Biblia Hebrea
De Enciclopedia Católica
Comparada con la Vulgata latina, la Biblia Hebrea incluye todo el Antiguo Testamento con la excepción de los siete libros deuterocanónicos, Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 1 y 2 Macabeos, y las partes deuterocanónicas de Ester (10,4 hasta el final) y Daniel (3,24-90; 13; 14). Hasta donde la tradición judía lo testifica, estos libros nunca pertenecieron a la Biblia Hebrea, aunque el hebreo fuera el idioma original del Eclesiástico y probablemente de Baruc y 1 Macabeos; y ya hebreo o el muy cercano arameo de Tobías, Judit y las adiciones a Ester y Daniel. Aunque algunos de estos libros se escribieron en arameo, no por ello debían ser excluidos de la Biblia Hebrea, pues largos pasajes de Daniel (2,4, a 7,28) y de Esdras (4,7 a 6,18; 7,12-26) están en esa lengua. Las versiones protestantes adoptan sólo los contenidos de la Biblia Hebrea.
Mediante su división tripartita, anterior al prologo del Eclesiástico, en la Ley, los Profetas y los Escritos o Hagiógrafos, la Biblia Hebrea difiere considerablemente de la disposición y orden de los Setenta que han sido adoptados por la Vulgata y las versiones protestantes. La Ley contenía los cinco libros de Moisés en el orden invariable de Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Los Profetas comprendían los cuatro libros de los primeros profetas, en el orden invariable de Josué, Jueces, Samuel, Reyes y los cuatro libros de los profetas posteriores, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel y los Profetas Menores (todos los doce formando un solo libro). Los Escritos comprendían los once libros restantes, las obras poéticas, los Salmos, Proverbios, Job, los cinco Megilloth o Rollos (Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester) y finalmente Daniel, Esdras, Nehemías, Crónicas---24 libros en total, aunque más frecuentemente calculados como 22, al contar a Rut con Jueces y a Lamentaciones con Jeremías. Este orden es el de las Biblias impresas, que en el caso de los Profetas Posteriores y los Hagiógrafos, difiere ampliamente de lo prescrito en el Talmud babilónico, mientras que en los manuscritos no prevalece un orden fijo. En este arreglo las diferencias más notables con la Vulgata son la clasificación de los libros históricos como proféticos, la colocación de los últimos profetas antes de de los Hagiógrafos, la colocación de Daniel no con los Profetas sino con los Hagiógrafos y el agrupar juntos los cinco rollos, lo que testifica la estimación que recibían al ser leídos en público en ciertas fiestas. Los nombres hebreos de los libros sagrados del Pentateuco difieren de los nuestros, que se derivan de los Setenta.
Con la disposición en libros, el trabajo de los primeros editores pareció haber terminado; no hicieron más divisiones en secciones o capítulos. Al principio, el texto era una sucesión de letras consonantes sin signos vocálicos ni espacios ni puntuación que guiaran al lector; pero los eruditos judíos, a través de muchos siglos de esmerado cuidado, han provisto un sistema perfecto de ayudas para leer inteligentemente la Biblia Hebrea. En una fecha muy temprana se separaron las palabras, quizás antes de Cristo, lo cual era imperativo, pues las letras se podían combinar de distintas maneras. La traducción de los Setenta atestigua no pocas veces de una combinación diferente de la masorética. Los primeros escribas también hicieron divisiones de versos, quienes creyeron esto necesario no sólo para ayudar a la lectura, sino contra la intrusión de nuevos versos. Sin embargo, no se obtuvo uniformidad puesto que los judíos palestinos, se nos dice, tenían versos más cortos que los babilonios. El sistema presente no es el de ninguno, sino que fue un nuevo arreglo elaborado por los masoretas. El trabajo que se tomaron se demuestra en el hecho de que los escribas contaron cada verso, de hecho cada letra. Los antiguos eruditos judíos desconocían nuestras divisiones en capítulos; ellos tenían sus propias divisiones según el sentido, en secciones abiertas y cerradas. Marcaban un cambio en el tema con la sección abierta, llamada así por el espacio vacío que mostraba su final, que era ya el restante de una línea no completada o una línea completa seguida por una línea en blanco. La sección cerrada comenzaba una ruptura menor del pensamiento, indicada solo por un corto intervalo de espacio, la nueva sección comenzaba en la misma línea, o detrás de un breve intervalo al principio de la línea siguiente. En manuscritos posteriores y en las Biblias impresas, la sección abierta se indica por la letra Pe en el espacio vacante que le precede y la sección cerrada por la letra Samech.
La división cristiana en capítulos, inventada por el arzobispo Stephen Langton a principios del siglo XIII ha conseguido entrar a la Biblia Hebrea. El primer intento fue hecho por el Rabí Solomon ben Ismael (ca. 1330 d.C.) que colocó los números de esos capítulos en el margen del texto hebreo. En las Biblias impresas este sistema apareció primero en las dos primeras ediciones de Bomberg de 1518. Benito Arias Montano, en su Biblia de Amberes de 1571, “distribuyó el texto hebreo en capítulos e introdujo los números hebreos en el cuerpo del texto mismo” (Ginsburg). Esto, aunque era contrario a las instrucciones masoréticas, aún se sigue en casi todas las Biblias impresas debido a su gran utilidad. En la mayor parte de los casos (617 de 779) el capítulo coincide con una u otra de las secciones masoréticas. En la gran Biblia de Bomberg de 1547-8, los numerales hebreos se colocaron cada quinto verso. Fue en la antedicha Biblia de Amberes que se colocaron los números arábigos para todos los versos en los márgenes, aunque se ha hecho de forma más limitada en el “Salterio de Basilea” de 1563. Otra división del texto se hizo por razones litúrgicas. Era la costumbre en Palestina completar el Pentateuco en las lecturas del Sabbath cada tres años; y las distintas secciones en que se dividía fueron llamadas Sedarim. El mismo nombre se aplicó a las secciones de los Profetas y los Hagiógrafos elegidas para ser leídas en el mismo servicio. La longitud del sedar debe ser juzgada aproximadamente por el hecho de que los cincuenta capítulos del Génesis son cuarenta y cinco sedarim, los cuarenta capítulos del Éxodo como treinta y tres sedarim. En vez de un ciclo trienal, los judíos babilonios tenían un ciclo anual y el Talmud divide la Ley en 54 secciones llamadas Parashiyoth, una para año intercalar. Las lecturas correspondientes de los Profetas se llamaban Haphtaroth o despedidas, porque se leían antes de cerrar el servicio. (ver Biblia, Canon del Antiguo Testamento, crítica textual, alta crítica, manuscritos de la Biblia, ediciones de la Biblia, Masora, Versiones de la Biblia).
Fuente: Fenlon, John Francis. "Hebrew Bible." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/07175a.htm>.
Traducido por Pedro Royo. L H M.