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Miércoles, 30 de octubre de 2024

Librepensadores

De Enciclopedia Católica

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Aquellos que, al abandonar las verdades religiosas y dictados morales de la revelación cristiana, y al no aceptar ninguna enseñanza dogmática basada en la autoridad, basaron sus creencias en los hallazgos libres de la sola razón. El librepensamiento, del cual hicieron una profesión, es una forma exagerada, aunque un desarrollo bastante lógico, de la doctrina del juicio privado en asuntos religiosos. El librepensador afirma tales principios, ya sea de verdad o de acción, que está persuadido que puede probar, y no da asentimiento a ningún otro. Es un racionalista. Pero como la persuasión de haber probado (o ser capaz de probar) incluso las doctrinas de la religión natural por la sola razón varían infinitamente con el individuo, es difícil, salvo en líneas muy generales, clasificar a todos los librepensadores juntos. Esta dificultad es manifiesta en el caso de los deístas, a quienes se les aplicó característicamente la denominación a finales del siglo XVII. Todos ellos concuerdan, sin embargo, en negarse a aceptar las doctrinas de un cristianismo autoritativo; y es sobre este terreno negativo que se define más claramente su posición.

Aunque las palabras “librepensador” y “librepensamiento” aparecieron por primera vez en relación con los deístas ingleses [Collins, "Discourse of freethinking occasioned by the Rise and Growth of a Sect called Freethinkers" (1713), le da este nombre a la tendencia deísta],“el fenómeno del librepensamiento ha existido, en forma específica, mucho antes de que pudiera expresarse a través de escritos propagandísticos, o encontrar ningún nombre genérico salvo los de ateísmo o infidelidad” (Robertson). Tomado en el sentido amplio con que Robertson lo usa aquí, el término parecería incluir el movimiento reaccionario contra cualquier forma tradicional de doctrina a la cual se esperaba que el hombre asintiese. En este sentido es posible hablar de librepensadores de Grecia o Roma o, de hecho, de cualquier cuerpo considerable que pueda inculcar su enseñanza a las multitudes. En los tiempos clásicos hubo, sin duda, en cierta medida y en todo caso, quienes i se burlaban públicamente de los mitos autoritativos de la religión de su país, o los explicaban filosóficamente con ahínco. Por tanto ---pero esto en un sentido más verdadero--- en la Edad Media se podía encontrar racionalistas, o librepensadores, entre los filósofos de las escuelas.

Los Padres de la Iglesia se habían enfrentado al paganismo con sus propias armas y habían argumentado contra las falsedades con la ayuda de la razón natural. Los primeros herejes fueron librepensadores en su rechazo a la autoridad reguladora de la Iglesia sobre puntos relacionados con sus herejías, que frecuentemente elaboraban sobre líneas racionalistas; y los panteístas y otras de las escuelas criticaban y silogizaban la revelación en un estilo verdaderamente librepensador. Ambos fueron condenados en consecuencia; pero el espíritu de exceso en la crítica y la confianza en la suficiencia de la razón humana son tan típicas del librepensamiento de los tiempos medievales como el del siglo XXI.

Desde los deístas en adelante, indudablemente el librepensamiento ha ganado terreno entre las masas. Originalmente el exceso intelectual de los eruditos y de los estudiantes, y raramente saliendo del estudio de una forma que pudiera esperarse que fuera en absoluto popular, comenzó con Annet y Chubb (vea deísmo) a ser vulgarizado y a penetrar en los estratos inferiores de la sociedad. Sus profesores abiertos han sido aparentemente menos numerosos que sus adherentes. Algunos se pararon en seco en una posición negativa, reclamando nada más que autonomía para la ciencia o la filosofía que representaban. Otros continuaron haciendo una amarga e inescrupulosa guerra contra la religión. Es evidente en las diversas ramas de la ciencia y de la crítica, así como en la filosofía; y aunque generalmente ostenta un plano científico, usa más los métodos “a priori” que los “a posteriori”. Una de sus formas más peligrosas, que generalmente acaba en puro escepticismo religioso, puede remontarse a la distinción kantiana entre noúmeno y fenómeno. Pero sus principales posiciones positivas son el rechazo a la profecía, el milagro y la inspiración, su rechazo a toda revelación externa (incluyendo obviamente la autoridad eclesiástica), y su afirmación del derecho a la libre especulación en todas las materias racionales. A esta última frecuentemente sigue la negación de, o la suspensión del juicio con relación a, la existencia de Dios (ateísmo y agnosticismo), y la negación de la inmortalidad del alma o de que su verdad es susceptible de prueba, y el rechazo del libre albedrío. Entre los principales librepensadores se puede mencionar a Voltaire, Thomas Paine (los Derechos del Hombre), Renan, Ingersoll, Strauss (Leben Jesu), Haeckel, Clough, y Holyoake.


Bibliografía: ROBERTSON, A Short History of Freethought,2d ed. (Londres, 1899); WHEELER, Biog. Dict. of Freethinkers (Londres, 1889); GERARD, Modern Freethought in Westminster Lectures (Londres, 1905); MACCANN, Secularism: unphilosophical, immoral and anti-social (Londres, 1887); FLINT, Anti-theistic Theories (Edimburgo, 1885) PEARSON, Positive Creed of Freethought (Londres, 1888); CAIRNS, Unbelief in the Eighteenth Century (Edimburgo, 1882); STATHAM, Freethought and True Thought (Londres, 1884); SANDAY, Freethinking in Oxford House Papers, No. IX (1886); The Fallacies of Atheism explored by a Working Man (Londres, 1882); vea también la bibliografía bajo deísmo.

Fuente: Aveling, Francis. "Free-Thinkers." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/06258b.htm>.

Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi. L H M.