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Miércoles, 4 de diciembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Necromancia»

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Junto con otras formas de [[adivinación]] y [[Arte Oculto, Ocultismo |magia]], la nigromancia se encuentra en todas las naciones de la antigüedad, y es una práctica común al [[paganismo]] en todo momento y en todos los países, pero no se puede decir nada seguro en cuanto a su lugar de origen.  [[Walafrido |Estrabón]] (Geogr., XVI, II, 39) dice que era la forma característica de adivinación entre los [[Persia |persas]].  Se encontró también en Caldea, [[Babilonia]] y Etruria (Clemens Alex., "Protrepticum", II, en [[Jacques-Paul Migne |Migne]], P. G., VIII, 69; [[Teodoreto]], "Graecarum affectionum
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curatio", X, en P. G., LXXXIII, 1076).  [[Isaías]] (19,3) se refiere a su práctica en [[Egipto]], y [[Moisés]] ([[Deuteronomio |Deut.]] 18,9-12) les advierte a los [[israelitas]] que no imiten las abominaciones de los [[Canaán, Cananeos |cananeos]], entre las que se menciona buscar la [[verdad]] a partir de los muertos. 
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En [[Grecia]] y [[Roma]] la evocación de los muertos se realizaba especialmente en las cavernas, o en las regiones volcánicas, o cerca de los ríos y lagos, donde se pensaba que era más fácil la comunicación con las moradas de los muertos.  Entre éstos, ''nekromanteia, psychomanteia o psychopompeia'', el más famoso era el [[oráculo]] de Tesprocia cerca del Río Aqueronte, el cual se suponía era uno de los ríos del [[infierno]], otro en Laconia cerca del promontorio de Ténaro, en una caverna grande y profunda de la cual salía un vapor negro y malsano, y que era considerada como una de las entradas del infierno, otros en Aornos en Epiro y Heraclea en el Propóntide. En [[Italia]], el oráculo de Cumas, en una caverna cerca del lago Averno en Campania, fue uno de los más famosos.
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La mención más antigua de la necromancia es la narración del viaje de Ulises al Hades (Odisea, XI) y de su evocación de las [[alma]]s por medio de los diversos ritos indicados por Circe. Es de destacar que, en este caso, aunque el propósito de Ulises era consultar a la sombra de Tiresias, él parece incapaz de evocarlo por sí solo; una serie de otros también aparece, juntos o sucesivamente.  Como paralelo a este pasaje de Homero se puede mencionar el sexto libro de la Eneida de Virgilio, que relata el descenso de Eneas a las regiones infernales. Pero aquí no hay una verdadera evocación, y el propio héroe pasa a través de la morada de las almas. Además de estas narrativas poéticas y mitológicas, los historiadores registraron varios casos de prácticas nigrománticas.  En el cabo Ténaro Callondas evocó el alma de Arquíloco, a quien había matado (Plutarco, "De será niminis vindicta”, XVII).  Periandro, tirano de [[Corinto]], y uno de los siete sabios de [[Grecia]], envió mensajeros al [[oráculo]] en el río Aqueronte para preguntar a su esposa muerta, Melissa, en qué lugar había puesto el depósito de un desconocido.  Su fantasma apareció dos veces, y en la segunda aparición le dio la información requerida (Herodoto, V,XCII).
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Pausanias, rey de [[Esparta]], había matado a Cleonice, a quien había confundido con un enemigo durante la noche, y en consecuencia no podía encontrar ni descanso ni paz, pero su [[mente]] estaba llena de [[miedo]]s extraños. Después de tratar muchas purificaciones y expiaciones, fue al ''psychopompeion'' de Figalia, o Heraclea, evocó su [[alma]], y recibió la seguridad de que sus [[Interpretación de los Sueños |sueños]] y temores cesarían tan pronto él regresara a Esparta.  A su llegada allí, murió (Pausanias III, XVII, 8, 9; Plutarco, "De sera num. vind.", X; "Vita Cimonis", VI).  Tras su muerte, los espartanos mandaron a buscar a [[Italia]] los ''psychagogues'' para evocar y apaciguar sus manes [N.T.:  Manes: Dioses infernales o almas de los difuntos, considerados benévolos, a los que rendían culto los antiguos romanos.]  (Plutarco, "Desera num. vind.", XVII).  La necromancia se mezcla con la oniromancia en el caso de Elisio deTerina en Italia, quien deseaba [[conocimiento |conocer]] si la súbita muerte de su hijo se debió a envenenamiento.  Se fue al [[oráculo]] de los muertos y, mientras dormía en el [[templo]], tuvo una [[Visiones y Apariciones |visión]] de su [[padres |padre]] y de su hijo, quienes le dieron la información deseada (Plutarco, "Consolatio ad Apollonium", XIV).
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Entre los [[Roma |romanos]] Horacio alude varias veces a la evocación de los muertos (Vea especialmente las Sátiras, I, VIII, 25 ss.).  Cicerón testifica que su amigo Apio practicaba la necromancia (Tuscul. quaest., I, XVI), y que Vatinio llamaba las [[almas]] del [[infierno]] (en Vatin., VI).  Lo mismo se afirma de los emperadores Druso (Tácito, "Annal.", II, XXVIII), [[Nerón]] (Suetonio, "Nero", XXXIV; Plinio, "Hist, nat.", XXX, v) y [[Caracalla]] (Dio Casio, LXXVII, XV). El gramático Apión pretendió haber conjurado el alma de Homero, sobre cuyo país y [[padres]] él deseaba indagar (Plinio, "Hist, nat.", XXX, VI), y Sexto Pompeyo consultó al famoso mago tesalio Ericto para conocer por los muertos el resultado de la pelea entre su padre y César (Lucano, “Pharsalia”, VI).  Nada cierto se puede decir respecto a los ritos o encantamientos que usaban; parecen haber sido muy complejos y haber variado en casi todos los casos.  En la Odisea, Ulises excava una zanja, vierte libaciones a su alrededor, y [[sacrificio |sacrifica]] ovejas negras cuya sangre las sombras beben antes de hablar con él. Lucan (Farsalia, VI) describe extensamente muchos encantamientos, y habla de sangre caliente vertida en las venas de un cadáver, como para restaurarlo a la vida. Cicerón (En Vatin., VI) relata que Vatinio, en relación con la evocación de los muertos, se ofreció a los manes las entrañas de los niños, y [[San Gregorio Nacianceno]] menciona que los niños y las [[virginidad |vírgenes]] eran sacrificados y disecados para la [[adivinación]] y la evocación de los muertos (Orat. I Contra Julianum, XCII, en PG, XXV 624).
  
 
==Necromancia en la Biblia==
 
==Necromancia en la Biblia==

Revisión de 22:01 25 sep 2016

Necromancia (nekros, "muerto", y manteia, "adivinación") es un modo especial de adivinación mediante la invocación de los muertos. Entendida como nigromancia (niger, negro), la cual es la forma italiana, española y francesa antigua, el término sugiere magia “negra” o arte “negro”, en el que los resultados maravillosos se deben a la agencia de los malos espíritus, mientras que en la magia “blanca” se deben a la destreza y engaño humanos. La práctica de la necromancia supone la creencia en la supervivencia del alma después de la muerte, la posesión de un conocimiento superior por el espíritu incorpóreo y la posibilidad de comunicación entre vivos y muertos. Las circunstancias y condiciones de esta comunicación —como el tiempo, lugar y ritos que han de seguirse— dependerá de las distintas concepciones que se tenían en relación con la naturaleza del alma del difunto, su domicilio, sus relaciones con la tierra y con el cuerpo en el que residía. Como las divinidades a menudo eran héroes humanos elevados a la categoría de dioses, la necromancia, la mitología y la demonología están en estrecha relación, y los oráculos de los muertos no son siempre fáciles de distinguir de los oráculos de los dioses.

Necromancia en Países Paganos

Junto con otras formas de adivinación y magia, la nigromancia se encuentra en todas las naciones de la antigüedad, y es una práctica común al paganismo en todo momento y en todos los países, pero no se puede decir nada seguro en cuanto a su lugar de origen. Estrabón (Geogr., XVI, II, 39) dice que era la forma característica de adivinación entre los persas. Se encontró también en Caldea, Babilonia y Etruria (Clemens Alex., "Protrepticum", II, en Migne, P. G., VIII, 69; Teodoreto, "Graecarum affectionum curatio", X, en P. G., LXXXIII, 1076). Isaías (19,3) se refiere a su práctica en Egipto, y Moisés (Deut. 18,9-12) les advierte a los israelitas que no imiten las abominaciones de los cananeos, entre las que se menciona buscar la verdad a partir de los muertos.

En Grecia y Roma la evocación de los muertos se realizaba especialmente en las cavernas, o en las regiones volcánicas, o cerca de los ríos y lagos, donde se pensaba que era más fácil la comunicación con las moradas de los muertos. Entre éstos, nekromanteia, psychomanteia o psychopompeia, el más famoso era el oráculo de Tesprocia cerca del Río Aqueronte, el cual se suponía era uno de los ríos del infierno, otro en Laconia cerca del promontorio de Ténaro, en una caverna grande y profunda de la cual salía un vapor negro y malsano, y que era considerada como una de las entradas del infierno, otros en Aornos en Epiro y Heraclea en el Propóntide. En Italia, el oráculo de Cumas, en una caverna cerca del lago Averno en Campania, fue uno de los más famosos.

La mención más antigua de la necromancia es la narración del viaje de Ulises al Hades (Odisea, XI) y de su evocación de las almas por medio de los diversos ritos indicados por Circe. Es de destacar que, en este caso, aunque el propósito de Ulises era consultar a la sombra de Tiresias, él parece incapaz de evocarlo por sí solo; una serie de otros también aparece, juntos o sucesivamente. Como paralelo a este pasaje de Homero se puede mencionar el sexto libro de la Eneida de Virgilio, que relata el descenso de Eneas a las regiones infernales. Pero aquí no hay una verdadera evocación, y el propio héroe pasa a través de la morada de las almas. Además de estas narrativas poéticas y mitológicas, los historiadores registraron varios casos de prácticas nigrománticas. En el cabo Ténaro Callondas evocó el alma de Arquíloco, a quien había matado (Plutarco, "De será niminis vindicta”, XVII). Periandro, tirano de Corinto, y uno de los siete sabios de Grecia, envió mensajeros al oráculo en el río Aqueronte para preguntar a su esposa muerta, Melissa, en qué lugar había puesto el depósito de un desconocido. Su fantasma apareció dos veces, y en la segunda aparición le dio la información requerida (Herodoto, V,XCII).

Pausanias, rey de Esparta, había matado a Cleonice, a quien había confundido con un enemigo durante la noche, y en consecuencia no podía encontrar ni descanso ni paz, pero su mente estaba llena de miedos extraños. Después de tratar muchas purificaciones y expiaciones, fue al psychopompeion de Figalia, o Heraclea, evocó su alma, y recibió la seguridad de que sus sueños y temores cesarían tan pronto él regresara a Esparta. A su llegada allí, murió (Pausanias III, XVII, 8, 9; Plutarco, "De sera num. vind.", X; "Vita Cimonis", VI). Tras su muerte, los espartanos mandaron a buscar a Italia los psychagogues para evocar y apaciguar sus manes [N.T.: Manes: Dioses infernales o almas de los difuntos, considerados benévolos, a los que rendían culto los antiguos romanos.] (Plutarco, "Desera num. vind.", XVII). La necromancia se mezcla con la oniromancia en el caso de Elisio deTerina en Italia, quien deseaba conocer si la súbita muerte de su hijo se debió a envenenamiento. Se fue al oráculo de los muertos y, mientras dormía en el templo, tuvo una visión de su padre y de su hijo, quienes le dieron la información deseada (Plutarco, "Consolatio ad Apollonium", XIV).

Entre los romanos Horacio alude varias veces a la evocación de los muertos (Vea especialmente las Sátiras, I, VIII, 25 ss.). Cicerón testifica que su amigo Apio practicaba la necromancia (Tuscul. quaest., I, XVI), y que Vatinio llamaba las almas del infierno (en Vatin., VI). Lo mismo se afirma de los emperadores Druso (Tácito, "Annal.", II, XXVIII), Nerón (Suetonio, "Nero", XXXIV; Plinio, "Hist, nat.", XXX, v) y Caracalla (Dio Casio, LXXVII, XV). El gramático Apión pretendió haber conjurado el alma de Homero, sobre cuyo país y padres él deseaba indagar (Plinio, "Hist, nat.", XXX, VI), y Sexto Pompeyo consultó al famoso mago tesalio Ericto para conocer por los muertos el resultado de la pelea entre su padre y César (Lucano, “Pharsalia”, VI). Nada cierto se puede decir respecto a los ritos o encantamientos que usaban; parecen haber sido muy complejos y haber variado en casi todos los casos. En la Odisea, Ulises excava una zanja, vierte libaciones a su alrededor, y sacrifica ovejas negras cuya sangre las sombras beben antes de hablar con él. Lucan (Farsalia, VI) describe extensamente muchos encantamientos, y habla de sangre caliente vertida en las venas de un cadáver, como para restaurarlo a la vida. Cicerón (En Vatin., VI) relata que Vatinio, en relación con la evocación de los muertos, se ofreció a los manes las entrañas de los niños, y San Gregorio Nacianceno menciona que los niños y las vírgenes eran sacrificados y disecados para la adivinación y la evocación de los muertos (Orat. I Contra Julianum, XCII, en PG, XXV 624).

Necromancia en la Biblia

Necromancia en la Era Cristiana

Bibliografía: LENORMANT, La magie chez les Chaldéens (París, 1875); IDEM, La divination et la science des présages chez les Chaldéens (París, 1875); BOUCHÉ-LECLERCQ, Histoire de la divination dans l'antiquité (París, 1879-82); TYLOR, Researches into the Early History of Mankind (Londres, 1865); DÖLLINGER, Heidenthum und Judenthum (Ratisbon, 1857); FRÉRET, Observations sur les Oracles rendus par les âmes des morts in Mémoires de l'Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, XXIII (1756), 174; KÖHLER, De origine et progressu necyomantiæ sive manium evocation apud veteres tum Græcos tum Romanos (Liegnitz, 1829); RHODE, Psyche (Freiburg im Br., 1898); WAITE, The Mysteries of Magic (Londres, 1897), 181; HOLMES in Kitto's Cyclopedia of Biblical Literature, s.v. Divination; WHITEHOUSE in HASTINGS. Dict. of the Bible, s.v. Sorcery; LESÊTRE in Dict. de la Bible, s.v. Evocation des morts; SCHANZ in Kirchenlexicon, s.v. Todtenbeschwörung.

Fuente: Dubray, Charles. "Necromancy." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10, pp. 735-737. New York: Robert Appleton Company, 1911. 25 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/10735a.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina