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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Substancia

De Enciclopedia Católica

Revisión de 09:27 8 jun 2010 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)

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( Latín substare, substantia)

Substancia, la primera de las categorías de Aristóteles significa un ente que existe en y por sí mismo, y que sirve como sujeto o base para los accidentes y cambios accidentales.

Los fundamentos de substancia

Al ser substancia un genus supremum no puede ser definida estrictamente mediante un análisis en género y diferencia específica; sin embargo, un estudio del universo en su conjunto nos permitirá formar sin dificultad una idea exacta de sustancia. Nada es más evidente que el cambio en las cosas. Es imposible que cualquier cosa esté dos veces en absolutamente el mismo estado; por otro lado, todos los cambios no son igualmente profundos. Algunos parecen tener un carácter puramente externo: un trozo de madera puede estar caliente o frío, acostado o de pie, sin embargo, sigue siendo madera; pero si se quema por completo hasta ser transformado en cenizas y gases, ya no será madera; han desaparecido totalmente las características específicas y radicales con las que describimos la madera. Por lo tanto, ahí vemos dos clases de cambios: uno afecta las características radicales de las cosas, y en consecuencia determina la existencia o no existencia de esas cosas; y el otro de ningún modo destruye esas características, y así, mientras modifica la cosa, no la afecta fundamentalmente. Es necesario, por lo tanto, reconocer en cada cosa ciertas realidades secundarias (vea accidente) y también un fundamentum permanente que continúa existiendo a pesar de los cambios superficiales, que sirve como base o apoyo a las realidades secundarias ---lo que, en una palabra, llamamos substancia. Su característica fundamental es ser en sí y por sí misma, y no en otro sujeto como lo son los accidentes.

Los escolásticos, quienes aceptaban la definición de Aristóteles, distinguían también la sustancia primaria (sustancia prima) de la sustancia secundaria (sustancia secunda): la primera es la cosa individual, la sustancia propiamente dicha; la segunda designa la esencia universal o la naturaleza según figura en el género y la especie. Y, de nuevo, la sustancia es completa, por ejemplo, el hombre, o incompleta, por ejemplo, el alma, que, a pesar de poseer la existencia en sí misma, está unida con el cuerpo para formar el ser humano específicamente concreto. La división principal, sin embargo, es la de la sustancia material (todas las cosas corpóreas) y la sustancia espiritual, es decir, el alma y los espíritus angélicos. Estas últimas suelen ser llamadas substantiae separatæ, para denotar que están separadas de la materia, es decir, ni unidas realmente con un organismo material, ni requieren tal unión como el complemento natural de su ser ( Santo Tomás, "Contra Gentes", II, 91 ss.). Santo Tomás enseña además que el nombre substancia no puede ser aplicado propiamente a Dios, no sólo porque Él no es el sujeto de ningún accidente, sino también porque en Él la esencia y la existencia son idénticas, y en consecuencia Él no está incluido en ningún género de cualquier clase. Por la misma razón, es imposible que Dios sea la esencia formal de todas las cosas (esse formale omnium), o, en otras palabras, que una y la misma existencia sea común a Él y a ellos (op. cit., I , 25, 26).

En el mundo visible existe un gran número de substancias numéricamente distintas. Cada una, además, tiene una naturaleza específica que determina el modo de su actividad y, al mismo tiempo, a través de su actividad, se nos manifiesta de algún modo. Nuestro pensamiento no constituye la sustancia; este existe independientemente de nosotros, y nuestro pensamiento a lo sumo adquiere un conocimiento de cada sustancia al considerar sus manifestaciones. De esta manera llegamos a conocer tanto la naturaleza de las cosas materiales y la naturaleza de la sustancia espiritual dentro de nosotros, es decir, el alma. En ambos casos nuestro conocimiento puede ser imperfecto, pero no estamos de este modo justificados a concluir que sólo las apariencias superficiales o fenómenos son accesibles a nosotros, y que el ente substancial interior, de la materia o de la mente, es incognoscible.

Desde el cierre del período escolástico, la idea de sustancia y de las doctrinas alrededor de ella ha sido objeto de profundas modificaciones que a su vez han dado lugar a una inversión completa de la enseñanza escolástica sobre cuestiones vitales en la filosofía. Aparte del concepto tradicional formulado arriba, debemos señalar especialmente la definición de Descartes que sustancia es "un ente que existe de tal modo que no requiere nada más para su existencia". Esta fórmula es desafortunada; es falsa, pues la idea de sustancia determina una esencia que, si existe, tiene su propia existencia, no tomada de una base ulterior, y que no es una modificación de algún ente que la sustenta. Pero esta idea de ninguna manera determina la forma en que se le ha dado la existencia real a esta esencia o la forma en que se conserva. La definición cartesiana, por otra parte, es peligrosa, porque sugiere que la substancia no admite ninguna causa eficiente, sino que existe en virtud de su propia esencia. Así Espinosa, siguiendo los pasos de Descartes, declaró que "la sustancia es la que se concibe en sí misma y por sí misma", y de ahí dedujo su sistema panteísta, según el cual no hay más que una sustancia, es decir, Dios ---todas las demás cosas son sólo modos o atributos de la sustancia divina (vea panteísmo).

La definición de Leibniz es también digna de mención. Él considera la sustancia como "un ente dotado con el poder de la acción". La substancia ciertamente puede actuar, puesto que la acción sigue al ser, y la sustancia es el ser por excelencia. Pero esta propiedad no va a la base de la realidad. En cada sustancia finita el poder de actuar es distinto a la esencia sustancial; es sólo una propiedad de la substancia que puede ser definida sólo por su modo de existencia.

La realidad de substancia

El asunto más importante respecto a substancia es el de su realidad. En los días antiguos, Heráclito, en los tiempos modernos, Hume, Locke, Mill y Taine, y en nuestros días Wundt, Mach, Paulsen, Ostwald, Ribot, Jodi, Höffding, Eisler, y muchos otros, niegan la realidad de la substancia y consideran la existencia de la substancia como un postulado ilusorio de mentes ingenuas. La base de esta negación radical es una idea errónea de sustancia y accidente. Ellos sostienen que, aparte de los accidentes, la sustancia no es nada, un ser sin cualidades, operaciones o fin. Esto es absolutamente erróneo. Los accidentes no se pueden separar así de la sustancia, sino que tienen su ser sólo en la sustancia; ellos no son la sustancia, sino que son por su propia naturaleza modificaciones de la sustancia. Las operaciones que estos escritores podrían así atribuirle a los accidentes son realmente operaciones de la sustancia, que los ejerce a través de los accidentes. Por último, al atribuirle una existencia independiente a los accidentes, simplemente los transforman en sustancia, estableciendo así exactamente lo que intentan negar. Se puede decir que todo lo que existe es una sustancia o está en una sustancia.

La tendencia de la filosofía moderna ha sido considerar la substancia simplemente como una idea que la mente de hecho se ve obligada a formar, pero que o bien no existe objetivamente o, si existe, no puede ser conocida. Según Locke (Ensayo II, 23), "Por no saber cómo las simples ideas puedan subsistir por sí mismas, nos acostumbramos a suponer algún sustrato en el que subsisten y del que resultan; que por lo tanto llamamos sustancia; de modo que si alguno se examina a sí mismo respecto a su noción de sustancia pura en general, encontrará que no tiene otra idea de ella en absoluto, sino sólo una suposición de que no conoce el tipo de apoyo de tales cualidades, que son capaces de producir ideas simples en nosotros; cuyas cualidades son comúnmente llamadas accidentes". Afirma, sin embargo, que esta declaración se refiere sólo a la idea de sustancia, no a su ser, y afirma que "tenemos una noción tan clara de la sustancia del espíritu como la que tenemos del cuerpo” (ibid.). Hume sostuvo que la idea de sustancia "no es más que una colección de ideas simples que están unidas por la imaginación y tienen asignado un nombre particular, por el cual somos capaces de recordar, ya sea a nosotros mismos o a los demás, esa colección" (Tratado , libro I., pt. IV), y que el alma es "un conjunto de concepciones en un perpetuo flujo y movimiento".

Para Kant la sustancia es una categoría de pensamiento que aplica sólo a los fenómenos, es decir, es la idea de algo que persiste en medio de todos los cambios. La sustancialidad y la inmortalidad del alma no pueden ser probadas por la razón pura, pero se postulan por la ley moral que pertenece a la razón práctica. JS Mill, tras precisar que "podemos hacer proposiciones respecto a aquellas causas ocultas de los fenómenos que se llaman sustancias y atributos", continúa diciendo: "No se puede hacer la afirmación, al menos con un significado, respecto a las entidades desconocidas e incognoscibles, sino en virtud de los fenómenos por los que se manifiestan a nuestras facultades” (Logic, Lb. I, L, C.V). En otras palabras, la sustancia se manifiesta a través de fenómenos y, sin embargo es incognoscible. Mill define materia como "una posibilidad permanente de sensación”, de manera que no es necesario ningún vínculo sustancial para los objetos materiales, pero para los estados de conciencia se necesita un vínculo en el que hay algo "real como las propias sensaciones y no un mero producto de las leyes del pensamiento "("Examination”, c.XI, cf. Appendix).

Wundt, por el contrario, declara que la idea (hipotética) de la sustancia es necesaria para conectar los fenómenos presentados en la experiencia externa, pero que no es aplicable a nuestra experiencia interior a excepción de los procesos psico-físicos (Logik, I, 484 ss .). Esta es la base del actualismo, que reduce el alma a una serie de estados conscientes. Herbert Spencer expresa su opinión de la siguiente forma: "La existencia no significa otra cosa que la persistencia, y por lo tanto, en la mente, que persiste a pesar de todos los cambios, y mantiene la unidad del conjunto, desafiando todos los intentos de dividirla, es aquello de lo que existencia en el pleno sentido de la palabra debe ser predicada ---lo que debemos postular como la substancia de la mente, en contraposición a las formas distintas que asume. Pero, de ser así, la imposibilidad de conocer la sustancia de la mente es manifiesta" (Princ. of Psychol., Pt. II, c. I). En otra parte declara que es el mismo poder incognoscible que se manifiesta por igual en el mundo físico y en la conciencia ---una declaración en la que el agnosticismo regresa al panteísmo de Espinosa.

Este desarrollo del concepto de sustancia es instructivo; muestra hasta qué extremos conduce el subjetivismo, y cuáles inconsistencias trae a la investigación de los problemas más importantes de la filosofía. Si bien la investigación se ha llevado en nombre de la crítica, sus resultados, en lo que al alma se refiere, son claramente a favor del materialismo, y si bien el objetivo iba a ser un conocimiento más seguro sobre una base más firme, el resultado es el agnosticismo abierto o encubierto. Es tal vez como reacción contra tal confusión en el campo de la metafísica que últimamente los representantes de la ciencia física han hecho el intento de reconstruir la idea de sustancia haciéndola equivalente a "energía". El intento hasta ahora ha llevado a la conclusión de que la energía es la sustancia más universal y el accidente más universal (Ostwald, "Vorlesungen über Naturphilosophie", 2 ª ed., Leipzig, 1902, p. 146).

Para el significado teológico de substancia vea Eucaristía. También vea accidente, alma; espiritualismo.


Bibliografía: BALMES, Fundamental Philosophy, II (nueva ed., Nueva York, 1903); JOHN RICKABY. General Metaphysics (3ra. ed., Nueva York, 1898); WALKER, Theories of Knowledge (Nueva York, 1910); HARPER, The Metaphysics of the School (Londres, 1879-84); MERCIER, Ontologie (Lovaina, 1903); LORENZELLI, Philosophiæ theoreticæ institutiones (Roma, 1896); WILLEMS, Institutiones philosophicæ, I (Tréveris, 1906); KLEUTGEN, Philosophie d. Vorzeit, II; PRAT, De la notion de substance (París, 1903). — Vea también las referencias bibliográficas en EISLER, Wörterbuch der philosophischen Begriffe, III (Berlín, 1910).

Fuente: Munnynck, Mark Mary de. "Substance." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. 7 Jun. 2010 <http://www.newadvent.org/cathen/14322c.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.