Diferencia entre revisiones de «Deposición»
De Enciclopedia Católica
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Una '''deposición''' es un castigo vindicativo [[la Iglesia |eclesiástico]] por el cual un [[clérigo]] es privado para siempre de su cargo o [[beneficio]] y del [[derecho]] a ejercer las funciones de sus [[Órdenes Sagradas |órdenes]]. Por su propia naturaleza, este castigo es perpetuo e irremisible en el sentido de que aquellos sobre quienes es impuesto, aún después de haber hecho [[penitencia]] completa, no tienen derecho a ser liberados de él, si bien el superior puede, si lo desea, restituirlos en su cargo si están verdaderamente enmendados. La deposición puede ser infligida solamente sobre eclesiásticos, [[Clero Secular |seculares]] o [[regulares]]; puede ser total o parcial, según que los prive de todos los poderes de sus órdenes y [[Jurisdicción Eclesiástica |jurisdicción]] o solamente de una parte de ellos. Difiere de la simple privación porque en adición a la privación de beneficios y cargos, descalifica al eclesiástico para obtenerlos en el futuro; de la [[Suspensión (en Derecho Canónico |suspensión]], porque es una pena vindicativa perpetua, no una mera suspensión del uso de los poderes de las órdenes y la jurisdicción, sino el retiro completo y perpetuo de los mismos; de la [[degradación]] real, en la medida en que nunca priva de los privilegios del [[clérigo |estado eclesiástico]]. | Una '''deposición''' es un castigo vindicativo [[la Iglesia |eclesiástico]] por el cual un [[clérigo]] es privado para siempre de su cargo o [[beneficio]] y del [[derecho]] a ejercer las funciones de sus [[Órdenes Sagradas |órdenes]]. Por su propia naturaleza, este castigo es perpetuo e irremisible en el sentido de que aquellos sobre quienes es impuesto, aún después de haber hecho [[penitencia]] completa, no tienen derecho a ser liberados de él, si bien el superior puede, si lo desea, restituirlos en su cargo si están verdaderamente enmendados. La deposición puede ser infligida solamente sobre eclesiásticos, [[Clero Secular |seculares]] o [[regulares]]; puede ser total o parcial, según que los prive de todos los poderes de sus órdenes y [[Jurisdicción Eclesiástica |jurisdicción]] o solamente de una parte de ellos. Difiere de la simple privación porque en adición a la privación de beneficios y cargos, descalifica al eclesiástico para obtenerlos en el futuro; de la [[Suspensión (en Derecho Canónico |suspensión]], porque es una pena vindicativa perpetua, no una mera suspensión del uso de los poderes de las órdenes y la jurisdicción, sino el retiro completo y perpetuo de los mismos; de la [[degradación]] real, en la medida en que nunca priva de los privilegios del [[clérigo |estado eclesiástico]]. | ||
− | Se puede buscar el origen de este castigo a los primeros siglos de [[la Iglesia]] cuando los [[clérigo |eclesiásticos]] culpables de crímenes atroces eran expulsados de su rango y trasladados a la [[Comunión Laica |comunión laica]]. Aunque preservaban el carácter de sus [[Órdenes Sagradas |órdenes]], eran entonces considerados, para todos los propósitos y a los ojos de la [[ley]], como [[laicos]] ordinarios, y estaban obligados a comparecer con los [[fieles]] ordinarios cuando recibían la ¬[[Sagrada Comunión]]. Se alega que la palabra ''deposición'' se usó por primera vez en el [[Concilio de Agde |Sínodo de Agde]] (506, can. XXXV) para señalar tal pena. Hasta el siglo XII las expresiones ''deposición'' y ''[[degradación]]'' denotaban el mismo castigo canónico. Sabemos, por ejemplo, que Pablo, [[Patriarca y Patriarcado |patriarca]] de [[Iglesia de Alejandría |Alejandría]] (541), e Ignacio, patriarca de [[Constantinopla]] (861), se encontraron con la misma clase de castigo; sin embargo en el primer caso se denominaba deposición y en el segundo, degradación. Además, la deposición siempre privaba a los eclesiásticos del oficio que ejercían por el título ordinario de [[Órdenes Sagradas |ordenación]], y casi siempre se unía con la [[ceremonia]] de despojar a los delincuentes de las prendas usadas en las funciones de su ministerio sagrado. Con el transcurso del [[tiempo]], cuando, primero por costumbre y posteriormente por [[Decreto Papal |decreto]] de [[Papa Alejandro III |Alejandro III]] (c. At si clericis, IV, De judiciis), a los obispos se les permitía [[dispensa]]r de esa pena en crímenes de menor gravedad que el [[adulterio]], se descontinuó el despojo solemne de las [[vestimentas | + | Se puede buscar el origen de este castigo a los primeros siglos de [[la Iglesia]] cuando los [[clérigo |eclesiásticos]] culpables de crímenes atroces eran expulsados de su rango y trasladados a la [[Comunión Laica |comunión laica]]. Aunque preservaban el carácter de sus [[Órdenes Sagradas |órdenes]], eran entonces considerados, para todos los propósitos y a los ojos de la [[ley]], como [[laicos]] ordinarios, y estaban obligados a comparecer con los [[fieles]] ordinarios cuando recibían la ¬[[Sagrada Comunión]]. Se alega que la palabra ''deposición'' se usó por primera vez en el [[Concilio de Agde |Sínodo de Agde]] (506, can. XXXV) para señalar tal pena. Hasta el siglo XII las expresiones ''deposición'' y ''[[degradación]]'' denotaban el mismo castigo canónico. Sabemos, por ejemplo, que Pablo, [[Patriarca y Patriarcado |patriarca]] de [[Iglesia de Alejandría |Alejandría]] (541), e Ignacio, patriarca de [[Constantinopla]] (861), se encontraron con la misma clase de castigo; sin embargo en el primer caso se denominaba deposición y en el segundo, degradación. Además, la deposición siempre privaba a los eclesiásticos del oficio que ejercían por el título ordinario de [[Órdenes Sagradas |ordenación]], y casi siempre se unía con la [[ceremonia]] de despojar a los delincuentes de las prendas usadas en las funciones de su ministerio sagrado. Con el transcurso del [[tiempo]], cuando, primero por costumbre y posteriormente por [[Decreto Papal |decreto]] de [[Papa Alejandro III |Alejandro III]] (c. At si clericis, IV, De judiciis), a los obispos se les permitía [[dispensa]]r de esa pena en crímenes de menor gravedad que el [[adulterio]], se descontinuó el despojo solemne de las [[vestimentas]] sagradas, para evitar el problema de restaurar su uso en caso de reinstalación. La nueva práctica originó incertidumbre y variedad en la ejecución de la deposición, de ahí que [[Papa Bonifacio VIII |Bonifacio VIII]] (c. II. De pœnis, in VI°) a instancias del obispo de Béziers decretó que la remoción formal de las vestimentas, que actualmente significa y tiene el efecto de exclusión total del [[clérigo |estado eclesiástico]], tendría lugar sólo en casos de degradación real. |
Como quedó establecido antes, la deposición total prohíbe el ejercicio de las facultades conferidas por la [[Órdenes Sagradas |ordenación]], y origina una privación completa y perpetua de las funciones eclesiásticas, [[beneficio]]s y dignidades. También descalifica para obtenerlos en el futuro, mientras que la deshonra pública o la [[infamia]] e [[irregularidad]] son infligidas a quienes no hagan caso de este castigo. Al ser indeleble el carácter impreso por la ordenación, la deposición de las [[Órdenes Sagradas |órdenes]] solamente puede privar a una [[persona]] del [[derecho]] a ejercerlas. La deposición del cargo siempre acarrea la pérdida del [[beneficio]] anexo al mismo, ya que los beneficios son otorgados debido al oficio espiritual. De otra parte, la deposición del beneficio nunca hace al eclesiástico incapaz de ejercer lícitamente su ministerio; se afirma, sin embargo, que lo priva incluso del derecho a participar de los emolumentos temporales para su sustento decoroso. De acuerdo con la presente [[Disciplina Eclesiástica |disciplina]] de [[la Iglesia]], la deposición es infligida solo por crímenes enormes, tales como los que causan [[escándalo]] público y hacen gran daño a la [[religión]] o a la [[moral]], por ejemplo, [[homicidio |asesinato]], [[concubinato]] público, [[blasfemia]], un modo de vida [[pecado |pecaminoso]] e incorregible, etc. Sin embargo, en gran parte se deja al juicio [[prudencia |prudente]] del superior determinar en cada caso la gravedad del crimen que merece este castigo. En efecto, la deposición ahora se aplica raramente; el simple despido del cargo, junto con la [[Suspensión (en Derecho Canónico) |suspensión]] perpetua, generalmente toman su lugar. (Ver [[Comunión Laica |COMUNIÓN LAICA]]). | Como quedó establecido antes, la deposición total prohíbe el ejercicio de las facultades conferidas por la [[Órdenes Sagradas |ordenación]], y origina una privación completa y perpetua de las funciones eclesiásticas, [[beneficio]]s y dignidades. También descalifica para obtenerlos en el futuro, mientras que la deshonra pública o la [[infamia]] e [[irregularidad]] son infligidas a quienes no hagan caso de este castigo. Al ser indeleble el carácter impreso por la ordenación, la deposición de las [[Órdenes Sagradas |órdenes]] solamente puede privar a una [[persona]] del [[derecho]] a ejercerlas. La deposición del cargo siempre acarrea la pérdida del [[beneficio]] anexo al mismo, ya que los beneficios son otorgados debido al oficio espiritual. De otra parte, la deposición del beneficio nunca hace al eclesiástico incapaz de ejercer lícitamente su ministerio; se afirma, sin embargo, que lo priva incluso del derecho a participar de los emolumentos temporales para su sustento decoroso. De acuerdo con la presente [[Disciplina Eclesiástica |disciplina]] de [[la Iglesia]], la deposición es infligida solo por crímenes enormes, tales como los que causan [[escándalo]] público y hacen gran daño a la [[religión]] o a la [[moral]], por ejemplo, [[homicidio |asesinato]], [[concubinato]] público, [[blasfemia]], un modo de vida [[pecado |pecaminoso]] e incorregible, etc. Sin embargo, en gran parte se deja al juicio [[prudencia |prudente]] del superior determinar en cada caso la gravedad del crimen que merece este castigo. En efecto, la deposición ahora se aplica raramente; el simple despido del cargo, junto con la [[Suspensión (en Derecho Canónico) |suspensión]] perpetua, generalmente toman su lugar. (Ver [[Comunión Laica |COMUNIÓN LAICA]]). |
Última revisión de 17:01 30 jun 2020
Una deposición es un castigo vindicativo eclesiástico por el cual un clérigo es privado para siempre de su cargo o beneficio y del derecho a ejercer las funciones de sus órdenes. Por su propia naturaleza, este castigo es perpetuo e irremisible en el sentido de que aquellos sobre quienes es impuesto, aún después de haber hecho penitencia completa, no tienen derecho a ser liberados de él, si bien el superior puede, si lo desea, restituirlos en su cargo si están verdaderamente enmendados. La deposición puede ser infligida solamente sobre eclesiásticos, seculares o regulares; puede ser total o parcial, según que los prive de todos los poderes de sus órdenes y jurisdicción o solamente de una parte de ellos. Difiere de la simple privación porque en adición a la privación de beneficios y cargos, descalifica al eclesiástico para obtenerlos en el futuro; de la suspensión, porque es una pena vindicativa perpetua, no una mera suspensión del uso de los poderes de las órdenes y la jurisdicción, sino el retiro completo y perpetuo de los mismos; de la degradación real, en la medida en que nunca priva de los privilegios del estado eclesiástico.
Se puede buscar el origen de este castigo a los primeros siglos de la Iglesia cuando los eclesiásticos culpables de crímenes atroces eran expulsados de su rango y trasladados a la comunión laica. Aunque preservaban el carácter de sus órdenes, eran entonces considerados, para todos los propósitos y a los ojos de la ley, como laicos ordinarios, y estaban obligados a comparecer con los fieles ordinarios cuando recibían la ¬Sagrada Comunión. Se alega que la palabra deposición se usó por primera vez en el Sínodo de Agde (506, can. XXXV) para señalar tal pena. Hasta el siglo XII las expresiones deposición y degradación denotaban el mismo castigo canónico. Sabemos, por ejemplo, que Pablo, patriarca de Alejandría (541), e Ignacio, patriarca de Constantinopla (861), se encontraron con la misma clase de castigo; sin embargo en el primer caso se denominaba deposición y en el segundo, degradación. Además, la deposición siempre privaba a los eclesiásticos del oficio que ejercían por el título ordinario de ordenación, y casi siempre se unía con la ceremonia de despojar a los delincuentes de las prendas usadas en las funciones de su ministerio sagrado. Con el transcurso del tiempo, cuando, primero por costumbre y posteriormente por decreto de Alejandro III (c. At si clericis, IV, De judiciis), a los obispos se les permitía dispensar de esa pena en crímenes de menor gravedad que el adulterio, se descontinuó el despojo solemne de las vestimentas sagradas, para evitar el problema de restaurar su uso en caso de reinstalación. La nueva práctica originó incertidumbre y variedad en la ejecución de la deposición, de ahí que Bonifacio VIII (c. II. De pœnis, in VI°) a instancias del obispo de Béziers decretó que la remoción formal de las vestimentas, que actualmente significa y tiene el efecto de exclusión total del estado eclesiástico, tendría lugar sólo en casos de degradación real.
Como quedó establecido antes, la deposición total prohíbe el ejercicio de las facultades conferidas por la ordenación, y origina una privación completa y perpetua de las funciones eclesiásticas, beneficios y dignidades. También descalifica para obtenerlos en el futuro, mientras que la deshonra pública o la infamia e irregularidad son infligidas a quienes no hagan caso de este castigo. Al ser indeleble el carácter impreso por la ordenación, la deposición de las órdenes solamente puede privar a una persona del derecho a ejercerlas. La deposición del cargo siempre acarrea la pérdida del beneficio anexo al mismo, ya que los beneficios son otorgados debido al oficio espiritual. De otra parte, la deposición del beneficio nunca hace al eclesiástico incapaz de ejercer lícitamente su ministerio; se afirma, sin embargo, que lo priva incluso del derecho a participar de los emolumentos temporales para su sustento decoroso. De acuerdo con la presente disciplina de la Iglesia, la deposición es infligida solo por crímenes enormes, tales como los que causan escándalo público y hacen gran daño a la religión o a la moral, por ejemplo, asesinato, concubinato público, blasfemia, un modo de vida pecaminoso e incorregible, etc. Sin embargo, en gran parte se deja al juicio prudente del superior determinar en cada caso la gravedad del crimen que merece este castigo. En efecto, la deposición ahora se aplica raramente; el simple despido del cargo, junto con la suspensión perpetua, generalmente toman su lugar. (Ver COMUNIÓN LAICA).
Bibliografía: SMITH Elem of Eccl. Law (Nueva York, 1889); STREMLER, Traité des peines ecclésiastiques (París, 1860); HOLLWECK, Kirchl. Strafgesetze (Mains, 1899); VON KOBER, Deposition und Degradation, etc. (Tübingen, 1867); GENNARI, Privazione del beneficio ecclesiastico (Roma, 1905); todos los comentadores sobre el título De Pænis, X (V, 37); HERGENROTHER, The Papal Depriving Power (1876); Roma Sacra in The Dublin Review (Londres, julio 1907).
Fuente: Luzio, Salvatore. "Deposition." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4, pp. 737-738. New York: Robert Appleton Company, 1908. 16 agosto 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/04737b.htm>.
Traducido por Daniel Reyes V. lmhm