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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Actas de los Mártires»

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Traducido por José Luis Anastasio.  L M H.
 
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Última revisión de 06:34 22 jun 2010

En un sentido estricto las Actas de los Mártires son los registros oficiales, hechos por los notarios de la corte, de los juicios a los primeros mártires cristianos. En un sentido más amplio, sin embargo, el título se aplica a todas las narrativas del juicio y muerte de los mártires. En el último sentido, pueden ser clasificados como sigue:

(1) Informes oficiales de los interrogatorios (acta, gesta): Los existentes, como el "Acta Proconsulis" (Cipriano, "Ep. LXXVII") son pocos en número y sólo nos han llegado en ediciones preparadas con miras a la edificación de los fieles. El "Passio Cypriani" y "Acta Martyrum Scillitanorum" son típicos de esta clase. Esta última es una obra compuesta de tres documentos separados que muestran un mínimo de adiciones editoriales en unas pocas frases de conexión. El primer documento da un relato del juicio de Cipriano en 257, el segundo, de su arresto y juicio en 258 y el tercero, de su martirio.

(2) Registros no oficiales realizados por testigos presenciales, o al menos contemporáneos, que anotaban el testimonio de aquellos, tales como el "Martyrium S. Polycarpi", admitiendo sin embargo, que contienen mucho que puede deberse a la imaginación piadosa del testigo presencial. El "Acta SS. Perpetuæ et Felicitatis" es quizás la más hermosa y famosa de todas las Actas existentes, pues incluye las notas autográficas de Perpetua y Saturo y el relato de un testigo presencial del martirio. A éstos debe agregarse la "Epistola Ecclesiarum Viennensis et Lugdunensis", que cuenta la historia de los mártires de Lión, y otras Actas no tan famosas.

(3) Documentos de fecha posterior al martirio, basados en Actas de la primera o segunda clase, y por consiguiente sujetos a varios tipos de manipulación editorial. Esta clase es la que le ofrece al crítico el más amplio campo para su discernimiento. Lo que distingue a estas Actas de las clases subsiguientes es su base literaria. El editor no estaba construyendo una historia para ajustarse a la tradición oral o explicar un monumento; estaba editando un documento literario según su propio gusto y propósito. El grupo es numeroso y su contenido muy discutible, pues, aunque el estudio adicional podría elevar cualquier Acta particular a una clase superior, como regla general, es más probable que la degrade.

Además de estas tres clases de documentos más o menos fidedignos, circulan muchos otros bajo el nombre de Acta Martyrum, aunque su historicidad es de poco o ningún valor. Son romances ya sea escritos alrededor de unos pocos hechos reales, que se han preservado en la tradición popular o literaria, o bien obras de la pura imaginación que no contienen ningunos hechos reales. Entre los romances históricos podemos citar la historia de Felicidad y sus siete hijos, que en su forma presente parece ser una variación de 4 Macabeos 8,1, aunque no puede haber duda sobre los hechos subyacentes, uno de los cuales ha sido de hecho confirmado por el descubrimiento de De Rossi, de la tumba de Genaro, el hijo mayor en la narrativa. Y según críticos estrictos como M. Dufourcq (Etude sur les Gesta martyrum romains, París, 1900) y P. Delehaye (Analecta Bollandiana, XVI, 235-248),el "Legendarium" romano no puede pretender ninguna clase más alta que ésta; así que, aparte de las tradiciones monumentales, litúrgicas y topográficas, mucha de la evidencia literaria para los grandes mártires de Roma está incluida en los romances históricos.

Puede ser un motivo de sorpresa que pueda haber tal clase de Actas como los romances imaginativos, que no tienen como base ningún hecho en absoluto, pero fueron las novelas de esos días que desafortunadamente fueron tomadas como historia. Tal vez ese es el caso de la historia de Ginés el Comediante, que se convirtió repentinamente mientras se burlaba de los misterios cristianos (Von der Lage, "Studien z. Genesius Legende", Berlín, 1898-9), y las Actas de Dídimo y Teodora, la cual fue salvada por aquel (un soldado cristiano), de un castigo peor que la muerte. E incluso menos confiables que estas supuestas Actas son la historia de Barlaam y Josafat, la cual es la adaptación cristiana de la leyenda de Buda, la fausta leyenda de Cipriano de Antioquía y el romance de la heroína que, bajo los variados nombres de Pelagia, Marina, Eugenia, Margarita o Apolinaria fue admitida vestida de hombre a un monasterio, convicta de mala conducta, y rehabilitada póstumamente. Santa Liberata también, la señora barbada que fue clavada en una cruz, sólo es santa de ficción, aunque el romance se inventó probablemente con el propósito definido de explicar la figura vestida de un crucifijo.

A pesar de eso, estas dos clases de Actas románticas apenas pueden considerarse como falsificaciones en el estricto sentido del término. Son ficciones literarias, pero como fueron escritas con la intención de edificar y no de engañar al lector, una clase especial debe reservarse para las falsificaciones hagiográficas. A esto deben relegarse todos esas Actas, pasiones, vidas, leyendas y versiones que se han escrito con el propósito expreso de falsear la historia, como por ejemplo, las leyendas y versiones que ligan falsamente el nombre de un santo a alguna iglesia o ciudad especial. Sus autores deshonran el nombre de hagiógrafo, y no serían dignos de mención si no fuese porque, en consecuencia, a esos hagiógrafos se les ha atribuido un engaño consciente, quienes teniendo el objeto de edificar y no de informar, escribieron Actas destinadas a ser leídas como romances y no como historia.

Además de estas Acta Martyrum dispersas, hay otros documentos literarios acerca de la vida y muerte de los mártires que pueden mencionarse aquí. Los calendaria eran listas de mártires venerados por diferentes iglesias de acuerdo a sus diferentes fechas. Los martiriologios representan colecciones de diferentes ‘‘calendaria’’ y a veces agregan detalles del martirio. Los itinerarios son libros guía redactados para el uso de los peregrinos a los santuarios de Roma; tienen su utilidad en la medida en que revelan, no sólo los lugares en que descansan los grandes muertos, sino también las tradiciones que estaban en boga en el siglo VII. Los escritos de los Padres de la Iglesia, también contienen muchas referencias a los mártires, como por ejemplo, los sermones de los santos Basilio, Crisóstomo, Agustín, Pedro Crisólogo y Juan Damasceno.

Finalmente, han de considerarse las colecciones de Vidas, destinadas a la lectura pública y privada. Las más importantes de todas son, la "Historia Eclesiástica" de Eusebio (265-340), y su "De Martyribus Palestinæ"; pero desgraciadamente ya no existe su martyron synagoge o Colección de Actas de los Mártires, a la que se refiere en el prefacio del quinto libro de su "Historia Eclesiástica". Los catorce poemas de Prudencio, publicados en 404 como el "Persitephanon liber", proclamaba las alabanzas de los mártires de España e Italia; pero no siempre es fiable porque el autor se permitió la licencia del poeta en su material. Los escritores de la Edad Media son responsables de un gran elemento de lo ficticio en las historias de los mártires; incluso, no hicieron uso apropiado del material que tenían a su disposición. San Gregorio de Tours fue el primero de estos hagiógrafos medievales con su "De virtutibus S. Martini", "De gloria Confessorum", y "De vitis Sanctorum."

Simeón Metafrastes es menos confiable aun; hasta se ha cuestionado si no fue conscientemente falaz. (Vea, no obstante, el artículo sobre Metafrastes). Pero la colección más famosa de la Edad Media fue la "Leyenda Dorada" de Jacopo de Voragine, impresa por primera vez en 1476. Todos estos escritores medievales incluyen a los santos así como a los mártires en sus colecciones. Así lo hicieron Mombricio (Milán, 1476), Lippomano (Venecia, 1551), y Surio (Colonia, 1570). J. Faber Stapulensis incluyó sólo mártires en su "Martyrum agones antiquis ex monumentis genuine descriptos" (1525), y son únicamente los mártires cuyas fiestas se celebran en el mes de enero. Pero una época fue marcada en la historia de los mártires por el "Acta primorum martyrum sincera et selecta" del benedictino Teodoro Ruinart (París, 1689) y frecuentemente reimpresa (Ratisbona, 1858). Otras colecciones de Actas, subsiguientes a Ruinart fueron, Ilbaquio, "Acta Martyrum Vindicata" (Roma, 1723). S. Assemai, "Acta SS. Martyrum orientan. et occ". (Roma, 1748). T. Mamachii "Origines et Antiquitates Christianæ" (Roma, 1749).

El estudio crítico de las Acta Martyrum ha proseguido vigorosamente en los últimos años, y el punto de vista de los críticos cambió considerablemente desde el esfuerzo de Ruinart por hacer su selección de Actas. Muchas de sus Acta Sincera ya no se clasificarán como sincera; y si se ordenasen en diferentes clases, según su historicidad, muy pocas podrían reclamar un lugar en nuestra primera o segunda clase. Pero por otro lado, el descubrimiento de textos y las investigaciones arqueológicas de De Rossi y otros han confirmado historias individuales de martirio. Y una consecuencia general de la crítica ha sido demostrar los principales hechos como las causas de persecución, el número y heroísmo de los mártires, la popularidad de sus cultos y la historicidad de los héroes populares.

Por consiguiente, el problema principal para los críticos modernos es descubrir la historia literaria de las Actas que nos han llegado. No puede negarse que muy al principio se hizo algún esfuerzo por mantener intacta la historia de los mártires de la Iglesia. La lectura pública de las Actas en las iglesias ofrecería naturalmente una garantía de su autenticidad; y esta costumbre adquirida ciertamente en África, por el Tercer Concilio de Cartago (canon 47) permitió la lectura de las "Passiones Martyrum cum anniversarii dies eorum celebrentur". Había también un intercambio de las Actas entre las diferentes iglesias, como observamos por el "Martyrium S. Polycarpi" y la "Epistola Ecclesiæ Viennensis et Lugdunensis". Pero no se sabe en qué grado o magnitud se practicaron dichas costumbres. Y durante las persecuciones de Diocleciano debió haber una destrucción masiva de documentos, con el resultado que la Iglesia perdió los relatos de la historia de sus mártires. Esto parece ser especialmente verdad en Roma, la que posee tan pocas Actas auténticas a pesar del número y renombre de sus mártires; pues, aparentemente, ya para la segunda mitad del siglo IV los romanos habían perdido el hilo de estas tradiciones. Los poemas de Prudencio, los calendaria e incluso los escritos del Papa Dámaso muestran que la historia de las persecuciones había caído en la oscuridad. La Roma cristiana tenía a sus mártires debajo sus pies, y celebraba su memoria con intensa devoción y aun así, conocía muy poco sobre su historia.

Bajo estas circunstancias, es probable que el deseo de los fieles por una información más completa sería satisfecho fácilmente por narradores, que teniendo sólo material escaso a su disposición, ampliarían y multiplicarían los pocos hechos conservados por la tradición y le añadirían lo que consideraran historias apropiadas a los nombres y lugares históricos. Se afirma que en el transcurso del tiempo estas leyendas fueron puestas por escrito, y nos han llegado como el legendarium romano. En apoyo a esta severa crítica se alega que las Actas romanas no son, en su mayoría, anteriores al siglo VI (Dufourcq), y que en ese tiempo ciertamente se conocían las Actas espurias. El Concilio Romano de 494 de hecho condenó la lectura pública de las Actas (P. L., LIX, 171-2); y esta protesta romana ya había sido anticipada por el Sexto Concilio de Cartago (401) qué protestó contra el culto a los mártires cuyo martirio no fuera seguro (canon 17). San Agustín (354-340) también había escrito: "Aunque para otros mártires apenas podemos encontrar relatos que podamos leer en sus fiestas, la Pasión de San Esteban está en un libro canónico" (Sermo, 315, P. L., XXXVIII, 1426). Posteriormente el Concilio in Trullo (692), en Constantinopla, excomulgó a quienes fueran responsables de la lectura de Actas espurias. Por consiguiente, es probable la suposición de semejante origen para las leyendas romanas.

Desgraciadamente los mártires romanos no son los únicos cuyas Actas no son confiables. De las setenta y cuatro Pasiones separadas incluidas por Ruinart en sus Acta Sincera, el bolandista Delehaye coloca sólo trece en la primera o segunda clase, como documentos originales. Un estudio más avanzado de las Actas particulares podría, por supuesto, aumentar este número y se descubrirían otras Actas originales. Ciertamente, la labor de críticos tales como Gebhardt, Aubé, Franchi de Cavalieri, Le Blant, Conybeare, Harnack, los Bolandistas y muchos otros ha procedido a menudo en esta dirección, mientras al mismo tiempo han recolectado extensa bibliografía en torno a varias Actas. Por lo tanto, éstas deben estimarse en sus méritos respectivos. Sin embargo, se debe notar aquí que la crítica superior es tan riesgosa cuando se aplica a las Actas de los Mártires como lo es para las Sagradas Escrituras. Por supuesto los argumentos se pueden extraer de la situación formal del documento, su exactitud en fechas, nombres y topografía, y los argumentos aún más fuertes de lo que puede llamarse la situación informal dada inconscientemente por su autor. Pero en el primer caso, la situación formal puede ser imitada seguramente, y es por consiguiente inseguro buscar establecer historicidad a partir de tal argumento. Es igualmente inseguro suponer que la probabilidad de una narrativa, o su simplicidad, es una prueba de su autenticidad. Incluso lo improbable puede contener más hechos históricos que muchas narrativas que tienen apariencia de sobriedad y restricción. Tampoco la concisión (o brevedad) es prueba segura de que un documento pertenezca a una fecha anterior; de esta manera no se prueba que el Evangelio según San Marcos sea el más antiguo de los Sinópticos. La situación informal es más fiable; la filología y la psicología son mejores pruebas que las fechas y la geografía, pues ciertamente necesita un hábil novelista que se identifique tan plenamente con sus héroes como para compartir sus pensamientos y emociones. Y, sin embargo, aún con esta concesión a la crítica superior, permanece como verdad que el crítico pisa más seguro cuando ha tenido éxito estableciendo la ascendencia de su documento por evidencia externa.


Bibliografía: Acta SS.; Analecta Bollandiana; Bibliographica hagiographica graeca (Bruselas, 1895); Bibl. hag. latina (Bruselas, 1898); LE BLANT, Les Persécuteurs et les Martyrs (París. 1893); Les Actes des Martyrs, Supplément aux Acta Sincera de D. Ruinart in Mémoires de l'Académie des Inscriptions et Belles Lettres, XXX. (París, 1882); NEUMANN, Der Römische Staat und die allgemeine Kirche bis auf Diokletian, I (Leipzig, 1890); HARNACK, Geschichte der altchristlichen Litteratur bis Eusebius (Leipzig, 1897-1904); DUFOURCQ, Etude sur les Gesta Martyrum Romains (París, 1900-07); ACHELIS, Die Martyrologien, ihre Geschichte und ihr Wert (Berlin, 1900); QUENTIN, Les martyrologes historiques du moyen âge (París, 1907); GEBHARDT, Acta Martyrum Selecta (Berlín, 1902); LECLERCQ, Les Martyrs (París, 1902); LIETZMANN, Die drei ältesten Martyrologien (Bonn, 1903); DELEHAYE, Legends of the Saints (Eng. tr., Londres, 1907).

Fuente: Bridge, James. "Acts of the Martyrs." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/09742b.htm>.

Traducido por José Luis Anastasio. L M H.


Enlaces relacionados

[1] Mártir


[2] Mártires de Compiègne.


[3] Mártires coreanos.


[4] Mártires en China.


[5] Mártires españoles.


[6] Mártires peruanos.


[7] Mártires vietnamitas.


[8] Actas de los Mártires.


[9] Martirologio.


[10] Martirologio de Usuardo.