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Lunes, 6 de mayo de 2024

Santidad (Nota de la Iglesia)

De Enciclopedia Católica

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El término “santidad” se emplea en sentidos algo diferentes en relación a Dios, a los hombres individuales y a un cuerpo colectivo. Aplicado a Dios denota esa perfección moral absoluta que es suya por naturaleza. Respecto a los hombres significa una estrecha unión con Dios, junto con la perfección moral resultante de dicha unión. De ahí que se dice que la santidad pertenece a Dios por esencia, y a las criaturas sólo por participación. Cualquier clase de santidad que posean, viene a ellos como un don divino. Aplicado a una sociedad, el término significa:

  • que esta sociedad tiene como objetivo producir la santidad en sus miembros, y posee medios capaces de asegurar ese resultado; y
  • que las vidas de sus miembros corresponden, al menos en cierta medida, al propósito de la sociedad, y demuestran una santidad real y no meramente nominal.

La Iglesia siempre ha reclamado que ella, como una sociedad, es santa en un grado trascendente. Ella enseña que ésta es una de las cuatro “notas”, es decir, unidad, catolicidad, apostolicidad y santidad, mediante las cuales la sociedad fundada por Cristo puede distinguirse fácilmente de todas las instituciones humanas. Es en virtud de su relación con la persona y obra de Cristo que este atributo le pertenece a la Iglesia. Ella es (1), el fruto de la Pasión ---el reino de los redimidos. Los que se quedan fuera de ella son el "mundo" que no conoce a Dios (1 Juan 3,1). El objeto de la Pasión fue la redención y la santificación de la Iglesia: "…Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra." ( Ef., 5,25-26). Además (2) la Iglesia es el cuerpo de Cristo. Él es la cabeza del cuerpo místico, y la vida sobrenatural ---la vida de Cristo mismo--- se comunica a través de los Sacramentos a todos sus miembros. Así como el Espíritu Santo moraba en el cuerpo humano de Cristo, así también ahora habita en la Iglesia, y su presencia es tan íntima y tan eficaz que el Apóstol puede incluso hablar de Él como el alma del cuerpo místico: “Un solo cuerpo y un solo Espíritu” (Ef. 4,4). Por lo tanto, se deduce como una consecuencia necesaria de la naturaleza de la Iglesia y su relación con Cristo, que como sociedad debe poseer medios capaces de producir la santidad: que sus miembros deben caracterizarse por la santidad y que esta dotación de santidad proporcionará un medio efectivo para distinguirla del mundo.

Además, es evidente que la santidad de la Iglesia debe ser de un carácter totalmente sobrenatural —algo totalmente más allá del poder de la naturaleza humana no asistida. Y tal es, de hecho, el tipo de santidad que Cristo y sus apóstoles requieren por parte de los miembros de la Iglesia.

(1) Las virtudes que en el ideal cristiano son las más fundamentales de todas se encuentran totalmente fuera del ámbito de la más alta ética pagana. La caridad cristiana, la humildad y la castidad son ejemplos pertinentes. La caridad que Cristo establece en el sermón de la montaña y en la parábola del buen samaritano —una caridad que no conoce límites y que abarca tanto a amigos como a enemigos— supera todo lo que moralistas habían considerado posible para los hombres. Y esta caridad de Cristo requiere no de unos pocos elegidos, sino de todos sus seguidores. La humildad, que en el esquema cristiano es la base necesaria de toda santidad ( Mt. 18,3), antes de su enseñanza fue una virtud desconocida. El sentido de indignidad personal en el que consiste es repugnante a todos los impulsos de la naturaleza no regenerada. Por otra parte, la humildad que Cristo exige supone como base un conocimiento claro de la culpa del pecado y de la misericordia de Dios, sin los cuales no puede existir. Y estas doctrinas se buscan en vano en las religiones distintas de la cristiana. En lo que respecta a la castidad, Cristo no sólo advirtió a sus seguidores que violar esta virtud incluso por un pensamiento, era un pecado grave. Fue aún más lejos. Exhortó a los de sus seguidores a los que se les daría la gracia, a vivir la vida de virginidad que por este medio los acercaría más a Dios (Mt. 19,12).


Bibliografía: MURRAY, De ecclesia Christi, II (Dublin, 1862); BELLARMINE, De conc. et ecclesia, IV, xi-xv; TANQUEREY, Synopsis theol. dogmaticæ, I (Paris, 1900); BENSON in Ecclesia edited by MATTHEW (London, 1906). For modern anti-Catholic polemics on this subject, see MARTINEAU, Seat of Authority in Religion (London, 1890); PALMER, Treatise of the Church (London, 1842), I, vi, x, xi.

Fuente: Joyce, George. "Sanctity (Mark of the Church)." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13, pp 428-429. New York: Robert Appleton Company, 1912. 18 junio 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/13428b.htm>.

Traducido por Félix Carbo Alonso. lmhm.