulario, estilo e ideas que las conectan con porciones de todas las otras Epístolas, especialmente con las partes prácticas. Hay por ejemplo, cuarenta y dos pasajes que relacionan a 1 Tim. con las primeras Epístolas. Los términos son casi idénticos, pero presentan cierta cantidad de libertad que denota el trabajo de la misma mente independiente, no el de una imitación consciente.

Las Pastorales muestran de principio a fin las mismas marcas de originalidad que las que se encuentran en todos los escritos del Apóstol. Hay anacolutos similares, oraciones incompletas, juego de palabras, largos períodos, comparaciones semejantes, etc. Las Pastorales son del todo prácticas, y por tanto no muestran el estilo de fervor vigoroso limitado, en su mayor parte, a las partes controversiales y argumentativas de sus epístolas largas (vea el valioso libro de James, "Genuineness and Authorship of the Pastoral Epistles", Londres, 1906; y también a Jacquier, y Lilley). Cabe hacer notar, a este respecto, que Van Steenkiste, profesor en el Seminario Católico de Brujas, tan temprano como en 1876, afirmó que la inspiración de las Pastorales y su autoría paulina estarían suficientemente protegidas si aceptamos la opinión de que fueron escritas, en nombre y con la autoridad del Apóstol, por uno de quienes le acompañaban, es decir San Lucas, a quien él le explicó claramente lo que tenía que ser escrito, o a quien le dio un resumen escrito de los puntos a ser desarrollados, y que cuando las cartas estuviesen finalizadas, San Pablo las leería, aprobaría y las firmaría. Esto, piensa él, fue la forma en que también se escribió la “Hebreos” (San Pauli Epistolae, II, 283).

E. Objeción por el estado avanzado de la organización eclesiástica

Esta objeción está adecuadamente contestada en los artículos jerarquía de la Iglesia primitiva, obispo, etc. Vea también "The Establishment of the Episcopate" en la obra del obispo Gore "Orders and Unity" (Londres, 1909), 115. Los siete, San Esteban, Felipe, etc., fueron reservados para su ministerio por los Apóstoles mediante la oración y la imposición de manos. Leemos que luego de esto fueron llenos del Espíritu Santo, y predicaron con gran éxito ( Hch. 6 y 7). Basándonos en el método usual de San Lucas, podemos concluir que los Apóstoles utilizaron una ceremonia similar en otras ocasiones, cuando seleccionaron hombres para ser diáconos, presbíteros, u obispos. Leemos que en una fecha muy temprana ya había presbíteros con los Apóstoles en Jerusalén (Hch. 15,2) y de conformidad con la tradición más antigua, Santiago el Menor fue nombrado obispo allí cuando la dispersión de los Apóstoles, y fue sucedido por su primo Simeón en el año 62. San Pablo y San Bernabé ordenaron sacerdotes en cada iglesia de Derbe, Listra, Antioquia de Pisidia, etc. (Hch. 14,22). En el discurso de San Pablo en Mileto se mencionan obispos y sacerdotes o presbíteros (Hch. 20,28). En su primera Epístola (1 Tes. 5,12) San Pablo habla de “superiores” que los presidían en el Señor. Vea también Rom. 12,8; en 1 Cor. 12,28 se habla de “gobierno”, y en Ef. 4,11 de “pastores”. San Pablo le escribió “a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los epíscopos y diáconos” ( Flp. 1,1).

En Rom. 12,6-8, 1 Cor. 12,28 y Ef. 4,11 San Pablo no está dando una lista de oficios en la Iglesia, sino de dones carismáticos (para cuyos significados vea jerarquía de la Iglesia primitiva. Los que estaban dotados de carismas transitorios y sobrenaturales estaban sujetos a los Apóstoles y presumiblemente a sus delegados. Conjuntamente con los poseedores de tales dones, leemos acerca de “autoridades”, “gobernadores”, “pastores”, y en otros lugares, de “obispos”, “sacerdotes”, y “diáconos”. Podemos asumir lícitamente que éstos fueron nombrados por los Apóstoles, bajo la inspiración del Espíritu Santo, mediante la oración y la imposición de manos. Antes del año 64 habían sido ordenados diáconos, sacerdotes y posiblemente también obispos. Si fue así, tenían órdenes de obispos, pero quizás los límites de su jurisdicción no estaban todavía claramente definidos, y dependían totalmente de la voluntad de los Apóstoles. Seguramente es en el más alto grado probable que los Apóstoles, hacia el final de sus vidas según la Iglesia se extendía más y más, ordenaran y delegaran en otros a nombrar tales como sacerdotes y diáconos, según había sido la costumbre de nombrarlos ellos mismos. La más antigua tradición muestra que algo así tuvo lugar en Roma en el año 67, y no hay nada más avanzado que esto en las Pastorales. Timoteo y Tito fueron consagrados como delegados para regir con autoridad apostólica, y nombrar diáconos, sacerdotes y obispos (probablemente sinónimos en estas epístolas).

Sin embargo, otra objeción que se plantea es la siguiente: “Sin embargo, el elemento distintivo, es decir, la prominencia asignada a Timoteo y Tito es entendible sólo en el supuesto de que el autor tenía especialmente a la vista el objeto ulterior de vindicar de reivindicar la sucesión evangélica del episcopado contemporáneo y de otros ocupantes de posiciones, donde era propenso por varias razones a ser impugnado... El deseo (visible en Clemente de Roma) por continuidad en la sucesión como una garantía de autoridad respecto a la doctrina (y por tanto a la disciplina) subyace en los esfuerzos de este seguidor de San Pablo por demostrar que Timoteo y Tito eran genuinos herederos de Pablo”. (Enc. Bib. IV). Si este deseo es visible en San Clemente de Roma, quien fue discípulo de los Apóstoles allí y escribió a menos de treinta años luego de la muerte de ellos, es seguramente muy probable que él estaba manteniendo una organización establecida por ellos en lugar de estar defendiendo algo que ellos ignoraban. Si estas Epístolas fueron escritas contra la gente que desafiaba la autoridad de obispos y sacerdotes, cerca del año 100, ¿por qué estos oponentes no se manifestaban contra falsificaciones escritas para confutarse a sí mismos? Pero de todo esto no hay la más mínima evidencia.

F. Objeción por no lugar para ellos en el curso de la vida de San Pablo:

El escritor en la “Encic. Bib.” nunca se cansa de acusar a los defensores de las Epístolas de hacer suposiciones gratuitas, aunque se permite considerable libertad al respecto en todo su artículo. Es una aseveración gratuita, por ejemplo, establecer que San Pablo fue ejecutado al final del primer período de cautiverio en Roma, en el año 63 o 64. El cristianismo todavía no había sido declarado una reliqio illicita (religión ilícita), y según la ley romana, no había que le mereciera la muerte. Fue arrestado a fin de salvarle de la turba judía en Jerusalén. Los judíos no parecían estar contra él durante los primeros dos años que estuvo en prisión. Agripa dijo que él pudo haber sido liberado si hubiese apelado al César, de manera que no hubo un cargo real contra él cuando fue traído ante el emperador o el tribunal de sus representantes. Las Epístolas escritas durante este cautiverio en Roma demuestran que él esperaba ser liberado en corto plazo ( Flm. 22; Flp. 2,24). Lightfoot, Harnack y otros, basándose en las palabras de Clemente de Roma y del Canon Muratorio, piensan que él no fue solamente liberado, sino que realmente realizó su plan de visitar España. Durante los años 63 - 67 tuvo suficiente tiempo para visitar Creta y otros lugares y escribir las epístolas 1 Timoteo y Tito. La segunda a Timoteo fue escrita durante su segundo encarcelamiento en Roma, poco antes de su muerte.

G. Objeción por los errores condenados

Se dice que los errores referidos a las Pastorales no existieron en los tiempois de San Pablo, aún cuando los más avanzados críticos (Enc. Bib.) han ahora abandonado la teoría (mantenida con gran confianza en el Siglo XIX) que las Epístolas fueron escritas contra Marcion y otros Gnósticos aproxiamadamente a mediados del Siglo II.

Ahora se concede que fueron del conocimiento de San Ignacio y Policarpo, y por tanto, escritas no más allá del final del primer siglo o en los primeros años del siglo segundo. Se requiere un gran sentido crítico para detectar en ese tiempo, la existencia de los errores de Ignacio, las semillas que no existirían 30 ó 40 años más tarde y de las cuales San Pablo no pudo prever su desarrollo. “El ambiente estaba marcado por fases incipientes de lo que llegaría a desembocar el gnosticismo en el Siglo II” (Enc. Bib.): pero las incipientes fases del gnosticismo son ahora reemplazadas por competentes académicos en una fecha más temprana que la indicada por este escritor.

Ningún sistema conocido del gnosticismo se corresponde con los errores mencionados en las Pastorales; en réplica a esto, no obstante, se señala que los “errores no son dados en detalle para evitar anacronismos” (ibid). Algunas veces los oponentes de la autenticidad, injustamente atacan el actual contenido, pero aquí las Epístolas son condenadas por “contenido” que no existe. Un divertido ejemplo de las precariedades del método subjetivo está visto en el mismo artículo (Enc. Bib.).

El escritor argumentando contra las Epístolas sobre el tema de los saludos, indica que “Filemón es una de las notas de Pablo”. De pronto somos sorprendido sin embargo, por una nota (¿editorial?) que indica entre paréntesis: “compare, sin embargo, con Filemón”. Al volver al Filemón encontramos lo que indica van Manen, con igual confianza, que el Apóstol no tenía en absoluto que ver con la Epístola, y apoya sus declaraciones en el mismo tipo de argumentos subjetivos que encontramos en el artículo de Timoteo y Tito. El lanza la absurda sugerencia que Filemón estaba basada en la carta de Plinio, la cual está dada completamente por Lightfoot en esta edición de Filemón.

Hort, en su “Judaistic Christianity” (Londres, 1898), 130-48, no cree que los errores de las Pastorales tengan alguna conexión con el Gnosticismo, y da una respuesta completa a la objeción en la que tal conexión se aborda. Con Weiss, este autor establece las bases para hacer importantes distinciones:

(1) Debemos distinguir las profecías de lo que pueden ser en el futuro falsos maestros, lo que implica que los gérmenes, para decirlo como mínimo, pueden ser el mal del futuro, el cual ya es perceptible (I Tim., iv, 1-3; II Tim., iii, 1-5, iv, 3. Estas son advertencias para los tiempos presentes;

(2) Las perversidades de individuos como Alexander, Hymenaeus, y Fileto, no se deben tomar como evidencia directa de la corriente orientada a establecer falsas enseñanzas;

(3) Maestros no cristianos, los corruptores de la creencia cristiana, no deben confundir ni desinformar a los creyentes.

Los errores que San Pablo fácilmente previó que surgirían entre falsos cristianos y paganos no pueden ser lanzados contra las Epístolas, como si no hubieran emergido antes. Hort elabora un buen caso en el sentido de que no existe el mínimo trazo de gnosticismo en los ya existentes errores entre los cristianos de Efesio y Creta, los que son tratados más como trivialidades que como errores. “El deber para Timoteo y Tito no es el de refutar errores, sino en matenerlos claros, y de alertar a otros sobre el mantener claridad respecto a trivialidades que emergan en el oficio de la religión”.

Este autor muestra que esos errores tienen evidentes marcas de origen judáico. El hecho de que San Irineo, Hegesipo, y otros utilizaron las palabras de las Pastorales contra los gnósticos del Siglo II no es prueba de que el gnosticismo era lo que tenía el autor en mente. Las palabras de la escritura han sido empleadas para confundir a los heréticos en cada edad o tiempo. Esto, dice el autor, es verdad en relación con las expresiones de “pseudónimos gnosis”, “aphthartos”, “aion”, epifanía, los que se han tomado con un sentido ordinario. “No existe el más pequeño signo de que tales palabras tienen cualquier referencia a lo que identificamos con los términos gnósticos”.

Hort toma la genealogía con mucho, en el mismo sentido en el que es empleado por Polibio, IX, ii, 1, y Diodoro Siculus, IV, i para significar historias, leyendas, mitos de los fundadores de los estados. “Varios de estos historiadores antiguos, o “logógrafos” son conocidos por haber escrito libros de este tipo titulados Genealogía, Genealógica, (Ej.: Hecateus, Acusilanus, Simonides el Joven, quien tomó el título Geneálogos, como lo hizo también Ferecides)” (p. 136). Filo incluyó bajo el título de “genealogikon”, toda la historia humana primitiva en el Pentateuco.

Este término pudo haber sido aplicado por San Pablo en el rango de la creciente leyenda respecto a los Patriarcas, etc., tal y como se define en el “Libro de los Jubileos” y en el de la “Haggada”. Esto fue condenado por él como algo no digno de crédito. Los otros errores contemporáneos son como los de carácter judío. Hort toma la antítesis “tes pseudonymou gnoseos” para referirse a la casuística de los escribas tal y como la encontramos en la “Halacha”, como en la mitología, y la genealogía designan frivolidades como las contenidas en la “Haggada”.

No obstante, no se posible que todo esto (antitheseis tes pseudonymou gnoseos) se refiera al sistema de interpretación desarrollado en la Kabala, de la cual se da una conveniente descripción en la obra de Gigot: “General Introduction to the Study of the Holy Scriptures”, p. 411 (véase también “Kabbala” en la Enciclopedia Judía, y Vigoroux, “Dict. de la Bible”). El que siguiera solamente el sentido literal del texto de la Biblia Hebrea no tiene real conocimiento o gnosis, de la profundidad de los misterios contenidos en las cartas y palabras de la escritura.

Las palabras “notarikon” fueron construidas a partir de las iniciales de varias, u oraciones formadas por el uso de letras de una palabra como iniciales de palabras. En la “ghematria”, se utilizaron valores numéricos de cartas que usamos, cualquier palabra de igual valor numérico fue substituída por cada una de las nuevas combinaciones formadas. En la “themura”, el alfabeto fue dividido en dos partes iguales, y las cartas de la mitad fueron substituídas por las correspondientes letras de la otra mitad, en el texto, trayendo así el sentido escondido de las escrituras.

Estos sistemas tienen fechas anteriores inmemoriales. Fueron tomadas por los judíos a partir de los gnósticos del Siglo II, y fueron ya conocidas por los primeros Padres, y estuvieron probablemente en uso antes de los tiempos apostólicos. Ahora la antítesis puede significar no sólo oposición o contraste, sino también cambio o transposición de cartas. De esta forma, antítesis “tes pseudonymou gnoseos” podría significar la falacia llamada conocimiento que consiste en el intercambio de cartas a las que se refieren.

Otra vez podemos leer: “La malévola característica acerca de ellos fue su presencia dentro de las iglesias y su combinación con posibles errores con aparente, y aún ostentación, en fidelidad a los principios de la fe –un problema reflejado en Hechos XX, 29f, en conexión con la iglesia de Efesio al final del Siglo I” (Enc. Bib.). No admitimos que Hechos, xx, fue escrito hacia el final del Siglo I. Los mejores académicos sostienen que fue escrito por San Lucas mucho antes; y también lo indican los críticos de las Epístolas. No tienen prueba de una fecha de composición genuina y temprana en relación con el libro del Nuevo Testamento, para fines del Siglo I, sobre la fuerza de desacreditar los tres libros de la escritura.


H. Objeciones misceláneas

Aquí se incluyen objeciones que se encuentran dispersas en textos, notas de pié de página, sub notas de pié de página, del artículo en la “Enc. Bib.”.

(1) "La preocupación por mantener estas viudas bajo el control del obispo es algo sub apostólico (cp. Ign. ad Polycarp. iv. 5) ". — Eso no probaría que no fue apostólico tampoco. Leyendo el único pasaje referente a las viudas (I Tim., v) llegamos a tener una impresión totalmente diferente de lo que se estipula aquí. El mayor objetivo del escritor de la Epístola parece ser el de prevenir que las viudas lleguen a ser una carga para la Iglesia, y el puntualizar el deber de sus familiares en cuanto a apoyarlas.

Treinta años antes de la muerte de San Pablo, los siete son nombrados para estar pendientes de las pobres viudas de Jerusalem; y es absurdo suponer que durante todo ese tiempo, no se establecieron regulaciones de quienes deberían de recibir apoyo y quienes no. Algunas de aquellas que eran “ciertamente viudas” probablemente ofrecieron oficios como diaconesas, de las que leemos en Rom., xvi, 1; y quienes tenían una condición sin ninguna duda, bajo la dirección de los Apóstoles y otras autoridades eclesiásticas. El supuesto de que “nada fue hecho en orden”, sino que todo podía ser hecho al azar, no tiene apoyo en las Epístolas más antiguas de San Pablo.

(2) "La curiosa antipatía del escritor hacia los segundos matrimonios por parte de los presbíteros, episcopales, diáconos y viudos; no es algo paulino, sino que corresponde con el sentimiento más general prevaleciente en el Siglo II hacia las iglesias”. Ese estado de sentimiento a las iglesias en el Siglo II debería implicar una pausa a quien hace las objeciones. Su origen apostólico es la mejor explicación, y no hay algo en absoluto que mostrar que no fue paulino.

Fue San Pablo quien escribió lo siguiente, en una fecha temprana (I Cor., vii): “Desearía que todos los hombres fueran como yo ... pero digo a los solteros, y a los viudos: es bueno para ellos si continúan asi como yo ... pero debería ser sin solicitudes. Quien no tiene esposa puede estar solícito a las cosas del mundo, y cómo puede estar atento a su esposa: y él está dividido ... El que da a su virgen en matrimonio hace bien; y quien no la da hace mejor”.

Sería impulsivo suponer que San Pablo, quien escribió a los corintios en general, que inmediatamente antes de su muerte podría requerir que no deberían haber estado casados al menos una vez antes, a aquellos a quienes se les requería tomar el lugar de los Apóstoles y ocupar altas posiciones en la Iglesia.

(3) "El elemento distintivo, sin embargo, respecto a la prominencia asignada a Timoteo y Tito, no es inteligible solamente por la suposición de que el autor tenía en mente el fin ulterior de legitimar la sucesión contemporánea episcopal, y de quienes mantenían puestos en la iglesia en provincias, donde existían motivos que podían ser desafiados” (a principios del Siglo II).

Son miles los que han leido estas Epístolas, desde la aparición de las mismas hasta la actualidad, sin que alguna conclusión les sugiriera a ellos. Si esta objeción significa algo, significa que los Apóstoles no podían asignar posiciones prominentes a cualquiera de sus discípulos o delegados; que es contrario a lo que leemos en Timoteo y Tito en las primeras Epístolas de San Pablo.

(4) "La prominencia que se da a las facultades para “enseñar” demuestra que uno de los más grandes peligros en las iglesias contemporáneas se relaciona con la presencia de maestros no autorizados (Did., xvi). El remedio que propone el autor es simple: ¡es mejor dejar que las congregaciones se enseñen a sí mismas! ¡Mejor dejar a aquellos que tienen autoridad, que sean responsables por la instrucciones de miembros ordianarios! Evidentemente, la función de la enseñanza no fue algo que originalmente fuese propio de presbíteros (I Tim., v, 17), pero los abusos les condujeron a ello, como lo prueba Didache, en función de combinar las enseñanzas con la autoridad organizada de la iglesia”.

¡Cuánto significado se lee en media docena de palabras de estas Epístolas! En la primera Epístola que San Pablo escribió, leemos: “Os rogamos hermanos, que reconozcais a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengaís en mucha estima y amor por causa de su obra” (I Tes., v, 12-13).

La capacidad para la enseñanza fue un don, probablemente un don natural trabajar bajo la gracia de Dios para el bien de la Iglesia (véase JERARQUIA DE LA IGLESIA ANTIGUA) y no hubo razón de por qué el Apóstol, quien daba tanta importancia a las enseñanzas cuando estaba hablando de su propio trabajo, no debería de requerir de aquellos que regían la Iglesia, que desarrollaran sus funciones dotados de la aptitud para la enseñanza. En Ef., iv, 11, encontramos que las mismas personas eran “pastores y doctores”.

El escritor que realizó esta objeción no admite que obispos y sacerdotes reales existieron en los tiempos apostólicos, esto es lo que su exclamación implica: cuando los Apóstoles murieron no habían obispos ni sacerdotes. Luego de cierto tiempo, ellos se originaron en algún lugar y de alguna manera, y se diseminaron en toda la Iglesia. Durante un tiempo considerable no enseñaron. Después ellos fueron monopolizando la enseñanza y la práctica se extendió por doquier, y finalmente las Pastorales fueron escritas para confirmar este estado de cosas, las cuales no tenían las sanciones de los Apóstoles, aunque los obispos pensaran de otra manera.

Y todo esto sucedió antes de que San Ignacio escribiera, en un corto período de treinta o cuarenta años, un largo tiempo como equivalente entre 1870 o 1880 hasta 1812, un rápido desarrollo que no tiene evidencia documental para apoyarlo, debió de haber tenido lugar. En la mayor parte ocurriría ante los ojos de los Apóstoles, San Juan y San Felipe, y Timoteo, Tito, Clemente, Ignacio, Policarpo, y otros discípulos de los Apóstoles. Los primeros cristianos tenían más respeto que eso por las tradiciones apóstolicas.

(5) "El bautismo es como un sacramento de salvación (Tit., iii, 5)." — Es en mucho, un sacramento de salvación, no solamente aquí, sino también en las enseñanzas de Cristo, en Hechos, y en las Epístolas paulinas a los Romanos, I Corintios, Gálatas, y Colosenses, así como en I Pedro, iii, 21.

(6) "La fe tiende a llegar a ser como nunca antes, “fides quœ creditur”— pero aparece como “fides qua creditur” en I Tim., i, 2, 4, 5, 14; ii, 7, 15; iii, 9, 13; iv, 6, 12; vi, 11; II Tim., i, 5, 13; ii, 18, 22; iii, 10, 15; Tit., ii, 2, etc., mientras que en las primeras Epístolas se utiliza de manera no sólo subjetiva, sino también objetivamente. Véase pistis Preuschen, "Handwörterbuch zum griech. N. Testament." La fe aparece como “fides quœ creditur” sólo nueve veces de treinta y tres pasajes donde pistis ocurre en las Pastorales.

(7) "The church to this unmystical author is no longer the bride or the body of Christ but God's building or rather familia dei, quite in the neo-Catholic style." There are several genuine Epistles of St. Paul in which the Church is neither called the body nor the bride of Christ, and in calling it a building he was only following his Master who said: "On this rock I will build my Church."

La idea de una construcción espiritual es muy paulina. “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (II Cor., v, 1). “Y de esta manera me esforcé en predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno” (Rom., xv, 20); “Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago” (Gal., ii, 18); “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gal., vi, 10); “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efe., ii, 19-22).

“Ustedes son el edificio de Dios. De acuerdo con la gracia que me es otorgada, como un sabio arquitecto, he establecido la fundación ... ¿No sabeis que sois el templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (I Cor., iii, 9-17; comparado con I Ped., ii, 5; “Sean ustedes también como piedras vivientes en la construcción de una casa espiritual”; y I Ped., iv, 17: “Porque el tiempo es de que el juicio principie en la casa de Dios. Y si es primero en nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no creyeron en el evangelio de Dios?”).

Hay un desarrollo en el uso de Pablo respecto a las comparaciones de cuerpo y la novia, lo cual es exactamente, el paralelo del uso de las palabras construcción y templo. Ellas se aplican primero a individuos, luego a comunidades y finalmente a la Iglesia como un todo (véase Gayford en Hast., “Dic. of the Bibl.” s.v. Church).

(8) “Los asuntos de la creencia, ahora rapidamente se cristalizan en Roma y Asia Menor, y ellos convergen parcialmente en fragmentos del himno que como en el Apocalipsis de Juan, se diseminan desde el culto de las iglesias”. Hay fragmentos del Credo en I Cor. (véase CORINTIOS, EPISTOLA A LOS, la primera Epístola, sus enseñanzas), y hubo también hymnos en uso varios años antes de la muerte de San Pablo. El escribió a los Colosenses (iii, 16): “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortandoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (cf. Efe., v, 19). Las objeciones de las “Indicaciones Fieles” están completamente respondidas en James, “The Genuineness of the Pastorals” (Londres, 1906), 132-6.


(9) "No es posible que algunas circunstancias harían de Pablo alguien olvidadizo (en todas las tres cartas por separado) de la paternidad de Dios, de su creencia respecto a unión del hombre a Jesús, del poder y de ser testigo del Espíritu, o de la reconciliación”. Estas doctrinas no están olvidadas: I Tim., i, 15; ii, 6; II Tim., i, 2, 9; ii, 13; Tit., i, 4; iii, 4, 5, 7. No hay necesidad de escudriñar en ellas en tanto fueron escritas para los discípulos que estaban familiarizados con su enseñanza, y el propósito de las Epístolas fue el abordar nuevos problemas. Además, esta objeción podría colocarnos en contra de largas porciones de genuinas Epístolas.

Hay otras objeciones, pero ellas son tan insubstanciales que no presentan mayor dificultad. Lo que Sanday escribió en 1896, en su “Inspiration” (Londres) es aún verdadero: “Se puede señalar, sin temor de contradicción que nada que no sea paulino ha sido probado en las Epístolas en disputa”.

Evidencia Externa

La autoría paulina de las Pastorales nunca tuvo la duda de los Católicos en los primeros tiempos. Con su completo conocimiento de la primera literatura cristiana, Eusebio indica que esos fueron parte de los libros universalmente reconocidos en la iglesia ("Hist. eccl.", II, xxii, III, iii; "Præp. evang.", II, xiv, 7; xvi, 3).

Ellos se encontraron en las primeras versiones del Latín y del Siriaco. San Clemente de Alejandría habla de ellos (Strom., II, III), y Tertuliano expresa su sorpresa al saber del rechazo de Marción (Adv. Marcion, V, xxi) y señala que fueron escritas por San Pablo a Timoteo y Tito, evidentemente el rechazo era una cosa de la que no totalmente se había oído.

Ellas fueron ascritas a San Pablo en el Muratorian Fragment, y Teófilo de Antioquia (cerca del 181) cita ellas llamándolas la “Divina Palabra” (theios logos). Los mártires de Vienne y Lyons (cerca del 180) tenían conocimiento de ellas; y su Obispo, Pothinus, que nación en el año 87 y fue martirizado en el 177 a la edad de noventa años, nos conduce a una fecha temprana.

Su sucesor, San Irineo, que nació en Asia Menor y había escuchado la prédica de San Policarpo, hace frecuente uso de las Epístolas, citándolas como obra de San Pablo. El argumentaba contra los heréticos, de manera que no había duda en ninguno de los casos. Las Epístolas fueron también admitidas por Heracleón (cerca del 165), Hegesipo (cerca del 140). En una breve carta que San Policarpo escribió (cerca del 117), muestra que tenía un buen conocimiento de las Epístolas. Policarpo nació sólo unos pocos años después de la muerte de San Pedro y San Pablo, y como Timoteo y Tito, de conformidad con las más antiguas tradiciones, vivió hasta muy avanzada edad, fue contemporáneo de ellos por muchos años.

Fue Obispo de Smyrna, la que se encontraba tan sólo a uno 60 kilómetros de Efesio, donde vivía Timoteo. San Ignacio, el segundo sucesor de San Pedro en Antioquia, fue conocido de los Apóstoles y de los discípulos de los Apóstoles, y mostró su conocimiento respecto a las Epístolas en las cartas que escribió cerca del año 110. Los críticos admiten ahora que Ignacio y Policarpo sabían de las Pastorales (ver de Holtzmann, “Hand-Kommentar”, III, 155; “Enc. Bib.”, IV), y existe una gran probabilidad de que esas obras eran también conocidas por Clemente de Roma, cuando escribió a los Corintias, cerca del año 96.

Al juzgar la evidencia antigua, debe tenerse presente en mente que las tres Epístolas son adjudicadas a San Pablo. De manera que cuando un escritor antiguo demuestra su familiaridad con ellas, las cita como autoritativamente y da evidencia de que eran muy conocidas por parte de sus lectores. De ellos se derivaría una prueba, no solamente de existencia y del conocimiento generalizado de las Epístolas, sino también de que el escritor vió en ellas el producto de una autoría: genuinamente como Epístolas de San Pablo. Más aún, si el escritor vivió en el tiempo de los Apóstoles, de hombre apostólicos, de discípulos de los Apóstoles, y de Timoteo y Tito (como fue el caso de Ignacio, Policarpo y Clemente) nosotros podemos estar seguros de que el escritor estaba en lo correcto.

La evidencia de estos escritores es colocada, sin embargo de lado. El herético Marcion, cerca del año 150, tiene mucho más peso que todos ellos de manera conjunta. “La omisión de Marcion de las Pastorales, respecto a su canon, nos dice mucho acerca de sus orígenes como tradición preservada. Filemón fue aceptado por él, aunque mucho más en el sentido de una privada nota, que alguna de las Pastorales; y la presencia de elementos antagonísticos en sus propios puntos de vista, no le hubieran hecho excluirlas, por cuanto él pudo haber considerado estos pasajes como lo hizo en otros casos” (Enc. Bib., IV).

Marcion rechazó la parte completa del Antiguo Testamento, todos los evangelios, excepto el de San Lucas, el cual gruesamente mutiló, y el resto del Nuevo Testamento, exceptuando las diez Epístolas de San Pablo, textos que cambio para que se adecuaran a sus propósitos. Filemón escapó de este recuento por su brevedad y contenido. Si él anuló lo que era objetable en su opinión, en las Pastorales habría quedado muy poco que valiese paa preservar.

De nuevo, el testimonio de estos escritores antiguos se tiene con un valor no mayor que el correspondiente a Aristóteles respecto a la autoría de los poemas homéricos (ibid.). Sin embargo, en uno de los casos tenemos la evidencia en cadena que se remonta a los tiempos del escritor, de sus discípulos, y de las otras personas mencionadas; mientras que Aristóteles vivió varios cientos de años después del tiempo de Homero. “Los primeros cristianos en su actitud hacia “Hebreos” es de evidencia abundante de que tan perdido está ese argumento (de autoría)” (ibid.).

El extremo cuidado y reticencia en cuanto a aceptar la autoría paulina de la Epístola a los Hebreos (q.v.), cuando se contrasta con la universal e inquestionable aceptación de las Pastorales, nos habla mucho a favor de estas últimas.


Bibliografía: JAMES, Genuineness and Authorship of the Pastoral Epistles (Londres, 1906); JACQUIER, Hist. du Nouveau Test., I (París, 1906; tr. DUGGAN, Londres); Introductions to N. Test, by CORNELY, SALMON, y otros eruditos bíblicos; HEADLAM en Church Congress Reports (Londres, 1904); The Church Quart. Rev, (octubre 1906; enero 1907); BISPING, Erklärung der drei Past. (Münster, 1866); WEISS, Tim. und Tit. (Göttingen, 1902); BERNARD, The Pastoral Epistles (Cambridge, 1899); LILLEY, The Pastoral Epistles (Edimburgo, 1901); GORE, Orders and Unity (Londres, 1909); WORKMAN, The hapax Legomena of St. Paul in Expository Times, VII (1896), 418 HORT, Judaistic Christianity (Londres, 1898); BELSER. Die Briefe des Apostels Paulus an Timoth. u. Titus (Friburgo); KNOWLING has a good defence of the Pastorals in The Testimony of St. Paul to Christ; vea también su artículo en The Critical Review (julio, 1896); RAMSEY. Expositor (1910).

Fuente: Aherne, Cornelius. "Epistles to Timothy and Titus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14727b.htm>.

Traducido por Giovanni E. Reyes. L H M.