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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Neopitagorismo

De Enciclopedia Católica

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Filóstrates
==Filosofía neopitagórica==

La sociedad ético-religiosa fundada por Pitágoras, que floreció principalmente en la Magna Grecia en el siglo V a.C., desaparece completamente de la historia durante el siglo IV, cuando la filosofía alcanzó el cenit de su perfección en Atenas. Aquí y allá, sin embargo, suele aparecer un filósofo que regresa a la doctrina pitagórica de los números, y de forma general manifiesta la tendencia de la escuela hacia la ética religiosa y las prácticas de ascetismo. A partir del siglo I a.C., se hizo un intento más sistemático por restaurar la filosofía especulativa de los pitagóricos y combinarla con la práctica de la astrología y la brujería. El primero de estos neopitagóricos sistemáticos fue Figulo, un filósofo romano que vivió en Alejandría hacia la mitad del siglo I a.C., y que fue amigo de Cicerón. Otros romanos también contribuyeron con el movimiento, cuyos jefes fueron Vacinio y los sextianos. Fue, sin embargo, en Alejandría donde enseñaron los más influyentes de los neopitagóricos.

En los siglos II y III de la era cristiana, los filósofos de esta escuela se volvieron, por así decirlo, apóstoles de la secta, y viajaron a través del Imperio Romano. Los nombres más prominentemente asociados con esta activa campaña filosófica son los de Moderato de Gades, Apolonio de Tiana, Nicómaco de Gerasa, Numenio y Filóstrato. Como los neoplatónicos (vea neoplatonismo), los neopitagóricos colocaron definidamente su filosofía a disposición de los oponentes paganos del cristianismo. Su objetivo original ---salvar al mundo pagano de la ruina moral y social mediante la introducción del elemento religioso a la filosofía y a la conducta--- fue, desde luego, concebido sin ninguna referencia a las declaraciones del cristianismo. Pero tan pronto como la religión cristiana vino a ser reconocida como un factor en la vida política e intelectual del Imperio Romano, la filosofía, bajo la forma del neopitagorismo, hizo campaña activa contra los cristianos, proclamó su propio sistema de regeneración espiritual, y exaltó, en oposición a Cristo y los santos, a los héroes de la tradición y leyenda filosófica, especialmente a Pitágoras y a Apolonio de Tiana.

Sistema especulativo

Los neo-pitagóricos fueron eclécticos metódicos. Admitían a su sistema especulativo no sólo las enseñanzas tradicionales de la escuela pitagórica, sino también elementos del platonismo, aristotelismo y estoicismo. Además, derivaron de las religiones orientales con las que tuvieron contacto, tanto en Roma como en Alejandría, una noción de Dios altamente espiritual. Había, naturalmente, muy poca coherencia en un sistema desarrollado desde principios tan divergentes. Tampoco había acuerdo dentro de la escuela ni siquiera respecto a los postulados fundamentales. Sin embargo, se podría decir, en general, que la escuela colocaba a Dios, el Uno supremamente espiritual, a la cabeza de toda realidad. Esto, por supuesto, era oriental en su origen. Tras esto, interpretaron la doctrina pitagórica en un sentido platónico, cuando enseñaron que los números son los pensamientos de Dios. En tercer lugar, tomándolo del estoicismo, pasaron a afirmar que los números, emanando como fuerzas desde los pensamientos divinos, son, no ciertamente la substancia de las cosas, sino las formas según las cuales son modeladas las cosas. De Aristóteles tomaron la doctrina de que el mundo es eterno y que hay una distinción entre la materia terrestre y la celeste. Su cosmología, a pesar de esta influencia aristotélica, está dominada en gran medida por la creencia de que las estrellas son deidades y que las potencias del aire, tierra y cielo son demonios.

Ética y religión

En su teoría de la conducta los neo-pitagóricos le conceden gran importancia al ascetismo personal, a la contemplación y al culto de una deidad puramente espiritual. Al mismo tiempo, es una parte esencial de su sistema ético que la liberación de las ataduras de la materia y la unión final con Dios se obtendrán únicamente invocando la ayuda de espíritus benéficos y de hombres enviados por Dios y frustrando los esfuerzos de demonios malignos. Este último principio les llevó a la práctica de la magia y la brujería y eventualmente a una buena cantidad de charlatanería. El principio de que los espíritus amistosos y las almas de los enviados especiales de Dios ayudaban al hombre en su lucha por la perfección espiritual les llevó a la práctica de rendir honor e incluso deificar a los héroes de la antigüedad y a los representantes de la sabiduría, tales como Pitágoras y Apolonio. En vista de este propósito los filósofos de esta escuela escribieron “Vidas” de Pitágoras las cuales están llenas de cuantos fabulosos, historias en las que se le atribuyen al héroe más que sabiduría natural, habilidad y santidad. No vacilaban en inventar ahí donde la exageración fallaba en cumplir su objetivo, al grado de que solamente dieron mucha justificación a la descripción de los críticos modernos de su actividad biográfica como representativa de la “Edad de Oro de la Literatura Apócrifa”. En este espíritu y con este propósito en mente Filóstrato, alrededor del año 220 d.C., escribió una “Vida de Apolonio” que es de especial importancia porque, aunque no es una declarada imitación de los Evangelios, fue escrita evidentemente con miras a rivalizar con la narrativa evangélica.

Apolonio nació en Tiana de Capadocia cuatro años antes de la era cristiana. A una edad temprana se dedicó, bajo varios maestros, al estudio de la filosofía y la práctica del ascetismo. Comenzó sus viajes después de los cinco años de silencio impuestos por la regla de Pitágoras. Viajó de ciudad en ciudad a través de Asia Menor enseñando las doctrinas de la secta. Después emprendió un viaje al Lejano Oriente en busca de la sabiduría de los Magos y de los brahmanes, y, después de su regreso, emprendió nuevamente la tarea de enseñar. Más adelante fue a Grecia, y posteriormente a Roma, donde vivió un tiempo durante el gobierno del emperador Nerón. En el 69 estuvo en Alejandría, donde atrajo la atención de Vespasiano. Llamado a Roma por Domiciano, fue encarcelado, pero escapó a Grecia, y murió dos años después. El lugar de su muerte se asigna variamente a Éfeso, Rodas y Creta.

En el marco de estos hechos Filóstrato teje una trama de supuestos eventos milagrosos, profecías, visiones y prodigios de varias clases. Es importante destacar en la crítica de la narrativa de Filóstrato, que él vivió cien años después de los eventos que describe. Aún más, según el propio relato de Filóstrato, Apolonio no reclamó prerrogativas divinas. Él creía que la “virtud” que poseía debía ser atribuida a su conocimiento de la filosofía pitagórica y a la observancia de sus preceptos. Mantuvo como principio general que cualquiera que poseyera el mismo grado de sabiduría y ascetismo podía adquirir el mismo poder. Por lo tanto, el paralelo que se estableció entre sus actos extraordinarios y los milagros narrados en los Evangelios no resiste el veredicto de la crítica. Nuestro Señor reclamó ser Dios, y apeló a sus milagros como prueba de su divinidad. Apolonio consideraba sus propios poderes como naturales. Finalmente, se debe recordar que los biógrafos pitagóricos reconocieron abiertamente “el principio de permitir exageración y engaño en la causa de la filosofía” (Newman). Las “Vidas” de Pitágoras y Apolonio han de ser juzgadas por los estándares de la ficción y no por los cánones de la crítica histórica. Entre aquellos que, pasando por alto esta distinción, han tratado de sacar provecho contra el cristianismo desde esta clase de literatura pitagórica están Lord Herbert y Blount, mencionados en el ensayo de Newman sobre Apolonio, y Jean de Castillon, quien fue instigado por Federico el Grande.


Bibliografía

La vida de Filóstrato de Apolonio, y las cartas adscritas a este último fueron publicadas en FILOSTRATO, Opera Omnia (Leipzig, ed. OLEARIO, 1709); Ibid. (ed. KAYSER, 1870-71); las obras de NICOMACO DE GERASA se incluyen en IAMBLICHUS, Theologumena Arithmeticæ (ed. AST, Leipzig, 1817); ZELLER, Philosophie der Griechen, III, 2 (3ra. ed., Leipzig, 1881), 79 ff.; NEWMAN, Historical Sketches, I (Londres, 1882), 301 ff.; TURNER, History of Philosophy (Boston, 1903), 204 ss.

Fuente: Turner, William. "Neo-Pythagorean Philosophy." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10745a.htm>.

Traducido por Mauricio Villaseñor Terán. L M H.