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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Eucaristía»

De Enciclopedia Católica

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[[Archivo:JERONI~1.JPG|300px|thumb|left|]][[Archivo:M500202 02ce10335 p.jpg|300px|thumb|left|]][[Archivo:M500202 02ce10591 p.jpg|300px|thumb|left|]][[Archivo:M500202 05-509359 p.jpg|300px|thumb|left|]][[Archivo:Mtejnayc.jpg|300px|thumb|left|]][[Archivo:M500202 04nu4719 p.jpg|300px|thumb|left|]]Vea también [[Sacrificio de la Misa|Eucaristía como Sacrificio]], [[Eucaristía como Sacramento]] y  
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(Griego ''eucharistia'', acción de gracias).
   
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(Gr. eucharistia, thanksgiving).(Del griego eucharistia, acción de gracias)
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Es el nombre que se da al Santo Sacramento del Altar, que recoge su doble aspecto de sacramento y sacrificio de la misa, y en el cual Jesucristo está realmente presente bajo apariencia de pan y vino. Se emplean otros títulos, como "Cena del Señor" (Caena Domini), "Mesa del Señor" (Mensa Domini), "Cuerpo del Señor"(Corpus Domini) y "Santísimo" (Sanctissimum), a los cuales se puede añadir las siguientes expresiones con su significado original algo alterado: "Agape" (fiesta del amor), "Eulogia" (bendición), "fracción del pan", "Synaxis" (asamblea), etc.; pero el antiguo título de "Eucaristía", que aparece en autores tan tempranos como Ignacio, Justino e Ireneo, ha tomado precedencia en la terminología de la Iglesia y sus teólogos. La expresión "Santo Sacrificio del Altar", introducida por Agustín, se encuentra hoy en día reducida al ámbito popular y catequético. Esta extensa nomenclatura, que describe este gran misterio desde tantos puntos de vista diferentes es, en sí misma, prueba suficiente de la posición central de la Eucaristía desde las primeras épocas, tanto en el culto divino y los servicios de la Iglesia como en la vida de fe y devoción de sus miembros.
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El nombre dado al [[Eucaristía como Sacramento | Santísimo Sacramento]] del [[altar]] en su doble aspecto de [[Sacramentos | Sacramento]] y [[Sacrificio de la Misa]], y en el cual [[Jesucristo]] está [[Presencia Real de Cristo en la Eucaristía | realmente presente]] bajo las especies de [[panes de altar | pan]] y [[vino de altar | vino]].
  
La Iglesia honra a la Eucarisía como uno de sus más elevados misterios, ya que por su majestad e incomprensibilidad acompaña a los misterios de la Trinidad y la Encarnación. Estos tres misterios constituyen una triada maravillosa, que hace lucir a la característica esencial del cristianismo como religión de misterios que trascienden con mucho las capacidades de la razón, con todo su esplendor, y eleva al catolicismo, el más fiel guardián y custodio de nuestra herencia cristiana, muy por encima de todas las religiones paganas y no cristianas.
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Se le da otras denominaciones, tales como "Cena del Señor" (''Coena Domini''), "Mesa del Señor" (''Mensa Domini''), el "Cuerpo del Señor" (''Corpus Domini''), y el "Santísimo" (''Sanctissimum''), a los cuales se puede añadir las siguientes expresiones, y en cierto modo alterado su significado primitivo: "Agape" (Fiesta del Amor), “[[Eulogia]]” ([[bendición]]), "Partir del Pan", “[[Sinaxis]]” (asamblea), etc.; pero el antiguo título “Eucharistia” que aparece en escritores tan antiguos como [[San Ignacio de Antioquía | Ignacio]], [[San Justino]] e [[San Ireneo | Ireneo]], ha tomado precedencia en la terminología técnica de [[la Iglesia]] y sus [[teología dogmática | teología]].  La expresión “Santísimo Sacramento del Altar”, introducida por [[Vida de San Agustín de Hipona | Agustín]], en la actualidad está casi totalmente restringido a los tratados populares y [[doctrina cristiana | catequéticos]].
  
La conexión orgánica de esta triada misteriosa se aprecia claramente, si consideramos la divina gracia bajo su aspecto de comunicación personal de Dios. Así, en el seno de la Trinidad beatísima, Dios Padre, por virtud de la generación eterna, comunica su naturaleza divina a Dios Hijo, "el único Hijo que está en el seno del Padre" (Juan i, 18),mientras que el Hijo de Dios, en virtud de la unión hipostática, comunica a su vez la naturaleza divina recibida del Padre a su naturaleza humana formada en el vientre de la Virgen María (Juan i, 18), para que así, como Dios y Hombre, escondido en las especies eucarísticas, pueda entregarse a su Iglesia, quien, como tierna madre, cuida místicamente en su seno este su mayor tesoro, y a diario lo expone a sus hijos como alimento espiritual para sus almas. Así, Trinidad, Encarnación y Eucaristía están unidas como una cadena preciosa, que de manera prodigiosa une el cielo y la tierra, a Dios con el hombre, ligándoles de la manera más íntima, y manteniendo esa unión.
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Esta extensa nomenclatura, que describe el gran [[misterio]] desde puntos de vista tan diferentes, es en sí misma [[prueba]] suficiente de la posición central que la Eucaristía ha ocupado desde las épocas más primitivas, tanto en el [[culto cristiano | culto divino]] y servicios de la Iglesia como en la vida de [[fe]] y [[devoción]] que anima a sus miembros.  
  
Por el hecho de que el misterio eucarístico trasciende toda razón, ningún teólogo católico puede aventurar una explicación racional, basada en hipótesis meramente naturales, ni tratar de abarcar una de las más sublimes verdades de la religión cristiana como la conclusión espontánea de un proceso lógico.
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La Iglesia [[honor | honra]] a la Eucaristía como a uno de sus misterios más altos, puesto que por su sublimidad e incomprensibilidad no desmerece en nada de los conexos misterios de la [[Santísima Trinidad]] y [[la Encarnación]].  Estos tres misterios constituyen una tríada maravillosa, que muestra la característica esencial del [[cristianismo]], como una religión de misterios que trascienden en mucho a las capacidades de la [[razón]], para resplandecer con todo su brillo y esplendor, y eleva al [[católico | catolicismo]], el más fiel guardián y conservador de nuestra herencia cristiana, muy por encima de todas las [[religión | religiones]] [[paganismo | paganas]] y no cristianas.  
  
La ciencia moderna de las religiones comparadas intenta descubrir, en la medida de lo posible, "paralelismos histórico-religiosos" en las religiones paganas, que se correspondan con los elementos teoréticos y prácticos del cristianismo, y así dar una explicación natural a éste por medio de las primeras. Incluso cuando se pueda apreciar una analogía entre el banquete eucarístico y el nectar y la ambrosía de los dioses de la antigua Grecia, o el haoma de los iraníes, o el soma de los hindúes, hay que ser muy cuidadososo de no tratar una mera analogía como un paralelismo estrictamente dicho, ya que la Eucaristía cristiana nada tiene en común con esas comidas paganas, cuyos orígenes hay que buscalos en el culto idólatra y a la naturaleza. Lo que descubrimos particularmente es una nueva demostración de la razonabilidad de la religión católica, a partir de la circunstancia de que Jesucristo, de modo prodigiosamente condescendiente, responde al apetito natural del corazón humano con un alimento que alimenta para la inmortalidad, un apetito expresado en muchas religiones paganas, entregando su humanidad, su propia carne y sangre. El cristianismo ha adoptado todo lo que es bello, todo lo que es verdadero de las religiones naturales, y como un espejo cóncavo ha reunido los resquicios de verdad dispersos y con frecuencia no distorsionados en su foco común, para reflejarlos de nuevo ya resplandecientes en un rayos de luz perfecta.
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La conexión orgánica de esta misteriosa tríada se discierne claramente si consideramos la [[gracia]] divina bajo el aspecto de una comunicación personal de [[Dios]]. Así, en el seno de la Santísima Trinidad, Dios Padre, por virtud de la generación [[eternidad | eterna]], comunica su [[naturaleza]] divina a [[Hijo de Dios | Dios Hijo]], “el Hijo único que está en el seno del Padre” ([[Evangelio según San Juan | Juan]] 1,18), mientras que el Hijo de Dios, en virtud de la [[unión hipostática]], comunica a su vez la naturaleza divina recibida de su Padre a su naturaleza [[hombre | humana]] formada en el seno de la [[virginidad | Virgen]] [[María]] (Jn. 1,14), para que así, como [[Jesucristo | Dios-Hombre]], oculto bajo las especies eucarísticas, pueda entregarse a su Iglesia, que, como una tierna madre, cuida y alimenta místicamente en su propio seno a este su máximo tesoro, y diariamente lo pone ante sus hijos como alimento espiritual de sus [[alma]]s.  Así la Trinidad, la Encarnación y la Eucaristía están efectivamente soldadas como una preciosa cadena, que de manera maravillosa liga al [[cielo]] con la tierra, a Dios con el hombre, uniéndoles más íntimamente y manteniéndoles así unidos.  Por el mismo hecho que el misterio de la Eucaristía trasciende a la razón, ningún [[teología dogmática | teólogo]] [[católico]] puede intentar ninguna explicación [[racionalismo | racionalista]] de ella, basada en una hipótesis meramente natural ni buscar comprender una de las más sublimes [[verdad]]es de la religión cristiana como la conclusión espontánea de procesos [[lógica | lógicos]].
  
Sólo la Iglesia, pilar y fundamento de la verdad, penetrada y dirigida por el Espíritu santo, garantiza a sus hijos a través de su magisterio infalible la divina revelación plena e inalterada. En consecuencia, la primera obligación de los católicos es afirmar lo que la Iglesia propone como la "norma próxima de fe" (regula fidei proxima), que, en referencia a la Eucaristía, se trató de manera particularmente clara y detallada en las sesiones XIII, XXI y XXII del Concilio de Trento. La quintaesencia de estas decisiones doctrinales reside en que en la Eucaristía el cuerpo y la sangre del Dios hecho hombre están verdadera, real y sustancialmente presentes para alimento de nuestras almas, en virtud de la transubstanciación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y en este cambio de sustancias también se contiente el Sacrificio incruento de la Nueva Alianza. Estas tres verdades principales - Sacrificio, Sacramento y Presencia real - se explican con más detalle en los artículos siguientes:
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La [[ciencia y la Iglesia | ciencia]] moderna de las religiones comparadas se esfuerza, dondequiera que puede, en descubrir en las religiones paganas “paralelismos histórico-religiosos” que se correspondan con elementos teóricos y prácticos del cristianismo, y en dar así una explicación de este último por medio de las primeras. Incluso donde hay una [[analogía]] discernible entre el banquete eucarístico y la ambrosía y el néctar de los antiguos dioses griegos, o el ''haoma'' de los iranios, o el ''soma'' de los antiguos [[hinduismo | hindúes]], debemos sin embargo ser muy cautos para no extender una mera analogía hasta un paralelismo propiamente dicho, puesto que la Eucaristía cristiana no tiene nada en absoluto en común con estos alimentos paganos, cuyo origen se encuentra en el más grosero [[idolatría | culto]] a los [[deidad | ídolos]] y a la naturaleza. Lo que nos hace descubrir en particular es una nueva prueba de la racionalidad de la religión católica, a partir de la circunstancia de que [[Jesucristo]] de una manera maravillosamente condescendiente responde al ansia natural del corazón humano de un alimento que le sustente para la [[inmortalidad]], un deseo expresado en muchas religiones paganas, al dispensar a la humanidad su propia Carne y Sangre.  Todo lo que es hermoso, todo lo que es verdadero en las religiones naturales, se lo ha apropiado el cristianismo, y como un espejo cóncavo ha reunido los dispersos y a menudo distorsionados rayos de verdad en su foco común y los envía de nuevo refulgentes en perfectos haces de luz.
  
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Es sola la Iglesia, “columna y fundamento de la verdad”, imbuida y dirigida por el [[Espíritu Santo]], la que garantiza a sus hijos a través de su [[infalibilidad | infalible]] enseñanza la plena y no adulterada [[revelación]] de Dios.  Por consiguiente, es la primera [[obligación]] de los [[católico]]s adherirse a lo que la Iglesia propone como la “norma inmediata de fe” ('' regula fidei proxima''), que, en lo relativo a la Eucaristía, se expone de una manera particularmente clara y detallada en las Sesiones XIII, XXI y XXII del [[Concilio de Trento]].
  
El sacrificio de la Misa
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La quintaesencia de estas decisiones doctrinales consiste en esto:  “que en la Eucaristía el Cuerpo y la Sangre del Dios-hombre están verdadera, real y sustancialmente presentes para el alimento de nuestras almas, por razón de la transubstanciación del [[uso litúrgico del pan | pan]] y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y que en este cambio de sustancias se contiene también el incruento [[Sacrificio]] del [[Nuevo Testamento]].
La Eucaristía como Sacramento
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La presencia real de Jesucristo en la Eucaristía
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Estas tres [[verdades]] principales---Sacrificio, Sacramento y Presencia Real---se consideran con más detalle en los siguientes artículos:
  
J. POHLE
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* [[Sacrificio de la Misa]],
Transcrito por Charles Sweeney, SJ
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* [[Eucaristía como Sacramento]], y
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* [[Presencia Real de Cristo en la Eucaristía]].
  
Traducido por Javier Olabe
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'''Fuente''':  Pohle, Joseph. "Eucharist." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909.  <http://www.newadvent.org/cathen/05572c.htm>.
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Traducido por Francisco Vázquez.  L M H.
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Selección de imágenes: [[José Gálvez Krüger]]
  
 
'''Enlaces relacionados con Eucaristía'''
 
'''Enlaces relacionados con Eucaristía'''
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[[Santísimo Sacramento]]
 
[[Santísimo Sacramento]]
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'''Enlaces externos'''
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[http://www.youtube.com/watch?v=1TGhGR1hgEE] La Confesión de Fernando Casanova 01 - Estoy en Casa EWTN.
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[http://www.youtube.com/watch?v=tFaEjK4Z8SI&feature=related] La Confesión de Fernando Casanova 02 - Estoy en Casa EWTN.
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[http://www.youtube.com/watch?v=EFNo4cn6w7Y&feature=related] La Confesión de Fernando Casanova 03 - Estoy en Casa EWTN.

Última revisión de 12:11 7 jun 2012

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Vea también Eucaristía como Sacrificio, Eucaristía como Sacramento y

(Griego eucharistia, acción de gracias).

El nombre dado al Santísimo Sacramento del altar en su doble aspecto de Sacramento y Sacrificio de la Misa, y en el cual Jesucristo está realmente presente bajo las especies de pan y vino.

Se le da otras denominaciones, tales como "Cena del Señor" (Coena Domini), "Mesa del Señor" (Mensa Domini), el "Cuerpo del Señor" (Corpus Domini), y el "Santísimo" (Sanctissimum), a los cuales se puede añadir las siguientes expresiones, y en cierto modo alterado su significado primitivo: "Agape" (Fiesta del Amor), “Eulogia” (bendición), "Partir del Pan", “Sinaxis” (asamblea), etc.; pero el antiguo título “Eucharistia” que aparece en escritores tan antiguos como Ignacio, San Justino e Ireneo, ha tomado precedencia en la terminología técnica de la Iglesia y sus teología. La expresión “Santísimo Sacramento del Altar”, introducida por Agustín, en la actualidad está casi totalmente restringido a los tratados populares y catequéticos.

Esta extensa nomenclatura, que describe el gran misterio desde puntos de vista tan diferentes, es en sí misma prueba suficiente de la posición central que la Eucaristía ha ocupado desde las épocas más primitivas, tanto en el culto divino y servicios de la Iglesia como en la vida de fe y devoción que anima a sus miembros.

La Iglesia honra a la Eucaristía como a uno de sus misterios más altos, puesto que por su sublimidad e incomprensibilidad no desmerece en nada de los conexos misterios de la Santísima Trinidad y la Encarnación. Estos tres misterios constituyen una tríada maravillosa, que muestra la característica esencial del cristianismo, como una religión de misterios que trascienden en mucho a las capacidades de la razón, para resplandecer con todo su brillo y esplendor, y eleva al catolicismo, el más fiel guardián y conservador de nuestra herencia cristiana, muy por encima de todas las religiones paganas y no cristianas.

La conexión orgánica de esta misteriosa tríada se discierne claramente si consideramos la gracia divina bajo el aspecto de una comunicación personal de Dios. Así, en el seno de la Santísima Trinidad, Dios Padre, por virtud de la generación eterna, comunica su naturaleza divina a Dios Hijo, “el Hijo único que está en el seno del Padre” ( Juan 1,18), mientras que el Hijo de Dios, en virtud de la unión hipostática, comunica a su vez la naturaleza divina recibida de su Padre a su naturaleza humana formada en el seno de la Virgen María (Jn. 1,14), para que así, como Dios-Hombre, oculto bajo las especies eucarísticas, pueda entregarse a su Iglesia, que, como una tierna madre, cuida y alimenta místicamente en su propio seno a este su máximo tesoro, y diariamente lo pone ante sus hijos como alimento espiritual de sus almas. Así la Trinidad, la Encarnación y la Eucaristía están efectivamente soldadas como una preciosa cadena, que de manera maravillosa liga al cielo con la tierra, a Dios con el hombre, uniéndoles más íntimamente y manteniéndoles así unidos. Por el mismo hecho que el misterio de la Eucaristía trasciende a la razón, ningún teólogo católico puede intentar ninguna explicación racionalista de ella, basada en una hipótesis meramente natural ni buscar comprender una de las más sublimes verdades de la religión cristiana como la conclusión espontánea de procesos lógicos.

La ciencia moderna de las religiones comparadas se esfuerza, dondequiera que puede, en descubrir en las religiones paganas “paralelismos histórico-religiosos” que se correspondan con elementos teóricos y prácticos del cristianismo, y en dar así una explicación de este último por medio de las primeras. Incluso donde hay una analogía discernible entre el banquete eucarístico y la ambrosía y el néctar de los antiguos dioses griegos, o el haoma de los iranios, o el soma de los antiguos hindúes, debemos sin embargo ser muy cautos para no extender una mera analogía hasta un paralelismo propiamente dicho, puesto que la Eucaristía cristiana no tiene nada en absoluto en común con estos alimentos paganos, cuyo origen se encuentra en el más grosero culto a los ídolos y a la naturaleza. Lo que nos hace descubrir en particular es una nueva prueba de la racionalidad de la religión católica, a partir de la circunstancia de que Jesucristo de una manera maravillosamente condescendiente responde al ansia natural del corazón humano de un alimento que le sustente para la inmortalidad, un deseo expresado en muchas religiones paganas, al dispensar a la humanidad su propia Carne y Sangre. Todo lo que es hermoso, todo lo que es verdadero en las religiones naturales, se lo ha apropiado el cristianismo, y como un espejo cóncavo ha reunido los dispersos y a menudo distorsionados rayos de verdad en su foco común y los envía de nuevo refulgentes en perfectos haces de luz.

Es sola la Iglesia, “columna y fundamento de la verdad”, imbuida y dirigida por el Espíritu Santo, la que garantiza a sus hijos a través de su infalible enseñanza la plena y no adulterada revelación de Dios. Por consiguiente, es la primera obligación de los católicos adherirse a lo que la Iglesia propone como la “norma inmediata de fe” ( regula fidei proxima), que, en lo relativo a la Eucaristía, se expone de una manera particularmente clara y detallada en las Sesiones XIII, XXI y XXII del Concilio de Trento.

La quintaesencia de estas decisiones doctrinales consiste en esto: “que en la Eucaristía el Cuerpo y la Sangre del Dios-hombre están verdadera, real y sustancialmente presentes para el alimento de nuestras almas, por razón de la transubstanciación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y que en este cambio de sustancias se contiene también el incruento Sacrificio del Nuevo Testamento.

Estas tres verdades principales---Sacrificio, Sacramento y Presencia Real---se consideran con más detalle en los siguientes artículos:


Fuente: Pohle, Joseph. "Eucharist." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05572c.htm>.

Traducido por Francisco Vázquez. L M H.

Selección de imágenes: José Gálvez Krüger

Enlaces relacionados con Eucaristía

[1] Pompa festiva en la solemne translacion del santissimo...

[2] Devocionario Eucarístico

Santísimo Sacramento


Enlaces externos

[3] La Confesión de Fernando Casanova 01 - Estoy en Casa EWTN.

[4] La Confesión de Fernando Casanova 02 - Estoy en Casa EWTN.

[5] La Confesión de Fernando Casanova 03 - Estoy en Casa EWTN.